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OPINIÓN

Audacia ganadora: ¿Qué nos dice el voto de los judíos a Mamdani?

CELS
Zohran Mamdani celebra la victoria en la fiesta de seguimiento de resultados electorales en el Brooklyn Paramount el 4 de noviembre de 2025 en Brooklyn, Nueva York.

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El triunfo de Zohran Mamdani muestra que tres supuestos núcleos duros de la política actual –el ajuste neo-liberal, el occidentalismo islamófobo y el alineamiento absoluto con Israel– son más movibles de lo que se suele suponer. Mamdani ganó centralmente con una agenda social concreta y fuerte, que expresa un programa redistributivo a contramano de las tendencias del neoliberalismo actual. El hecho de que haya contado con el apoyo de amplios sectores judíos, habiéndose declarado antisionista y denunciando el genocidio en Gaza, habla de cómo se van reposicionando las diferentes generaciones y corrientes ideológicas en un momento en el que el vínculo de los judíos del mundo con Israel está en transformación. Además, Mamdani es un musulmán que gana la alcaldía de Nueva York 24 años después del muro político islamófobo que impuso la política estadounidense tras el atentado a las Torres Gemelas. 

El peso que Israel y Gaza tienen en las políticas locales se magnifica en Nueva York, que tiene una enorme población árabe y concentra la mayor colectividad judía fuera de Israel. Diferentes análisis se han centrado en el voto de los judíos, ya que los posicionamientos respecto de Israel fueron un eje de la campaña. Se estima que más de un 30% de los judíos neoyorkinos votó a Mamdani, mientras que la gran mayoría votó a Andrew Cuomo, el candidato de centro que cuando perdió la interna demócrata decidió presentarse por su cuenta. Los analistas distinguen tres tipos de “voto judío”, siempre a partir de encuestas o analizando las mesas electorales según la zona o por la concentración de apellidos de origen judío: 1) el establishment y los sectores ortodoxos que apoyaron fuertemente a Cuomo; 2) los judíos progresistas, seculares, reformistas y/o antisionistas, que fueron una parte fundamental de la coalición ganadora de Mamdani y 3) sectores demócratas liberales que se dividieron entre Cuomo y Mamdani, entre los que se destacaron numerosas figuras sionistas que apoyaron públicamente a Mamdani, más allá de su abierto antisionismo.

Si se analiza “la geografía del voto judío”, se ve que mientras que en los barrios que concentran a las comunidades ortodoxas, Cuomo excedió al 80% de los votos, en los barrios que tienen mucha población judía progresista, Mamdani superó el 70. Esto, indirectamente, habla de una polarización entre comunidades judías respecto de su relación con Israel. El corte generacional también es decisivo: en 2024 entre los más jóvenes se registraba “un 80% de rechazo a la acción militar de Israel en Gaza”. 

  1)Mamdani pudo anudar una agenda local social fuerte con la solidaridad con Palestina

Mamdani ganó fundamentalmente con lo que llaman “agenda socialista doméstica” con medidas de salario, transporte, impuestos, vivienda, alimentos y cuidados, que conecta directamente con los problemas más urgentes de una base social heterogénea. Esa agenda se vio fortalecida con la posición antisionista de Mamdani, su solidaridad con Palestina y la denuncia del genocidio en Gaza.  

Primero algunos indicaban que Mamdani ganó “a pesar de su antisionismo”, pero cada vez más los análisis muestran que el posicionamiento sobre Israel contribuyó a ampliar su base de votantes, incluso por parte de muchos judíos. En otras palabras: la audacia y la consistencia entre su agenda social local y su posición política global fue una fortaleza de su plataforma y no un obstáculo. Logró expresar que la solidaridad con los palestinos es inescindible de una agenda de justicia social igualitaria. En esa integralidad, fundada en la universalidad de los derechos humanos, no quedó espacio para un progresismo selectivo que abrazara la agenda social y a la vez excluyera posicionarse sobre Gaza.  

2) Mamdani ganó una parte importante del apoyo judío sin diluir sus posiciones sobre Israel

Un dato que puede sorprender es que muchos liberales-sionistas hayan apoyado públicamente a Mamdani, algunos de ellos referentes del Partido Demócrata. Es el caso de Brad Lander, funcionario demócrata destacado; Jerrold Nadler, congresista demócrata; Micah Lasher, asambleísta; la senadora demócrata Liz Krueger y Victor Kovner, uno de los fundadores de J. Street, la organización sionista liberal más fuerte. Como dijo el periodista Peter Beinart: “El carácter cada vez más derechista tanto del gobierno de Israel como del establishment pro-israelí en EE.UU. no solo está llevando a más estadounidenses a cuestionar el sionismo, sino que también está llevando a algunos sionistas a dejar de hacer del sionismo un límite para su apoyo político”. 

