Durante un mes y medio, la ciudad de Buenos Aires fue el escenario de una campaña atípica: corta, intensa y atravesada por el duelo no resuelto de la derecha. Mientras algunos candidatos buscaban votos, otros buscaban revancha. Las recorridas se solaparon con los reproches, los afiches con las traiciones, y los cierres de campaña con la sensación de que, esta vez, se vota más que bancas. La elección porteña de este domingo pone en juego 30 escaños en la Legislatura, pero también es un referéndum tácito sobre quién tiene la hegemonía del voto opositor al kirchnerismo, cuál es el verdadero músculo del Gobierno en territorio porteño y cuán lejos puede llegar la crisis del PRO.
En un distrito gobernado por la misma fuerza desde hace casi dos décadas, la elección se volvió una disputa por el futuro de ese legado. El PRO, que alguna vez fue sinónimo de orden en la Ciudad, llega dividido, con las que fueran sus principales figuras enfrentadas y con su base electoral amenazada por el avance libertario. La Libertad Avanza, que busca marcarle la cancha a Macri en su bastión, enfrenta su propio dilema: consolidar una identidad sin aparato, con un candidato sin trayectoria territorial. Y en ese cruce, el peronismo —históricamente marginal en CABA— aparece por primera vez con chances de liderar la votación. Lo que parecía una contienda legislativa terminó transformándose en un posible ensayo general del nuevo mapa a nivel nacional.
La Libertad Avanza: Adorni es Milei (¿pero el electorado lo sabe?)
El cierre de campaña en Parque Mitre buscó decirlo sin rodeos: “Adorni es Milei”. La frase se repitió en carteles, discursos y gestos. Javier Milei suspendió su viaje al Vaticano y se subió al escenario con su vocero para consolidar esa imagen. Manuel Adorni, sin agrupación, sin aparato y sin territorio, es el candidato de Karina Milei, la figura más poderosa del armado libertario en la Ciudad. Pero también es un experimento: llevar al primer plano electoral a un funcionario cuyo capital político es su exposición mediática.
La campaña fue deliberadamente austera: pocas actividades presenciales, caminatas breves, sin globos ni liturgias tradicionales. La estética del mileísmo porteño se sostiene en la narrativa de la pureza: Adorni no representa una fuerza política, sino un discurso. Por eso, la estrategia incluyó evitar el debate en TN —“discrimina a los candidatos menos conocidos”, dijeron— y apostar por el evento oficial.
El problema para el oficialismo es que, aun con todo ese despliegue, Adorni todavía no lograría que el grueso del electorado lo identifique automáticamente con Milei. En Casa Rosada lo admiten: “Hay gente que lo ve todos los días, pero no sabe que es candidato”. El spot presidencial buscó resolver eso. El acto en Recoleta también. Pero la incógnita persiste.
A eso se suma la amenaza de Ramiro Marra, el candidato díscolo. Su sola presencia fragmenta el voto libertario. Su campaña digital —con la instalación de un discurso estigmatizante para con las personas en situación de calle, a quien denomina como “fisuras”— lejos estuvo de ser silenciosa. Y aunque no tiene el respaldo de Karina Milei, su apellido todavía rankea.
El PRO: cierre con escenografía de unidad, clima de divorcio
El jueves por la noche, el PRO montó su acto de cierre en el Club 17 de Agosto, en el barrio de Villa Pueyrredón. En el escenario 360°, Mauricio Macri y su candidata, Silvia Lospennato, compartieron elogios, agradecimientos y arengas. Pero el clima estaba lejos del triunfalismo: los globos amarillos ya no alcanzan para tapar la interna.
El PRO llega golpeado, sin la UCR, sin la Coalición Cívica y sin Confianza Pública. Su armado es más endogámico que nunca. Pero eso no impidió que Macri intentara relanzar su liderazgo con una frase significativa: “El PRO está unido y está de pie otra vez”. Más allá del voluntarismo, lo que realmente está en juego es su control sobre el electorado antikirchnerista, ante el avance libertario.
Lospennato, primera candidata, cargó con el peso simbólico de la ley de Ficha Limpia. Su derrota en el Senado, leída por muchos como una maniobra de La Libertad Avanza, le dio volumen a su discurso anticasta. Pero también dejó heridas: el fracaso legislativo, dicen en su equipo, fue intencional y estratégico. Una forma de negarle una victoria simbólica a días de los comicios.
El macrismo endureció su retórica en la recta final. Desde el escenario, Lospennato pidió: “Que los decentes elijan gente decente”. La diputada buscó despegarse de la nacionalización de la campaña. Pero todo el acto se leyó como parte de una estrategia mayor: contener la fuga hacia Milei, resistir el avance de Karina y blindar lo que queda del proyecto PRO.
