Jeffrey Epstein se las fue arreglando con un poco de ayuda de sus amigos. Desde miembros de la realeza británica hasta antiguos empleados de la Casa Blanca, pasando por un inversor de Silicon Valley y hasta por un académico de izquierda, las conexiones y la influencia eran la moneda de cambio para el desaparecido empresario, condenado por abuso sexual y amigo de Donald Trump.
Nadie pareció cuestionarlo por sus horribles crímenes. Si el silencio es complicidad, el desdén que mostraron los círculos de élite en los que se movía Epstein lo dice todo.
Tras ser declarado culpable en 2008 por prostitución de una menor, Epstein mantuvo el contacto con directivos de empresas, periodistas, académicos y políticos, tal y como demuestran los correos electrónicos publicados la semana pasada por el comité de supervisión de la Cámara de Representantes.
Epstein se suicidó en la cárcel en 2019 un mes después de que lo acusaran de trata sexual, una muerte que alimentó innumerables teorías de la conspiración. Pero los documentos publicados no hacen pensar en una siniestra intriga, sino en un sistema de poder que opera a la luz del día, indiferente a las condenas o consecuencias.
Epstein no tenía ningún incentivo social para cambiar de comportamiento y seguía siendo bienvenido en la alta sociedad. En vez de condenarlo al ostracismo como delincuente sexual, lo normalizaron
Los breves y entrecortados correos electrónicos de Epstein cubren un período que abarca de 2009 a 2019. Plagados de errores gramaticales y de faltas de ortografía, no aportan pruebas que impliquen a sus contactos, entre los que figuraba Donald Trump en ninguna actividad delictiva. Pero son la evidencia del apoyo que le prestaron algunos conocidos durante sus problemas judiciales, así como de la manera en que otros se acercaban para pedirle consejo sobre todo tipo de materias, desde el precio del petróleo hasta cómo comportarse en las citas.
El tono bromista y frívolo de los mensajes sugiere que Epstein no tenía ningún incentivo social para cambiar de comportamiento y seguía siendo bienvenido en la alta sociedad. En vez de condenarlo al ostracismo como delincuente sexual, lo normalizaron.
De Bannon a una asesora de Obama
En varios mensajes de 2018, Epstein aconsejaba a Steve Bannon sobre la gira política que el aliado de Trump daba ese año por Europa. Bannon había reenviado a Epstein un resumen de noticias donde se decía que los medios alemanes “subestimaban” a Bannon. “Tan peligroso como siempre”, decía Bannon de sí mismo.
“Me encanta”, respondió Epstein. También le dijo que acababa de hablar con “uno de los líderes nacionales” de los que habían hablado y que “habría que trazar un plan estratégico”, lo cual le resultaba “divertido”.
Varios meses después, Epstein escribió un consejo a Bannon: “Si vas a jugar aquí, tendrás que dedicarle tiempo, Europa a distancia no funciona”. “Es factible, pero lleva mucho tiempo”, siguió Epstein en otro correo posterior, “hay muchos líderes de países con los que podemos organizar reuniones individuales”. “Estoy de acuerdo al 100%. ¿Cómo lo hago?”, respondió Bannon.
El físico Lawrence Krauss, sobre el que pesaban acusaciones de acoso sexual, envió un correo a Epstein en el que le pedía asesoramiento sobre la mejor forma de lidiar con una investigación periodística. Tras preguntarle a Krauss si había tenido relaciones sexuales con la persona en cuestión, Epstein recomendó no responder a los medios.
Larry Summers, que fue secretario del Tesoro bajo el mandato de Bill Clinton y más tarde presidente de la Universidad de Harvard, habló con Epstein sobre sus interacciones con una mujer. “Reaccionaste bien”, le respondió Epstein. “Mostrar molestia demuestra que te importa, no quejarte demostró fortaleza”.
