La rebelión de los candidatos muletto y la vitalidad política del dedo de Cristina
Al menos hasta el 14 de marzo, cuando el INDEC informe el índice de febrero, el terremoto que significó el 6% de inflación de enero seguirá con su onda expansiva sobre la galaxia política. Del mismo modo que en noviembre, con dos meses de datos a la baja cambió el microclima y amaneció la hipótesis de Massa como candidato inevitable, el número del primer mes del año empañó aquel espejismo y potenció la incertidumbre. Que el dato de febrero, un registro que altera el electrocardiograma del humor social criollo, esté por arriba o por abajo de los 6 puntos, puede inyectar calma o drama.
Es una postal de la fragilidad argentina: dos décimas, irrelevantes en el volumen, pueden impactar para construir una tendencia, negativa o de leve recuperación. Retumba, en la voz de un dirigente que lo bienquiere, el planteo de que Sergio Massa se equivocó al ponerle número, al hablar de 3%, de inflación en abril. El ministro no da por perdida la batalla, con previsiones corregidas, pero corre el riesgo de aportar al Olimpo de las proyecciones fallidas: el segundo semestre, la lluvia de inversiones, la heladera llena.
En ese ruido, la aventura epistolar de Daniel Scioli, un hombre poco dado a las letras, su “acá estoy”, se nutre en parte del tropiezo del plan Massa, cuya suerte parece atada a la inflación más que a cualquier cosa. Pero no es todo: el embajador se agita movido por algunas inquietudes. Cree -o creía- que tenía tiempo para esperar hasta que Alberto Fernández desactive su postulación, si no en abril, en el mes de mayo. Su carta de martes y su aparición en TV del jueves indican que no.
En la ruleta
Además del rebrote inflacionario -que horada a Massa, a quien Scioli ve como un potencial duelista- otras razones impulsaron al ex gobernador a apurarse por avisar que es candidato a ser candidato: ve que su nombre no figura en la agenda pública, al menos como que le gustaría, en el menú más repetido de potenciales postulantes del FDT para la disputa presidencial.
“Se habla de Alberto, de Cristina, de Wado, o de Massa... pero no tanto de Daniel y él quiere dejar claro que está en carrera”, contó a elDiarioAR un entornista de Scioli que en estos días tiene agenda en Brasilia pero volverá, en marzo, para participar de la Vendimia en Mendoza. Puede considerarse, luego de la Bristol test -su recorrida playera de principios de enero en Mar del Plata-, como el primer episodio de Scioli como candidato.
Con su necesidad de meterse en el puñado de presidenciables, Scioli ejecuta una dinámica que, con matices, siguen otros candidatos. Presenta, a su modo, un plus: cualquier proyección electoral está atada a la suerte del Gobierno. En el sciolismo suelen decir que el embajador podría hacer campaña mostrando, simplemente, un reel con los fragmentos más destacados del debate que tuvo con Mauricio Macri en el 2015. “Todo lo que advirtió, lamentablemente ocurrió”, sintetizan.
El “cuenten conmigo” de Scioli marida con un planteo que llegó a la mesa de arena de Olivos, donde a Alberto Fernández le sugirieron que le abra un lugar en el gabinete a Scioli para que pueda caminar y hacer campaña. Una forma, dicen, de ponerlo en igualdad de condiciones con otros dos ministros, Massa y De Pedro, que aparecen en la oferta potencial de candidatos a presidente del FdT. La propuesta es que lo entronice como ministro de Turismo y Deportes, una plataforma para dar buenas noticias y recorrer, de punta a punta, el país. Lo que haga Fernández será un indicio de hasta dónde está dispuesto a darle juego al embajador en Brasil.
El lanzamiento en dos turnos de Scioli es, aunque él trate de que no se lea así, fuego amigo para Fernández porque puso en crisis aquello de que no haría nada en la medida que el Presidente mantenga su idea de reelegir. O Scioli sabe algo que otros no, o Scioli se suma, por default, al pelotón de dirigentes que piden -algunos con menos eufemismos que otros- que Alberto decida qué va a hacer. En Casa Rosada tienen un atajo: hace tiempo, el Presidente dijo que puede haber muchos candidatos, y de hecho propone primarias, así que lo de Scioli en vez de ser un problema es, en cierto modo, una virtud.
De todos modos, la aparición de Scioli en Facebook agita otra presunción en despachos oficiales, que leen esa intervención como una acción en sintonía con la demanda que, por varias vías, expone Cristina Kirchner. En la práctica, y no se le puede atribuir ingenuidad, Scioli movió una pieza que le sirve más a Cristina que a Alberto. La nota de Scioli y a la carta virtual del senador Guillermo Snopek, texto hipercrítico de Alberto Fernández que se publicó en la página oficial del Senado, reinstalan el formato epistolar en la pelea del FDT. Cristina no escribe las cartas, pero las difunde.
