Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

La fragmentación de la Argentina productiva

Producción de alimentos en La Plata.

Gonzalo Santos

1 de diciembre de 2025 12:16 h

0

Argentina no carece de polos productivos. Carece de un sistema capaz de articularlos. Esa es la conclusión central del Índice Federal de Fortaleza Productiva (IFFP), una metodología comparativa aplicada a 29 ciudades intermedias de menos de cien mil habitantes, que expone algo incómodo y difícil de ignorar: el país convive con núcleos de actividad económica real —algunos robustos, otros emergentes— que funcionan como islas sin vasos comunicantes, sin cadenas de valor compartidas y sin una estrategia nacional que los convierta en proyecto industrial.

El IFFP evalúa a cada ciudad a partir de cuatro dimensiones: complejidad productiva, nivel salarial privado real, diversificación sectorial y densidad empresarial no estatal. Los datos utilizados provienen exclusivamente de fuentes oficiales (EPH-INDEC, SIPA-AFIP, MTEySS y clasificadores sectoriales CLAE/CIIU). En cada eje —puntaje 1 a 10— se sintetiza la madurez estructural de cada economía local. De esa combinación surge el diagnóstico más preocupante: ninguna ciudad supera los 8 puntos sobre 10, ni siquiera aquellas generalmente reconocidas por su dinamismo privado, entramado industrial o aglomeración agroalimentaria.

Ese límite no es territorial. Tampoco coyuntural. Es sistémico. La Argentina convive con mercados laborales poco sofisticados, baja agregación de valor y estructuras productivas que no logran escalar. Lo que el índice muestra no es ausencia de polos: muestra que están encapsulados. Funcionan con alta dependencia de contextos provinciales, sin integración regional y sin cadenas productivas articuladas. Son nodos sueltos, más cerca del federalismo nominal que de una arquitectura industrial del siglo XXI.

A partir de los resultados, emergen cuatro modelos productivos coexistentes. Las ciudades de Núcleo Robusto —como General Roca, Río Cuarto, Villa María o General Pico— combinan agroindustria, industria, servicios profesionales y salarios privados competitivos. Las Extractivo-Salariales —Ushuaia, El Calafate, Cutral Co— muestran salarios altos sin complejidad equivalente, sostenidas por rentas extraordinarias de origen energético, monopólico o turístico. Las Intermedias en Tensión —San Rafael, Goya, Concepción del Uruguay, Oberá— exhiben potencial real, aunque atrapadas en estructuras frágiles y baja densidad empresarial. Y las ciudades de Fragilidad y Dependencia Estatal, donde la presencia del sector público compensa la debilidad del privado, conforman el grupo más vulnerable del índice.

Ese mosaico productivo confirma la tesis inicial: la debilidad estructural del país no está en la ausencia de actividades económicas, sino en la falta de un proyecto capaz de conectarlas en cadenas de valor con escala federal. Argentina no sólo se mueve entre metrópolis y enclaves extractivos: también tiene ciudades que producen, diversifican y pagan salarios privados por encima de la media nacional. Pero ninguna de ellas logra romper el techo sistémico.

Río Negro sirve como espejo perfecto. General Roca —una de las ciudades con mejor puntaje del país— presenta diversificación sectorial avanzada, complejidad productiva y entramado logístico regional. Cipolletti ocupa un lugar intermedio: salarios privados altos, articulación metropolitana y capacidad de crecimiento, aunque sin la masa crítica industrial de Roca. Viedma, en cambio, representa el límite estructural con mayor claridad: salarios privados altos por compensación geográfica, pero con baja complejidad productiva, escasa diversificación y predominio casi absoluto del empleo estatal. Bariloche, excluida del índice por tamaño poblacional, agrega una nueva capa de tensión: turismo internacional, conocimiento aplicado e industria satelital en un ecosistema que no dialoga con los otros tres modelos provinciales.

Lo relevante no es la foto rionegrina en sí. Lo relevante es lo que anticipa: una misma provincia puede albergar economías incompatibles entre sí, sin un marco político capaz de integrarlas. La investigación confirma que la falta de sinergia territorial no es una excepción patagónica, sino un patrón nacional. Allí donde aparece complejidad, falta escala. Allí donde surge salario privado, falta diversificación. Donde hay densidad empresarial, falta proyecto sistémico. Y donde todo eso es débil, se reemplaza con empleo estatal.

El IFFP ayuda a ver algo que las discusiones habituales no alcanzan: el federalismo no se resuelve por distribución de recursos, ni por coparticipación, ni por obras compensatorias. Se resuelve construyendo estructuras que articulen territorios capaces de producir valor. La Argentina productiva no es invisible: está fragmentada. Para convertirla en política de desarrollo, el país debe pasar de los nodos aislados a los sistemas interconectados.

El desafío no es encontrar ciudades que funcionen: es lograr que conversen entre sí, que se integren a cadenas ascendentes, que transformen la productividad local en densidad industrial y que eleven la complejidad más allá de las fronteras provinciales. La verdadera agenda federal —si realmente aspiramos a un país que produzca con escala y continuidad— no está en repartir fondos, sino en diseñar estructuras. Porque no alcanza con tener ciudades que producen: necesitamos un país que integre.

*El autor es Periodista, Creador, director y host de DosNueveVeinte (IG: @2920viedma // YouTube: DosNueveVeinteViedma)

Etiquetas
stats