SOY GORDA (ESEGÉ)

Después de la destrucción de Gaza

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Pato Roca/ Adoro la calle en que nos conocimos y/ Podría escribir los versos más tristes esta noche;/ Podría decir, por ejemplo, que tardé en olvidarte/ 19 días y 500 noches y aun así/ Tengo el corazón partío y que lo malo del amor,/ Cuando termina, / Es el puré de reproches/con sardinas./ Y sin embargo,/ Contigo aprendí que la semana tiene más/ De siete días y puedo pedir, por ejemplo/ Que el calendario no venga con prisas/ Que nunca sepas ni cómo ni cuando/ Y que volver a los 17 sea como viajar a la Luna/ y que, pese a que escribo mal/ Tu presencia no la cambio por ninguna.

Pato Roca es un helado. De crema americana y vainilla, una mezcla. El poema, un batido de canciones populares enviado por mail, la carta de un narrador “violentamente atraído” por Rita, una mujer de La Paz, Bolivia. Ella dice en quechua: Wawitai chunqu palomitai. Él cae rendido.

Los versos están en el capítulo I de la nouvelle Años de abrir y cerrar, del periodista y escritor Sergio Levit. En la ficción escribe, sin prólogo, sobre un viaje de trabajo, un amor que “ya fue” y sobre la bienvenida a otro, que ocurre lejos de Buenos Aires, en Santa Cruz de la Sierra, donde la yuca reemplaza al pan.

Después de dejar a Adela, el protagonista se pregunta si todo lo que amamos, cuando lo recordamos, se convierte en ficción. En Villazón, se toma un bus barato que tarda dos días en llegar a su destino, luego de cruzar varias veces Los Andes. Lo que sigue no lo voy a espoilear. Sí, cuento que aparecen un médico, la tía Julia y el escribidor peruano, la logia Las Eulogias y unos misteriosos tatuajes. Rita y Adela, sus amores, cierran esos años de apertura y cierre.

Ese cierre también esta presente en el libro de la poeta Estela Zanlungo. Dice Claudia Masín de Los días del buitre: “Este libro, no casualmente, emerge en un tiempo en que los vínculos humanos y la subjetividad que el discurso dominante construye y alimenta no contempla a los otros, a las otras, o más bien sólo los contempla en relación a los fines personales, individuales: si los favorecen u obstaculizan”.

Aquí va un fragmento de Corderos: El aire se está volviendo irrespirable / aunque pronto lo entibie el cambio de estación/ y falta un tiempo difícil de medir/ para entender si se espera de nosotros/ una prueba de amor/ que exige ofrecerse a los lobos/ por el cuello.“

Estela Z. nació en Lomas de Zamora en 1958. Ganadora derl Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes, es también docente y Técnica Superior en Coreografía e Interpretación de Tango. Coordina talleres de escritura. Escribo esta aprtetada biografía mientras escucho a sofianderman cantar la Zamba para no morir, del vecino de mi madre, en un tiempo lejano en Haedo, don Hamlet Lima Quintana. Y me provoca saudades de Mile, mi hija, a quien extraño, también lejana cruzando el charco del Atlántico.

Tiempo y espacio. Su relatividad.

Dice Pablo Bevilacqua en su pequeño libro, una joya, El no origen del universo, refiriéndose al big band que una hipotética fluctuación aislada, un movimiento repentino, “tendría forma estética al mantener a sus ondas concéntricas de vacío en estado de calma; y en contacto con otras fluctuaría. Ahora bien, continúa Pablo ”volviendo una vez más al nudo, ningún movimiento puede darse a partir de la inacción, es decir que las ondas concéntricas del vacío de las fluctuaciones de la energía primordial del universo primitivo estuvieron fluctuando desde siempre“. y Yo destaco: ”No surgieron un buen día, no aparecieron de repente, no se originaron“.

“Al ser imposible un escenario universal de espacio absoluto ocupado por la nada, estas ondas ínfimas eran lo único posible. Ondas concéntricas de vacío que luchan entre sí para llenarse, para ser algo más; y de esa lucha, de la incrementación de sus fuerzas surgió la magia.”

