OPINIÓN

El desquicio

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Desde el primer día habrá que encarar lo más difícil, porque la deuda externa es una empalizada entre el país y sus posibilidades de crecer. “Si no hay una propuesta diferencial sobre la deuda, no podemos tener otras propuestas”, escribió Felipe Solá. Resuenan dos frases, una respecto de los equipos de fútbol y la otra de origen político. La de los equipos: “hace falta mudar el inodoro al baño, e instalar la heladera en la cocina”. La de la política: José Mujica dijo que los argentinos tenemos “una cosa muy rara: se quieren mucho como país, pero se odian entre ellos”. No alcanzará con juntarnos; corresponde integrarnos.

El actual gobierno, el 8 de julio de 2024, declaró de “interés nacional” el proceso de adhesión a la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). Se publicó un decreto, se creó una comisión de coordinación interministerial integrada por eruditos –¿qué menos?– y se acopió abundante collage digital. En agosto de 2024, fue recibido en la Casa Rosada el secretario general de la OCDE, Mathias Cormann, y se prometió que Argentina estaría en condiciones de presentar el memorándum inicial antes de fin de ese año. ¡Cri, cri!

En 1948 se fundó la OECE (Organización Europea para la Cooperación Económica) para administrar la ayuda del Plan Marshall, destinado a la reconstrucción de Europa tras la Segunda Guerra. Esta organización agrupaba inicialmente países europeos y tenía un enfoque regional. En 1960, al concluir el Plan Marshall, se sumaron Estados Unidos y Canadá, lo que amplió su alcance. Este instrumento entró en vigor el 30 de septiembre de 1961, dando nacimiento formal a la OCDE como organización intergubernamental.

Ser parte de la OCDE proyecta una imagen de compromiso con estándares elevados, facilita el intercambio de soluciones innovadoras y produce estudios para que los gobiernos tomen decisiones informadas. Por ello, tanto Emmanuel Macron cuanto Angela Merkel la consideraron un actor clave en la gobernanza económica global. En nivel de endeudamiento, hoy Francia sólo es superada por Grecia e Italia, y el gobierno alemán incrementará el suyo, rebasando los 100 mil millones de euros en nuevas emisiones, lo que presiona aún más a los emotivos mercados. Acaso por lo que piensan Macron y Merkel, otros han denominado a la OCDE “el Club de los ricos”, como era en Londres el White’s Gentlemen’s Club, al que asistían primeros ministros y nobles.

Mientras que en el White’s Gentlemen’s Club se escribía una historia, en Francia Denis Vrain-Lucas erigía la propia. En 1861, se acercó al matemático Michel Chasles y le vendió cartas falsificadas, supuestamente escritas por Isaac Newton. En una, Pascal porfiaba en que él había descubierto las leyes de la gravedad antes que Newton, lo que habría significado que un francés las hubiera identificado antes que un inglés. En Argentina, el gobierno nacional acaba de ventilar el levantamiento de su “muralla fiscal”, vetando la ley de emergencia pediátrica para el Hospital Garrahan y la de financiamiento universitario. Antes, circuló una imagen del Presidente, una capa blanca a su espalda con la cruz roja de San Jorge, y la leyenda “acá no se rinde nadie”. El atuendo está asociado a las banderas inglesa y británica y la frase fue atribuida originariamente al comandante cubano Juan Almeida Bosque, declamada en 1956, durante el primer enfrentamiento armado entre los expedicionarios del Granma y el ejército de Fulgencio Batista. ¿Malvinas y Cuba? Es que el gobierno autóctono está indeciso, aunque no está muy seguro de eso. En coincidencia, Social Mood registró que las emociones y sensaciones más presentes en argentinos y argentinas durante los últimos años, en primer lugar, son las de ansiedad y preocupación.

De fondo, Andrés Calamaro canta: “yo soy un loco que se dio cuenta que el tiempo es muy poco”. Denis Vrain-Lucas se aficionó con las falsificaciones y fue preso en 1869 por un par de años, el White’s sigue abierto en su añeja sede de St James’s Street, y afortunadamente, el presidente de la OCDE vino y recibió las promesas hace ya muchos meses. El gobierno aborigen imagina que tiene cantidades corsarias de años a su disposición.

