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Política económica

Los cinco retos económicos de 2026, tras el nuevo orden mundial de 2025

Una persona con una máscara de Trump en una protesta en Los Ángeles, el 14 de junio de 2025.

Ignacio J. Domingo

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El orden mundial navega entre turbulencias y sin rumbo definido. La economía global entró en una fase de transformaciones estructurales permanentes en la que la estabilidad deja de ser el escenario base. El mundo avanza hacia una gobernanza con una competencia sostenida entre grandes bloques –EEUU, China, Europa e India, sin olvidarse del Sur Global– que se tradujo en fragmentación geoeconómica, realineamientos estratégicos y una reconfiguración profunda de las cadenas de suministro y una indudable capacidad de resiliencia que se traduce en un triple desafío: adquirir más productividad para hacerse con la hegemonía tecnológica para alcanzar el cetro de la competitividad mundial.

En este contexto, la política fiscal y la industrial están sustituyendo a la monetaria como motores económicos. El gasto público en transición energética, defensa, digitalización e infraestructuras empieza a definir a los mercados y sectores ganadores a largo plazo, mientras la normalización de los tipos de interés neutros, con tendencias expansivas, sin inflaciones a raya, y de la tensión geopolítica imperante se ha instalado en un incomprensible clima inversor en estado de calma.

La literatura bursátil lo relaciona con el fulgurante dominio de un súper-ciclo tecnológico que se arrojó a los brazos de la IA, la automatización y la computación avanzada.

Este repaso a los hitos del año que vivimos peligrosamente y al carrusel de augurios predictivos de 2026 ayudan a entender el volantazo geoestratégico de la versión Trump 2.0 al orden global.

1. La geopolítica de Trump se filtra a los mercados

El balance de 2025 desmonta la expectativa de que la reelección del mandatario republicano iba a replegar a EEUU en el tablero de ajedrez de la gobernanza internacional. Muy al contrario, le sirvió a Washington para redefinir su liderazgo bajo unas reglas personalistas, coercitivas, autoritarias y autárquicas. La diplomacia de la Casa Blanca combina ahora amenazas militares, sanciones económicas y acciones directas en el exterior en conflictos abiertos o latentes en latitudes como Gaza, Ucrania, Venezuela o hacia potencias emergentes, aliados o rivales geoestratégicos.

La consecuencia económica de este giro no está tanto en los conflictos activos como en la gran incertidumbre que generan. Sobran evidencias que demuestra que los mercados reaccionan con más intensidad a las amenazas geopolíticas –expectativas de escalada o deterioro– que a hechos consumados. Es esa anticipación la que eleva las primas de riesgo, frena la inversión empresarial y empuja a los inversores hacia posiciones más defensivas.

El trumpismo no elimina el riesgo global, sino que lo desplaza: menos reglas compartidas y más negociación bajo presión. El resultado es un entorno marcado por tensiones casi perpetuas en las que geopolítica deja de ser un factor excepcional y pasa a integrarse de forma estructural en la formación de precios y en las decisiones de inversión a escala global, explica James Lindsay, vicepresidente del Council on Foreign Relations (CFR).

2. Defensa frente a inversiones ESG

El avance de los valores vinculados a Defensa dentro de los criterios ESG sostenibles, sociales y de buen gobierno corporativo europeos es una paradoja de las más visibles de 2025. Las gestoras de fondos aumentaron su exposición a empresas militares y generado un fuerte rendimiento bursátil del sector con respaldo explícito de la cúpula institucional europea al rearme. Morningstar Sustainalytics explica que este giro no implica una renuncia al capital ESG, sino una reinterpretación de sus límites. Pero justifica que la inversión armamentística se compatibilice con objetivos sociales. La seguridad pasó a considerarse el principal factor estratégico nacional.

Este giro se refleja en una mutación de las inversiones ESG hacia una lógica más defensiva, donde la Energía, la Seguridad y la Geopolítica identifican ahora sus siglas y ganan músculo frente a los criterios ambientales clásicos. Como ya ocurrió en 2021 con la crisis del gas ruso, el retorno de los combustibles fósiles y del gasto en defensa tensiona el capital verde.

