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SOY GORDA (ESEGÉ)

Raros, en reposo y más felices

Byung  Chul Han

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Mi abuela decía que, salvo los miembros de nuestra familia y algunas pocas excepciones, los hombres eran todos vagos y las mujeres, putas. Curves, en ídish, decía de ellas. Pese a ser una roja por sus ideas, su pensamiento sobre los oprimidos y los actos de las meretrices atrasaba hasta la Edad Media.

En sentido contrario, Andrea Faundez publica en su cuenta de Instagram, @rarosyfelices, una selección literaria que titula y reivindica: Elogio del ocio, el valor de no hacer nada. Andy recomienda para apoyar la cabeza en la almohada, atravesar el título de Carl Honoré, Elogio de la lentitud y dejarse llevar por el contenido de sus páginas. El periodista canadiense impulsó el movimiento slow, una invitación a desacelerar la vida moderna y recuperar el sentido en cada gesto, desde comer, hasta leer y amar.

También destaca Descansa de Alex Soojung-Kim Pang, quien desde la neurociencia demuestra que el descanso no es lo opuesto al trabajo, sino su aliado. Solo quienes saben parar pueden crear mejor, dice.

La contemplación es acción, no tengo dudas. Y tener tiempo libre es peligroso para quienes mandan. Un ejemplo que no se debe seguir.

Allí, en @rarosyfelices, sobresale el viejo Séneca con su Sobre el ocio y la brevedad de la vida. Para el estoico, el ocio no es pasividad sino tiempo bien vivido. La vida se acorta cuando la llenamos de distracciones vacías. Por su parte, Kenko Yoshida se aparta del mundo y encuentra en la lentitud el espacio para observar lo cotidiano. En Tsurezuregusa: ocurrencias de un ocioso, escribe “sentarse solo a la luz de la lámpara con un libro extendido ante uno y mantener una conversación íntima con hombres de generaciones invisibles es un placer incomparable”.

Si el descanso es un gesto de libertad, y sería óptimo poder vivirlo sin culpa, Como no hacer nada, de Jenny Odell, le da sustento político al reposo: propone el “no hacer” como resistencia al capitalismo de la atención. Alejarse de la productividad constante es una forma de volver a mirar el mundo con presencia y atención. En tanto, Manuel Cuenca Cabeza invita a pensar el ocio no como ausencia de trabajo, sino como una práctica vital en cada etapa de la existencia. El español lo hace en las páginas de El sentido del ocio a lo largo de la vida.

La sociedad del cansancio, del coreano Byung Chul Han, advierte que hemos pasado de la sociedad del deber a la del rendimiento, donde nos auto-explotamos sin descanso. El cansancio no es físico sino del alma: nace de la exigencia de ser siempre más.

Josef Pieper escribe El ocio y la vida intelectual, que señala al ocio no como un lujo, sino como origen mismo de la cultura. Frente al utilitarismo, propone el descanso como una apertura a la sabiduría.

Faundez (@andyfauni) me cuenta que cuando era una adolescente escuchaba una música distinta a la que consumía la mayor parte de su generación, veía películas indie, sus lecturas no eran mainstream y comía sólo verduras cuando muy pocos eran vegetarianos. Siempre a contracorriente, nació en Chile, pero durante su infancia temprana en Brasil el portugués fue su primer idioma. Apreciaba la rareza habitando el mundo de una manera diferente y siendo feliz a su modo.

No quería ser book inflluencer pero decidió retomar un hobbie coleccionistay abrió un blog cuando era una estudiante universitaria en la ciudad de las diagonales, La Plata. Aunque al principio no la leía casi nadie, y al deseo siguió la decepción, insistió. Y no le fue nada mal: tiene más de 80 mil seguidores.

La cuenta explotó con sus agrupaciones temáticas como la guía literaria de mujeres que exploraron el mundo, los terrores lectores que (nos) delatan, la nueva ola brasileña que se puede leer en español, cómo salir del boqueo lector, la fragilidad de los cuerpos o la figura del padre: un rompecabezas literario.

Raros y felices no refleja el universo convencional de las novedades de librerías. Lo que Andy investiga y da a conocer es un contenido diferente, con una estética atractiva, que logró como buena estratega digital.

Refugio ajeno a las tendencias, la cuenta es un lugar para gente sensible y con pensamiento crítico; para curiosos, deseosos, amantes de las preguntas y las palabras, aquellos que reivindican la lectura como un acto íntimo, libre y profundamente personal.

“Me gustaría poder dedicarle aún más tiempo al proyecto, hacerlo crecer, fortalecerlo. Dar visibilidad a editoriales independientes que rara vez tienen presupuesto para grandes campañas, y que sostienen la literatura más arriesgada y valiosa. También hace falta que ellas mismas apuesten y se comprometan con estos espacios que son aliados reales”.

En resumen, este sitio en el ciberespacio está destinado a quienes creen que la narrativa, la poesía o el ensayo no solo entretienen: también acompañan, incomodan, consuelan y resisten. Una cuenta que acompaña y se deja acompañar por libros, como si fuera una biblioteca o un hogar. Faunde asegura que es muy afortunada por la comunidad que se formó, por los lectores que comparten, recomiendan, dialogan. Son ellos los que le recuerdan, publicación tras publicación, por qué vale la pena seguir, incluso cuando cuesta hacerlo.

Casi en reposo, el pintor entrerriano Julio Lavallén viaja hacia su punto de partida y frente al río muestra Siempre estoy llegando en el Espacio Peces, de Barracas. Son escenas íntimas que nos enfrentan a un mundo de sensaciones. Fluye el río y fluye la pintura, con el agua como vehículo “que limpia, sana, riega, abona; pero que también arrasa, destroza, devora e inunda”, tal como ocurre con el sistema voraz en el que vivimos. Son escenarios acuáticos plateados, verdes y celestes, con pequeñas embarcaciones, o muelles casi transparentes, con gente que se demora en la música o en la preparación de una comida y en ese no hacer nada pasa sus mejores días. Como dice su colega Daniel Santoro, “nos sorprende con escenarios que estuvieron siempre ahí, pero que nadie había pintado”. Tal vez por estar atrapados por el negocio: la negación del ocio.

LH/MF

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