Pez Banana es un club del libro que funciona así: por una suscripción mensual, recibís en tu casa un libro. La selección la hacen Florencia Ure y Santiago Llach.
Los libros son siempre de ficción y la cuota es equivalente al precio promedio de cualquier título que puedas encontrar en las librerías.
También son nuevos, nunca te va a tocar uno que ya tengas.
En sus redes entrevistan a autores, editores, traductores o charlan entre ellos sobre literatura.
Para llegar al elegido del mes, leen (casi) todo lo que se publicará, así que aprovechan y escriben un newsletter con recomendaciones. El newsletter es buen espacio para hablar de libros favoritos que pelearon la final, de otros más de nicho que no imaginaron como “libro del mes” pero que por igual les gusta, presentar editoriales no tan conocidas, rescatar algún clásico que se haya publicado con nueva traducción. En fin, contar un poco el panorama editorial según sus miradas.
Cynan Jones: “Se puede escribir algo universal, pero enmarcado en algo increíblemente local y muy humilde”
El autor de La tejonera habló con Cecilia Fanti en abril. La construcción de personajes, la fórmula para lograr un final perfecto y como la escritura es un proceso.
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En abril de 2021, la segunda ola avanzaba en la Argentina. Pero la virtualidad permitió una entrevista al escritor Cynan Jones (Gales, 1975), autor de La tejonera, publicado por Chai editora. El libro fue elegido por Pez Banana como el libro de ese mes y la charla se puede ver en Instagram. En sus páginas, Jones construye un universo complejo al conjurar las fuerzas de la naturaleza y los dramas de la vida de sus dos protagonistas. Por un lado, el granjero Daniel cuida de las ovejas y sus crías mientras transita un duelo imposible. Por el otro, un hombre que vive en un aislamiento total recorre las rutas del campo galés y sobrevive juntando chatarra, cruzando los alambrados por la noche, cavando con palas y hurgando con sus perros bajo la tierra para cazar tejones. El siguiente es un resumen de la entrevista.
La tejonera fue publicada originalmente en 2014 en inglés...
Sí, era un libro mucho más largo porque después de escribir Tiempo sin lluvia, que es muy corto, mis editores querían uno largo. Así que trabajé durante dos años en una historia que se remontaba a la Segunda Guerra Mundial y llegaba hasta la época contemporánea. Era una novela de amor. Dentro del libro había una historia de un granjero y un hombre que mata tejones con perros. Finalmente, en una de las relecturas, decidí quedarme solo esa historia. Pasé de 90.000 palabras a 30.000, corté 60.000 palabras de golpe. Y luego trabajé en lo que se convirtió en La tejonera.
Me interesa mucho lo que contás de los editores. Lo que querían ellos, lo que estabas escribiendo y lo que finalmente resultó ¿Cómo fue ese cambio?
Creo que la historia toma las decisiones sola, incluso con 90.000 palabras puede haber algo que falta. La historia puede no creer en sí misma. Cuando escribís hay que escuchar. Si ignoras lo que la historia quiere ser, entonces no va a obedecer. Es como un niño que no quiere hacer algo. De hecho, con Tiempo sin lluvia les mentí a los editores sobre su extensión. Porque dijeron que no leerían nada que tuviera menos de 35.000 palabras. Así que al final lo imprimí a la antigua usanza y se lo di a ellos para que no pudieran decir “no”. Y eso me dio confianza: escuchar a la historia. Porque para mí, cuanto más claro tenés lo que querés decir, menos palabras necesitas.
Esta es una de las razones. La otra es que, en realidad, cuando leo, me encanta involucrarme en el libro. El lector tiene que sentir, tiene que entender, tiene que tomar decisiones también. No necesitás ponerlo por escrito, no tenés que escribir cómo debe sentirse el lector. Simplemente hacer que se sienta así. De este modo, los libros se vuelven más y más económicos,
Hoy en día, estamos realmente acostumbrados a las narrativas urbanas y tu elección es diferente. Me gustaría saber sobre esta elección de escribir esta novela que parece ser muy local, pero que la leemos aquí, a 10.000 kilómetros de Gales. Y sentimos esta emoción, nos involucramos y conectamos con la historia.
