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Iniciativa sin futuro

Donald Trump quiere tener su cara en el Monte Rushmore: ¿qué hicieron los políticos estadounidenses para ser inmortalizados en piedra?

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en una imagen del 16 de julio de 2025.

Héctor Farrés

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La ambición de figurar entre los grandes monumentos nacionales ha sido, en algunas etapas históricas, una forma de proyectar poder más allá del mandato político. La idea de eternizarse en piedra implica no solo voluntad de perdurar, sino también el deseo explícito de ocupar un lugar central en la construcción simbólica de la identidad de un país.

El Monte Rushmore, por sus dimensiones colosales y su carga institucional, se ha convertido en uno de los espacios más codiciados para esa aspiración. Dentro de ese marco, Donald Trump deslizó en 2020 su intención de añadir su rostro al monumento y ese deseo conecta directamente con la lógica de permanencia visual, física y narrativa dentro del relato fundacional de Estados Unidos.

Las figuras del Monte Rushmore fueron elegidas para representar momentos decisivos

Los cuatro presidentes esculpidos en la ladera de granito de Dakota del Sur fueron seleccionados por el escultor Gutzon Borglum para representar los pilares sobre los que se construyó la nación. George Washington, situado en el extremo izquierdo, encarna el nacimiento del país y la consolidación de su independencia. Su liderazgo durante la Guerra de la Independencia y su papel en la creación de una presidencia federal fuerte lo colocaron en el centro del diseño de Borglum.

Junto a él aparece Thomas Jefferson, autor principal de la Declaración de Independencia y responsable de una de las decisiones territoriales más trascendentes de la historia del país. La compra de la Luisiana en 1803 duplicó la extensión del territorio estadounidense, lo que, según el propio Borglum, justificaba su inclusión como figura que simbolizaba el crecimiento nacional.

Cada uno de los presidentes esculpidos fue seleccionado por simbolizar una etapa fundamental en la construcción política y territorial de Estados Unidos

La tercera figura en la montaña corresponde a Theodore Roosevelt, presidente en el periodo de mayor expansión industrial del país y uno de los impulsores más activos de las políticas de reforma progresista en el cambio de siglo. Su intervención para desarrollar el Canal de Panamá y su lucha contra los monopolios empresariales fueron elementos clave para su elección. En palabras del Servicio de Parques Nacionales, Roosevelt fue elegido por “representar el desarrollo de Estados Unidos como potencia moderna”.

El último rostro tallado fue el de Abraham Lincoln, cuyo perfil cierra la secuencia con la representación de la preservación de la Unión. La Guerra Civil, la abolición de la esclavitud y la reconstrucción del país tras el conflicto marcaron su presidencia. Borglum consideraba que Lincoln personificaba el principio de unidad nacional en medio de la fractura interna más grave vivida hasta entonces.

La lógica que articuló estas elecciones no respondió únicamente a logros personales o notoriedad pública, sino a una construcción deliberada de una narrativa de nación. El escultor quiso que cada rostro sirviera como punto de anclaje para una etapa crucial de la historia estadounidense: fundación, expansión territorial, consolidación institucional y cohesión nacional.

La propuesta de añadir un nuevo rostro choca con los límites físicos y simbólicos del conjunto

En ese contexto, la posible inclusión de un quinto rostro supondría alterar esa estructura cerrada. La Fundación del Monumento y el Servicio de Parques han insistido en que, desde el punto de vista técnico, el terreno no ofrece ya más superficie viable para una nueva talla. Según un comunicado citado por The New York Times, el organismo afirmó que “la parte esculpida del Monte Rushmore ha sido evaluada por completo y no hay ubicaciones viables para más tallas”.

A pesar de esas limitaciones físicas, el interés político por intervenir el monumento ha resurgido en los últimos años. En 2023, la congresista Anna Paulina Luna presentó de motu proprio un proyecto de ley para incluir a Trump en el conjunto escultórico. La medida generó polémica inmediata, tanto por las dificultades legales como por el rechazo de parte de la familia del propio Borglum.

En la roca solo había espacio para los cuatro presidentes que hay en la actualidad

Robin Borglum Kennedy, nieta del escultor, explicó en declaraciones al New York Times que “fue concebido como un homenaje a los ideales de América, no a un hombre concreto”.

Además de la oposición familiar, el proyecto colisiona con los estándares de conservación del Departamento del Interior, que limita las intervenciones a tareas de mantenimiento y restauración. En una entrevista con la cadena Fox, el profesor Jeremy Paul, de la Northeastern University, explicó que “cualquier intento requeriría aprobación del Congreso y pasaría por varios procesos judiciales”.

A lo largo del tiempo, otros presidentes como Franklin D. Roosevelt, John F. Kennedy o Ronald Reagan han sido sugeridos para formar parte del monumento. Ninguna de esas propuestas prosperó. Así que todo parece indicar que la idea de Donald Trump de ser el quinto rostro sobre la roca va a encontrar resistencia en el terreno, en las leyes y en la propia lógica simbólica del conjunto.

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