El dedo de Cristina
El exgobernador, histórico devorador de estudios de opinión pública, decodifica dos cosas: que no hay posibilidad de que Fernández se convierta en candidato peleado con Cristina y que la vice retiene el mayor volumen de votos y que esos votos migrarán, aun con alguna fuga, hacia donde se dirija el dedo cristinista.
¿Por qué, entonces, más allá de la lealtad que profesa, Scioli quedaría cautivo de Fernández, como su candidato muletto, si además con esa actitud puede generar resistencias de la vice? “Es una carrera de pacientes. Hay que saber esperar”, dicen cerca del ex candidato a presidente que, esta semana, sacudió la modorra y aviso que la espera no es quietud.
Algo parecido ocurre con Wado De Pedro, el ministro-candidato. Luego de reforzar su campaña tras el “renunciamiento” decembrino de Cristina, quedó en un no lugar cuando irrumpió el operativo clamor para que la vice revise su decisión de no ser. Eso tiene dos lecturas, ambas difíciles para Wado: que hacia afuera su candidatura no terminó de hacer pie ni volverse competitivo; y que tampoco consiguió que el universo K lo abrace como su candidato bis, ante la ausencia de deserción de Cristina.
“Esto es una maratón: no importa andar rápido, sino seguir en carrera”, dicen al lado del ministro con una lectura casi calcada a la de Scioli. De Pedro se nutre de una encuesta que lee, mes tras mes, Alberto Fernández -nutrido por Juan Manuel Olmos, el operativo que oficia casi como jefe de campaña- según la cual Wado, medido como “candidato de Cristina”, derrota tanto a Fernández como a Sergio Massa.
Ese sondeo refleja algo que nadie discute: que Cristina es la figura que concentra el mayor caudal de votos y que preserva el poder para decir, dedo mediante, hacia dónde se deben dirigir esos votos. Como candidato de Cristina, Wado le gana a Fernández y está en paridad cerrada con Massa. La última medición de ARESCO, casi una Biblia en el peronismo, refleja esto último: en un mano a mano entre Wado, respaldado por Cristina, y Massa, el resultado es casi un empate técnico. La única candidatura que despeja todo es Massa con respaldo de CFK.
Una encuesta que leen dirigentes de JxC hace un ensayo similar y pone a Massa como candidato de Cristina, y el fenómeno se repite: se detecta una leve suba de la izquierda, pero el voto cristinista migra al ministro. ¿Ese ejercicio de laboratorio aplicaría, también, para Alberto? Parece difícil, si no imposible, que la vice pueda levantar el brazo del presidente y, si eso ocurriese, sería un desafío interesante luego de los desencuentros, a sangre viva, del último año.
Wado, por lo pronto, volvió al ruedo: hubo un mensaje aéreo, de una avioneta con su nombre en la costa atlántica, y este jueves paseó por el conurbano además de hacer una excursión a un territorio difícil para el kirchnerismo: el campo. “Cuanto más opciones tenga Cristina, más poder tiene: Wado camina para servir para el plan general que ella diga, si es candidato o no, después se verá”, dicen en Interior sin poner en pausa su calendario de recorridas de campaña.
A diferencia de Scioli, Wado no resulta perjudicado de manera directa con la dilación de Fernández para decir sus próximos pasos. Incluso, en algún punto, puede resultarle una ventaja porque frena a los demás candidatos cuando, hasta acá, el ministro jamás dejó de hacer campaña a pesar de los coqueteos albertistas con la reelección. Así se lo dijo Fernández en la charla mano a mano en Olivos donde, incluso, le aseguró que no veía ninguna limitación a que, eventualmente, se enfrenten en una PASO. Ese es el límite que, ahora, pone el kirchnerismo y se convirtió en su idea fuerza para pedir que Fernández se baje con el argumento de que si quiere ser, no habrá ningún candidato K enfrente.
En limpio: si ningún candidato cristinista va a una primaria con Alberto, y Cristina no respaldara a Alberto, ¿es posible una abstención masiva de voto K? ¿Existe alguna posibilidad de que ocurra lo que ocurrió en 1963 cuando ganó Arturo Illia, y un 20% de votos fueron en blanco, protesta por la proscripción al peronismo? La vice hizo una pausa en el sur, adonde viajó junto a Máximo Kirchner, y se prepara para tener un marzo hiperactivo: no solo el 1 de marzo en la Asamblea Legislativa, donde se mostrará con Fernández, sino porque se activó una apuesta para montar, el 11 de marzo -aniversario de la victoria de Héctor Cámpora en 1973-, un acto donde se explicite el operativo clamor para que sea candidata. Es, hasta acá, un sondeo que podría convertirse en el primer episodio público, ruidoso, para pedir que la vice vuelva al ruedo electoral, un capítulo que ella, según manda a decir, ya cerró. Hay otra traducción: ese acto podría ser 48 horas después de que el tribunal que la condenó por la causa Vialidad difunda los fundamentos del fallo. El acto que todavía está en veremos podría funcionar como respuesta.
PI
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