Sí, cuando reconocí que quería escribir más en serio, cometí el error de creer que tenía que ir hacia un determinado tipo de narrativa. Así que mis primeros esfuerzos fueron sobre gente en ciudades. Gente “inteligente” o gente artística, creativa, compleja, con relaciones difíciles, en ciudades sin nombre...Eran una mierda, eran libros realmente malos
Era correcta la forma en que estaba escrito, pero eran huecos. No eran sobre nada real. Escribir para mí se había convertido casi en un hábito físico. Como para alguien que corre todos los días, si no corre, lo extraña. Y terminé un libro. Y de golpe tuve esta idea para un cuento corto sobre una granja. Un lugar parecido a donde crecí, como la granja de mis abuelos. Seguro que nadie querría leer eso, pero empecé a escribirlo igual. Y empecé con un hombre que se despierta y su mujer le dice que ha desaparecido una vaca. Y la escribí, capítulo a capítulo. Realmente de forma instintiva, simplemente observando. Cada capítulo lo ponía en el suelo, y cuando lo terminaba, lo escribía a máquina, lo miraba, hacía algunos cambios y punto. Todo ese proceso sólo duró diez días. Pero eso fue al final de dos años de tratar de escribir algo. Y cuando terminé Tiempo sin lluvia sentí que funcionaba como libro. Mi miedo era que fuera muy local. Realmente no quería ser un escritor local, ni siquiera estoy muy interesado en ser escritor. Sólo necesito hacer buenas historias. Así que la idea de ser un escritor local con una historia local era mi peor pesadilla. Pero cuando el libro salió a la luz, se publicó en Argentina, Egipto, Albania, Holanda, Portugal. Con La tejonera pasó lo mismo. Todo era cuestión de fe y creo que Tiempo sin lluvia me dio fe de que podía escribir algo basado en mi propio mundo. Y supongo que hay mucha escritura urbana, hay mucha visión urbana. Yo no soy de allí, soy un producto de este paisaje y mis historias son producto de este paisaje. E incluso si estoy escribiendo sobre algo que no está obviamente ambientado aquí, es desde donde estoy mirando así que… Fue un momento en el que reconocí que se podía escribir algo universal, pero enmarcado en algo increíblemente local y muy humilde.
Tu narrativa es económica y tenés este efecto visual en tu escritura. ¿Cómo llegas a esas imágenes que son tan poderosas? Sobre todo en la naturaleza, los pájaros… ¿Observas el entorno todo el tiempo? ¿Tomas notas?
Está ahí. Lo veo desde la ventana. Cuando era un niño, pasaba afuera todo el tiempo posible. Mis abuelos tenían una granja cerca de donde yo vivía. Había una playa muy cerca, una colina, bosques. Así que estaba al aire libre, y también me gustaba estar solo. En general, prefería eso porque así podía crear mi propio mundo. Ahora, como adulto, hago lo mismo. Me fascinaba mucho el mundo natural, mi gran afición era la observación de aves. Mi ambición cuando era pequeño era ser ilustrador ornitológico. Quería dibujar pájaros. Quería hacer libros de pájaros. Y creo que esa fascinación por la observación es lo que me llevó a escribir. Me encanta escribir porque me proporciona una excusa para seguir inventando cosas basadas en lo que veo a mi alrededor. Normalmente, la génesis de la idea es alegórica Así que La tejonera, por ejemplo, trata de cómo intentamos construir un espacio seguro para nosotros mismos, y cómo alguien puede irrumpir en ese espacio. Empezás a girar fuera de esa alegoría y entonces la historia toma forma. Idealmente, lo hago todo en mi cabeza. Escribo como si estuviera viendo la historia y luego la reproduzco como si estuviera frente a mí, y mantengo mis ojos en los personajes y para los detalles o el paisaje o los sonidos, sólo tengo que mover mis ojos de un lado a otro de los personajes y veo estas cosas. Esto va aquí, esto allá, esos zapatos existen. También preparo demasiado detalles y luego decido: “Bueno, muy bien, pero, ¿qué significa el zapato de la historia?” Y también eso es importante: el impacto alegórico que puede tener una imagen. Hay una inmersión, para que el lector se sumerja realmente en ella, pero en eso también tenés que dar lo justo para crear una imagen en la mente del lector. Así que no le das todo.
