La extrema derecha se extiende a un ritmo preocupante. Y lo hace no solo entre aquellos que siempre han estado cerca de sus postulados reaccionarios, sino entre gente que, a priori, no debería caer en sus redes. Muchos jóvenes se han visto seducidos ante la extrañeza de unos padres que, muchas veces, les han enseñado valores radicalmente diferentes. ¿Cómo llega un chaval al que sus padres le han educado en la igualdad, el feminismo y el respeto por el diferente en movimientos ultras?
Esa es la pertinente pregunta que se hacen las directoras francesas Delphine y Muriel Coulin en Jugar con fuego —ya en salas de cine—, adaptación de la novela de Laurent Petitmangin en la que Vincent Lindon da vida a un sindicalista que ve cómo uno de sus hijos acaba seducido por un grupo de extrema derecha, contrario a todo lo que le había inculcado. Aciertan las directoras al colocar al espectador al mismo nivel que ese padre que se pregunta cómo ha pasado esto. Y a partir de ahí, empezarán a entrar en un mundo donde los influencers de derechas en YouTube, los grupos ultras del fútbol y el auge de disciplinas como el MMA (Artes Marciales Mixtas) están forjando jóvenes violentos y de masculinidades tóxicas.
Las directoras llevaban tiempo preocupadas por el auge de la extrema derecha en su país. Ya estaba entre sus planes hacer una película sobre el tema cuando un amigo les dejó el libro de Petitmangin. “Nos dimos cuenta de que era la perspectiva correcta que queríamos abordar porque esta preocupación paternal por el auge de las opiniones políticas de extrema derecha reflejaba exactamente nuestra propia postura, que además es compartida por una gran parte del pueblo francés”, dicen sobre el inicio del proyecto.
A través de esa familia hablan también de una sociedad que no entiende qué está pasando. Esa “pequeña célula es un lugar privilegiado desde el que observar la sociedad en general, y tres seres humanos pueden ser representativos de toda la sociedad”. Ellas tienen claro que “cada elección en torno al cine y la producción cinematográfica es política, desde la elección del tema que se aborda, del productor con el que hacer una película hasta la decisión del exhibidor de seleccionar la película en sus propios cines”.
Entre los cambios que introdujeron respecto a la novela está la introducción de la escena de las artes marciales mixtas (MMA). Lo hicieron porque pensaron que era un foco de apología de la violencia, mucho antes de que en EEUU se explicitara la unión de dicha práctica con la derecha: “Un año y medio después, cuando Donald Trump anunció su victoria, la primera persona a la que invitó a subir al escenario para celebrarla fue al presidente de la Federación de MMA de Estados Unidos, y esa es la prueba de la profunda y fuerte conexión que existe entre la violencia, la actitud machista, la masculinidad y el movimiento de extrema derecha”. Entonces “era solo una intuición, pero ahora es evidente”.
Cada elección en torno al cine es política, desde la elección del tema que se aborda, el productor con el que haces la película hasta la decisión del exhibidor de proyectarla
Las directoras aclaran que no quieren contribuir a crear “un estigma en torno al fútbol”, pero que han observado cómo los grupos de “hooligans, los fanáticos extremos, intentan atraer a los jóvenes y promueven ciertas ideas”. “Se sienten fascinados e hipnotizados porque sienten que pueden encontrar un lugar dentro de ese grupo. En la película este joven no se siente parte de la sociedad, no sabe qué hacer con su vida, y por eso le parece atractivo unirse a este grupo”. Lo muestran en una estupenda escena donde el padre va con sus dos hijos a ver un partido. Una experiencia de comunión familiar que se tensa cuando el hijo se une a los violentos en la grada.
La película ganó el premio al Mejor actor para Vincent Lindon en el Festival de Venecia de 2024, pero logró un premio paralelo que a las directoras les hizo mucha ilusión: el Leoncino de Oro que entregan los jóvenes. “Es esencial que los jóvenes vean la película”, dicen Delphine y Muriel Coulin, que entienden ese galardón como “un motivo de esperanza considerando la situación actual de Italia” y rompen una lanza en favor de la juventud. No son peores que el resto, son un ejemplo más de una “sociedad que está polarizada”.
“Por eso es tan difícil introducir matices en el razonamiento y en la interacción con los demás. Quizás sea culpa del algoritmo, que nos obliga a elegir constantemente, a decir si eliges blanco o eliges negro, y no tienes posibilidad de seleccionar la escala de grises”, reflexionan sobre un futuro que ven incierto, pero en el que quieren intentar contribuir con su cine para abrir los ojos y hacer reflexionar sobre cómo hemos llegado al momento actual.