León XIV, el primer papa que habla inglés sin acento

15 de mayo de 2025 18:15 h

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Entre las muchas escenas recientes de la política internacional sobre cuyo fondo puede contrastarse la aún más reciente ascensión al trono de San Pedro del cardenal Robert Prevost hay una (o dos) cuya relevancia y pertinencia son a la vez tan salientes como oblicuas.

La primera y mayor ocurrió el viernes 28 de febrero en la Oficina Oval de la Casa Blanca. El bullying del presidente de Ucrania por el presidente y el vicepresidente de Estados Unidos fue televisado en vivo. Donald J. Trump y J.D.Vance se turnaron en exigirle obediencia, alineación y gratitud a Volodymir Zelenski. En la prensa y los medios mainstream occidentales la sorpresa y la alarma ante la conducta de la administración republicana MAGA (Make America Great Again) contrariada ante el obstáculo que se interponía entre Washington y Moscú para lograr una tregua inmediata, a cualquier precio (que pagaría Kiev), en la guerra iniciada en febrero de 2022.

Casi sin excepción, la condena al nuevo arte de la negociación trumpista, que lucía más parecido a la extorsión, nunca se vio acompañada, en editoriales, opiniones, análisis, voces diplomáticas convocadas, por una valoración positiva del presidente ucraniano. Recibía más lástima que absoluciones o felicitaciones por un coraje que veían manchado de torpeza. La escena, dramática, no era épica. En la epopeya los rivales están en un mismo rango. El bullying, por definición, es asimétrico. La víctima es inferior. Inferior Ucrania ante Rusia, la Unión Europea y los Estados Unidos. Trump dio por terminada antes de tiempo la conferencia de prensa conjunta. Quedaba sin firmar el tratado que aseguraba a Estados Unidos la explotación de tierras raras en Ucrania y Zelenski fue prácticamente expulsado a los empujones fuera de avenida Pennsylvania 1.600 por la seguridad presidencial. Trump miró a cámara y se jactó de que el episodio había sido great television.

Quienes reprochaban a Trump y a Vance su comportamiento, responsabilizaban a Zelenski por una contribución capital al rating del talk-show sádico: había prescindido de intérprete y hablaba un sin duda fluido pero accented, funny English. Un idioma correcto, una fluidez media superior, pero un arma embotada de antemano para toda discusión o karate verbal. “Aun el general De Gaulle, que hablaba tan bien el inglés, siempre llevaba intérpretes, no era su lengua nativa, y porque el proceso de esperar la versión francesa le daba tiempo para meditar sus respuestas”, repetían viejos diplomáticos entrevistados en France Culture.  

La segunda escena dramática de esta serie también es great television. Pero es muda. Es ante todo fotoperiodismo. Una imagen la resume. Trump y Zelenski sentados uno frente al otro en la basílica de San Pedro, en los funerales de Francisco I. Puestos a la vista de todos y a la escucha de nadie por sugerencia y sugestión de la Secretaría de Estado vaticana. El santuario restituía la dignidad y simetría entre dos jefes de Estado. Tal reparación, tampoco escapa a nadie, es simbólica.

Cuando una semana atrás 133 cardenales reunidos en cónclave hicieron papa en la tercera votación a uno de sus pares nacido en 1955 en Chicago, Illinois, segunda ciudad de Estados Unidos, reconocieron la globalidad de la lengua inglesa. Buscaron dejar garantizada para la Iglesia la ventaja comparativa de que el sucesor de San Pedro y nuevo vicario de Cristo pudiera hablarle en inglés al mundo, y a los poderes del mundo, sin intermediarios. Lo que incluye, desde luego, postear y repostear en inglés en las redes sociales.

Paz, pan, trabajo y migrantes

Con la elección del cardenal Prevost, al que sus conocidos llamaban familiarmente 'Bob', habían roto con un tabú que era ante todo una inferencia o regla práctica de vaticanistas, traducida cónclave tras cónclave, desde la Guerra Fría, en la rutina de acortar las opciones del prode de las apuestas papables excluyendo los nombres de los cardenales norteamericanos. El abandono del tabú, si es que tal interdicción hubiera gozado de la vigencia imperativa que se le imputaba, ha resultado parcial. Porque el cardenal Prevost Martínez vivió 38 años, más de la mitad de su vida, en el Perú. Diez años atrás, en 2015, fue nombrado por Jorge Mario Bergoglio al frente de la diócesis de Chiclayo y el nuevo obispo chiclayano solicitó y obtuvo la ciudadanía peruana.

