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Una cena sencilla y regalos de segunda mano: cómo se organizan las familias trabajadoras para celebrar la Navidad

La Villa 31, la semana previa a Navidad. Archivo

Delfina Torres Cabreros

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“Yo trabajo acá hace años y no sabés lo que eran otras navidades: fila hasta la puerta tenía, cola en los probadores”, dice Daniela, que atiende un local de ropa femenina sobre la avenida Córdoba. Adentro, una sola clienta revisa los percheros y al llegar a la caja se demora varios minutos evaluando las distintas posibilidades de financiación. Termina por pagar algunas prendas con una tarjeta y una segunda tanda con otra.

Según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), las ventas “vienen lentas”. “La gente tiene problemas de poder adquisitivo y las cosas aumentaron mucho de un año a otro. Esperamos que estos días que quedan, hasta el mismo sábado, pueda haber un impulso que equipare un poco la balanza, pero viene complicado”, dijeron a elDiarioAR. Para la central empresaria, además de por esos factores de base, las compras se retrasaron por el Mundial de fútbol, que ocupó gran parte del tiempo libre que las personas podrían haber invertido en salir de shopping, sobre todo el fin de semana último, cuando se jugó la final. Además, se sumó el feriado extraordinario del martes para recibir a la Selección Nacional. 

La escalada del precio de los alimentos complica a las familias más humildes, que planifican una mesa “sencilla y familiar”. Así será en la casa de Betzabé, que es peruana y llegó a la Argentina hace 12 años con su familia. Es empleada de casas particulares y vive en la villa Fraga de Chacarita con su marido y sus tres hijos, de 19, 13 y 11 años. “La gente ahora yo veo que no tiene esa emoción de años anteriores, de poder festejar la Navidad, el año nuevo. La situación económica está muy difícil”, dice.

“Ahora lo que sí se ve muchísimo es que hay muchas ferias de ropa usada. Acá en Chacarita, en la plaza Los Andes, casi nunca se hizo una feria de ropa usada y este año sí, así que mucha gente que va y compra ahí”, cuenta. Faltan dos días para la Nochebuena y ella anticipa que comprará alguna “cosita” para cada uno de sus hijos, pero que lo dejará para último momento. Antes usará el dinero que tiene para garantizar la comida y lo más elemental. “Gracias a Dios ellos entienden y no son tan exigentes. Lo que primero piensan es en estar juntos y que estemos bien de salud. De regalo, lo que se pueda; lo que alcance”, concluye.  

Mirelli Blanco tiene tres hijos y vive junto a su familia ampliada en una casa en Carcova, un barrio popular de San Isidro. Es parte de la organización Barrios de Pie y, entre otros trabajos, se dedica a comprar y vender bolsones de verdura y maples de huevos en el  barrio. ¿Cómo se organizan para las Fiestas? “Ahorrando lo poquito que se puede, comprando todo lo más barato posible”, dice, y agrega que se “ganó” bastante mercadería marchando en las calles, por lo que los comedores del barrio recibieron productos que repartieron entre las familias que concurren y sus trabajadores. Esa es una de las claves, asegura: colaborar entre familiares y compañeros del barrios, unir esfuerzos. 

Para los regalos, Mirelli dice que lo más barato es ir a La Salada o “comprar de segunda”. “Gracias a Dios los chicos míos no son muy pretenciosos. Quieren algo simple, pasar lindo el momento juntos y agradecer que hay salud ,que hay para comer que hay trabajo, dentro de todo”. Para el año, espera que las cosas mejoren. 

Julia Careaga trabaja en la Cooperativa La Juanita, en Gregorio de Laferrere, donde este año produjeron casi 30.000 pan dulces. Con la receta de Maru Botana y un packaging diseñado por artistas reconocidos, la organización vende pan dulces a $3.000 a grandes empresas y bancos –que vuelvan esas compras a regalos con “impacto social”–  y con eso “subsidia” el precio con el que sale a la venta en el barrio. “Lo bajamos a los vecinos del barrio a $900 y la gente lo está esperando hace días, preguntando para cuándo los pan dulces”, cuenta. En panaderías, supermercados y comercios barriales, los precios se disparan. 

Según el relevamiento realizado por el Isepci en los negocios de cercanía del conurbano bonaerense, una cena navideña compuesta de 22 productos para una familia de dos adultos y dos hijos menores este año cuesta como mínimo $6.785 si optan por comer un pollo y $8.060 si cambian el menú principal por tira de asado. Un año atrás, esos mismos menúes costaban120% menos.

El informe muestra que los productos de la canasta navideña aumentaron por encima de la canasta básica alimentaria, que se encareció 101% según el Indec y 98,4% según el mismo relevamiento en los barrios. 

Un ejercicio similar realizó la consultora Focus Market, que comparó una opción de menú “económico” para cuatro personas con otra “premium”. La primera incluye un plato principal con lechón, gaseosa, vino y ensalada de papa y huevo; un kilo y medio de helado como postre; una mesa dulce con pan dulce, budín, garrapiñadas y turrón; y un brindis con ananá fizz y sidra. Tiene un valor de $12.365, 120% más caro que un año atrás. El menú “premium” –que incluye peceto y confituras de mejor calidad– se ubica en los $35.401, lo que refleja un aumentó de 85,3%: 35 puntos porcentuales menos que la opción más económica. 

Esta “brecha de inflación” entre los productos populares y los premium contribuye, además, a acrecentar la paradoja del consumo en el contexto inflacionario actual: hay un universo de argentinos de los segmentos más acomodados que agota las reservas en lugares de top y hace fila para comprar pan dulce en panaderías de renombre, y otro que hace malabares para poner algo que alcance sobre la mesa. 

DT

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