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Cómo se dice en chino '¿Qué mirás, bobo?'

Luiz Inácio Lula da Silva camina el viernes 14 de abril a la par de Ji Jinping en la plaza situada frente a la puerta oriental del Gran Palacio del Pueblo, durante la ceremonia de bienvenida organizada en Pekín para el presidente brasieño por el presidente chino. Xi sostuvo conversaciones bilaterales a puerta cerrada el viernes con Lula, quien hizo a China una visita de Estado de tres días.

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“Cuando volvemos a nuestro domicilio, y nos encontramos con un mensaje que dice ‘Lo llamó X, tiene una noticia importante para Vd.’, la noticia es importante para X”. Con esta línea empieza Cakes and Ale, ficción realista, semi-autobiográfica, en primera persona del singular, poblada por reconocibles personajes en clave, del novelista Somerset Maugham. Publicada en 1930 después del gran pánico bursátil del año anterior, Inglaterra en Depresión ya estaba sin embargo acostumbrada a la telefonía personal aunque inmóvil, al hábito cotidiano de buscar quién llamó cuando no estábamos. La advertencia sobre el riesgo de exagerar o de atribuir mal las importancias no es máxima cínica, moraleja desengañada. Quiere ser tip auto-ayuda. El narrador es práctico, su ética es utilitaria, quiere la mayor felicidad para el mayor número. Es autor de best-sellers. Los colegas lo envidian dos veces porque suma dos éxitos, de crítica (que elogia) y de público (que compra sin leer a los críticos). Cree que no es en absoluto inútil advertir que hay riesgos en exagerar o confundirse al atribuir la importancia. Que lo que nos dicen que es importante para nosotros es ante todo de vital importancia para quien lo dice, para el narrador es pura generalización. Inducida a partir de su familiaridad con las políticas culturales y comerciales que veía gobernar en el campo literario y editorial londinense.

La sobriedad que nos comparte el narrador de la novela inglesa publicada en 1938 tampoco luce inútil o ajena en el universo propio de la política sin especificaciones restrictivas, tanto o más dado a la embriaguez colectiva y comunicativa que el mundo de la cultura. En tiempos de  telefonía móvil, de internet y redes sociales, la noticia de qué líder político llamó, o no, a qué otro, cuándo lo hizo o cuándo dice que lo hará, cuál dicen que fue el contenido de llamada el que la hizo y el que respondió, son noticias cuya importancia medios y gobiernos no sólo reconocen, sino que informan e interpretan con prioridad y abundancia. Esta importancia pesa gravemente en el ambiente doméstico y cerrado donde en cada Estado se disputa por el poder local. Esa gravedad parece más determinante, en el horizonte abierto donde los Estados disputan por poder global a sabiendas de que, subidos al escenario internacional, de la mayor o menor fortuna en ese horizonte dependerá en buena medida su libertad en el ejercicio de aquel poder del que se hicieran en las disputas nacionales.

Por quién doblan las campanas es una novela norteamericana

Aun sin terminar el recuento de los votos en el balotaje brasileño del 30 de octubre, apenas la proyección predijo la derrota de Jair Messias Bolsonaro, Joe Biden llamó por teléfono a Luiz Inácio Lula da Silva. Lo felicitó como nuevo presidente de Brasil, lo invitó a visitar la Casa Blanca;  le ofreció, es más, le rogó, que viajara a EEUU cuanto antes, sería tratado como Jefe de Estado. Apenas informaron, siguiendo sus protocolos, acelerados para la ocasión, la Casa Blanca, la Secretaría de Estado, y la Embajada de Washington en Brasilia, acerca de la comunicación presidencial, de la cual ofrecían un enfático resumen, se multiplicaron las informaciones en los medios y en las redes.

El reconocimiento, tan temprano, tan a la vanguardia de los restantes reconocimientos, incluso hemisféricos, del triunfo de Lula en el balotaje, fue interpretado según un razonar que de premisas generales verdaderas, pero triviales, llevaba a conclusiones específicas importantes, pero falsas. Como Biden es más importante que Lula, la llamada era más importante para Biden que para Lula, se repetía casi pidiendo disculpas, como quien sabe que dice nomás una tautología, como si todos supieran y nadie dudara de que las cosas son así. Como Brasil es un país más débil que EEUU, necesita un aliado, y EEUU se comunica como el aliado que Brasil necesita. Como Bolsonaro es un autócrata como Donald Trump, y Biden es un demócrata, la llamada del presidente de EEUU ratifica al candidato izquierdista Lula como demócrata, como  rival de Bolsonaro, reo y precito a pisotear la democracia.

