Soledad Vallejos: “El progresismo nunca se vio venir al universo liberal libertario y hasta lo ninguneó”
Acaba de publicar “Los dueños de la libertad”, una investigación sobre los orígenes del libertarismo en América latina y sus raíces en la Argentina. Cómo se entrecruzan, desde la Guerra Fría hasta el gobierno de Javier Milei, think tanks, millonarios estadounidenses y grupos ultraconservadores para formar cuadros y promover proyectos políticos de derecha en la región.
En su libro "Los dueños de la libertad" la periodista Soledad Vallejos indaga en la historia del libertarismo en América latina y sus profundas raíces en la Argentina. MA
Una historia que combina economistas austríacos alejados del mainstream a mediados del siglo XX con reuniones secretas en plena Guerra Fría y millonarios dispuestos a aportar dinero para apoyar organizaciones que formen cuadros políticos. Grupos de estudio más o menos formales –porque hay universidades, pero también gente que se junta a leer los textos clásicos de este ideario de manera privada– con el fin de promover a toda costa el libre mercado, librar lo que definen como una “batalla cultural” y combatir al monstruo que ellos ven en el Estado. Think tanks modernos que se dedican al lobby, grupos ultraconservadores y pioneros liberales que hicieron sus mayores esfuerzos por traer a los máximos referentes del movimiento a los países de América latina. Definiciones que generan debates –¿son anarcocapitalistas? ¿se piensan como neoliberales? ¿son todos lo mismo?– y personajes bien diversos (desde un librero que le dio los primeros textos de la escuela austríaca a un desconocido Javier Milei hasta Deirdre McCloskey, una destacada economista libertaria trans).
Aunque nombres como Ludwig von Mises, Friedrich Hayek o Murray Rothbard empezaron a sonar cada vez más fuerte en la esfera pública argentina a partir del surgimiento La Libertad Avanza y su llegada al poder, el enorme universo del libertarismo viene de lejos y tiene raíces profundas en Argentina desde hace muchos años. A partir de una exhaustiva investigación, la periodista Soledad Vallejos buceó en ese recorrido, se metió en reuniones de formación, entrevistó a los pioneros y también a los recién llegados, indagó en archivos y viajó para conocer de cerca a varios representantes de este movimiento. De esta manera, logró darle forma en su flamante libro Los dueños de la libertad (Sudamericana, 2025) a un impactante mapa libertario regional. Una estructura sigilosa pero sostenida en el tiempo que se mueve con el objetivo de promover proyectos políticos de derecha en varios países.
El nuevo libro de Soledad Vallejos fue publicado por Editorial Sudamericana. Archivo
– Haciendo un repaso por tus libros, se puede ver claramente que tendés a meterte en mundos cerrados. Pienso en Vida de ricos, con gente que por lo general no quiere hablar de lo que tiene, pero también en Olivos y sus paredones o en tu libro sobre Susana Trimarco y los lugares también de difícil acceso que ella ha transitado para saber qué pasó con su hija. ¿Por qué otra vez un universo hermético y por qué el del libertarismo? ¿Qué te atraía de ahí?
– Por un lado, porque era algo tan disruptivo. Es importante tener en cuenta que el liberalismo es un universo de tribus muy dispares, inclusive numéricamente y en términos de poder en el campo. Y ahí los liberales libertarios siempre fueron como un grupito de parias. No disputaban la hegemonía de ese campo y siempre eran una presencia menor. Así que nadie les prestaba mucha atención, mientras ellos sigilosamente fueron generando instituciones, espacios propios y hasta sus cuadros, formando gente que a su vez formaba gente. Ellos tenían sus planes a mediano y largo plazo. Y todo esto sucedió ante la vista pública, pero nadie lo registraba. Cuando Javier Milei empieza a ascender en el poder, yo empiezo a observar que tenía que haber algo más que simplemente un panelista que pega cuatro gritos y sintoniza con el clima de época. No alcanzaba solo con eso. Es fácil decir “es un personaje” o “este es un loco”, qué sé yo. A mí me interesaba ver qué otra cosa había detrás. Hasta que empecé a buscar qué era lo que podía explicar todo esto y me encontré con recurrencias de nombres, de personas, de universidades y de lugares. Y de repente me detuve a ver los años: vi cosas que hablaban del principio de la Guerra Fría, no se hablaba de la pandemia, no se hablaba de 1980 digamos. Yo tengo 51 años y recuerdo bien la UCeDé peleando en el regreso democrático: esa era mi idea de liberalismo. Mi generación, cuando piensa en liberalismo, piensa rápido en Álvaro Alsogaray. Por ahí a alguno le sale el nombre de (Juan Carlos) Cachanosky y pará de contar. Y acá empecé a ver que había otras cosas que desconocía. Un material rico que, además, iba a estar bueno para mí, que me aburre ir a lo conocido. Yo no puedo o no encuentro la gracia de investigar algo que ya sé, o contarle un cuentito a otro que piensa lo mismo que yo. Me aburro (risas). Por otra parte, me resultó llamativo que el progresismo nunca se vio venir todo este universo liberal libertario y hasta lo ninguneó. Para usar sus términos: no lo vio. Y ojo que el mundo liberal más clásico, si se quiere, también lo ignoró.