3. El ‘rally’ bursátil: más recorrido, pero con volatilidad

El cierre de 2025 marca un punto de inflexión en los mercados financieros. El ciclo alcista aún cuenta con apoyo macroeconómico –crecimiento sólido y recortes de tipos por parte de la Reserva Federal–, pero la siguiente fase será más exigente para los inversores. El mensaje de los estrategas es claro: el riesgo será subestimar la volatilidad.

Desde Goldman Sachs, Kamakshya Trivedi lo resume de manera elocuente: “el crecimiento ha sostenido los mercados, pero la volatilidad seguirá marcando las pautas”. En su diagnóstico, la renta variable y el crédito “se han adelantado a una macroeconomía” que todavía no refleja los desequilibrios clásicos de final de ciclo, “creando fricciones difíciles de ignorar”.

4. Cinco giros de mercado: euforia, sobresaltos y rotaciones

A primera vista, 2025 fue otro gran año para los mercados: las bolsas de EEUU, Europa y Asia cerraron en máximos históricos y el optimismo en torno a la IA alimentó el apetito por el riesgo. Sin embargo, bajo su superficie se registran movimientos telúricos hasta certificar uno de los ejercicios más convulsos desde el colapso crediticio de 2008.

El primer aviso llegó en abril, cuando Trump proclamó el “Día de la Liberación” con sus aranceles recíprocos que provocaron ventas simultáneas de acciones, bonos y dólar, haciendo que EEUU cotizara fugazmente como un mercado emergente en crisis. Aunque estos episodios se disiparon la confianza en los activos refugio estadounidenses quedó tocada. Al mismo tiempo, el liderazgo bursátil cambió sus preferencias. Europa, las latitudes periféricas y los mercados emergentes superaron a Wall Street, rompiendo una racha de dominio estadounidense.

En política monetaria, las rebajas de tipos de bancos de la Fed o el BCE no se tradujeron en un alivio similar de rendimientos de bonos a largo plazo por el temor a la inflación y a una deuda excesiva. El oro brilló como refugio, el bitcoin se montó en una montaña rusa y los mercados privados perdieron atractivo. Balance 2025: año rentable, pero con ecuaciones sin resolver.

5. Aranceles, fragmentación y Sur Global: el comercio se resetea

El comercio vivió un ejercicio contradictorio. El regreso del proteccionismo americano y la eclosión arancelaria alimentaron la narrativa de fragmentación de la globalización. Sin embargo, lejos de colapsar, el flujo mercante mostró resiliencia. Según UNCTAD, el intercambio transfronterizo de mercancías alcanzará un récord de 35 billones de dólares, impulsado por el dinamismo del Sur Global.

Sean Doherty, responsable de Comercio del World Economic Forum (WEF), entidad gestora de las cumbres de Davos, asegura que “la arquitectura comercial todavía no se ha roto, pero se está reconfigurando” y alerta de sus costos adicionales: mayor endeudamiento, logística más cara y menos eficiencia. El comercio global sobrevive, pero entra en “una era más política, más regional y más compleja”.

Este panorama deja otros cinco avisos a navegantes para 2026.

1. Menos Wall Street y más valores europeos y asiáticos

El mapa de riesgos y oportunidades para 2026 apunta a un cambio táctico relevante en la asignación de activos. Tras varios años de liderazgo estadounidense, su economía se encamina hacia la estanflación y un dólar que revela debilidad estructural. Todo ello sugiere a los inversores cautela y reducción de su dependencia en activos denominados en billetes verdes americanos y diversificación a regiones con recorrido cíclico más alcista y menor exposición a los aranceles y estrategias monetarias fuera del control de los mercados y de la Reserva Federal. En este contexto, Europa emerge como una alternativa atractiva dentro de un enfoque cíclico-defensivo y Asia –en especial, China– concentran la mayor parte de un potencial en 2026 que favorece una rotación geográfica.

2. Economía global resiliente, pero frágil

El dilema coyuntural de 2026 gira en torno a si habrá o no recesión y, por tanto, cambio de ciclo de negocios. Con el PIB americano sumergido en un mar de dudas, el chino ralentizando su ritmo por debajo del 5% y con señales de alarma en el sector inmobiliario y Europa con encefalograma plano. Las tres superpotencias pierden fuelle en sus demandas internas –consumo de hogares e inversiones empresariales–, pero eluden ingresar en números rojos. Pese a que no pocos de sus sectores transmiten fatiga, sus tasas de empleos se estancan y sus precios repuntan, sus grandes empresas mantienen beneficios récord y el auge de la IA desató una ola masiva de capitales hacia los centros de datos y sus infraestructuras que propagan la idea de una nueva revolución industrial.