Trabajé con algunos estudiantes y uno de ellos me contó que estaban leyendo Todo lo que encontré en la playa, mi segunda novela. Y me dijo: “Me encantó tu descripción de la playa”. Le respondí: “¿Puedes encontrarla en el libro?” Y buscaron y buscaron… y no hay una
descripción, hay algunos detalles. La forma en que la luna capta el cadáver o el detalle sobre el sonido, del sonido de las piedras, pero ese chico construyó su propia playa. Y eso es realmente lo que intento hacer. Crear una relación con el lector, que construya su propio paisaje también.
Me encantó Tiempo sin lluvia, me pareció realmente poderosa, me encantó la historia de la granja, de esta familia, de esta vaca que desaparece, pero me pareció que La tejonera es más impactante a veces. La violencia es más gráfica, está sucediendo, sobre todo la violencia en forma de crueldad. Estabas diciendo cómo presentas a los personajes y me preguntaba, ¿cómo se te ocurrió esta historia del cazador de tejones?
Bueno, de nuevo, es como si tomaras detalles del paisaje y del mundo natural que te
rodea, o de un objeto en particular.
Pero, al tomar características de diferentes personas, a veces podes crear un personaje más universal en un libro, porque son más de una cosa. Lo importante para mí era crear a alguien que hace estas cosas realmente espantosas, sin sentido, y de alguna manera sigue teniendo sus códigos morales, sigue teniendo nobleza. Creo que me di cuenta de esto cuando leí a alguien como Steinbeck (John Steinbeck ) cuando era más joven. Rara vez juzga a una persona en sus libros, simplemente los retrata y permite que el lector juzgue, permite que el lector tome esa decisión, si esa persona es buena o mala o si lo que hace es malvado, cruel o amable. Respecto al personaje sobre el que preguntas no que quería volverlo un libro sobre lo cruel que es lo que hace. Quería que fuera una persona real.
Necesitaba asegurarme de que no estaba lleno de falsedades. De que existía gente así, pero eso era difícil de hacer. Lo hice el tiempo suficiente para
reconocer que lo que suponía era correcto y entonces pensé: “Ya está. Esta no es gente con la que quiera pasar más tiempo”. Entonces, el hombre grande, este cazador de tejones, es muy interesante porque lo vemos a través de los ojos de diferentes personajes, Daniel, el niño, los otros, el policía. Tenemos una dimensión completa de este personaje.
Leí en una entrevista que intentaste con 13 o 14 finales diferentes para La tejonera.
Sí, eso es muy propio de mí. Particularmente con ese libro. Se remontaba a los años 30, y de alguien que se muda de Italia a Inglaterra y luego es encarcelado cuando Mussolini declara la guerra. Y luego es trasladado a la Isla de Man porque allí se encarcelaba a los italianos, después es liberado para trabajar en la granja de Gales. Una gran historia que luego se remonta a lo que ahora ves, La tejonera. Y de hecho, hay un fragmento de metal en el suelo, en La tejonera, y mucha gente que lee esto, muchos estudiantes que trabajan con el libro, grupos de lectura, dicen: “ hay algo en él, tiene algo”. Sí, hay una historia de 60.000 palabras que no está, sobre cómo llegó a la tierra. En realidad algunos de esos finales se re-conectaban con esa historia temprana.
