El primer año de gobierno de Javier Milei terminó con un resultado opuesto al que prometía su programa de superávit fiscal y equilibrio macroeconómico: la Argentina volvió a endeudarse con el mundo, ahorró poco y tuvo más salidas que entradas de dólares. Así lo muestra el informe “Ingreso y ahorro nacional” publicado por el Indec, que analiza los principales flujos económicos del país en 2024.
En términos concretos, el país cerró el año con un endeudamiento neto de $5,3 billones con el resto del mundo, mientras que en 2023, bajo la gestión de Alberto Fernández, había registrado un superávit externo de $5,4 billones. Es decir, pasó de prestarle al mundo a pedirle prestado. Esta medición no refleja directamente las reservas del Banco Central sino el balance global entre lo que el país recibió y lo que pagó en su intercambio económico con el exterior.
Entre las causas centrales del giro negativo está la salida récord de ganancias, intereses y otros pagos al extranjero. En 2023, empresas extranjeras, acreedores e inversores se llevaron del país $6 billones. En 2024, ese monto se triplicó y llegó a $17,6 billones. Son utilidades, dividendos, pagos de deuda y otros egresos que no quedaron dentro de la economía nacional.
Esta fuga de ingresos ocurrió en el primer año de un gobierno que promovió la apertura económica, la desregulación y la liberalización de restricciones al giro de utilidades al exterior. El contraste con 2023, cuando regían mayores controles a esos movimientos, fue notorio. El superávit comercial —haber exportado más de lo que se importó— no alcanzó para compensar esas salidas. La balanza comercial fue positiva, pero se licuó entre pagos al exterior y transferencias de ingresos, lo que derivó en nuevo endeudamiento.
El ajuste del gasto público tampoco se tradujo en una mejora del ahorro nacional. El informe muestra que el ahorro nacional bruto fue apenas 16,7% del PBI, una cifra muy similar a la de 2023, que fue de 16,2%. Es decir, la motosierra no generó un colchón interno de ahorro, sino más bien un traslado del esfuerzo a los hogares y empresas.
Esto se refleja también en el consumo: el gasto del Estado cayó de 16,3% a 14,9% del PBI, pero el consumo privado subió de 65,6% a 66,7%, pese a la caída del salario real y la recesión. El sector privado absorbió el ajuste sin ayuda estatal, y sin capacidad de ahorrar más.
La economía argentina cerró 2024 más vulnerable en sus cuentas externas, con menos herramientas de financiamiento genuino y mayor exposición al endeudamiento. El desequilibrio no se corrigió: no se logró retener dólares, ni mejorar el ahorro, ni evitar la necesidad de tomar deuda para cerrar el año.
JJD