Prevost es el primer papa con doble nacionalidad. Este no es sino un más de los signos exteriores de sus empeños y esfuerzos en la causa de los migrantes. Para León XIV, como para Francisco I, los migrantes son la encarnación por antonomasia de la figura evangélica del prójimo en el siglo XXI. Si Bergoglio había sido el primero en elegir como nombre propio pontificio el del mendicante san Francisco de Asís, su sucesor de 69 años eligió ser el último en elegir el de León. Su predecesor en la lista fue León XIII, el papa más longevo. el del pontificado que duró 25 años entre los siglos XIX y XX (1878-1903), y el que sentó las bases de la llamada 'doctrina social de la Iglesia'.

El eco, la inspiración y la referencia de la encíclica Rerum Novarum (1891), sobre la condición de una clase obrera que la Iglesia había perdido en Italia junto con el poder temporal en tiempos del último 'papa rey' Pío IX, y su prefiguración de un Estado Providencia, alientan en el derecho laboral justicialista y en el de las democracias cristianas. El papa argentino y peronista y el norteamericano-peruano y 'socialcristiano' son los primeros en haber nacido y haberse criado en barrios de grandes ciudades. En conglomerados urbanos que al momento de sus nacimientos eran también metrópolis industriales. Uno y otro responden al paiseje de las sociedades occcidentales posindustriales, los cambios en el empleo y el mundo del trabajo por resultado de la automatización y robotización, y para ambos es la calidad de la recepción que se les destina o retacea a los migrantes es la medida del compromiso real de cada fiel y cada comunidad con las exhortaciones de amor al prójimo y hospitalidad predicadas por Cristo en los Evangelios.   

Humo blanco y tabú negro

Uno de los primeros en felicitar al papa norteamericano fue un ex senador de su Illinois natal, Barack Obama, que como candidato demócrata había sido elegido representante del Estado de la Pradera en la Cámara alta con un récord de votos, el 7O%, en las legislativas de 2004. Tampoco Prevost es ajeno a los récords electorales, antes de conocer la púrpura cardenalicia en 2023, mucho antes de ser elegido papa el 9 de mayo de 2025. Prior provincial de los agustinos desde 1998, había sido elegido prior general de la orden en 2001. En 2007, fue reelegido para un segundo mandato de seis en años en tiempo récord: 20 minutos.

Ya antes de ser elegido papa una semana atrás, al cardenal Robert 'Bob' Prevost no le eran ajenos los récords de velocidad romanos para ganar la victoria de su candidatura. Prior provincial de los agustinos desde 1998, había sido elegido prior general de la Orden en 2001. En 2007, fue reelegido en Roma para un segundo mandato de seis en años en tiempo récord: 20 minutos. Las discusiones, sin duda, también aquí habían sido anteriores a la instancia de reunión y a la ocasión del sufragio.

Cuatro años después, Obama fue el primer presidente negro en la Casa Blanca. También en este caso el abandono de un tabú había sido menos completo de lo que podía creerse fuera de su país. Obama, que sería reelecto en 2012 con la misma fórmula que llevaba a Joe Biden como VP (primer VP católico de Estados Unidos, el segundo es Vance), era clasificado como black en los censos raciales. Había sido ya el tercer senador afro-descendiente elegido por voto popular. Sin ser propiamente afro-americano. Los ancestros del ex presidente de EEUU de 63 años, doctorado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard (el primer Ph.D. en la Casa Blanca desde el también demócrata Woodrow Wilson), no fueron víctimas de la trata atlántica ni traídos a la fuerza desde África para hacer de ellos esclavos en América:  su madre era una antropóloga blanca y su padre era nacional de Kenya -y, por lo demás, de las élites culturales y sociales: profesor universitario de Economía-.

