La Libertad Avanza cierra la jornada entre la expectativa y la inquietud por la baja participación
El domingo electoral se desvanecía en un clima opaco. Sin mística, sin movilización y con una participación más baja de lo esperado, el equipo de Javier Milei siguió el desarrollo de la votación entre la cautela y la ansiedad. A las 15, la Cámara Nacional Electoral había informado que apenas el 41% del padrón había emitido su voto, un registro que en la Casa Rosada se leyó con alarma. Sin embargo, dos horas más tarde, ese porcentaje aumentó a 58% en el corte realizado a las 17.
“A la gente le cuesta ir a votar por algo —no en contra— y eso siempre es un riesgo para nosotros”, resumió un funcionario libertario, consciente de que el ausentismo amenaza con diluir el peso de los distritos donde La Libertad Avanza no logró consolidar estructura territorial.
El Presidente votó a media mañana en la sede de la UTN de Almagro. Llegó sin militancia, acompañado por su hermana Karina, saludó desde el auto y se retiró sin hablar con la prensa. Ni los cánticos libertarios ni las escenas de fervor que habían marcado otras votaciones se repitieron esta vez. Hubo apenas un puñado de vecinos y una fuerte custodia que restringió el acceso al edificio. Milei volvió de inmediato a la residencia de Olivos, donde pasó la jornada rodeado de su mesa chica y de algunos colaboradores que monitorean la fiscalización y las primeras estimaciones.
El contraste con las elecciones de 2023 era evidente también en el centro porteño. En las inmediaciones del Hotel Libertador, el búnker libertario, no hubo movimiento ni presencia de militancia. La policía cortó parte de la avenida Córdoba y el acceso fue limitado casi exclusivamente a la prensa acreditada y a invitados del entorno presidencial. Hubo polémica porque La Libertad Avanza redujo en un 40% el número de acreditaciones para el búnker oficialista alegando “cuestiones de capacidad”.
Afuera, la quietud reforzaba una postal de recogimiento: ningún grupo libertario se había autoconvocado, ni siquiera los influencers o jóvenes militantes que suelen animar las noches de victoria. “No hay clima de festejo, hay clima de espera”, resumió un vocero del Gobierno.
En paralelo, los principales dirigentes del oficialismo cumplieron con su voto. Karina Milei lo hizo en Vicente López, rodeada por una custodia numerosa y un pequeño grupo de militantes que la aclamó con tímidos cánticos. Guillermo Francos, el jefe de Gabinete, votó en Puerto Madero y dejó flotando la posibilidad de su salida del cargo: dijo que los cambios en el Gabinete “dependerán del resultado”. Mauricio Macri, en tanto, se mostró dispuesto a “colaborar con el Gobierno” y envió un mensaje directo a Milei. “Tiene mi número”, deslizó el expresidente.
En las filas libertarias se repite una certeza: el resultado de esta noche marcará el rumbo político de los próximos meses. Milei ya anticipó que reconfigurará su gabinete después de las elecciones, pero la magnitud del cambio dependerá del desenlace. Una victoria lo empoderaría para avanzar con las reformas de segunda generación y consolidar la alianza con sectores del PRO. Un resultado adverso, en cambio, podría abrir un ciclo de tensiones internas y acelerar las presiones para ampliar el diálogo político.
Mientras el Presidente se prepara para trasladarse al búnker pasadas las 20, el clima entre sus colaboradores oscila entre la prudencia y la preocupación. La jornada se escurre sin sobresaltos, pero también sin épica. En la superficie todo parece calmo: sin denuncias graves, sin incidentes y con elogios generales al nuevo sistema de boleta única. Pero debajo de esa calma late la pregunta que desvela al oficialismo: si el relativo silencio de las urnas anticipa un voto de apoyo o un repliegue ciudadano ante un gobierno que, a casi dos años de haber asumido, enfrenta su primera gran prueba nacional.
PL
0