Duelos frustrados: qué tiempos nos deja la sociedad de la hiperproducción para superar la muerte de alguien querido

Alba Correa

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Es una idea extendida la de asociar el duelo, de manera inherente, a necesidades de tiempo. Tras el fallecimiento de un ser querido, se despliega un abanico indeterminado de días, meses o años, de un proceso cuya duración está sujeta a factores tan diversos que hacen imposible establecer plazos comunes a todas las personas que lo atraviesan. Cada duelo es distinto porque cada persona que lo vive y cada pérdida también lo son. Pero tiempo, precisamente tiempo, aunque sea para sanar y aceptar una ausencia que infligió un daño profundo, es siempre lo que parece estar fuera de alcance.

¿Estás planificando tu duelo?”, le pregunta Tom Wambsgans a Shiv Roy en una de las escenas de la última temporada de Succession. Sirva la histriónica y privilegiada narrativa de la ficción de los Roy para ejemplificar, en una imagen que queda como hipérbole (la de buscar huecos en la agenda para llorar al padre muerto), la manera en la que el día a día bajo el sistema arrolla las necesidades de espacio y tiempo en procesos tan complejos y delicados a nivel psíquico como es un duelo.

¿Pero qué es, realmente, un duelo, cuando se trata de un proceso tan variable de una persona a otra, diferente también en función de la pérdida? Aurora Gómez Delgado, psicóloga sanitaria en Corio Psicología, no puede disolver el significado del duelo de sus raíces manchegas y de la noción de cuidados que siente que define el término en La Mancha. “El duelo es un momento en el que poder manifestar que necesitas apoyo por parte de la comunidad, y la comunidad tiene maneras de entender cuándo te tiene que ofrecer ese apoyo. Es como una especie de tejido de cuidados”, explica, haciendo énfasis en el proceso de acompañamiento a la persona doliente y en una solidaridad especial que asocia con la cultura de su territorio.

“Lo que va a pasar es que cuando llegues a tu casa no vas a tener que limpiar, cocinar ni cuidar de tus hijos ni de tus mascotas durante los tres o cuatro primeros días, porque siempre aparecerá alguien para hacerlo”. Un compromiso de ayuda en forma de cuidados, a menudo invisibles, que se extiende a lo largo de muchas generaciones, y que Gómez echa de menos en su experiencia en la ciudad de Madrid.

El día a día bajo el sistema arrolla las necesidades de espacio y tiempo en procesos tan complejos y delicados a nivel psíquico como es un duelo

El duelo y el modelo de familia tradicional

Pero, como profesional sanitaria, una de las preocupaciones de Aurora Gómez respecto a los pacientes que atraviesan un duelo por fallecimiento de un ser querido tiene que ver con la escala de grados de consanguinidad y afinidad, que es lo que dicta, desde el punto de vista legal, el derecho de una persona doliente a tomar unos días de permiso en el trabajo. “Aquí entramos de lleno en el tema de las estructuras familiares”, explica. “A lo mejor tienes tías que te han cuidado como si fueran madres o vecinas por las que no tienes permiso, gente a la que estás unida aunque no sea a través de un vínculo legal. Me preocupan esas estructuras de familia que no son adecuadas para poder hacer duelo”.

Gómez piensa en el ejemplo de los compañeros de departamento, una figura que recientemente vio reconocido en España su derecho a cuidados con el permiso por cuidado de conviviente en caso de accidente o enfermedad, y que para muchas personas es un elemento central en el tejido de relaciones interpersonales. “Hablamos de relaciones que, en el contexto actual, pueden ser tan estrechas como las de pareja, y de una duración de diez años o más”, reflexiona la psicóloga sanitaria. “Dentro del capitalismo, no se puede elegir el duelo, ni cómo se manifiesta”.

A lo mejor tienes tías que te han cuidado como si fueran madres o vecinas por las que no tienes permiso, gente a la que estás unida aunque no sea a través de un vínculo legal. Esas estructuras de familia que no son adecuadas para poder hacer duelo

Incluso dentro de las estructuras familiares reconocidas por la ley, existen dolorosos vacíos y duelos cuyo reconocimiento social y apoyo legal se quedan cortos respecto a la experiencia que suponen para quienes los atraviesan. Es el caso del duelo perinatal, el que tiene lugar cuando un bebé muere durante la gestación o al poco tiempo de nacer.