Una vez que decidí hacer el corte… En realidad, en el corte inicial había un tercer personaje, y ese personaje fue dejado para la primera parte del libro. Me gustaba mucho así que me resistí a deshacerme de él, y ese personaje termina asumiendo parte del final. Pero me di cuenta de que tenía que irse también. Todo se trata de preguntas. Es interesante. Alguien dice: “no sé por qué terminaste el libro así”. No es que me quedé sin tinta, fue un proceso.
Cuando empezamos a hablar por correo electrónico para hacer esta entrevista, me dijiste que era temporada de corderos y que estabas ayudando en la granja de los padres de tu esposa. ¿Cómo combinas la escritura y la agricultura?
Para mí, tenés que encontrar equilibrios en el mundo de la escritura. Hay un punto donde estamos en la granja, bajando las ovejas, sacando a los últimos corderos y paseándolos por el campo. Tenés dos abuelos, esposa y un niño de tres años, y tenés las ovejas y corderos delante tuyo que nunca salieron del cobertizo, por lo que están saltando, y tienes a los pájaros, las aves de presa, las mariposas. Sí, esto es real. Cuando vas a escribir tenes solo esto y el escritorio. ¿Por qué no funciona esta historia? Porque no es real. Esto es importante para mí.
Sí, eso es muy bonito, porque tiene algo. Te estaba escuchando, y tiene algo de ritual. Como estos pasos que das, este trabajo físico, y los rituales son realmente importantes en tu narrativa. Cómo hay que hacer las cosas, la repetición y el pragmatismo, pero sobre todo me gustan mucho los rituales que tienen los personajes, las cosas que hacen, como que no va a pasar nada si repito esto una y otra vez. Como decías, la forma en que están en el lugar seguro y cuán frágil es.
Sí, creo que estos métodos, procesos. Quiero decir, muy rápidamente pueden convertirse en rituales. Y cuando algo perturba eso, eso es uno de los mayores impactos
que un personaje puede tener. Intenta mantener el ritmo natural y acrecentarlo. A veces, creo que en momentos de estrés, incluso el estrés positivo, naturalmente muchos de nosotros vamos por esa cosa rítmica ritualista con la que estamos seguros, en la que confiamos.
No tengo idea de por qué hago esto, pero en general cuando escribo, nunca empiezo a escribir antes de las diez. Tengo que comer una tostada con mermelada antes. Mi café, mi tostada con mermelada y empiezo a escribir a las diez. No sé por qué es y supongo que debe haber algo en el olor de la tostada con mermelada. Si sos un futbolista, te pones la camiseta, te pones las canilleras, te atas los botines y sales. Es hora del fútbol. Así que creo que esto sucede en muchas escalas pequeñas en todo lo que hacemos y me interesa también que podemos equivocarnos, como si se convirtiera en algo habitualmente negativo, como pones la llave en la puerta, entras y te comportas de cierta manera con tu familia porque eso es lo que está sucediendo ahora. Sonríes todo el día en tu trabajo. Pero es un hábito. Así que sí, creo que es un proceso. Reconozco que gran parte de mi escritura es un proceso como alimentar a los perros o cualquiera de estos procesos son sólo ritmo.
Decías antes que eras bastante solitario o que te gustaba estar solo cuando eras un niño, salir y observar y estar a solas. Una de las cosas de tus libros es que hay pocos diálogos. Los personajes siempre están hablando con ellos mismos, pero raramente hablan con otras personas. ¿Cómo lidias con esta cosa de no diálogo en tu narrativa?
