Según el diccionario argentino de modismos, el canuto es “algo muy único que se tiene escondido para el momento adecuado, muchas veces para no compartirlo y disfrutarlo solo”. Pero el ministro de Economía, Luis Caputo, decidió salir a buscarlos: “Queremos que la gente esté más proclive a sacar y gastar los dólares que tiene en el colchón y en cajas de seguridad. Hoy no lo hacen porque les rompen los cocos”, dijo este lunes durante una entrevista en La Casa streaming.
Detrás de esa frase, se esconde mucho más que una humorada. Caputo anticipó que el Ministerio de Economía, el Banco Central y la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA, ex AFIP) trabajan en un paquete de medidas para eliminar controles que permitan a la gente mover esos dólares sin dar explicaciones. En términos más técnicos, alcanzar lo que en el Palacio de Hacienda definen como “dolarización endógena”, un proceso en el cual, sin una decisión formal de reemplazar la moneda nacional, el uso del dólar se generaliza en distintas transacciones de la economía —ahorro, precios, contratos y pagos—.
Y no es un asunto menor: en la Argentina, hay U$S271.247 millones que los ahorristas mantienen fuera del sistema formal de acuerdo con el informe trimestral “Balanza de pagos, posición de inversión internacional y deuda externa” del último trimestre de 2024.
En carpeta
Dentro de las alternativas que el Gobierno tiene a mano para tentar a los dueños de esos dólares que duermen en cajas fuertes, colchones y cuentas en el exterior, tiene que ver con flexibilizar el uso de los fondos blanqueados en la etapa 1 del último sinceramiento fiscal. Sin necesidad de pasar por el Congreso, el Ejecutivo podría permitir que esos dólares en efectivo se utilicen antes del 31 de diciembre —hoy se pueden retirar pagando el 5% de penalidad— y para un uso más amplio: desde la compra de inmuebles usados y autos, hasta electrodomésticos o cualquier bien de consumo personal.
Una de las peleas que vienen dando las fintech en Economía es la creación de CVU en dólares para billeteras virtuales. Eso les permitiría ofrecer cuentas remuneradas, y a los clientes poder pagar directamente en esa divisa en los comercios. Sin embargo, esta medida tiene un antecedente poco feliz. El Gobierno habilitó a principios de año la posibilidad de pagar con tarjeta de débito o con QR en dólares en cualquier local, e incluso dispuso que los comercios puedan exhibir los precios en dólares. Pero la medida no funcionó, y desde el sector bancario aseguran que es muy poca la demanda de este servicio.
Otra de las opciones para incentivar el uso de dólares es habilitar y dar beneficios para el pago anticipado de impuestos en esa moneda, e incluso ofrecer planes de regularización de deudas tributarias más blandos si se cancelan en dólares.
Estas medidas podrían encender alarmas en organismos internacionales como el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), que evalúa a 200 países de acuerdo a estándares internacionales en materia de transparencia financiera.
Perú, Uruguay y la “convivencia de monedas”
En la narrativa oficial, Caputo suele señalar a Perú como modelo de éxito de este modelo. En América Latina hay varios casos donde las autoridades decidieron implementar esquemas de tolerancia al uso de dólares para determinadas operaciones, formalizando prácticas que ya ocurrían en la informalidad. Así lo detallan Jorge Carrera, Micaela Fernández Erlauer, Emiliano Libman y Tomás Canosa en un documento sobre el tema del think tank Fundar, que describe las experiencias de Perú y Uruguay como ejemplos de convivencia exitosa de monedas.
El informe explica que en los años 80 y 90, en contextos de altísima inflación o hiperinflación, muchos países de la región permitieron el uso de dólares para algunas transacciones, principalmente financieras, mientras defendían la moneda nacional. Perú logró estabilizar su economía sin dolarizar formalmente como hizo Ecuador en el año 2000.
En cambio, optó por permitir cierto uso del dólar, pero siempre con incentivos claros para que la moneda nacional siguiera ocupando un lugar central. Mantuvo encajes diferenciados, obligó a listar precios en moneda local y limitó el pago de impuestos exclusivamente en soles. Uruguay siguió una lógica similar. En ambos casos, la competencia de monedas se utilizó para fortalecer el peso o el sol, no para desplazarlo.
Lo que intenta Caputo se mueve en otra dirección. Así lo advierte el director de economía de Fundar Guido Zack: “Acá el Gobierno está yendo más allá de lo deseable en este esquema, incentivando el uso de dólares en cualquier tipo de operación, incluso aquellas que no suelen dolarizarse —como el pago en verdulerías o comercios minoristas—.
Impactos
Zack plantea los riesgos de este esquema: “Esto implica que entren dólares a la economía, pero sin haber pagado impuestos, provenientes de actividades que pueden ir desde un freelance informal hasta narcotráfico”. Además, alerta que en un contexto donde se debería remonetizar en pesos, dolarizar informalmente reduce la eficacia de la política monetaria. “Si la mitad de las transacciones se hacen en dólares, el Banco Central solo puede manejar la tasa en pesos, y pierde poder de intervención”, remarca.
El plan Caputo no apunta a dolarizar la economía por ley sino más bien por costumbre. Si el experimento prospera, los dólares del colchón podrían salir a pasear por la calle sin pasar nunca por el banco: una bimonetariedad de hecho, sin ley que la respalde y sin pesos que la disputen.
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