Pilar Gómez-Ulla es psicóloga y terapeuta familiar en Familiae, además de fundadora de El hueco de mi vientre, una red de solidaridad para familias en duelo perinatal. Ella califica esta experiencia como muy intensa para la madre, la pareja y la familia, y señala que a pesar de ello se puede considerar un duelo desautorizado. “Esto significa que socialmente parece no haber autorización para estar en duelo, para expresarlo, y se espera que, tras la muerte del bebé, la madre y por supuesto el padre, y la familia retomen de inmediato su vida normal”.

“Esta desautorización es uno de los factores que entorpecen el duelo”, explica la psicóloga y terapeuta, que identifica en el ámbito sanitario el entorno en el que se dan algunas de estas expresiones de silenciamiento “desatendiendo el dolor psíquico o minimizando la experiencia, o bien medicalizando y tratando de apresurar el proceso de parto, dificultando digerir adecuadamente lo que ocurre”. También pueden negar o minimizar el dolor tanto el entorno cercano como desde la parte legal. “Las instituciones y leyes entorpecen el duelo si al padre se le niega el permiso por paternidad y ha de incorporarse al trabajo inmediatamente, o si a la madre le ocurre lo mismo cuando el bebé muere antes de los 180 días de gestación, si no pueden inscribir a su hijo en el registro sino que se clasifica como 'feto de María'... Todo esto constituye un potente mensaje negador de la experiencia”.

Dentro de las estructuras familiares reconocidas por la ley, existen dolorosos vacíos y duelos cuyo reconocimiento social y apoyo legal se quedan cortos respecto a la experiencia que suponen para quienes los atraviesan. Es el caso del duelo perinatal

El duelo, los trámites y los tiempos que lo atraviesan

“Si quien muere es una persona muy cercana, un familiar de primer grado, conlleva una cantidad de trámites jurídicos muy rápidos que no hay posibilidad de evitar”, explica Aurora Gómez Delgado, para quien la información alrededor de la muerte y sus procesos, también administrativos, adquiere una importancia central en la dificultad de superar un duelo. A esto se le añade la presión que puede recibir la persona doliente para reanudar su actividad laboral con la intensidad anterior a haber sufrido su pérdida, algo que puede redundar en un factor de hostilidad añadido que complique el proceso de duelo. “Cuando esto ocurre, rompe el contrato emocional del trabajador con la empresa, porque este piensa en cómo estaba trabajando y cómo, cuando lo ha necesitado, la empresa, en vez de ayudarle, le ha puesto trabas”, expone la psicóloga.

“Sobre la presión [que siente una persona cuando atraviesa un duelo], una crítica sobre la que llamamos mucho la atención los psicólogos es contra que se marque cuánto tiempo debe durar el duelo patológico. No todos los duelos son iguales. No se trata de decir si son cuatro o seis meses, hay una parte de complejidad humana que debemos atender para no categorizar tan rápido. Se legisla bajo ideas muy generales, pero luego hay casos particulares que deben recibir un poco más de atención”. 

Para Marta Carmona, psiquiatra, coautora del ensayo Malestamos  (Capitán Swing, 2022), diputada en la Asamblea de Madrid y portavoz de Sanidad del grupo Más Madrid, quien hasta tomar posesión de su acta de diputada ejercía como psiquiatra en la sanidad pública madrileña, el contexto social actual nos impide estar en control de los tiempos. “En el día a día es muy difícil encontrar tanto espacio mental como físico para elaborar cualquier tipo de fenómeno complejo, y en particular un duelo”, reflexiona Carmona. “Ocurre en general con cualquier cosa que requiera tiempo y ritmo propio. Pero además estamos bombardeados por muchísimos discursos prescriptivos en lo social sobre quiénes somos y cómo debemos querer, comportarnos y cuáles deben ser nuestros anhelos y deseos. Hay una dificultad para encontrar el espacio, en lo cuantitativo y lo cualitativo, porque es muy difícil organizar narrativas que no estén atravesadas de lógicas consumistas y por prescripciones continuas de cómo deberíamos llevar las cosas.”