Si la energía existe es porque no hay posibilidad de que no exista. Y lo inevitable es el único fruto de lo posible, señala Bevilacqua en su libro autogestionado, independiente. “En la inevitabilidad de la existencia de la energía en el inevitable espacio infinito radica el fundamento y el sentido último de Todo. O tal vez sea el deseo y la necesidad del universo de existir.”

Quien no desea la existencia es el presidente argentino, visto que ordena, junto con su ministra de Seguridad, reprimir a los jubilados, a los fotógrafos, acallar las voces de los periodistas, cerrar el Instituto Nacional de Teatro (INT), todo aquello que implique un gasto y una manifestación de deseo de vida. Sólo se conmueve por sus perros muertos y por sacarse una foto con aquellos personajes a quienes considera importantes (Donald Trump, por ejemplo).

Pero el deseo por lo bueno insiste y persiste. Como ocurre con el amor. No me quiero morir sin conocer al amor de mi vida (teatro Azul, los sábados a las 17) es el título de una obra, mezcla de comedia y otros géneros, que nos hace reir por los equívocos en la era de internet y del whatsapp. ¿Que sí o que no? ¿Le gustaré lo suficiente? ¿qué bombacha o calzoncillo ponerse? Con armadura o con poca ropa, estamos en la búsqueda hasta que lo encontramos. Y es entonces cuando todo florece. Con la energía incontaminada, con el disfrute a flor de piel. Pero, claro, al tiempo, la desidealización aparece. Y comenzamos a convivir con lo real del otro y de una, del otre y de une. Bronca, decepción y de vuelta el deseo. Abrazos, besos, palabras. Puteadas, broncas, frustración. Con (o carentes de) madre y padre, comienza ese largo proceso de afectividad que nos dispara hacia el mundo y cada une lo va moldeando como puede. 

Ana Maria Bovo, mientras tanto, se prepara para la función de Bovo, una terapia de vidas pasadas en La Moreno, teatro de Bernal. La actriz, dramaturga y cuntacuentos, fue la fundadora de una nueva manera de narrar y lleva estrenados muchos shows en los que despliega su expresividad, creando una atmósfera que invita a la identificación, la risa y el estallido de los sentimientos mas íntimos.

Está en cartel la premiada obra Aquella máquina de coser y en Humor Bovo aparecen algunos de los relatos cómicos de su repertorio, que sacan mucho más que una sonrisa en el público.

Voy a visitar al Chino con Irene y su esposo, Gabriel, esposados desde hace más de treinta años, por puro amor y militancia. El Chino está en el hospital Rivadavia, peleando por su vida. El cine es su gran pasión, pero ya no hay créditos ni Instituto que cumpla con su función de promoción y fomento. Una gran pena por nosotros, los espectadores, y por tanta gente que se ha quedado sin trabajo en estos tiempos aciagos.

¿Qué significa hoy ser judío tras la destrucción de Gaza? Peter Beinart lanza una acusación moral sin precedentes contra el militarismo israelí y el silencio cómplice en el mundo judío de la diáspora. Un llamado urgente a repensar la responsabilidad judía para exigir poner fin a la guerra, liberar los rehenes y osar imaginar en la posguerra la fundación de la Segunda República de Israel. Y lo cuenta Leonardo Senkman, desde Jerusalén, en el periódico NuevaSion, que dirige Gustavo Efron. Beinart publicó en enero último un libro que es un bienvenido ajuste de cuentas moral no sólo con Israel, sino también con quienes, en la diáspora, apoyan incondicionalmente al gobierno israelí. Su lectura, dice Senkman, es impostergable precisamente ahora que el gobierno de ultraderecha de Netanyahu intensifica la destrucción total de Gaza y que incluso países aliados de Israel han emitido un ultimátum. La misma ONU advierte que la población corre riesgo de hambruna. Rompe el silencio con

Ser judío después de la destrucción de Gaza, el libro. Beinart es editor general de la revista Jewish Curents y profesor de ciencias políticas en la Universidad de Nueva York. Uno de los principales críticos sionistas del mundo angloparlante respecto de la ocupación israelí del pueblo palestino. Una profanación de los valores éticos judíos, dice. Utiliza argumentos que desmitifican el uso exclusivo del poder militar para reprimir la violencia fundamentalista de Hamas. “Los combatientes que mueran, serán reemplazados por otros. El resultado será más violencia”, advierte.

LH/MF