– Desde la aparición de Milei en los medios en los últimos años, nociones o nombres que tal vez no eran conocidos por muchos, me refiero a “escuela austríaca”, “anarcocapitalismo”, Friedrich Hayek, Ludwig von Mises, empezaron a sonar con más potencia en la esfera pública. Sin embargo, vos reconstruís en tu libro que mucho de esto ya tenía vínculo con nuestro país porque varios argentinos se habían interesado en difundir esta línea de pensamiento.
– Sí, para mí dar con eso fue genial, como si fuera parte de la seguidilla “Maradona, la birome, el dulce de leche, el colectivo” (risas). Pero la verdad es que sí, existió un argentino por el mundo que quiso hacer crecer esta corriente a una escala increíble. Me refiero a Alejandro Chafuen, él es el que se planta y, por ejemplo, dice “los think tanks de esta época tienen que ser diferentes a los de mediados del siglo XX”. Y alguien creyó en él y le dio un espacio y él empezó a mostrar con Atlas Network, una poderosísima organización del libertarismo, que es también la más conocida, que eso era así. Aunque hoy Chaufen se haya alejado de esas estructuras, ese fue un desarrollo que llevó años y que era una apuesta también. Hay mucho de apuesta en este mundo liberal libertario. No en el sentido lúdico sino en el gesto de decir “bueno, pensemos en el mediano y en el largo plazo”. Y esto es algo a lo que no estamos acostumbrados. Yo vengo del palo progresista argentino, para nosotros decir “mediano plazo” es pensar de acá a diciembre. En este espacio del liberalismo, en cambio, tenés un grupo de gente pequeño, con personajes intensos, activistas, militantes, que piensan en términos de generaciones. Que dicen “bueno, yo por ahí no lo llego a ver pero mi hijo va a seguir con esto, mi nieto va a seguir con esto”. Los argentinos Eduardo Marty, Gabriel Zanotti y el propio Chaufen tienen trayectorias súper importantes por fuera de Argentina inclusive. Marty, por ejemplo, es muy importante para el desarrollo de estas ideas en Brasil. Zanotti es un intelectual en el campo y es reconocido en publicaciones internacionales. Si te fijás, los tres empezaron antes de los 20 años. Y empezaron porque se sentían incómodos con el clima intelectual, de ideas y político, imperante en los ‘60 y ‘70. Entonces empezaron una búsqueda propia. Y en la búsqueda fueron a golpear puertas acá y afuera.
Soledad Vallejos nació en Buenos Aires, en 1974. Es periodista y autora de varios libros de no ficción. Clara Muschietti - Gentileza Penguin Random House
– Es curioso porque marcás en varios tramos de tu investigación que todos ellos se encargan de hablar de “las ideas”, así, en plural, algo que se mantiene en la actualidad cuando Milei repite esto de “las ideas de la libertad”. ¿Era para oponerse a la intelectualidad de su época? ¿Qué viste ahí?
