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El lobby

Benefactores sociales, ladrones de campos y señores tecnofeudales

Los propietarios del capital tradicional se convirtieron en vasallos de una nueva clase de señor feudal.

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¿Puede ser un “benefactor social” alguien que se enriquece vertiginosamente mientras el resto de la sociedad se empobrece? ¿Cuánto de mercado y cuánto de libre tiene la plataforma de e-commerce que anunció esta semana una modesta inversión de U$S75 millones en el país donde nació, mientras apuesta U$S4.000 millones a Brasil y otros U$S2.400 millones a México? ¿Cobra caro o barato Marcos Galperin por los servicios de su góndola virtual, su banco virtual, su financiera virtual y su servicio de envíos? ¿Florecerán en la Argentina de Javier Milei otros unicornios como MercadoLibre o lo impedirá la propia compañía con sus maniobras monopólicas? ¿Siguen siendo capitalistas los dueños del capital en la nube o se comportan más bien como señores tecnofeudales rentistas, como sugiere en su último libro el griego Yanis Varoufakis?

Son algunas preguntas que dejó una semana de fricción entre el Gobierno y el establishment, que arrancó con las chicanas del Presidente a la Unión Industrial y cerró con su arenga a los brokers en Mendoza, cruzada por el tenebroso episodio de la carta bomba a la Sociedad Rural y el posterior manoseo oficial del atentado, que sembró más dudas sobre su origen. Cuestiones mucho más actuales que el vetusto clivaje que procuró reeditar Milei ante los industriales, a los que acusó de “robarle al campo”. 

El debate sobre MercadoLibre atraviesa a la política, la economía y la sociedad a la vez. Igual que la guerra abierta entre Brasil y Elon Musk, el dueño de Twitter y StarLink que volvió a cruzarse piropos con Milei mientras reculaba ante Lula y el juez supremo Alexandre de Moraes. Es una discusión mucho más amplia que la desatada sobre los subsidios estatales que embolsó gracias al Régimen de Economía del Conocimiento, que la propia firma estimó ante la Securities and Exchange Comission (SEC) en U$S79 millones en 2022 y U$S103 millones en 2023. Y mucho más profunda que la polémica por los malos modales de su CEO en las redes sociales o la militancia ultraderechista que también comparte con Musk.

Es cierto que el Estado ―el enemigo que comparten Milei y Galperin― viene favoreciendo al magnate cada año con exenciones de impuestos y cargas sociales que superan el anuncio de inversión que acaba de hacer. También que cuando Alberto Abad intentó revertir esos privilegios en 2017 ―porque la empresa no desarrollaba software para terceros sino para sí misma, y eso la dejaba afuera del Régimen― terminó eyectado de la AFIP por Mauricio Macri. 

Otra cuenta incómoda es la que sacan los radicales: las subvenciones de 2023 a MercadoLibre superan el presupuesto asignado el año pasado a gastos de funcionamiento de todas las universidades públicas nacionales, donde encima se formó el 59% de los 12.948 empleados que tiene en Argentina. Y un detalle más, que pasó inadvertido: el nuevo centro de distribución que proyecta el zar del e-commerce es otra cortesía del Estado. Por la concesión de las tierras, en 2020, su socio Eduardo Bastitta (dueño de Plaza Logística y miembro del Comité de Asesores de Milei) le pagaba al Mercado Central apenas $2,70 por metro cuadrado por mes.

Pero que empresarios argentinos se aprovechen del Estado, como denunció el propio Milei en la UIA, tiene poco de novedoso. Sí lo es que uno de ellos pueda aprovecharse de todos los demás. Es lo que plantea como hipótesis Varoufakis en Tecnofeudalismo, el libro que acaba de publicar acá Planeta. “El poder real ya no lo ostentan los propietarios del capital tradicional, es decir, la maquinaria, los edificios, las redes ferroviarias y telefónicas, los robots industriales. Éstos siguen extrayendo ganancias de los trabajadores, de la mano de obra asalariada, pero ya no mandan como antes. Se convirtieron en vasallos de una nueva clase de señor feudal, los propietarios del capital en la nube”. 

Toma todo

¿Qué es el capital en la nube? “Software inteligente, granjas de servidores, torres de telefonía móvil, miles de kilómetros de fibra óptica. Y sin embargo, todo eso carecería de valor sin ‘contenidos’ (…): lo más valioso son las historias publicadas en Facebook, los videos subidos a TikTok y YouTube, las fotos en Instagram, los chistes e insultos en X, las reseñas en Amazon (o MercadoLibre) o incluso nuestros desplazamientos, que permiten a los teléfonos avisar a Google Maps del último atasco de tráfico”. Sigue Varoufakis: “Al proporcionar estas historias, videos, fotos, chistes y movimientos, somos nosotros quienes producimos y reproducimos ―al margen de cualquier mercado― el stock de capital en la nube”

Ese trabajo gratuito con el que millones de personas contribuimos diariamente al enriquecimiento de un puñado de tecnomagnates también se concentra cada vez más entre ellos. El propio Galperin ―agregan investigadores a la vanguardia mundial de estos estudios, como Cecilia Rikap― es vasallo de otro señor más poderoso: Jeff Bezos, en cuya plataforma (Amazon Web Services) eligió basar su tecnofeudo latinoamericano. De ahí la relación simbiótica entre las dos plataformas, que en algunos países compiten y en otros no. Una relación que se parece poco a la competencia entre capitalistas innovadores o “benefactores sociales”, como los definió Adam Smith en el siglo XVIII. 