Estamos bombardeados por muchísimos discursos prescriptivos en lo social sobre quiénes somos y cómo debemos querer, comportarnos y cuáles deben ser nuestros anhelos y deseos

La psiquiatra explica que el duelo encierra en realidad todo un proceso simbólico en el que ser capaces de articular una despedida. “Asumir las tareas del duelo, la aceptación, salir de la negación del fenómeno, luego poder superar el enfado y recolocar esa rabia que se genera en la fase siguiente, para poder conectar con la pérdida en sí, con el propio vacío, una vez se ha aceptado y se ha conectado con esa parte destructiva y de enfado que emerge en todo duelo”, sintetiza la psiquiatra y diputada. “Abrazar esa tristeza, esa falta y ese vacío, para luego pasar a la tarea final de aceptación y poder no reemplazar, porque esto es una lectura perversa, pero sí construir la vida sin aquel a quien has perdido”. Algo que reconoce que puede complicarse en función de la pérdida que constituya el centro del proceso del duelo.

Buscar ayuda: recursos y reivindicaciones alrededor del proceso de duelo

Para la psicóloga sanitaria Aurora Gómez Delgado, los recursos informativos públicos a disposición de la ciudadanía son clave en la preparación para afrontar un duelo, especialmente en aquellos casos en los que la muerte del ser querido se puede predecir. Ella pone el ejemplo de la Asociación Federal Derecho A Morir Dignamente, que organiza talleres y charlas sobre cuidados paliativos que, en opinión de la psicóloga, deberían impartirse en centros y bibliotecas públicas y ser accesibles a todo el mundo. “A menudo la gente no entiende bien el proceso, la legislación, las últimas voluntades. Como psicóloga, les recomiendo que vayan a la asociación a obtener esta información. Cuando la gente comprende todo lo que rodea la muerte es algo que les relaja un poco”, esgrime. Asimismo, recuerda la figura pública del notario como una persona que puede atender e informar de manera gratuita y accesible.

Sobre todo aquello que se puede mejorar, Gómez Delgado referencia, por un lado, la importancia de tener a disposición de la ciudadanía una psicóloga experta en duelo en los centros culturales y de convivencia, una figura que existe en otros países como Estados Unidos. Por otro lado, explicita la necesidad de dejar de vivir de espaldas a la muerte para contribuir a no dificultar en exceso los procesos de duelo: “Vivimos en una sociedad en la que no se habla de la muerte”.

Un duelo importante implica reescribir por completo todo el código de cómo entendemos la realidad. Es un proceso complejo

Para Pilar Gómez-Ulla, en los casos en los que se atraviesa un duelo perinatal, ayuda lo que denomina escucha respetuosa: “Poder compartir y hablar de la experiencia de maternidad y paternidad, del amor y el dolor por la muerte del hijo, a veces en grupos de apoyo, recordarle por su nombre, hacerle presente en la vida de la familia, incluyendo a hermanos nacidos antes o después del bebé fallecido, reconocer socialmente este amor y este duelo”. Pero no olvida tampoco la importancia de facilitar los permisos laborales necesarios para reorganizar la vida “afectiva, familiar y social”, así como lo urgente de actualizar protocolos de atención sanitaria. 

“Un duelo importante implica reescribir por completo todo el código de cómo entendemos la realidad. Es un proceso complejo”, reflexiona la psiquiatra y diputada de Asamblea de Madrid Marta Carmona. “Me parece que la falta de tiempo es una característica fundamental de nuestra época, tenemos poco espacio mental para reescribir códigos, porque todo viene ya ultracodificado. Hay mucho ruido. No es solo una cuestión del ritmo del día a día, que también, y no le quiero quitar importancia a eso, pero hay una una parte en el bombardeo continuo que nos dice qué significado tiene cada cosa que nos rodea, que dificulta la tarea de recodificar estos símbolos ligados a nuestras personas fallecidas”.