Tecnología

Diógenes digital: ¿qué pasa cuando almacenás cosas compulsivamente en tu celular?

Daniel Alonso Viña

27 de mayo de 2025 14:35 h

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Desde que recuerda, Carmen, de 28 años, acumula información digital. Tiene decenas de alarmas, paga unos cinco dólares al mes para que Apple le deje espacio infinito en su nube, superó el límite de pestañas abiertas en el navegador y nunca borró una conversación de WhatsApp. “Con la acumulación de objetos físicos da más angustia, porque es difícil convivir con ello y eso te obliga a tirar más cosas, pero en el celular puedo tener absolutamente cualquier cosa”, explica. Su caso no es excepcional. Desde hace tiempo circula por Internet un término para definir esa acumulación constante de información en nuestros dispositivos: Diógenes digital

El nombre lo toma prestado del síndrome que se caracteriza, entre otras cosas, por la acumulación de objetos inservibles. Y aunque no se trata de un trastorno de conducta, el psicólogo Gabriel Pozuelo aventura una definición que comparte características con el síndrome clásico: “Acumular información digital de manera descontrolada y sentir angustia al tener que desprendernos de eso que hemos ido guardando”. Juan Antonio Román, psicólogo de Acierta Psicología, considera esto más un “trastorno de acumulación”, porque el síndrome de Diógenes “también implica suciedad”, y ese no es el problema de una persona que acumula decenas de pestañas abiertas. La psicóloga Sonia Caldera también asocia este trastorno al FOMO (Fear of Missing Out, traducido como “miedo a perderse algo”): “Es ese miedo obsesivo a estar ausente, a no enterarse de algo”. 

¿Por qué acumulamos?

El fenómeno está muy extendido entre la población. Una encuesta del Instituto de Marketing Digital TEDKI, realizada entre más de 1.000 alumnos de 25 a 50 años en 2021 señalaba que más del 70% no recordaba haber borrado archivos en el último mes, y a nueve de cada 10 les costaba diferenciar entre lo que querían conservar y lo que no necesitaban. Un estudio realizado a principios de año por Los Angeles Outpatient Center, centro especializado en ese tipo de trastornos, apunta que cerca del 50% de los estadounidenses admite acumular archivos digitales, y el 25% se siente desbordado por ello. Y una encuesta de High Speed Internet realizada a 1.000 estadounidenses en 2022 determinó que un 62% de la población siente cierto grado de ansiedad o estrés debido al exceso de archivos digitales que acumula.

Lo que comienza como algo aparentemente inocente puede convertirse en una fuente real de estrés y ansiedad

Carla Mouriño es periodista, escritora y experta en comunicación de startups de 30 años. Acumula por muchas razones, pero, según cuenta, sobre todo por FOMO: “Así tengo más sensación de control, me lo guardo para cuando pueda. Por ejemplo, guardo todas las películas que quiero ver porque quiero verlas en algún momento, aunque después nunca tenga tiempo”. La pasión de Gloria, de 25 años, son las capturas de pantalla: “De eventos a los que quiero ir, pero también cosas que me inspiran, una persona vestida de cierta manera, o hago capturas de pantallas de las historias de un artista que me obsesiona”, cuenta. Tiene dos cuentas en Instagram, así que se manda cosas a sí misma constantemente. “A lo mejor estoy perdiendo el tiempo”, reflexiona, “porque después nunca lo uso, lo tengo por si acaso”. 

La revista Psychology Today hizo un repaso de los rasgos que pueden determinar que una persona tiene el trastorno de acumulación digital (digital hoarding, en inglés): acumular archivos digitales aunque no sean importantes, dificultad para borrar archivos que no usás, dificultad para encontrar los que necesitás, apego emocional a los archivos y guardar en varios dispositivos y plataformas. Este tipo de prácticas puede generar, según Caldera, sobrecarga cognitiva, fatiga mental, estrés, sensación de caos, ansiedad, y otros problemas como la procrastinación a la hora de realizar una tarea que requiera de esos archivos que se guardaron de forma desorganizada.

