El ministro del Interior se pone a prueba

Santilli toma el control de la rosca parlamentaria en el arranque del debate por el Presupuesto 2026

Con el inicio de las sesiones extraordinarias, el Gobierno entra en la instancia más delicada de su hoja de ruta legislativa y pone a prueba su capacidad real de construir mayorías. El debate del Presupuesto 2026 y el paquete de reformas asociadas —con la “modernización laboral” y la ley de Inocencia Fiscal en el centro— encuentran a un protagonista definido: Diego Santilli, el ministro del Interior, convertido en el principal operador político del oficialismo en el Congreso.

Desde su entorno lo dejaron claro este lunes, con un mensaje que funcionó como señal política hacia adentro y hacia afuera del oficialismo: Santilli tendrá una semana “abocado 100 por ciento a la estrategia parlamentaria”, con presencia permanente en el Congreso y en coordinación directa con Martín Menem y Patricia Bullrich, además de gobernadores, diputados y senadores. El objetivo inmediato es conseguir los votos necesarios para aprobar la “ley de leyes”, una discusión prioritaria para los mandatarios provinciales.

La escena legislativa empieza a ordenarse desde hoy con la conformación de las comisiones clave. En Diputados, comenzará el tratamiento en Presupuesto y Hacienda —que seguirá bajo el control del oficialismo— junto con Legislación Penal. En el Senado ocurrirá lo mismo con Trabajo y Previsión Social y con Presupuesto y Hacienda. Para la Casa Rosada, este paso es decisivo: el plan es que el Presupuesto 2026 tenga media sanción en la Cámara baja en cuestión de días y pueda convertirse en ley antes de fin de año.

El oficialismo llega a esta instancia con una ventaja política: tras las elecciones de medio término, La Libertad Avanza se consolidó como primera minoría en Diputados y, con aliados, quedó muy cerca de los 129 votos necesarios. En la Cámara alta, el escenario también aparece más favorable que un año atrás. Distinto es el panorama para la reforma laboral, donde persiste la resistencia sindical y el escepticismo de sectores opositores dialoguistas, lo que abre la posibilidad de un segundo tramo de sesiones extraordinarias entre enero y febrero.

En ese contexto, el rol de Santilli no es coyuntural ni improvisado. La semana que comienza es la culminación de un trabajo político que el ministro del Interior inició apenas asumió, hace poco más de un mes. Desde entonces, su agenda estuvo dominada por una ronda constante de reuniones con gobernadores de distintos signos políticos, tanto en Casa Rosada como en las provincias, con un temario que se repitió: Presupuesto, deudas previsionales, obras frenadas, financiamiento internacional y respaldo parlamentario.

Santilli también activó encuentros con jefes de bloques aliados y dialoguistas, y sostuvo conversaciones reservadas con senadores clave de cara a la votación en la Cámara alta. En ese recorrido se inscribió, por ejemplo su paso por Misiones, donde se reunió con Carlos Rovira, uno de los dirigentes provinciales con mayor capacidad de ordenar votos propios. El mensaje fue siempre el mismo: orden fiscal sin concesiones en el discurso público, pero negociación política fina para garantizar gobernabilidad.

En ese esquema se inscribió también la reunión que Santilli mantuvo la semana pasada con Jorge Macri en Casa Rosada, uno de los encuentros que el ministro venía postergando desde su llegada a Interior. El temario combinó la discusión por el Presupuesto 2026 con dos puntos sensibles para la Ciudad: la deuda por coparticipación y la coordinación política en el Congreso. Para el Gobierno, el gesto tuvo una doble lectura: ordenar el vínculo institucional con la administración porteña y asegurar un canal de diálogo fluido con un actor clave del PRO en momentos en que cada voto cuenta.

La coordinación con Menem en Diputados y con Bullrich en el Senado terminó de cerrar la estrategia. Mientras Balcarce 50 empuja la narrativa de reformas estructurales, Interior quedó a cargo de traducir ese programa en votos concretos. La presencia permanente de Santilli en el Congreso durante esta semana apunta justamente a eso: anticipar conflictos, cerrar acuerdos parciales y evitar que las resistencias se conviertan en bloqueos legislativos.

Con el Presupuesto 2026 como primera prueba de fuego, el ministro enfrenta ahora algo más que una negociación de números y votos. La estrategia de instalarlo como el articulador político del oficialismo en el Congreso pone en juego su propio peso dentro del esquema de poder del Gobierno: si el plan avanza sin sobresaltos, Interior quedará consolidado como la usina de gobernabilidad del mileísmo. Pero si se empantana, las tensiones volverán a exponer los límites de un oficialismo que creció en bancas pero sigue dependiendo de acuerdos frágiles.

PL/MC

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