La llamada era más importante para Biden. En menos de cuatro meses, sobre la atribución correcta de importancias invertidas cae una luz que no deja claroscuros. A más de dos años de la victoria opositora en EEUU, a menos de medio año en Brasil, la analogía binacional a cuatro términos del Bien y del Mal ya se descuajeringó. La simetría entre los dos términos del Bien y los dos del Mal, como las proporciones ‘Trump es a EEUU lo que Bolsonaro a Brasil’ o ‘Biden es a Trump lo que Lula a Bolsonaro’ y aun ‘Biden es a Lula lo que Lula a Biden’, eran esquemas cuya armonía dependía de buenas intenciones. Menos edificantes eran los diagnósticos y pronósticos cuyas fuentes fuesen la percepción, la observación o el análisis.

La guerra en Ucrania reclama más y más recursos cada día, y cada mañana se ve con más frialdad que la noche precedente que Kiev no tiene más aliados que Bruselas, Londres y Washington. Y que el resto del mundo, incluyendo a la India, la democracia más grande del mundo, y desde el viernes oficialmente el país más poblado del mundo, superando a China, incluyendo a México, tradicional aliado de EEUU, muestra una neutralidad que diariamente pierde ambigüedad pero gana en una hostilidad cada vez más impaciente contra la prolongación del conflicto. Con Lula no ganó Biden el aliado que le faltaba. Entre las circunstancias que deterioraban desde su concepción el álgebra de aquella analogía a cuatro términos se contaba una proximidad, escamoteada, de dos contrarios pintados como sin contacto. Porque si en algo se parecen Lula y Bolsonaro es en un nacionalismo que incluye sostener, religiosamente, una militancia patria en favor de la neutralidad. Y en este nacional-patriotismo en que tanto se parecen predecesor y sucesor brasileños, se parecen mucho menos el ex presidente republicano y el actual demócrata.  

Telefonía china a dos velocidades

En la visita de Estado de tres días que Lula hizo en Pekín al presidente chino Xi Jinping, la neutralidad y vocación negociadaora por la paz de Brasil en el conflicto ucraniano quedó expresada otra vez, sin equívocos. Pero esta vez, en la capital del rival estratégico de EEUU. Después de visitar Buenos Aires y Montevideo, Lula había visitado Washington. Volvió a Brasilia con las manos, si no vacías, llenas ante todo de simpatías y promesas, las primeras sinceras, las segundas vagas.

Cuando Joe Biden ganó las elecciones en noviembre de 2020, Xi Jinping esperó un mes antes de felicitarlo. El presidente comunista chino se demoró casi tanto tiempo en llamar al demócrata como su predecesor republicano en la Casa Blanca. En cambio, apenas dado a conocer el contagio de Biden por coronavirus, el mensaje de Pekín fue casi el primero en hacerse oír en Washington con sus buenas intenciones: “Le deseo una pronta recuperación y expreso mi más sincera simpatía”, comunicó Xi.

Ocurría que muy poco antes de revelar que presentaba “síntomas leves” de covid, el septuagenario presidente de EEUU había hablado, precisamente, de China. Se había pronunciado en contra de una visita de solidaridad política a la isla de Taiwan planeada por la presidenta de la Cámara de Representantes, la octogenaria demócrata (y correligionaria católica) Nancy Pelosi.

Para Biden que lo mira por TV

Sin embargo, Pelosi viajó a Taipei, y en Washington dejó de sonar el teléfono, otra vez, por llamadas que vinieran de Pekín.

Ahora una guerra en Taiwan empieza a verse también, como la de Ucrania,  como un conflicto muy poco mundial. El aliado de Taipei sería el de siempre, Washington, pero surgieron algunas dudas acerca de París. El presidente francés Emmanuel Macron, huésped de Xi JInping inmediatamente anterior a Lula, se hizo la pregunta, ante los periodistas de Politico y de Les Échos que lo cuestionaron en su viaje de vuelta, sobre qué debería hacer una Europa soberana ante la contingencia de un intento militar de China Popular por integrar la provincia rebelde, la isla de Taiwan, al territorio continental chino.

En Pekín, Lula se manifestó a favor de una sola China, y entrevistado por la televisión china, sostuvo que la alianza entre Brasilia y Pekín debe ir más allá de lo económico, científico y cultural. Para volverse estratégica, para alejarse del fundamentalismo suizo de la neutralidad extrema, ¿para inclinarse hacia una posición, para alinearse, para girar en torno a un bloque político, acompañarlo? estratégica? Un más allá, en todo caso, al cual el pragmático Lula nunca aludió en Washington.

AGB

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