– Me parece que es un código. Que es como una clave. Ahí tenés una contraseña. Yo nunca había escuchado la expresión “las ideas” como para englobar toda una escuela de pensamiento. Obviamente sí hemos escuchado “tal escuela”, si querés “la Escuela de Frankfurt” o ese tipo de cosas más identificables. Pero esto de “las ideas” es tan evanescente y a la vez tan críptico que identifica un campo. En realidad están acotando la expresión “las ideas de la libertad” que es más largo y menos ganchero si querés. Pero lo usan todos y me parece que tiene que ver con reconocer que el otro maneja la misma clave que vos y podés hablar sin tener que explicar todo de nuevo. Así lo hacen y lo he visto cuando he estado en reuniones de grupos liberales libertarios de estudio. Porque hay algo importante acá: todavía existen y son grupos donde se cruzan perfiles completamente diferentes. Van empresarios, ingenieros, gente que ha estado en la función pública, jóvenes ambiciosos que están entrando en la facultad, algún inmigrante que está viendo cómo hacer pie en el país. Antes de reunirse les llegan lecturas por mail o por WhatsApp y después se van ahí a debatir de 9 a 12 en algunos casos. A veces viene un invitado y les da una clase puntual. Todo esto requiere de una dedicación y de una cosa muy característica de estos grupos, que es la transmisión entre generaciones. Son escuelas informales y tienen mucho peso.
Hay mucho de apuesta en este mundo liberal libertario. No en el sentido lúdico sino en el gesto de decir “bueno, pensemos en el mediano y en el largo plazo”. Y esto es algo a lo que no estamos acostumbrados.
– Llama la atención que por un lado se dedican a la formación de cuadros, de manera tradicional con las universidades que comentás en tu libro y también mediante estos grupos informales. Sin embargo, para muchos seguidores de esta corriente la política es mala palabra o un terreno sucio.
– En este sentido vi dos cosas porque hay dos grandes grupos. Por un lado, están los que creen que la política partidaria es lo que hay y de alguna manera hay que ensuciarse las manos. Hay que meterse, no queda otra. Pasó en Brasil, por ejemplo, ante la llegada de (Jair) Bolsonaro. Bolsonaro convoca a Paulo Guedes para ministro de Economía, una persona muy respetada en el ambiente liberal de su país. Sus discípulos lo aman. Cuando Bolsonaro empieza a convocar a algunos de estos cuadros liberales dudaban mucho entre participar o no porque en Guedes confiaban pero en Bolsonaro no. La mayoría de los liberales brasileros con los que hablé lo veían a Bolsonaro y escapaban, porque para ellos Bolsonaro representaba cualquier cosa menos el tipo de liberalismo en el que creían. Alguno que otro termina aceptando, sobre todo los que dicen “esto es lo que hay que hacer si querés cambiar algo efectivamente y no pasarte hablando en un bar”. En este sentido hay otros representantes del libertarismo que lo que buscan, de algún modo, es tecnificar en algún punto la política. Por ejemplo, en Argentina Agustín Etchebarne de la Fundación Libertad y Progreso, una entidad que en este momento está muy cercana al oficialismo. De hecho hay muchos proyectos sobre los cuales Milei habla que cuando empezás a mirar tienen origen en papers o iniciativas de Libertad y Progreso. Etchebarne tiene una batalla de más de 20 años contra algunas de las normas habituales de la democracia argentina. Una de ellas es la “lista sábana”. Él tiene una guerra personal declarada contra la lista sábana, que es comprensible en algún sentido aunque la solución que propone todavía no queda muy clara. Etchebarne también objeta que existan políticos profesionales. Cuando yo le he preguntado, lo que te dice es que no debería estar profesionalizado el ejercicio de la política y que uno debería poder postularse, cumplir con el mandato y después volver a la actividad privada. Tienen una mirada burocratizada o desapasionada de la política. Como si la política ensuciara algo en lugar de coordinar intereses de grupos diversos. En mi perspectiva esto sería algo imposible porque la política lo que hace es encarrilar un mundo pasional. Digo, no es otra cosa que pasiones. Más allá de razones, reclamos, proyectos, hay algo tan humano en la política que es imposible neutralizarlo. Sin embargo, en cierto sector del libertarismo sí hay un afán de tecnificarlo. Y eso resuena hoy con fuerza en el oficialismo.
– Por lo que estuviste investigando, marcás que no hay una única corriente dentro de este sector y que muchas veces se han enfrentado o que persiste una suerte de grieta. Vos citás, por ejemplo, a Gloria Álvarez cuando habla de “los lobos conservadores disfrazados de ovejas liberales”.