Pero lo más relevante es cómo, gracias a su posición dominante local, MercadoLibre impone sus condiciones aguas abajo. A los usuarios de billeteras electrónicas bancarias, hasta hace poco, no les permitía usar su QR para pagar con sus tarjetas. A quienes venden ropa les cobra una comisión de entre el 14 y el 16%, que todos trasladan al consumidor pero ninguno explicita para no enfrentársele. Sobre los productos que no superan los $10.000, agrega una comisión fija que suele desalentar al cliente. 

También subió exponencialmente el precio al que cobra los envíos sin que eso haya implicado una mejora en lo que paga a quienes los hacen. A eso se suman prácticas abiertamente ilegales como las ‘ventas atadas’ (el que vende por MercadoLibre tiene que cobrar por MercadoPago y fletar la mercadería por MercadoEnvío), el self preferencing (la oferta de sustitutos ‘marca propia’ del producto buscado) y los actos exclusorios, todos prohibidos por la Ley de Defensa de la Competencia. 

La forma en que los magnates del siglo XXI expropian el capital de los demás, como se ve, es mucho más compleja que la contabilidad creativa a la que apelan para no pagar impuestos. El propio Galperin, por ejemplo, incrementó su fortuna de U$S 1.600 millones en 2018 a U$S8.100 millones hoy, según Forbes. ¿Qué hubo en el medio? La pandemia, que multiplicó el valor de todas las big tech y sobre todo de las plataformas de envíos, que se volvieron esenciales mientras la economía global colapsaba. ¿Cuánto ahorró el fundador de MercadoLibre por haberse radicado en Uruguay? Al menos la diferencia entre el 0,5% anual que se cobra allá de Impuesto al Patrimonio y el 1,5% de Bienes Personales acá. Si bien buena parte de su riqueza está exenta porque son bonos y acciones, si pagara por el total serían más de U$S80 millones anuales. Un monto parecido al que el fisco argentino le cede por los subsidios a la Economía del Conocimiento. 

Su billetera electrónica le abrió un mundo nuevo. Según los propios balances que presentó a la SEC, pasó de aportar un tercio de las ganancias de la compañía en 2020 a casi la mitad en 2023. Como Uber o Rappi, arrancó violando abiertamente las regulaciones estatales. Después las fue moldeando a puro lobby y con la misma prepotencia con la que escribe en Twitter. Tal como se reveló en esta columna la semana pasada, una demanda colectiva auspiciada por la Asociación de Usuarios y Consumidores (ADDUC) procura que MercadoPago les devuelva millones de pesos cobrados en exceso a sus usuarios. Apunta específicamente al 8,99% más IVA que cobra por transferir dinero a un tercero desde una tarjeta de crédito. 

Pedo de buzo

La economía real, mientras tanto, desafía el triunfalismo que pretenden contagiar Caputo y Milei a caballo de la baja del dólar paralelo y la compresión de la brecha con el oficial. Las señales de reactivación que mostró julio (producción de autos, de acero, índice Construya e Índice de Confianza del Consumidor) se revirtieron en agosto. La recaudación del mes que acaba de terminar cayó un 13,7% interanual descontada la inflación, lo cual dibuja un gigantesco signo de interrogación respecto del fin del impuesto PAIS en diciembre. No hay rebote en “V” ni “pedo de buzo”. 

La inflación misma parece volver a empinarse, pese a que el desplome de la actividad y especialmente del consumo la mantienen a raya. La consultora Equilibra midió 1,2% en la primera semana de septiembre, la mayor en cuatro semanas. Otra que releva precios semanalmente, LCG, contabilizó 0,6% de suba de alimentos y bebidas pero aclaró que sin carne ni leche (que bajaron), el número habría sido 1,6%. El gigante Arcor aprovechó para remarcar 9% en galletitas, 15% en mermeladas y 3% en chocolates y golosinas. Todos aumentos por encima del 2% que, en el caso de los salarios, la Secretaría de Trabajo ya avisó que dejará de homologar desde octubre, incluso aunque lo pacten libremente cámaras y sindicatos.   

El capital en la nube y las plataformas que reemplazan a los mercados, concluye Varoufakis sobre el final de su Tecnofeudalismo, son una amenaza para el propio capitalismo y abren interrogantes existenciales para nuestras sociedades. Pero también encierran una potencia emancipatoria. Para entenderla alcanza con pensar cómo ayudaría su tecnología en manos de la comunidad, de ONGs o incluso de un Estado más eficiente. Qué pasaría con el poder oligopólico de Arcor para fijar precios, por ejemplo, si se combinara la producción pública de alimentos sin marca (que este año impulsó en Rosario la bancada de Ciudad Futura) y su preventa masiva a través de una plataforma sin fines de lucro que también sirva para comprar en cualquier negocio. O cuánto menos costaría moverse si, en vez de legalizar Uber, el Estado abriera un sitio sin costo para que conductores registrados pujen en una subasta por llevar pasajeros que lo pidan. Éxitos recientes como la app de taxis de Aeroparque y la Cuenta DNI bonaerense están ahí, como contraargumento para el pesimismo. 

AB/DTC

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