Un país que se tomó en serio a la OCDE fue Chile; es miembro desde 2010, el número 31 y primero en Sudamérica. Lograrlo fue el resultado de un proceso técnico que implicó reformas legales, institucionales y normativas para cumplir con los estándares. Se modificó el gobierno corporativo de CODELCO -la empresa estatal del cobre- para alinearlo con los internacionales, se mejoraron las normas que regulan la transparencia en empresas privadas, se aprobó una ley que permite sancionarlas por delitos como cohecho y lavado de activos, y se habilitó el intercambio de datos bancarios entre autoridades fiscales. Chile incorporó el Acuerdo sobre Privilegios e Inmunidades de la OCDE y aceptó el llamado acquis OCDE, el conjunto de instrumentos legales y buenas prácticas que los países miembros deben respetar.

Para que Argentina fuese aceptada, el gobierno debería tolerar la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU (ODS), entre los que figuran garantizar salud y educación de calidad, y paz, justicia e instituciones sólidas. ¿Naciones Unidas? ¡Jaja!: cotillón parroquial, fenómeno barrial.

Brasil rumia sobre su ingreso a la OCDE. A juicio de algunos sectores de su gobierno, como la Casa Civil que asiste al presidente en la gestión, el Partido de los Trabajadores (PT) que gobierna y del que Lula es líder histórico, y parte de Itamaraty (Cancillería), las posiciones adoptadas por el organismo tanto respecto del Lava Jato en Brasil y en Perú, cuanto respecto de Ucrania (solidaridad con el pueblo ucraniano) revelan una politización indebida para una instancia técnica. En consecuencia, el ingreso no es una meta activa.

La última reunión crucial de los BRICS fue la cumbre virtual del 8 de septiembre de 2025, convocada por Brasil durante su presidencia pro tempore. Esta reunión posicionó a Lula como voz del Sur Global, porque articuló una respuesta colectiva frente a las medidas unilaterales de potencias occidentales. Criticó el “chantaje tarifario” como herramienta de dominación y propuso que el grupo liderara una refundación del sistema multilateral de comercio, con reglas modernas y orientadas al desarrollo. El presidente brasileño repite su compromiso con los más pobres y con erradicar el hambre, una causa central de su narrativa política; sus divisas son: “cuidar do povo brasileiro”, y “acabar com a fome”.

Brasil, como Argentina, Alemania, Francia y el Reino Unido, por su parte, son miembros plenos del G-20, un foro internacional de cooperación económica y financiera con el que flirteó a su turno Mauricio Macri. En 2024, durante la presidencia brasileña, Lula se convirtió en una figura central, utilizando el espacio para impulsar una agenda que desafía el statu quo económico y geopolítico.

Allí, su postura fue crítica y orientada a la justicia social global. El actual gobierno argentino reconoció la importancia del espacio como posibilidad de diálogo, pero marcó distancia ideológica con muchos de sus consensos, especialmente en temas como la Agenda 2030, la tributación progresiva y las políticas de equidad social, sus enemigas íntimas.

La OCDE no es miembro del G20, pero actúa como organización invitada permanente, lo que le permite influir en las discusiones. En donde otros vieron un club de potencias, Lula vio una herramienta para reequilibrar el orden mundial. La fuerza puede invadirlo todo, pero sólo el entendimiento puede gobernarlo.

Cuando termine este brote psiquiátrico de la argentinidad, ha dicho Jorge Elbaum en La Tecl@ Eñe, este desquicio gestual y productivo que provocó una recesión litúrgica e incrementó un endeudamiento elefantiásico, deberemos integrarnos entre nosotros, lo que no será fácil pero sí indispensable. El mundo es mucho, el tiempo es poco. Canta Calamaro que “hoy estoy down violento, down radical, pero tengo aprendido el papel principal”.

RB