– Una de las cosas que yo aprendí hablando con representantes de todo este mundo y leyendo y haciendo preguntas es que hay una diferencia enorme entre lo que tradicionalmente en la Argentina consideramos liberalismo. Cuando pensamos en liberalismo, pensamos en la escuela francesa, “libertad, igualdad, fraternidad”. Un liberal libertario escucha eso y se le ponen los pelos de punta porque piensan más en los términos de la tradición anglosajona. Ahí tenés dos tradiciones muy diferentes y hay libertarios que dicen “bueno, si vos sos libertario de verdad tenés que respetar el derecho de cualquiera a tener su propio proyecto de vida como quiera”. En línea con esto de “si a vos no te perjudica qué te importa”. Eso se ve en gente como Gloria Álvarez, Antonella Marty, Yesenia Álvarez o José Benegas que sostienen que el verdadero libertarismo no se mete con la vida del otro. El que reconoce tu derecho a tomar decisiones sobre tu propio cuerpo. Pero este mundo se vio confrontado con un universo liberal que no cree en ese tipo de derechos. Que no cree en el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo. Que no cree en el derecho a las parejas, no importan los géneros, sus integrantes, a tener la misma protección que otras. Es la línea más conservadora. Estas diferencias quedan plasmadas en un debate en YouTube entre Álvarez y Agustín Laje en la pandemia, a principios de 2021. Ahí se confrontan esas dos miradas. Gloria Álvarez venía como una estrella en ascenso en toda la región, aunque había empezado a quedar un poquito abollada cuando publica el libro Cómo hablar con un conservador. Ahí precisamente había tocado una fibra que estaba candente y por esa visión termina como bajada de un hondazo de ese estrellato. Y Laje, que ya venía en ascenso, termina consolidándose como la voz del liberalismo. Algo raro porque en realidad no es muy liberal, es un conservador y él lo reconoce.
– ¿Qué cosas sí los unen?
– Me parece que esta devoción por el mercado, esto de “cuanto más libre mejor”. Más libre en el sentido de que no exista intervención del Estado, sin regulaciones. Hay una confianza muy profunda en que los acuerdos económicos pueden organizar la vida social. Que alcanza con eso. Que toda interacción finalmente tiene que ver con dinero, inclusive las amistades. Todo pasa por la guita en ese sentido. Y eso los recontra une. Después hay gradaciones sobre cuánta intervención, cuánto Estado admiten como necesario. Algunos nada, absolutamente nada. Y otros dicen bueno, se necesita un Estado mínimo que provea servicios de seguridad y de justicia. Pero en general lo que les molesta mucho es la intervención del Estado. Consideran a todo eso una intromisión sobre decisiones de sujetos que quieren intercambiar bienes, producir, generar dinero.
– En tu investigación recorriste universidades libertarias, hablaste con representantes de think tanks, fuiste a convenciones donde pareciera haber bastante despliegue de dinero. ¿Cómo se financia el mundo liberal libertario?
– Como toda organización, un think tank o un centro de estudios, siempre va a necesitar guita. Eso es inevitable. Si no tenés financiación cómo haces para pagar la luz, cómo contratás un docente o das una beca. Hay una característica en el mundo libertario y es que ellos se resisten a aceptar dinero público en general. Esto no quiere decir que siempre se cumpla. Hay investigaciones norteamericanas que comprueban que algunas organizaciones libertarias sí recibieron fondos federales del gobierno de Estados Unidos. Ese tipo de investigación existe allá. Pero en general lo que dicen los libertarios es que no quieren fondos públicos. Entonces para ellos el vínculo natural es con el mundo de las empresas. Es con empresarios y tienen suerte, porque hay algunos millonarios que son profundamente libertarios. Los hermanos Koch por ejemplo. Uno de ellos fue candidato a vicepresidente de un partido libertario norteamericano, no tuvo suerte pero bueno, lo intentó. Ellos suelen hacer aportes. En Estados Unidos básicamente está muy regulado esto y hay acceso a información pública. Eso está bastante transparentado. Aunque no quiere decir que sea lo único porque también hay muchos aportes que no se revelan. Cuando yo estuve hablando con Atlas Network y con otras fundaciones y quería saber esto me decían que había una parte que no se podía contar para seguridad de los donantes. El anonimato los protege.
