Jueces, fiscales y referentes de la Iglesia le enviaron una fuerte señal al Gobierno por las consecuencias social del ajuste: se sentaron a dialogar con personas en situación de calle y organizaciones sociales en el barrio de Once.
Ayer se reunió una representación del Poder Judicial, la Iglesia y organizaciones comunitarias para una jornada de encuentro con personas que viven en situación de calle. La reunión tuvo lugar en el parador “La Mano de Dios” y fue organizado por la Pastoral Judicial en el marco del Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas.
Según el último informe oficial del Registro Nacional de Personas en Situación de Calle, a fines de 2024 más de 10.500 personas viven en las calles de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, una cifra en crecimiento constante impulsada por el deterioro económico y social.
El arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, ofició una misa para iniciar la jornada, llamando a “no dejar en el camino a quienes se han caído” y a que la justicia sea un acto de amor y fraternidad concreta. El juez de la Cámara Federal de Casación Penal Alejandro Slokar fue enfático: “Desde la justicia llegamos tarde. La verdadera reforma judicial es que el poder funcione para las comunidades olvidadas, que la justicia sea un puente y no una barrera.”
La defensora general de la Ciudad, Marcela Millán, denunció la creciente violencia institucional que golpea a los barrios más vulnerables y ratificó que “el Estado se está retirando de todos lados, y nosotros debemos estar para que la gente no se sienta sola”. También participaron Paloma Ochoa, Gabriel De Vedia y Karina Yabor, funcionarios comprometidos con una justicia más cercana y socialmente sensible.
Además, estuvieron presentes integrantes de Vientos de Libertad, una organización que trabaja con consumos problemáticos desde un enfoque comunitario y solidario. Datos oficiales del Ministerio de Salud porteño señalan que el consumo problemático de sustancias en barrios vulnerables aumentó un 15% en el último año, estrechamente vinculado a la pobreza, la violencia y la exclusión social, un desafío que exige respuestas integrales y colaborativas.
El cierre estuvo a cargo del padre Gastón “Tonga” Colombres, vicario episcopal para el Servicio de la Caridad y el Desarrollo Humano, quien señaló que la crisis social no se resuelve con gestos aislados ni caridad, sino con compromiso real y políticas públicas integrales construidas desde la cooperación entre Iglesia, justicia y comunidad.
Para culminar, todos los presentes caminaron hasta Plaza Miserere, donde repartieron tortas fritas y mate cocido a personas en situación de calle.