De nuevo, es el proceso, muchos de estos procesos, los haces solo, se navega solo, así que discutís con vos mismo. Somos más de una persona y muy a menudo nos hacemos preguntas y tenemos un número de respuestas diferentes a cualquier problema dado, ya sea un problema físico o emocional. Y si trabajas en un entorno que te requiere tres o cuatro horas antes del almuerzo en la montaña arreglando puertas, entonces, no estás rodeado de otras personas, así que el proceso en sí mismo se convierte en la compañía. En realidad, el propio proceso es tu compañía. Y te plantea desafíos y preguntas, y lo haces de forma obstinada, creativa o rítmica. Y creo que casi ocupa parte de tu cerebro que a veces puede estar lleno de ruido y te permite escucharte mejor. A veces me pregunto si las personas que hacen diferentes tipos de trabajo, que implican oficinas, computadoras, no tienen ese lugar tranquilo donde pueden tener las conversaciones con ellos mismos.
¿Cómo es ese proceso de búsqueda de cada palabra?
Escribir para mí es a menudo un proceso de descalificación. “Esa palabra no, esa palabra tampoco”. Así que tal vez intentaré. Lo escribo muy naturalmente cuando sé lo que quiero decir. Así que no empiezo cada frase diciendo: “Bien, buscaré en el diccionario”. No hago eso, sólo voy bum, bum, bum. Y entonces, empieza el trabajo duro, y es cuando vas incluso cambiando el orden, incluso perdiendo una coma, aunque suponga un crimen gramatical. Sobre todo en EE.UU. a veces son mucho más: “La gramática está mal”. “Sí, la gramática es incorrecta”. Es a propósito, es para crear algo diferente.
Lo sé. Creo que es interesante porque la gente habla de eso. Supongo que en el sentido poético, es poético. Es una búsqueda de la palabra exacta, en el lugar exacto. Y eso puede ser agotador a veces, pero puedes exagerar, así que la otra cosa es asegurarte de que no estás haciendo esto constantemente, que se sienta natural para el lector. Tal vez eso lleva 15 meses de trabajo duro. “Esto es simple, es muy fácil, es realmente fácil”. Pero, de nuevo, exige mucho, pide mucho al lector, pide que el lector se comprometa y dijiste que lo leíste de una sentada. Creo que para mí, ésa ha sido siempre una de las experiencias más extraordinarias como lector, cuando puedo sentarme y tengo dos horas para mí mismo y leo un libro desde el principio hasta el final. Y estoy como: “Guau”. Mira, me pone la piel de gallina pensando. Cuando lees un libro que te conmueve.
Sí, y con La tejonera, lo estaba leyendo y estaba en la historia, y me estaba sintiendo muy mal por las tierras baldías. Estaba diciendo: “no, por favor no, por favor no”. Y estaba allí, viendo esa fosa, a los perros y al tejón. Y después, cuando dije: “Bien, éste es el final, éste es el epílogo el libro ha terminado”, tuve que ir a dar un paseo porque me sentía que viví muchas cosas en estas tres o cuatro horas que estuve leyendo el libro“.
Es increíble, no? Empezar con una historia tan local y luego tener a una lectora a más de 12.000 kilómetros de distancia con esta atención.
Sobre este blog
Pez Banana es un club del libro que funciona así: por una suscripción mensual, recibís en tu casa un libro. La selección la hacen Florencia Ure y Santiago Llach.
Los libros son siempre de ficción y la cuota es equivalente al precio promedio de cualquier título que puedas encontrar en las librerías.
También son nuevos, nunca te va a tocar uno que ya tengas.
En sus redes entrevistan a autores, editores, traductores o charlan entre ellos sobre literatura.
Para llegar al elegido del mes, leen (casi) todo lo que se publicará, así que aprovechan y escriben un newsletter con recomendaciones. El newsletter es buen espacio para hablar de libros favoritos que pelearon la final, de otros más de nicho que no imaginaron como “libro del mes” pero que por igual les gusta, presentar editoriales no tan conocidas, rescatar algún clásico que se haya publicado con nueva traducción. En fin, contar un poco el panorama editorial según sus miradas.
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