La Boleta Única debuta sin tropiezos y cambia la lógica de la fiscalización
Desde temprano, la jornada electoral transcurre con una sensación compartida: hay ganas de votar. En las escuelas y en la calle, las personas consultadas coinciden en destacar cierto entusiasmo y en la fluidez del proceso. Pese a la novedad que supone la Boleta Única de Papel (BUP), la dinámica se desarrolla con naturalidad. Algunas dudas menores –principalmente sobre cómo doblar la boleta– no alteran el clima general.
Los fiscales esperan la hora del conteo, donde verdaderamente tendrán que trabajar, mientras concentran su energía en orientar a las personas antes de que voten detrás del biombo de cartón, el nuevo espacio donde se concreta la elección. Ya no existe más el cuarto oscuro: las mesas de votación están dentro del aula y el acto electoral ocurre a la vista.
El debut de la Boleta Única de Papel (BUP) marca un cambio histórico: este 26 de octubre, Argentina la implementa por primera vez en elecciones legislativas nacionales. En una sola hoja aparecen todas las listas de diputados y senadores, organizadas por partidos y categorías. Cada votante recibe una lapicera indeleble –aunque puede usar la propia– para marcar, doblar la boleta y depositarla en la urna.
El sistema considera válido el voto si se marca claramente una sola opción por categoría; en blanco, si no se marca ninguna; y nulo, si hay más de una marca, si la boleta está dañada o si contiene inscripciones que impidan interpretar la intención del elector. “Todavía no sabemos si van a haber muchas impugnaciones. Quizá haya algunos que escriben en la boleta o hacen algún dibujito que se presta a la confusión, pero ahí vamos a tener que debatir entre nosotros si se impugna o no”, señaló un fiscal de mesa que prefirió no dar su nombre.
Adiós al cuarto oscuro
En la Escuela Normal Superior N° 3 “Bernardino Rivadavia” de San Telmo, María Salomé, de 51 años, sale del aula entre risas nerviosas: “Casi me mandó una macana. Voté, puse las cruces y quise salir con la boleta desplegada”, cuenta, llevándose la mano a la cabeza. “Pero me di cuenta que tenía que doblarla y retrocedí sobre mi paso. No iba a perder este voto, es mi derecho, y a esta altura casi que es el único que nos queda”.
La queja más repetida son las dificultades visuales: “Las caritas de los candidatos en las columnas son muy chiquitas, la gente grande se pierde. Es un tema ese”, comenta Rosa, una mujer mayor. A pocos metros, Diego Gómez, padre de 40 años, espera su turno y comenta: “Es verdad que los candidatos parecen estar en miniatura, pero igualmente se ve que hay un pelado en la boleta que ya no es candidato”.
Por su parte, Federico Gangemmi, fiscal general de La Libertad Avanza, sostiene que “no hay confusión de nada porque la gente está muy bien informada y nada se presta a la desorientación”. Y recuerda: “La última vez se descompusieron las máquinas y hubo que cambiarlas. Se demoraba la fila. Ahora todo marcha muy rápido y muy bien”.
En la Escuela Nº1 de Ezeiza, los fiscales reconocían que el nuevo sistema agilizó la votació pero entre los votantes se repitió la queja por el tamaño de las imágenes.
El nuevo sistema modifica la estrategia de los partidos: el foco de la fiscalización ya no está en proteger boletas durante el día, sino en supervisar el cierre de mesas y el conteo. Además, algunos operadores advierten que la posibilidad de marcar la boleta y registrar el voto con una foto facilita la compra de sufragios.
“Está prohibido sacar fotos, para eso estamos acá”, advierte Alejandro González, fiscal de mesa. “Estamos atentos a todo, pero fundamentalmente a que nadie saque fotos”. Sentada a su lado, Beatriz Gómez coincide: “El sistema es más práctico para controlar y se ahorra mucho dinero”. Explica que muchos consultan cómo doblar la boleta, y que una minoría llega con su propia lapicera.
Mientras tanto, los pasillos se mantienen en calma. Algunos votantes se saludan, otros se detienen a charlar unos minutos antes de irse. “Este sistema simplifica pero también complica, sobre todo a los grandes que están habituados a otra cosa, pero es hasta que se genere la costumbre, como todo”, reflexiona Susana, una señora mayor que se retira junto a su marido. “En general, en mi familia no hay apatía, y mucho menos en este momento. Vine con muchas ganas a votar”.
LN/MG
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