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Detrás de Escena

El fantasma de Vicentín que acecha a Fernández y la última carta de Guzmán

Alberto Fernández llega a Casa Rosada

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Darío Martínez, el secretario de Energía de la Nación, no intervino en el diseño del plan de segmentación de las tarifas de energía. Los arquitectos fueron el ministro de Economía, Martín Guzmán y Santiago López Osornio, subsecretario de Planeamiento Estratégico, funcionario que está bajo la estructura de Martínez pero responde a Guzmán. Alberto Fernández validó la construcción de Guzmán y López Osornio.

Postal de una de las tantas anomalías de la familia FdT, una medida que para el gobierno es clave en materia política, sobre el clima social y en materia fiscal, se desplaza sobre una cadena donde un eslabón -Martínez- está roto o desconectado. Y donde la principal terminal del FdT, el dispositivo Cristina Kirchner, manifiesta disidencias de fondo y, quizá, apuesta a que no salga del todo bien.

La segmentación de tarifas, que Fernández puso en marcha con un DNU el jueves pasado, tiene el sello exclusivo y excluyente de Guzmán. Del fracaso o éxito de ese procedimiento, dependerá también lo que ocurra en el futuro con el ministro. Es, dicen en Casa Rosada, la última carta de Guzmán para demostrar si tiene destrezas para transitar de “ministro de la deuda” a ministro de Economía integral.

Alberto le otorgó la suma de los poderes. La salida de Matías Kulfas con quien tenía una pulseada permanente y el ingreso de Daniel Scioli, que más de una vez lo recibió en La Ñata y se convierte en un socio en el espadeo con Sergio Massa, lo acercan más a esa categoría de ministro integral. El cristinismo, y desde algunos despachos oficiales, eligieron como blanco móvil a Miguel Pesce, el único antagonista explícito que le queda a Guzmán en el staff económico.

En la segmentación de tarifas se refleja, como en pocas medidas, la nueva normalidad del FdT. El dispositivo K, que tiene como jugados a los Federicos -Basualdo y Bernal- se apartó del proceso como hizo, antes, de la actualización de tarifas y las audiencias públicas. Traducción sui géneris de la lógica de Cristina: es el gobierno de Alberto.

Es la lógica de este tiempo. El presidente avanza sin hacer, ni esperar, la opinión de la vice. En casos específicos pide hacerle llegar la consulta a la vice. Ocurrió, por caso, con la reforma del sistema integral de Salud que promueve Carla Vizotti, porque es un tema sobre el que Cristina habló y que, además, deberá pasar por el Congreso. Pero en cuestiones ejecutivas, como tarifas o disposiciones del BCRA como variación de la tasa, ya no hay terminales para interactuar sobre el día a día.

“Pasaron cuatro meses desde lo del FMI y Alberto mantiene su posición política. Muchos pensaron y pensamos que iba a ceder, pero no lo hizo”, describe un funcionario la dinámica política del FdT. El que interviene, y quizá actúa como mediador porque tiene un oído en cada uno de los Fernández, es Massa. Pero en el último tiempo, el diputado dejó de militar como una precondición el hecho de armar una mesa política para discutir el rumbo del gobierno.

Alberto, sabedor del efecto tóxico que sobre Massa tuvo el ingreso de Scioli al gabinete, no solo lo llevó de gira a Los Ángeles, sino que le pagó con una moneda fuerte para el tigrense: amplió su presencia en el gabinete con la designación, que se hará efectiva en julio, de Guillermo Michel en la Aduana. Economista con prisma político, el entrerriano es el lazarillo de Massa en asuntos económicos y fiscales. Todo en clave 2023.

Massa engorde su protagonismo frente al duelo quieto entre los Fernández. Cristina, luego de semanas efervescentes, salió de la disputa pública y silenció a los voceros que hace un tiempo guerreaban por radio. Midió, admite un visitante frecuente del Senado, que esa actitud le produce heridas a sí misma. Los errores son de Fernández, pero Fernández está ahí porque ella lo convirtió en candidato.

Belgranista, la vice encabezará un acto este lunes en un plenario de la CTA, un 20 de junio, Día de la Bandera, con una revisita a la figura de Manuel Belgrano, su prócer preferido. Aunque es una incógnita el temario que recorrerá, en Gobierno apuestan a que se mantenga el statu quo que se estableció en el acto de YPF, con tonos cautos. Eso que peligró por el off incendiario de Kulfas pero que Fernández, para evitar una crisis terminal, desactivó con una acción que, a la distancia, algunos consideran excesiva pero que en ese momento parecía inevitable. En la jura de Scioli, Fernández hizo una inesperada reivindicación del desempeño de Kulfas como ministro.

En el Instituto Patria y en La Cámpora defienden la segmentación pero objetan la oportunidad y el riesgo. El argumento primordial es que el impacto fiscal será irrelevante, que el ruido social será más costoso que lo que pueda ahorrarse por la eliminación de subsidios para los sectores de mayores ingresos. Sobrevuela, ahí, una especie de advertencia de Fernández a Guzmán sobre la marcha de ese proceso: tiene que salir bien, no generar problemas serios y no tener un impacto político negativo, en particular en los sectores que el FdT dice defender.

En el ecosistema Alberto, que colaboró con Guzmán en el diseño y la futura instrumentación del plan de segmentación, advierten que la segmentación no puede convertirse en otro fracaso del gobierno en el que, como con Vicentín, Fernández tenga que dar marcha atrás. “No puede convertirse en otro Vicentín”, dicen cerca de Fenrández. Un desafío que para Guzmán va más allá del diseño estructural y teórico: sin soporte político, la segmentación puede volverse un problema. Y no hay peor problema que aquel que se vendió como una solución.

PI

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