En un nivel comunitario más amplio, Mamdani conversó y escuchó a grupos judíos más que cualquiera de los otros candidatos. A partir de esos acercamientos a espacios comunitarios judíos, Mamdani aumentó su compromiso con la lucha contra el antisemitismo, señalándolo como un problema de creciente importancia y se comprometió a aumentar en un 800% el presupuesto para esa causa.

Consiguió la confianza y el apoyo de parte de ese sector, pero no diluyó sus ideas para acomodarlo. Lo novedoso es que el apoyo de una parte de judíos liberales fue posible sin que Mamdani cediera en su núcleo ideológico. Este es, justamente, uno de los desplazamientos que mayores alarmas generó en la prensa de Israel.    

Mamdani reconoció reiteradamente el “derecho a existir de Israel”, pero se negó a avalar su carácter de “Estado judío” si eso implica jerarquías basadas en la religión o la etnia. Sostuvo la posición de defender la existencia de un estado de Israel con plena igualdad de derechos para todos sus ciudadanos. Según Beinart: “Él presenta sus posturas sobre Israel-Palestina -que son radicales en el contexto de la política estadounidense- en términos liberales y universalistas, enmarcado en el lenguaje de la igualdad ante la ley”.

3) Mamdani desactivó la idea de que su antisionismo es una forma de antisemitismo

Mamdani define su antisionismo de un modo particular: rechaza la jerarquía etno-nacionalista de Israel y reclama igualdad de derechos, pero se diferencia de las posiciones que postulan eliminación de Israel o la expulsión de israelíes. Cuestiona el carácter etno-estatal, sin negar la legitimidad y derecho a la existencia del estado de Israel. Y por supuesto diferencia esta posición de cualquier forma de rechazo u odio a los judíos. 

Para algunos, su posición sobre Israel es imposible, ya que consideran que negar el carácter identitario del estado implica negar su legitimidad de origen. Sin embargo, muchos judíos, incluso numerosos sionistas, aceptaron la posición como genuina y pudieron apoyarlo sin sentir que respaldaban posiciones amenazantes. 

El hecho de que Mamdani se declare anti-sionista y denuncie el genocidio detonó la reacción de las organizaciones judías tradicionales, de sus adversarios y de Trump, que lo presentaron como un antisemita, comunista y yihadista, una amenaza a Israel y a los judíos en general, a quienes alientan a abandonar la ciudad. Ese intento de pánico prendió en los barrios con mayor concentración de grupos ortodoxos y también en algunas de las zonas más ricas de Nueva York.   

Sin embargo, Mamdani logró en gran medida desactivar la acusación de que su antisionismo equivale a antisemitismo. El apoyo que recibió de muchas organizaciones, sinagogas, activistas y grupos de base judíos fueron claves. Mamdani revirtió la acusación sin desmarcarse de sus posiciones y acciones, sino explicando su militancia en términos de derechos e igualdad. También mostró cómo se utilizan contra los musulmanes formas de discriminación típicas del antisemitismo, poniendo en primer plano los mecanismos de discriminación por sobre los esencialismos. 

4) Notas para Argentina

Resulta imposible evitar el contraste con Argentina. Podemos extraer diferentes mensajes del voto de los judíos a Mamdani para la política local. Desde ya, nos habla de las diferencias ideológicas entre judíos y de cómo va fluctuando el modo en que se vinculan con Israel, donde el alineamiento es cada vez menos una derivación de lo identitario. Pero estos desplazamientos no solo nos hablan a o de los judíos, sino del alcance de la persuasión de una propuesta consistente y audaz. Nos habla también del coraje de avanzar con una agenda social fuerte, un programa de necesidades básicas que no debería sonar tan radical, pero que en este momento del mundo lo es, porque reivindica la justicia social e implica redistribuir. Muestra la potencia que tiene comprender la dimensión internacional no como un diagnóstico global paralizante que limita la acción local, sino como la conciencia de las injerencias cruzadas entre lo externo y lo interno que esclarece la perspectiva igualitarista en los dos niveles. En definitiva, la lección de Nueva York es que no solo es posible interpelar a las mayorías con una agenda de necesidades urgentes y atravesar los debates políticamente más complejos con consistencia, sino que esa audacia puede ser ganadora.  

*La autora es Directora del área de Investigación del CELS

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