En otro correo electrónico, Summers escribió: “Estoy tratando de comprender por qué la élite estadounidense piensa que matar a tu bebé, golpearlo, y abandonarlo, es irrelevante para que te admitan en Harvard, pero si hace 10 años te insinuaste a unas cuantas mujeres no podés trabajar en una cadena de televisión ni en un centro de estudios. NO REPITAS ESTA OPINIÓN”.
“¿Cómo es la vida entre los ricos y los libertinos?”, le preguntaba Summers en otro mensaje. “Cuando nos veamos, intentaré deleitarte con historias de Washington que son supersalvajes”, respondió Epstein.
Summers no era el único demócrata en la órbita de Epstein. Kathryn Ruemmler, exasesora de la Casa Blanca durante la presidencia de Barack Obama, le envió un mensaje en el que calificaba de “asqueroso” a Trump. Una parte de ese mensaje fue censurada, pero Epstein respondió: “En la vida real, y de cerca, es peor”.
En otros correos electrónicos a Ruemmler, Epstein enumeró un torrente de nombres de famosos con los que parecía haberse reunido, a los que había recibido, o con los que había hablado esa semana. Entre esas personas había un embajador, un millonario tecnológico, empresarios extranjeros, académicos y un director de cine. “Sos bienvenida en cualquiera de esos encuentros”, escribió.
En otro mensaje, Ruemmler escribió con desprecio sobre los habitantes de Nueva Jersey mientras hacía planes sobre un viaje por carretera a Nueva York: “Creo que iré en coche, pararé para ir al baño y repostar en un área de servicio de la autopista de Nueva Jersey, observaré a todas las personas allí con 45 kilos de sobrepeso como mínimo, tendré un leve ataque de pánico como resultado de la observación y decidiré que no voy a volver a comer nada más en lo que me queda de vida por miedo a acabar como una de esas personas”.
Los documentos también arrojan dudas sobre la versión oficial que el príncipe Andrés dio sobre su relación con Epstein y con las mujeres que lo demandaron. Un correo electrónico de marzo de 2011 demuestra que la relación de Andrés con Epstein continuó como mínimo cuatro meses después de que el príncipe dijera en público que había terminado. “No puedo soportar más esto”, escribió sobre las acusaciones en un mensaje a Epstein y a Ghislaine Maxwell.
Otro correo electrónico contradice una declaración de Andrés de 2019, cuando durante una entrevista conjeturó que la fotografía en la que él aparecía junto a la demandante Virginia Giuffre podía estar falsificada. “Sí, ella estaba en mi avión y sí, se tomó una foto con Andrés, como muchos de mis empleados”, escribió Epstein.
El periodista Michael Wolff aparece en muchas ocasiones en los documentos. A menudo, como asesor informal de Epstein en lo referido a su relación con Trump. En 2015, Wolff aconsejaba a Epstein que dejara a Trump “ponerse solo en la picota” si durante una aparición en la CNN alguien preguntaba al entonces candidato a la Casa Blanca sobre su relación con Epstein. Cualquier desmentido le generaría “capital político y una valiosa ventaja en relaciones públicas”, escribió Wolff.
Poco antes de las elecciones de 2016, Wolff escribió a Epstein: “Esta semana tenés la oportunidad de dar un paso al frente y hablar de Trump de tal manera que podrías ganarte una gran simpatía y ayudar a acabar con él, ¿te interesa?”.
Influencias en las altas esferas internacionales
Los correos electrónicos demuestran que los contactos de Epstein no se limitaban a intercambios de cortesías. Lo trataban como a un consejero de confianza. Los poderosos solicitaban sus servicios como mediador con criterio en cuestiones de política, escándalos y vida personal.
Epstein incluso trató de influir en política exterior. Antes de la cumbre bilateral de 2018 entre Trump y Vladímir Putin, planteó ayudar al ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, con sus conocimientos sobre el presidente de EE.UU. “Creo que podrías sugerirle a Putin que Lavrov puede obtener información hablando conmigo”, escribió en un correo electrónico a Thorbjørn Jagland, el ex primer ministro noruego que entonces lideraba el Consejo de Europa.