¿Puede afectar a nuestra salud? “Claro que sí”, contesta Pozuelo. “Lo que comienza como algo aparentemente inocente puede convertirse en una fuente real de estrés y ansiedad”. Pozuelo explica que la acumulación excesiva de información en las distintas plataformas digitales que habitamos —la sección de “elementos guardados” de Instagram, las pestañas abiertas en el ordenador pendientes de lectura, los cientos de correos sin abrir— pueden llevar a la “frustración al no encontrar lo que buscamos, puede afectar nuestra tranquilidad, concentración e incluso llegar a dañar nuestra autoestima porque agrava nuestra sensación de que no llegamos, de que no tenemos tiempo”. 

El impacto en el medio ambiente

La acumulación digital no solo afecta a la salud mental o la productividad: también tiene un coste ambiental real. Aunque parece que los archivos digitales 'no ocupan espacio', todo lo que almacenamos —fotos, correos, videos, documentos— se guarda en servidores físicos ubicados en centros de datos. Estas infraestructuras utilizan una cantidad masiva de electricidad para funcionar las 24 horas del día, mantener temperaturas estables y garantizar el acceso constante a sus servidores. Los centros de datos consumen aproximadamente 400 teravatios-hora al año, una cantidad equivalente a la producción de 30 centrales nucleares y que representa el 1,5% del consumo eléctrico mundial, según la Agencia Internacional de la Energía. Es muchísima energía. 

Me gustaría que estuviera todo más ordenado, y de vez en cuando tengo arrebatos de intentar ordenar. Pero siempre termino volviendo al caos

Además, el 60% y el 70% de los datos almacenados nunca se vuelve a consultar, según NetApp. Esa “basura digital” se convierte en una fuente silenciosa pero persistente de emisiones contaminantes. Hoy en día, los centros de datos consumen aproximadamente el 2% de la electricidad mundial, y el almacenamiento representa entre el 15% y el 20% de ese consumo, según cálculos de la misma empresa tecnológica. El impacto de este almacenamiento inconsciente es tal que las fotos digitales no deseadas generan 10,6 kg de dióxido de carbono al año por adulto en Reino Unido, según un estudio de 2021 del Instituto de Ingeniería y Tecnología (IET por siglas en inglés). El consumo energético de los centros de datos ya supera al de toda la industria de la aviación, y muchas de estas instalaciones están alimentadas por fuentes de energía no renovable. 

Existen formas sencillas de empezar a reducir el ruido digital. Una de las más efectivas es establecer rutinas de limpieza periódicas, igual que se hace con el armario o la casa: borrar archivos obsoletos, vaciar la carpeta de descargas, organizar documentos y eliminar lo que ya no sirve. Pozuelo recomienda la regla del 80/20: asumir que el 80% de lo que guardamos probablemente no volveremos a utilizarlo nunca. También hay herramientas que facilitan el proceso: programas como TreeSize o Duplicate Cleaner permiten detectar archivos duplicados y liberar espacio. Un pequeño pensamiento antes de hacer clic en “guardar” también puede marcar la diferencia: preguntarse si realmente va a hacer falta esa última captura de pantalla en el futuro puede evitar muchas capas innecesarias de desorden. 

Guardar como acto romántico

Mouriño, sin embargo, defiende su postura: “Guardo en un intento de que la vida no se me escape. Mientras trabajo, me cruzo con información interesante a la que no puedo prestar atención porque estoy haciendo otras cosas, así que guardo. Para retenerlo, para hacerlo eterno en esta vida acelerada que nos ha tocado vivir”. Como al resto de personas preguntadas para esta nota, no le molesta la pestaña abierta en la computadora. “Es una herramienta de trabajo”. Pero confiesa que a veces sueña con una vida menos caótica. “Me gustaría que estuviera todo más ordenado, y de vez en cuando tengo arrebatos de intentar ordenar. Pero siempre termino volviendo al caos”. Carmen, pese a todo, defiende a ultranza el guardar: “Creo que es algo muy romántico, es dar importancia a algo por tonto o insignificante que parezca”.