Mark Zandi, economista jefe de Moody’s Analytics, enterró su pesimismo de mediados de 2025 y considera ahora probable esquivar la recesión, aunque advierte de que la economía se mueve “en el filo de la navaja”. Habla de EEUU, pero también de la actividad global, a la que da un pronóstico de crecimiento del 2% al término de 2025, y otorga un riesgo de recesión del 30% en 2026. “No hay colapso a la vista, pero tampoco margen para errores”, enfatizó.

3. ¿Será el ejercicio de la siguiente crisis financiera?

El tránsito anual desató el debate de otra debacle bursátil. No pocos analistas atisban burbuja. En los valores vinculados a la IA a los que califican de sobrevalorados porque sus resultados trimestrales y sus billonarias inversiones no dejan apreciar aún la eficiencia de los proyectos de IA en marcha, ni la dimensión de la nueva era tecnológica ni la revolución de los criptoactivos. Todo está en el aire. Y la euforia se impone a la prudencia. 

La IA concentra gran parte de las advertencias. Las bigtechs y sus avales manejan 1,6 billones de dólares anuales en centros de datos hacia 2030, pese a que la rentabilidad final de muchos de esos proyectos sigue siendo incierta. Para Advait Arun, analista del Center for Public Enterprise, “el sector tecnológico está inmerso en su propia exuberancia irracional”.

Aunque no es el único baremo que instituciones como el FMI contemplan para advertir de una crisis en ciernes. El oro, la deuda soberana, el crédito privado y los criptoactivos muestran unas dinámicas similares: valoraciones difíciles de justificar y flujos que entran y salen de una manera sincronizada. FJeffrey Gundlach –dueño de DoubleLine Capital y apodado el Rey de los Bonos– o Jamie Dimon –CEO de JP Morgan– alertan del riesgo del crédito opaco, mientras surgen episodios como el auge y desplome de memecoins que refuerzan la idea de un mercado muy dominado por relatos y alejado de la realpolitik.

4. Las ‘stablecoins’ asumen en 2026 el reto convertirse en El Dorado inversor

Después de un 2025 excepcional, con rendimientos superiores al 50% –hasta los 310.000 millones de dólares– las stablecoins afrontan el próximo año su prueba de fuego. Impulsadas por la Administración Trump y leyes como la Genius que concedió desde verano respaldo legal a los emisores, delimitó los activos en los que pueden invertir –principalmente deuda del Tesoro americano a corto plazo– y las dejó fuera de la vigilancia de la SEC. Para la industria, fue la legitimación que llevaba años buscando. Para las multinacionales, el pistoletazo de salida para alumbrar sus propias monedas digitales.

El viejo objeto de deseo de Mark Zuckerberg de lanzar, en 2019, su propia divisa corporativa, la Libra, tiene ya sus primeros proyectos piloto en la gran banca de inversión americana, empieza concebirse en Europa y España y podría ser el acicate bursátil del sector financiero en 2026 para lidiar en un sistema “más híbrido y competitivo”, anticipa Financial Times.

5. Las voces de los expertos

El coro de analista podría resumirse así. El riesgo económico no es a una recesión, sino errores de política en un contexto de mercados excesivamente confiados (Mohamed A. El-Erian, asesor de Allianz) y bajo una amenaza de ruptura comercial y financiera que reducen los colchones macroeconómicos frente a nuevos shocks (Gita Gopinath, la número dos del FMI); con sobrevaloración de activos e infravaloración de peligros en medio de un cambio de régimen con altos niveles de deuda, rivalidades geopolíticas y descoordinación monetaria (Ray Dalio, fundador de Bridgewater). Y una IA que “aumentará la desigualdad y concentrará los resortes económicos” (Daron Acemoglu, profesor del MIT) y que estará sometida al interrogante de su “responsabilidad regulatoria” (Brad Smith, presidente de Microsoft) en 2026.

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