A continuación, Epstein explicó que antes ya había hablado sobre Trump con Vitaly Churkin, embajador de Rusia ante la ONU. “Churkin era genial”, escribió (Churkin falleció en 2017). “Entendió a Trump después de nuestras conversaciones; no es complicado, tiene que parecer que obtiene algo a cambio, así de simple”, abundó.
En enero de 2010, el inversor de capital riesgo especializado en biotecnología Boris Nikolic era uno de los invitados al Foro Económico Mundial de Davos, en Suiza. Epstein le escribió un correo. “¿La estás pasando bien?”, preguntaba. Nikolic respondió que había conocido a su “amigo” Bill Clinton, así como al entonces presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, y a su “otro amigo”, Andrew, “que tiene algunas preguntas sobre Microsoft”.
Luego Nikolic dijo que estaba harto de las reuniones. “Sería genial que estuvieras aquí”, le escribió después a Epstein. También mencionó que había coqueteado con una mujer de 22 años. “Resulta que está con su marido, no tuve oportunidad de averiguar sobre él, pero, como ya dedujimos, todo lo bueno se alquila ;)”.
En un correo electrónico de 2018 al sultán y empresario emiratí Ahmed bin Sulayem, Epstein elogió a Bannon. “Nos hemos hecho amigos, te caerá bien”, le decía. “A Trump no le cae bien”, respondió Sulayem. Un año antes, Sulayem había preguntado a Epstein sobre un evento al que Trump podría asistir. “¿Crees que será posible darle la mano a Trump?”, le preguntó a Epstein. “Llamame para hablarlo”, le contestó.
La lista de socios de Epstein era grande y variada. En 2011, pidió a la publicista Peggy Siegal que se pusiera en contacto con la empresaria de medios Arianna Huffington para hablar sobre “los peligros de las acusaciones falsas” y abrir una investigación sobre la demandante Virginia Giuffre. Siegal calificó la petición de “estúpida”.
Los secretos de la bandeja de entrada de Epstein [perfilan] un mundo donde la riqueza desmedida, el privilegio y la proximidad al poder pueden aislar a las personas de la rendición de cuentas y las consecuencias
En un correo electrónico de 2015, Epstein ofreció al lingüista del MIT y activista Noam Chomsky el uso de sus residencias en Nueva York y Nuevo México. En su conversación también hablaron sobre el derrumbe monetario y sobre la ciencia del comportamiento.
Epstein también mantenía contacto con el inversor de Silicon Valley Peter Thiel, aliado del hoy vicepresidente JD Vance. “Fue divertido, nos vemos en tres semanas”, le escribió Epstein por correo electrónico en 2014. Cuatro años más tarde, preguntó a Thiel si estaba disfrutando de Los Ángeles. Thiel respondió que no se podía quejar y Epstein contestó: “En diciembre vení a visitarme al Caribe”. No está claro si Thiel respondió a ese mensaje.
Los secretos de la bandeja de entrada de Epstein no son los de una conspiración generalizada. El panorama que pintan abre una perspectiva más sombría: un mundo donde la riqueza desmedida, el privilegio y la proximidad al poder pueden aislar a las personas de la rendición de cuentas y las consecuencias. Las reglas del mundo exterior no rigen para los que están dentro del círculo.
“Este es un tipo que, según creo, hizo donaciones enormes a colegios y universidades, entre ellos Harvard y el MIT, y ese tipo de regalos pueden comprarte muchas cosas, además de acceso a diferentes círculos de la élite”, dice Jamie Raskin, el demócrata de más alto rango en el Comité Judicial de la Cámara de Representantes. “La gente querrá saber hasta qué punto toda esta gente comprendía lo que estaba pasando; es posible que las personas con las que interactuó en el MIT o en Harvard no tuvieran el mismo nivel de conocimiento que el príncipe Andrés o que Donald Trump, pero habría que preguntar a todos qué es lo que sabían”.
Traducción de Francisco de Zárate.