Hay una característica en el mundo libertario y es que ellos se resisten a aceptar dinero público en general. Esto no quiere decir que siempre se cumpla.
– Contás que Milei llega algo grande a esta corriente liberal libertaria, a diferencia de las nuevas generaciones que van teniendo formación y recorrido por think tanks, ONGs, universidades. ¿Cómo es que, para usar sus términos, “abraza” estas ideas?
– Sí, convengamos que es una persona de 50 y pico de años y que recién se encuentra con estos textos cuando ya trabajaba en la Corporación América. Alguien, según ha contado, le acerca un texto de (Murray) Rothbard, le dice “te va a gustar” y se lo da a leer. Él, con esa tendencia al fanatismo que parece tener, enloquece y empieza a averiguar dónde puede conseguir más material. Y ahí le pasan el dato de una librería muy chiquita en Buenos Aires, en Salguero al 1800. Milei se hace una escapada a la librería, habla con la esposa del dueño Rodolfo Distel, que también es un ex empresario, un editor, un distribuidor de libros. Distel le recomienda un par de libros y en ese momento arranca esa cosa que contó Milei varias veces, esto de “hice la cuenta de cuánta plata necesitaba para llegar a fin de mes, comprar la comida de los perros, y sobrevivir con lo mínimo para comprar la mayor cantidad de libros posibles”. Desde entonces el vínculo entre Milei y Distel no se interrumpió. Distel es un personaje clave y no solo es el librero que le provee sus primeras lecturas y lo ayuda en la formación libertaria. Hay que tener en cuenta que en ese momento Milei no había tenido acceso a esa formación porque la escuela austríaca no era el mainstream y para los académicos de economía en Argentina esa corriente no tenía relevancia. La consideraban perimida, pasada de moda, sin grandes actualizaciones. No la consideran seria. Entonces Milei no había tenido acceso a eso hasta que Distel es el que lo mete de cabeza. Con el tiempo es también la persona que lo toma de la mano y lo lleva por el caminito de las fundaciones. Eso significa que Milei empezó de grande a conocer ese mundo, empezó a dar conferencias, a dar charlas, a tener otro roce, a participar de discusiones políticas, a conocer pares de ese universo. Esto para mí es súper interesante, porque, más allá de lo que se dice acerca de la formación de estos personajes, la cultura letrada tiene un lugar clave. Los libros son importantes para este mundo. Los libros y las traducciones de los textos que consideran fundamentales. Bueno, Distel hizo eso. (Alberto) Benegas Lynch padre hizo eso al fundar y sostener el Centro de Estudios sobre la Libertad.
Javier Milei junto a Kevin Roberts, titular de Fundación Herigate, una organización ultraconservadora de los Estados Unidos. IG Javier Milei
– ¿Y cómo ven los, digamos, “libertarios de siempre” a este nuevo jugador que termina convirtiéndose en presidente levantando sus banderas?
– Es muy curioso. Porque él es un verdadero outsider, él estaba afuera de estos circuitos. De hecho algunas de estas personas que transitan este mundo hace 50 años a Milei lo conocieron hace un año. Por ahí habían intercambiado unos mensajes o hubo gestiones, pero cara a cara tal vez lo vieron recién hace un año o dos. Antes no. Es claramente un outsider. Lo que pasa es que ellos lo identifican como aquello que necesitan para romper el cerco y pasar a lo mainstream y él se fanatiza con eso. También hay, como siempre, una cuota de azar. Porque él no es el mesías que estaban esperando, había un montón de otros cuadros que estaban formándose para cuando llegara el momento. Gente que se pasó la vida estudiando o dando vueltas en fundaciones y nunca logró escalar de un grupo pequeño. (José Luis) Espert, por ejemplo, hasta que se reveló lo de Fred Machado y cayó en desgracia, es uno de los que venía preparándose y no sucedió. Milei, en cambio, entró por la puerta y la pegó. Tenía la estrella. Me acuerdo de haberle preguntado a varios cómo conocieron a Milei y si en ese momento imaginaban que podía ser presidente. Y varios me dijeron: “Sí, lo vi y dije ‘es éste’”. Como que algo había ahí que identificaron. Para ellos Milei era alguien que podía hablar un idioma que en ese momento no hablaba ninguno de ellos y que podía sintonizar con un clima social que existía. Un clima social que él percibía y los demás no.