Leandro Santoro: el peronismo que quiera dar el batacazo
Leandro Santoro no solo lidera la mayoría de las encuestas. También es el primero que, desde el peronismo, tiene una chance real de ganar una elección porteña desde que existe el macrismo. Su cierre de campaña, en la Facultad de Medicina de la UBA, apuntó a las emociones: evocó al papa Francisco, a Pepe Mujica, a la universidad pública y a la “ética del cuidado”. Fue un acto político, pero también un manifiesto ideológico.
Santoro sabe que su capital es doble: ser conocido, pero no “quemado”, como sí ocurre con otras figuras que supieron encabezar listas porteñas del peronismo. Representar al kirchnerismo, pero sin repetir su liturgia. En su discurso, denunció el ajuste, defendió la salud pública y atacó el modelo libertario. “Se traicionan entre ellos. Eso es lo que le va a pasar a la Argentina si no frenamos este modelo”, sentenció.
La coalición que respalda a Santoro —“Es ahora Buenos Aires”— incluye al PJ porteño, La Cámpora, el Frente Renovador y otras fuerzas menores. En el espectro peronista, por fuera de esa lista, estarán Juan Manuel Abal Medina (Justa, Libre y Soberana) y Alejandro Kim (Principios y Valores) que se presentan con sus respectivas ofertas. En un escenario fragmentado, Santoro puede ganar aun sin romper el techo.
Larreta y Marra: los exiliados que incomodan
Horacio Rodríguez Larreta eligió otro camino. Se fue del PRO, fundó su propio espacio (Movimiento al Desarrollo) y se alió con Graciela Ocaña. No hizo actos masivos. Optó por recorrer barrios, dar entrevistas y pedir perdón. “Fui el responsable de traer a Jorge Macri”, dijo en un streaming. Su apuesta es simbólica: marcar diferencia con el macrismo duro y mantenerse como opción moderada.
No espera ganar. Busca sostener presencia, construir capital legislativo y dejar claro que no está fuera del juego. Su figura aún genera ruido dentro del PRO, donde muchos no le perdonan la interna de 2023. Pero su presencia en la boleta obliga a recalibrar el reparto final de bancas.
Del otro lado, Marra representa la primera gran fractura del mileísmo. Fue expulsado por Karina Milei, desplazado del bloque y desautorizado públicamente. Pero siguió en carrera con su sello propio. Su nombre, asociado a la primera etapa libertaria, sigue teniendo peso. No tiene chances de ganar, pero puede arrastrar lo suficiente como para hacer perder a Adorni.
La UCR, la izquierda y la disputa por una banca
El radicalismo porteño apostó por Lula Levy, una figura joven y con discurso renovador. Con el respaldo de Martín Lousteau, Evolución cerró filas con el Partido Socialista y el GEN. Su acto en Vorterix reunió a buena parte del progresismo no peronista, en un intento por recuperar visibilidad frente a los bloques mayoritarios. Levy criticó a la “clase política marciana” y buscó conectar con los sectores medios desencantados con el mileísmo y el PRO.
La Coalición Cívica, en cambio, va en solitario. Paula Olivetto encabezó una campaña discreta, orientada a mantener su representación. Un caso similar al de Ricardo Caruso Lombardi: el MID busca ampliar su bloque con el ingreso del extécnico de San Lorenzo, cuya campaña se extendió por las calles porteñas.
El Frente de Izquierda, por su parte, se presenta unido con Vanina Biasi como principal figura, mientras que el Nuevo MAS, de Manuela Castañeira, va con Federico Winokur. Son todas fuerzas que compiten con un objetivo claro: llegar. En un escenario donde la nacionalización del debate eclipsó las propuestas locales, mantenerse dentro del recinto ya es una victoria.
Es que este domingo no hay jefatura de Gobierno en disputa, ni cargos nacionales en juego. Pero el resultado de este domingo podría reconfigurar algo más profundo que la composición de la Legislatura porteña. En una Ciudad históricamente refractaria al peronismo, dominada por el PRO durante casi dos décadas y ahora acechada por el avance libertario, cada voto vale más que una banca: puede definir liderazgos, dinamitar alianzas o consolidar proyectos que piensan 2027 desde ahora.
Para el oficialismo nacional, es una oportunidad para medir cuánto pesa la marca Milei sin Milei en la boleta. Para Karina, el test de su poder de armado puro. Para el PRO, la posibilidad de frenar el retroceso en su bastión. Y para el peronismo, la chance de convertir un terreno hostil en una virtual base electoral. La Legislatura es el escenario, pero el verdadero botín es el poder.
PL/MG