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Cine

El argentino Lisandro Alonso fue premiado en el Festival de Gijón

Lisandro Alonso fue homenajeado en el Festival de Gijón

Alejandro Lingenti

17 de noviembre de 2025 14:00 h

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Hace ya un buen rato que se habla de cine argentino en crisis. En relación a lo que se venía produciendo hasta que llegó Javier Milei al gobierno, el diagnóstico es preciso. Hoy es un sector con menos vigor y más incertidumbre que antes. Los resultados de ese abandono ya se insinúan en la magnitud de la presencia argentina en festivales internacionales, que empieza a reducirse y a estar mayormente relacionada con producciones financiadas por plataformas. 

En ese contexto, cobra relevancia el Premio de Honor que el Festival de Cine de Gijón, en su edición número 63, le entregó a Lisandro Alonso. El marco es esa situación indiscutiblemente crítica para el cine argentino generada por las decisiones de Carlos Pirovano, un ex militante de la UCeDé que es especialista en microeconomía, finanzas y planeamiento estratégico y fue colaborador de Patricia Bullrich y Federico Sturzenegger. Hasta que asumió como director del INCAA en 2024, su relación con el cine era desconocida.

El crítico argentino Roger Koza y el cineasta español Albert Serra en el homenaje a Alonso

Los resultados de su gestión hasta ahora no son alentadores, precisamente: una reducción de 550 empleados del Instituto, la pauperización del Festival de Cine de Mar del Plata, que empeoró notablemente su programación, perdió una cantidad sustancial de público y hasta generó la creación de un festival alternativo de cine argentino en la misma ciudad y las mismas fechas como señal de protesta, además de una parálisis en el sector que se niega descaradamente. 

La discusión sobre cómo se debe fomentar el cine nacional es larga y tiene muchos matices. Pero Pirovano debería preguntarse por qué la única persona que asegura que su gestión al frente del INCAA es un éxito es él mismo. Nadie que tenga algún tipo de relación con el cine argentino coincide con una política que tiene como horizonte principal los recortes presupuestarios escondidos detrás de las clásicas fachadas de la “reestructuración” y el “saneamiento”.

El cineasta argentino Lisandro Alonso charla con Albert Serra y Roger Koza en Gijón

Si Pirovano hubiera estado al frente del INCAA en 2001, cuando Lisandro Alonso apareció en el panorama del cine argentino con una película que pronto cumplirá 25 años y este domingo fue proyectada en el coqueto Teatro Jovellanos de Gijón como parte de un cálido y merecido homenaje al director, es probable que La libertad no existiera. Es decir, La libertad no hubiese avanzado. Vaya paradoja... 

El cine de Alonso representa todo aquello que el INCAA actual parece decidido a desterrar: la búsqueda de renovación del lenguaje, la impronta personal por encima del cálculo del éxito a cualquier precio, la producción a una escala que no exige sistemas convencionales, que son adecuados para películas industriales pero complican los proyectos de menor volumen, los que normalmente cosechan premios en el exterior y necesitan del apoyo del Instituto para desarrollarse y conseguir con más sustento el aporte de coproductores internacionales. 

Con la actual política del INCAA, el cine argentino quedará reducido a producir en términos formales lo mismo que ya financian las plataformas de streaming, películas que aspiran fundamentalmente a encontrar un público masivo y no siempre llegan a ese objetivo porque está largamente demostrado que no existe una fórmula para lograrlo. Ninguna cinematografía seria y con prestigio se construye de ese modo.

El ejemplo cercano de Brasil es concluyente: su cine fue ahogado durante la gestión de Jair Bolsonaro con argumentos parecidos a los que suele usar el gobierno de Javier Milei, pero ahora, con un decidido apoyo del Estado, ha ganado el primer Oscar de su historia con Aún estoy aquí, de Walter Salles, también premiada en dos festivales de primer nivel, Cannes y Venecia. El gobierno de Lula ha anunciado una inversión de aproximadamente 300 millones de dólares en el sector audiovisual para este año, mientras que Pirovano anuncia para el 2026 “14 millones de dólares para convocatorias”. La inversión brasileña viene dinamizando la industria del sector a la vez que da aire para financiar proyectos más autorales, ese es el mix al que debería apuntar Argentina.     

Fotograma de "La libertad", de Lisandro Alonso

La crisis del INCAA tiene muchas explicaciones, y su funcionamiento en los últimos años merece un análisis equilibrado para después reformular con seriedad sus políticas. La creación de un sistema que contemple un financiamiento ágil y fluido de proyectos que no necesitan el despliegue de una producción mainstream es importante, por ejemplo. Pero no parece estar dentro de las metas de esta gestión. 

En ese marco, Alonso eligió un camino alternativo: volver a las fuentes después de dos experiencias con producciones “caras” para los cánones de su cine -Jauja y Eureka, las dos con una estrella internacional (Viggo Mortensen) en el reparto- que implicaron también mucho esfuerzo y, sobre todo, demasiado tiempo para tener el financiamiento (entre las dos películas pasaron casi diez años).

El año que viene estrenará, muy posiblemente en Cannes, un festival que siempre le abrió las puertas, La libertad doble, continuación de aquella ópera prima que lo puso en el mapa del cine internacional y fue el despegue de una carrera con más de un hito: fue elegido en su momento como uno de los “cineastas de la década” por la mítica revista francesa Cahiers du Cinema, ganó en Cannes el premio de la asociación de críticos FIPRESCI por Jauja y en Gijón se llevó el premio principal en 2008 por Liverpool y ahora este Premio de Honor en una edición del festival que también lo tiene como jurado de la sección oficial Premiere, competición que reúne a “los grandes maestros del cine contemporáneo”, según definen los organizadores del evento, que empezó el viernes 14 de noviembre y termina el sábado 22.   

En Gijón, las motivaciones para premiarlo quedaron claramente explicitadas a través de un texto que el festival publicó en su web oficial: “El cine es el arte de salir a buscar. Y pocos cineastas han llevado esta premisa tan lejos como Lisandro Alonso. El director argentino ha forjado una de las obras más personales y respetadas del panorama contemporáneo, despojando la narrativa de artificios para encontrar la verdad en la observación, la austeridad y el silencio. Su filmografía, un recorrido áspero y poético por la América profunda, es un acto de resistencia estética que el Festival Internacional de Cine de Gijón/Xixón tiene el gran honor de reconocer con su Premio de Honor”. 

El último domingo, Alonso protagonizó dos conversaciones públicas con el cineasta catalán Albert Serra, otro director de gran prestigio internacional que en 2024 se llevó el premio más importante del Festival San Sebastián por su magnífico documental Tardes de soledad, y el crítico argentino Roger Koza. Una fue después de la proyección de La libertad en el Jovellanos, que terminó con un cerrado aplauso del público, y la otra en el bar/librería Toma 3, epicentro de eventos culturales en Gijón. 

En las dos habló, entre otros temas, de las razones por las cuales decidió filmar su próxima película con el mismo equipo reducido que participó del rodaje de su primer largo en apenas una semana y con un costo que no supera los 300 mil dólares. En este mismo Festival de Gijón hay dos películas argentinas más: Los bobos, de Sofía Jallinsky y Juan Basovih Marinaro, y Las corrientes, de Milagros Mumenthaler. Esta última se hizo con aportes del INCAA de la gestión anterior. Ninguna de las otras dos recibió absolutamente nada del actual INCAA, cuyo director aseguró hace unos días que su gestión “está recuperando al cine argentino”.

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