Progresismo y progresos

El análisis del cónclave pasado y del futuro inmediato y mediato de la conducción de la Iglesia como una contienda o componenda entre sectores y factores conservadores y progresistas es menos ilegítimo de lo que dicen quienes lo desdeñan. Es, no obstante, una interpretación que se agota en sí misma, si lo que se buscan son guías para anticipar qué caminos se elegirán, en qué orden, y qué cambios, pausas o giros veremos. La elección de Prevost revela una cuestión de hecho, independiente de la voluntad individual de cardenales, jerarquías eclesiásticas, laicado, aliados y enemigos autodesignados de la Iglesia. Y es que los cambios introducidos durante el pontificado de Francisco, escasos según algunas expectativas, lamentables según otras, son irreversibles.

Antes que ser un infundio, la afirmación, muy oída antes y después del humo blanco del segundo día de votación, de que Bergoglio había aumentado el número de integrantes del colegio cardenalicio en la misma medida en la que había aumentado el número de cardenales progresistas para así asegurarse un sucesor que fuera también un heredero a su imagen y semejanza, ofrece una representación falsa o equívoca del proceder del papa peronista y de la composición del cónclave que votó por Prevost. Tanto en la elección del papa como en la elección de los cardenales rige como principio superior el del bien de la Iglesia. Haciendo a un lado el sentido religioso que esto guarda para los creyentes, el sentido político es evidente. En esa monarquía vitalicia electiva que es la Iglesia Católica Romana, el mejor candidato es aquel que asegure el poder y la gloria de la institución humana única en perdurar a lo largo de tres milenios.

En el último cónclave hubo mayor representación geográfica que en ninguno anterior. Y también hubo el mayor número de cardenales provenientes de órdenes religiosas. Una clasificación básica del clero católico distingue entre clero secular y clero regular. El clero secular responde directamente del Papa, en una división de la superficie del globo en arquidiócesis (con un arzobispo al frente), diócesis (con un obispo) y parroquias (con un cura párroco). El clero regular es el de las órdenes religiosas de sacerdotes, religiosos, y religiosas. Tienen sus reglas propias, y eligen sus autoridades.

Francisco I fue el primer papa de la orden jesuita y León XIV es el primer papa de la orden de los agustinos. Cada una de las órdenes fue fundada con misiones específicas, la de los jesuitas y los agustinos comparten la de la enseñanza -no son la única misión de cada una de ellas, y tampoco coinciden en las restantes-. Pero lo que tienen en común todas las órdenes religiosas entre sí es que sus integrantes (a diferencia de un cura párroco en su parroquia) viven en comunidad (y no en soledad frente y entre sus feligreses). En una comunidad religiosa, el diálogo entre pares y generaciones es una situación, una necesidad y una práctica cotidiana.

Años y lenguas

Desde enero de 2023, el obispo emérito de Chiclayo estaba en Roma como prefecto del Dicasterio de los Obispos. Este ministerio del gobierno de la Iglesia tiene como función redactar evaluaciones y recomendaciones de candidatos para ser designados obispos en el mundo. La decisión final es colegiada, y Prevost incluyó el voto de mujeres en el número de cuantos sumaban para recomendar o desestimar candidaturas. En septiembre de 2023, Prevost era designado cardenal por Bergoglio.

Cuando 133 cardenales llegados de los cinco continentes se reunieron en cónclave el 7 de mayo (la primera fecha, pospuesta, era el 5), Prevost estaba entre los que no habían debido viajar para acudir a la cita. Si ser italiano, era local. El nativo de Chicago ya estaba allí, desde antes, atento y preparado para recibir a sus colegas. A las lenguas de su doble ciudadanía, el cardenal políglota peruano-norteamericano suma el dominio fluido del italiano, del francés, del portugués, la comprensión lectora del alemán y del latín. Una de las áreas de mayor crecimiento del catolicismo en la última década es el África francófona. En sus dos sexenios como prior general de los agustinos, Prevost visitó regularmente las tierras africanas ecuatoriales, en especial la República Demcrática del Congo, donde sus estadías fueron particularmente más prolongadas. Brasil tiene 7 cardenales, que han viajado muy poco por el mundo. En las Filipinas católicas el inglés es lengua nacional, como en la India, el país más poblado de la tierra, con 1400 millones de habitantes, el mismo número del total de católicos en el mundo.

Que el primer papa Made in USA sea el primer pontífice de la historia que habla inglés sin acento estaba entre los fines perseguidos por la Iglesia. Todo invita a pensar que la lengua nativa de León XIV estuvo también entre las causas eficientes de su victoria electoral.  

AGB/JJD