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COLUMNA NÓMADE

Post Tenebras Lux

Fotograma de la película de Carlos Reygadas.

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Cuando un árbol cae en medio del bosque y no hay ningún humano que pueda escucharlo, ¿qué? Y cuando un amigo muere muy lejos, en otro país y uno no está para velarlo, para despedirse, ¿qué? Eso está pensando R cuando se despierta en medio de la madrugada –el cielo está polucionado pero se puede ver una lámina de claridad sobre el horizonte– en un hotel del DF. Está ahí porque lo contrataron para actuar en una serie para una plataforma. Leyó los guiones y su personaje vive toda la temporada. Cuando va hacia el frigobar para sacar una botella de agua mineral, nota que su celular –que dejó cargando desde la noche– está repleto de mensajes. ¿Quién le manda tantos mensajes? Son como más de diez de diferentes personas y todos le piden que, ya que está en México, les traiga un libro que se consigue sólo ahí.  

Con diferencia horaria, en otro país, una perra grande, de una raza indefinida, se empieza a morir. Su dueña salta de la cama –son las cuatro de la mañana– y corre a verla. La despertaron los lamentos del animal. Una amiga de ella, en el futuro, le va a decir a un amigo: “Para ella la perra es como una hija”. Su amigo le va a contestar: “No sé por qué hay que decir que los animales son como los hijos para realzar todo lo que los queremos. Un perro es un perro y se lo quiere con toda la potencia y la singularidad de un perro”. La mujer mete a la perra en una frazada, baja a buscar su auto y sale disparada para una urgencia veterinaria.  

Cuando era chico una vez se perdió en un bosque. Estaba acampando con otros chicos y se fue a buscar leña y no pudo volver a encontrar el camino. Al principio sintió un estado de aventura, una felicidad desconocida. Después pensó que estaba formando parte de un secreto de la naturaleza. Simplemente el bosque se estaba callando con él adentro. A las horas de estar perdido, se desesperó. Entonces vio en el cielo una bengala luminosa, y sintió voces que se acercaban llamándolo.  

Pasó una y otra vez el CD de Spinetta para escuchar la parte de la canción donde Luis sólo dice la palabra “corderoy”, sin que esta palabra signifique algo para la canción más que el sonido hermoso que produce en la voz del cantante. Si bien se le viene a la mente un pedazo de tela marrón –¿por qué corderoy marrón y no azul o verde?– no hay mucho más “sentido” en la inclusión de esa palabra en medio de la canción de Spinetta, sólo el placer de pronunciarla.  

Sale de la ducha, se seca y cuando se mira en el espejo ve que el ojo izquierdo tiene un derrame inmenso. No siente dolor, pero es impresionante. Por la tarde, la hija de su novia lo va a mirar asustada y le va a decir: “Parecés el diablo”. Y ahí aparece una imagen que estaba escondida en su inconsciente. A eso le recordaba el ojo rojo, al color de diablo, pero un rojo neón, luminoso, como el del diablo digital que aparece en una escena de Post Tenebras Lux –después de las tinieblas, la luz, según Job– un film de Carlos Reygadas que él vio solo en el cine y que lo perturbó profundamente.  

Si vas al cine solo estás indefenso. Durante un tiempo vas a ver las películas con tus ojos, mientras seas joven, después las vas a ver con los ojos de tus padres.  

El film de Reygadas no tiene una fábula lineal. Parece construído como las constelaciones. La película más que sentido produce intensidades, es una película para ver con todo el cuerpo. En la primera escena una nenita camina en medio de unos caballos y unos perros y gallinas mientras oscurece y en el cielo se empieza a gestar una tormenta. Los animales están nerviosos, van de un lado para otro, los animales y la nenita no actúan.  

La cámara la filma de cerca, siguiéndola. Se siente el peligro de que a esa nenita le pase algo. Reygadas trata de hacer un cine que de alguna manera recupere la potencia del cine que pregonaba André Bazin. Y cuando aparece un efecto especial, como el diablo rojo, luminoso, que se pasea por la casa donde una familia burguesa duerme, con una caja de herramientas en la mano, ese efecto tiene una densidad ontológica similar a la de mostrar un perro o cualquier ser viviente, no es tratado de otra manera por el director. Cuando cuenta esto en un curso que está dando, Arturo, un alumno, le muestra un libro que se llama Presencia, de Carlos Reygadas, donde el director teoriza sobre lo que hace cuando filma. El libro es demoledor. Dice Reygadas sobre la aparición del diablo en Post Tenebras Lux: “Las imágenes artificiales como las de la animación o los efectos visuales que empleamos para crear el diablo, no viven en una categoría menor, a pesar de no tener un cuerpo físico. Estos entes gráficos habitan nuestra imaginación y la voluntad creadora nos lleva a forjarlos como seres visibles. En la génesis de una imagen no importa si la realidad es corpórea u onírica: el cine trabaja con imágenes y sonido, no con los seres mismos que los producen . El hecho de que una imagen determinada tenga un origen inmaterial no es un impedimento para manifestarse como ser de presencia antes que como un concepto”.  

Entra al auto. Es de mañana y hace frío. A las seis cuadras se sube al auto su compañera de trabajo y amiga. Ella le cuenta que una amiga en común la pasó mal anoche porque su perra se empezó a morir. Están detenidos en un semáforo viendo como un remolcador lucha con un volquete. El da clases en un foro y lleva entre sus cosas el libro de Reygadas que su alumno de la noche le prestó. Se los va a recomendar a los alumnos de la mañana. Les lee unas partes. Los alumnos lo debaten con él. Se entusiasman. ¿Dónde se puede conseguir el libro? El les cuenta que es una edición mexicana, que se lo prestaron.  

Entonces uno de ellos se acuerda que R –otro de los asistentes al curso del miércoles a la mañana– está en México y que tal vez pueda conseguirles este libro. ¿Se lo pedimos?

FC/DTC

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