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Borrado bisexual e hipervigilancia LGTBI: qué hay tras la salida forzada del armario del actor de 'Heartstopper'

Kit Connor y Joe Locke, protagonistas de 'Heartstopper'.

Marta Borraz

Madrid/España —

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Está considerada la serie LGTBI del año. La vida adolescente de Charlie y Nick y la forma de narrarla que lleva a la pantalla Heartstopper conquistó al colectivo, que vio en ella el eternamente esperado referente positivo de la ficción LGTBI. Los actores también se ganaron su cariño. El pasado julio acudieron a la marcha del Orgullo en Londres e incluso se enfrentaron a un grupo LGTBIfóbico durante el desfile. Pero, paradójicamente, Kit Connor, que interpreta a Nick en la serie, se ha visto obligado a salir del armario esta semana ante la avalancha de críticas enarboladas por parte de la misma comunidad LGTBI a la que pertenece.

Todo parte de unas imágenes publicadas el pasado agosto de Kit junto a la actriz Maia Reffico. A una parte de sus fans no les gustó que apareciera con una chica, le leyeron como heterosexual y comenzaron a acusarle de queerbaiting (de queer y bait, que es “cebo” en inglés). Se trata de una estrategia de marketing por la cual determinadas series o películas juegan a hacer creer al público que incluyen personajes LGTBI para después no representarlos explícitamente. La práctica tiene por objetivo atraer al público LGTBI y, en origen, se aplica a productos culturales, pero cada vez más hay quienes la usan para referirse también a personas famosas.

Kit había comentado en distintas entrevistas que prefería no etiquetarse a sí mismo públicamente. “Estoy cómodo con mi sexualidad”, explicó. Verle después de la mano de una chica desató el acoso masivo en redes sociales, que le acusaban de haber querido mantener el interés de la audiencia LGTBI siendo heterosexual. La presión ha sido tal que el actor se ha visto forzado a contar cuál es su orientación sexual: “Paremos un minuto. Soy bisexual. Enhorabuena por obligar a un chico de 18 años a salir del armario. Creo que algunos de ustedes no entendieron de qué iba el show. Adiós”.

Detrás de lo que ha ocurrido con el protagonista de Heartstopper, que precisamente aborda la importancia de respetar los tiempos de cada quien, hay “una hipervigilancia brutal entre las propias personas LGTBI”, cree el periodista experto en género y LGTBI Rubén Serrano. “Es hacer lo que la sociedad heterosexual ha hecho con nosotras, vigilarnos, señalarlos y no dejar ser libremente. Parece que tenemos que demostrar todo el rato que somos los más disidentes y no somos farsantes. Este chico tiene 18 años y no se ha tenido piedad con él a pesar de que todas las personas LGTBI saben lo complicado que es salir del armario o pasar la adolescencia en silencio”.

Que el proceso personal de un adolescente en pleno descubrimiento de su sexualidad, o que simplemente elige no revelarla, haya sido el objeto del acoso es “cuanto menos sorprendente” para Paula Iglesias, vicepresidenta de la Federación Estatal LGTBI+. “¿En qué momento hemos pasado de meter a la gente en el armario a sacarles a la fuerza? ¿Y desde cuándo eso es un avance?”, escribió en Twitter poco después de ver el mensaje de Kit. La portavoz cree que “hace falta autocrítica” dentro del propio colectivo LGTBI porque “se supone que somos quienes deberíamos estar más concienciados sobre no juzgar en función de qué pareja tiene alguien”.

La bisexualidad nunca es suficiente

Quienes criticaban a Kit le leyeron automáticamente como heterosexual por aparecer junto a una actriz, no pensaron en que quizá podría ser bisexual. “Estar en una relación con una persona de otro género no es razón para asumir la heterosexualidad de alguien, puede convertirse en borrado bisexual”, advierte la activista y autora del libro Resistencia Bisexual, Elisa Coll, que pone el foco en que el caso “evidencia” las dificultades que existen dentro del colectivo bisexual “primero para reconocerse uno mismo y después para decírselo a un mundo que no lo considera una categoría válida”.

Según la macroencuesta europea sobre diversidad, la bisexualidad sigue estando en muchos casos oculta y es la orientación menos visible, sobre todo en el caso de los hombres. Solo un 8% de ellos y un 14% de las mujeres bisexuales aseguran estar totalmente fuera del armario. Serrano lamenta que exista, también dentro del colectivo LGTBI, la concepción de la bisexualidad “como una fase o una farsa” que “nunca llega a ser suficientemente disidente”, lo que acaba perpetuando la exigencia “de demostración constante de lo que son”, cree.

Las voces consultadas para este reportaje consideran que tras el caso se ha dado también una confusión entre la necesidad del colectivo de contar con referentes públicos y visibles y traspasar una línea roja. “Los referentes no pueden ser a costa de exigir, violentar, asumir una orientación sexual determinada o acusar de engaño a alguien, que es una acusación muy antigua contra la bisexualidad. Si hacemos esto, estamos queriendo salvaguardar una imagen férrea del propio colectivo, que no es real, a costa de expulsar a quienes no encajan”, cree Coll.

Porque la realidad, asume Iglesias, es que “hay toda una diversidad de procesos dentro del colectivo y no conocemos las mochilas ni circunstancias de cada persona”. Coll piensa que las exigencias, por ejemplo a cuenta de cómo los personajes públicos salen del armario, se despliegan de manera muy específica con las personas bisexuales, a las que “se les piden unos tiempos predeterminados por Twitter, una concreción en el lenguaje y una manera de vivir la identidad que no aceptamos si es distinta a como creemos que debería ser”.

“Nadie nos debe su orientación sexual”, opina Serrano sobre los famosos a los que “quizás no les apetece decir cuál es su identidad, no lo tienen claro o no tienen energías”. Y en esos casos, las acusaciones de queerbaiting, como ha ocurrido con Kit Connor, “no tienen mucho sentido”, cree. A lo mismo apunta Coll, que insiste en diferenciar la aplicación del concepto a los productos audiovisuales y a las personas: “El queerbaiting lo podrá hacer la empresa que hay detrás o quien esté manejando los hilos, pero estamos hablando de un adolescente en un proceso complicado, de descubrimiento”.

Dejando a un lado el caso del actor, el queerbaiting es todo un debate dentro del colectivo, sobre todo en lo que respecta a la pertinencia de aplicarlo a personas concretas. Con todo, en este caso, todas las voces coinciden: “Tiene sentido estar atentas a esto porque es una realidad, pero teniendo cuidado de no confundirlo con escrutinio policial”, concluye Coll, que señala, además, lo paradójico que es que esto haya ocurrido con un protagonista de una serie referente para la comunidad LGTBI, “valiente y sanadora” y que “ofrece referentes diversos y positivos”.

MB

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