– Para investigar viajaste a Estados Unidos, y además de hablar con los pioneros argentinos, hablaste con liberales brasileños y con representantes del libertarismo, en un sentido amplio, de toda la región. ¿La llegada de Milei a la presidencia los entusiasma? ¿Ven en él un primer paso para que haya otros gobiernos similares en sus países?
– A varios los noté como prendiendo velitas en principio para que el proyecto de Milei funcione. Porque es cierto que hay algo de la excepcionalidad de Milei que es difícil de explicar. Por un lado, ellos saben que es imposible de replicar su figura pero, a la vez, el hecho de que Milei se sostenga hablando en términos libertarios representa un faro para ellos. Porque ilumina un camino. Porque demuestra que es posible. Porque se sostiene en el tiempo, que eso no es menor. Así que más allá de los avatares puntuales, hay algo de esperanza cifrada en esto. Ahora está, por ejemplo, Alex Kaiser, el chileno. El hermano fundó el partido libertario en Chile. Su hermana tiene una fundación, él mismo tiene una fundación, y además es un gran vocero del libertarismo, un cuadro nacido y criado en las Fundaciones. Él va y viene todo el tiempo a Argentina porque tiene también que ver con la Fundación Faro, la que preside (Agustín) Laje en los papeles, y es un intelectual en el campo. De a poco esto provoca diálogos transnacionales, él se viene acá y se junta con gente y tiene vínculo con la Fundación Libertad y Progreso, han hecho eventos en UCEMA. Y estos encuentros son como una especie de actualización doctrinaria. Hace relativamente poco vino Kaiser a Buenos Aires y participó de una reunión muy chiquita en la que éramos unas quince personas. Lo escuchabas y te dabas cuenta de que Kaiser lo que estaba haciendo evidentemente era bajar una línea de su libro nuevo, Parásitos mentales. Empezó con esto de unos estudios que encontró que dicen que las personas de la izquierda son infelices, que las mujeres progresistas la pasan re mal y las conservadoras la pasan bomba cuando luchan contra el mundo. Empecé a sospechar que en poco tiempo la conversación pública iba a ir por ahí. Y efectivamente ocurrió: pasaron dos meses y escuché a Milei decir que los parásitos mentales son tal cosa. Pasaron dos semanas más y Caputo arrancó con ese asunto. Empieza a verse algo ahí de construcción regional. Entonces hay algo de las narrativas que se van probando, que se van construyendo, que se van compartiendo. Porque esto también tienen los mundos libertarios: que colaboran mucho uno con otro. Un think tank se dio cuenta de que la pegó recontra pegó con algo, una narrativa, un paper, un proceso de lobby, una formación de cuadros y no va a tardar mucho en compartirlo con otros.
AL/MG
Sobre la autora
Soledad Vallejos nació en Buenos Aires en 1974. Licenciada en Comunicación por la Universidad de Buenos Aires, productora y directora de radio y TV por el ISER, es periodista y guionista. Realiza investigaciones y desarrollos en proyectos audiovisuales y podcasts. Fue becaria del International Visitor Leadership Program (IVLP), del Departamento de Estado de los Estados Unidos.
Vallejos trabajó en el diario Página/12 como editora de Sociedad, además de redactora y subeditora del suplemento Las 12; colaboró en revistas nacionales e internacionales y fue docente de periodismo. Su investigación La rara. Una biografía de Silvina Ocampo (2009) fue becada por el Fondo Nacional de las Artes. Participó de compilaciones como Cielo dandi. Escrituras y poéticas de estilo en América Latina y de la revista Artefacto. Es autora de una serie de biografías de escritoras (George Sand, 2001; Colette, 2002; Virginia Woolf, 2003) y ha publicado los libros Trimarco. La mujer que lucha por todas las mujeres(2013); Vida de ricos. Costumbres y manías de argentinos con dinero (2014); Olivos. Historia secreta de la quinta presidencial (2017)y Amalita. La biografía (en coautoría con Marina Abiuso, 2013; reeditado en 2025).