El acuerdo con el FMI fija que el Banco Central tiene que sumar US$4.500 millones de reservas netas hasta el 13 de junio para destrabar el segundo desembolso del año, por US$2.000 millones. Para alcanzar este objetivo hay dos alternativas, que pueden complementarse entre sí: comprar dólares en el mercado oficial y que entren inversiones de no residentes, financieras o reales. Al momento, ninguna de las dos opciones pareciera materializarse, y las reservas netas permanecen en torno de los -US$8.500 millones desde la firma del acuerdo con el Fondo.
Así las cosas, el Banco Central debería comprar aproximadamente US$225 millones diarios entre el 18 de mayo y el 13 de junio para acumular los US$4.500 millones en cuestión. Para dimensionar, entre enero 2003 y abril 2025, en solo un mes la autoridad monetaria compró más de US$225 millones por día: septiembre de 2022, cuando tuvo lugar el primer y más exitoso período del “dólar soja”. Difícil.
Ahora bien, en distintas oportunidades pero en los mismos medios, varios funcionarios, incluido el propio Presidente, dijeron que la meta de reservas era irrelevante: que no pasaba nada si se incumplía, que la plata llegaría igual.
Entonces, si los dólares del Fondo ingresan aunque no se cumplan las metas –como pasó, vale decirlo, en junio de 2022 y marzo de 2023–, ¿por qué el Banco Central debería recomponer ese stock?
En la actualidad, las reservas brutas rondan los US$38.500 millones, US$14.000 millones por encima de donde estaban a mediados de abril, previo a la firma del programa. Si a este número le restamos el oro y los yuanes no convertibles –es decir, la parte que no se puede usar para intervenir en el mercado–, se observa un salto de US$11.500 millones a US$25.000 millones entre ambas fechas: un avance importante.
Este número refleja mejor que la contabilidad de reservas netas del acuerdo el verdadero “poder de fuego” del Banco Central. En su cálculo i) se excluyen los desembolsos provenientes del propio FMI, ii) se establece un tope al financiamiento de otros organismos multilaterales y iii) no se contabilizan los primeros US$1.500 millones derivados de inversiones financieras, entre otras acepciones. Por lo tanto, aunque la autoridad monetaria enfrentará dificultades para cumplir con la meta acordada con el Fondo, su posición en el mercado parece más sólida, al menos en el corto plazo.
En 2026 vencen US$8.600 millones de títulos públicos (Bonares y Globales), US$4.100 millones del acuerdo de 2022 con el FMI y US$5.300 millones entre swap, BOPREAL y el repo que tomó el Banco Central en enero: US$ 17.000 millones a priori no refinanciables. En 2027 siguen los compromisos: US$9.500 millones por títulos, US$7.200 millones con el FMI por el acuerdo de 2022 y US$10.000 millones entre swap y BOPREAL. En los próximos dos años, no es posible seguir pagando la deuda con reservas.
En los niveles actuales de tipo de cambio y demanda interna –y precios internacionales, no menor–, las importaciones de bienes y servicios superan a las exportaciones, y el resultado de la cuenta corriente es negativo. Las divisas para cancelar la deuda, entonces, deberán salir de la cuenta de capital y financiera. Y acá está el intríngulis.
El riesgo país es la diferencia entre la tasa de interés que paga un bono público a diez años de un país emergente y la que paga Estados Unidos. El promedio de América Latina está en torno de los 400 puntos básicos (p.b.), el de Brasil en 215 p.b y el de Chile en 115 p.b. La última vez que Argentina emitió deuda en los mercados, enero de 2018, este índice estaba en 360 p.b. En la actualidad, el riesgo país argentino se ubica en torno de los 650 p.b., lo que implica una tasa de interés en dólares de casi 11% para una eventual colocación de deuda del Tesoro Nacional: una tasa que nos deja afuera de los mercados.
Las reservas de los bancos centrales reflejan, en última instancia, la capacidad que tiene cada país de enfrentar sus compromisos en moneda extranjera, y por esto tienen una fuerte correlación con el spread de tasa de interés. En la actualidad, las reservas brutas representan 5% de nuestro PIB, dejándonos anteúltimos en el ranking regional, solo por delante de Ecuador, un país dolarizado y con un riesgo país de 1.230 p.b.
En este sentido, y conforme a nuestro análisis, hay un piso de 10% de reservas/PIB –la media regional es de 15%, encabezada por Perú y Paraguay, con ratios de 26% y 22,5%, respectivamente– para lograr financiamiento en los mercados internacionales. Para alcanzarlo, el Banco Central debería sumar US$15.000 millones en lo que resta del año, donde US$3.000 millones saldrían de los desembolsos del FMI y US$2.000 millones de otros organismos. Sin embargo, dado que también hay que pagar US$5.000 millones entre títulos en julio e intereses con el FMI, estos números se neutralizan.
Si los mercados siguen cerrados, la autoridad monetaria debería comprar US$15.000 millones en lo que resta del año para reabrir el acceso al financiamiento externo. No es casual que esta cifra sea similar a la que establece la meta de reservas: un incremento neto de US$10.000 millones, una vez descontados los pagos a acreedores privados por poco menos de US$4.500 millones.
¿Hubieras acumulado reservas, abrazo?
MR/DTC