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El efecto de acostumbrarnos a todo

2 de junio de 2025 06:32 h

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¿Cuándo fue la última vez que una noticia te sorprendió? No porque fuera algo inesperado, sino que dijeras “no puede ser que esté pasando esto, no lo puedo creer”. ¿Hubo alguna en lo que va del año?, ¿el año pasado? Es posible que nos cueste más y más encontrar noticias que realmente nos generen una emoción fuerte, como escandalizarnos. Y es que a medida que vamos normalizando más y más cosas, nuestra capacidad de shock disminuye. Tiene que ser algo realmente excepcional para que nos movilice. Una situación en la que se puede ver claramente es frente a catástrofes. “En situaciones como grandes incendios, guerras o catástrofes humanitarias, la repetición de noticias puede hacer que en algún momento apaguemos la sensibilidad, es una forma del cerebro de sobrevivir”, explica Claudio Waisburg, neurólogo y director médico del instituto SOMA. Esto puede ocurrir también con otros temas: “hay un grado de desensibilización, por ejemplo, en Argentina cuando se ven ciertas noticias de robos o crímenes, una habituación que va anestesiándonos”. 

La pérdida de sensibilidad a punta de repetición es algo que se estudió mucho con los videojuegos y el efecto que podían tener sobre la tolerancia a la violencia. En un estudio, dividieron a los participantes y les pidieron que jugaran a un videojuego durante 20 minutos. Algunos eran violentos y otros no. Luego les pasaron videos de violencia real, como personas siendo golpeadas o apuñaladas, mientras les medían sus reacciones físicas, como los latidos del corazón o la transpiración. Encontraron que quienes venían de pasar tiempo en un video juego violento tenían menos reacción que los otros. Cuando nos acostumbramos a ver agresiones, aunque sea ficción, sube la vara de lo que tiene que ocurrir para que una situación nos horrorice.

El mismo proceso que ocurre con los videojuegos puede darse con las noticias. Un estudio que investigó esto reclutó a un grupo de personas a quienes les iba mandando distintos titulares a su celular sobre actitudes inmorales, que podían ir desde pago de coimas por parte del director de una empresa a una compañía que produjo auriculares de mala calidad que podrían explotar. En algunos casos les mandaban un solo titular sobre el tema, en otros se los mandaban varias veces a lo largo de varios días. Luego les preguntaban cuán poco ético les parecía el hecho y cuánto los enojaba. Encontraron que cuando la noticia se iba repitiendo, las personas se enojaban menos y les parecía menos grave lo que habían hecho. Se iban acostumbrando a la idea y ya no las shockeaba tanto. 

Es lógico que vayamos adaptando nuestras reacciones a lo que pasa alrededor nuestro. Si algo que nos parece fuera de lo común se vuelve común, no vamos a saltar en cada caso. Además, sería emocionalmente agotador indignarse cada cinco minutos con cosas que pasan todo el tiempo, por lo que inconscientemente subimos la vara. Y también está influido por nuestros sesgos: es probable que seamos más tolerantes cuando las malas conductas involucran a personas o grupos con los que nos identificamos.

Sin embargo, esta capacidad de adaptación, que nos puede proteger del agotamiento emocional, puede ir demasiado lejos. La desensibilización puede llevarnos a una apatía en la que no reaccionemos ante nada, y a la sensación de que no podemos cambiar las cosas. Una situación en la que sentimos que no tenemos ningún control, algo que los especialistas llaman 'desesperanza aprendida'. 

Algunas investigaciones muestran bien cómo se desarrolla esta 'desesperanza aprendida' a pequeña escala. En estos estudios ponen a los participantes a resolver un problema: armar una palabra con una serie de letras. Lo hacían en dos instancias, y a uno de los grupos, en la primera tanda, le daban series de letras con las que no podían armar ninguna palabra. Al segundo grupo, en cambio, le daban ejercicios normales (letras con las que podían formar palabras). Luego le daban el mismo tipo de ejercicios a los dos grupos. Quienes primero habían pasado por la tarea imposible tenían peores resultados después. Pareciera que una vez que pierden la fe, dejan de intentarlo, asumen que no son buenos y, efectivamente, se vuelven peores. Si creemos que el resultado ya está dado, que no está en nuestro control cambiarlo, soltamos. Por eso es tan importante cómo definimos qué está bajo nuestro control. 

En ese proceso, consumir noticias negativas que se repiten permanentemente, nos puede afectar. A medida que vemos todo el tiempo las mismas noticias, nos podemos ir acostumbrando. Nos dejan de impresionar y empezamos a sentir que lo que ocurre es inevitable, nos supera por completo. “Si el cerebro es invadido por noticias negativas, se puede entrar en una situación de estrés que afecta la capacidad de toma de decisiones y genera impotencia”, explicó Waisburg. Por eso, es importante “buscar espacios de desconexión y limitar la exposición de manera consciente”. 

No se trata de escondernos de lo que pasa para evitar acostumbrarnos, pero tampoco es necesario estar inmersos de manera permanente en un mar de noticias repetidas para estar informados. Y ser conscientes del efecto que pueden tener sobre nosotros, y como su consumo nos puede adormecer, es un primer paso para no volvernos indiferentes.

OS/MF