Opinión

Una tarjeta de crédito en el Honorable Congreso de la Nación

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Me cuentan que un tipo, que al parecer se llama John Dow, pasó por la Cámara de Diputados con la American Express. No cargaba pesados bolsos negros. No es José López. Es Dow, John Dow. Iba livianito, muy bien peinado, muy bien vestido, en nombre de la American Chamber. La American Chamber (AmCham) es la Cámara de Comercio de los Estados Unidos: está presente en casi todos los países del mundo y desde luego opera abiertamente en la Argentina defendiendo la billetera de las multinacionales de origen norteamericano.

En su visita al Congreso de la Nación John Dow llevaba un obsequio de $617.599 para varios diputados: pasaje y alojamiento en Washington DC. Es sabido que a los diputados les encanta viajar, sobre todo a Estados Unidos y de arriba. El regalo fue bien recibido en varios despachos. El convite es a una Convención del Centro de Estudios Americanos, una organización que teje vínculos entre líderes políticos, sindicales, ruralistas, judiciales, empresarios, mediáticos y los intereses norteamericanos. El monto del obsequio que se estipula en esta nota surge del precio de un pasaje idea y vuelta por United Airlines con estadía en el Hotel Huston Convención Center durante la semana que va del domingo 28 de noviembre al sábado 4 de diciembre. Casualmente, en esos días se votaría la Ley de Envases. La American Chamber quiere salvar a la Argentina de cometer un grave error.

Es que las empresas norteamericanas están muy preocupadas por los empleos y el crecimiento argentino. Por esa razón American Chamber pone la American Express para incentivar a los representantes del pueblo a cumplir con sus electores y rechazar la Ley de Envases. No digo que se trate de una coima solapada ni un convite indecente para torcer la voluntad del legislador. John Dow no lleva un bolsón ni dos. La American Express pesa apenas diez gramos. Yo no se si es delito o no esto de andar ofreciendo y recibiendo pasajes, estadías, congresos y franelas varias en medio de la discusión sobre la que la AmCham se ha pronunciado abiertamente, pero a mí me parece un poco reñido con los más elementales principios de ética pública.

Por las dudas, presenté la denuncia en la oficina anticorrupción. Y que se investigue. No digo que todos los que andan a los arrumacos con los lobistas corporativos norteamericanos sean deshonestos, pero sí que ellos no gastan pólvora en chimangos y cada dólar que ponen es para defender sus intereses no para intercambios culturales.

Con todo, el caso es ilustrativo de como opera el lobby trasnacional en Argentina frente a las regulaciones socioambientales o cualquier acción política de defensa del interés nacional. Ni bien registraron que la ley de envases podía suponer un peligro para sus ganancias, accionaron la maquinaria. Los mismos medios que elogiaban la ley días antes comenzaron a despotricar en contra, diputados que habían votado a favor en comisión dieron vuelta su voto y los despachos se llenaron de invitaciones a Washington.

American Chamber afirma que las grandes empresas no están contra la ley de envases en sí, pero sostiene que la gestión de los envases debe ser privada. Es una cosa bastante ridícula ¡Nadie les prohíbe hacer un sistema privado! ¡Avanti, Coca Cola! La ley de envases es precisamente para que usted se haga cargo de sus envases. Si usted utiliza envases ecológicos, retornables o sistemas propios de recuperación ¡fantástico! no paga tasa.

Porque la AmCham y la prensa amarilla hablan de cajas e impuestos, pero saben que se trata de una tasa, no de un impuesto. La diferencia estriba que una tasa es el costo de un servicio. Si no se usa, no se paga. ¿Qué servicio? Un servicio ambiental. Si usted pone en el mercado un envase que no recupera, ese envase no desaparece mágicamente en el cosmos infinito. Se entierra en un relleno sanitario, termina en un basural clandestino, va a parar al océano, a la boca de un pez, a las islas de plástico, etc, etc, etc. Afortunadamente para la sociedad, los cartoneros realizan gratuitamente el servicio de recuperación de una parte considerable de esos residuos, unas diez mil toneladas diarias. 

Al mismo tiempo, las empresas se benefician con la materia prima que los cartoneros y sus familias les proveen para fabricar sus envases. Coca Cola fabrica sus botellitas con plástico que un niño juntó en el basural de San Pedro. Esto no va a cambiar con el modelo que proponen las multinacionales. Es fundamental que el Estado garantice, a través de cooperativas de recuperadores urbanos y otras políticas públicas, la remediación de los daños ambientales provocados por los envases y los derechos laborales de quienes los recuperan, solo garantizando esos derechos se logrará combatir, al menos, el trabajo infantil y la precariedad extrema.

El modelo que propone la American Chamber son los “consorcios privados”, una especie de “vaquita” que hacen las empresas a un fondo que manejan ellas mismas para financiar lo que en el ambientalismo se conoce como greenwashing: propaganda para lavarse la cara y que todo siga exactamente igual que antes. Así es, básicamente, como operan todas las industrias contaminantes. Hacen marketing verde mientras siguen dañando el ambiente y manejando a los políticos como marionetas para evitar regulaciones que puedan cambiar las cosas y frenar la catástrofe ambiental. El pacto tácito son leyes que hagan “como sí”.

En la Argentina y el resto del mundo, las corporaciones siguen teniendo una conducta ecocida. Emisión descontrolada de dióxido de carbono y metano, desmontes y desforestación sin limites, extractivismo salvaje, destrucción de la biodiversidad, contaminación de los océanos, patrones de consumo-producción insustentables y una larga lista de etcéteras. Eso no debería sorprendernos. Está en su naturaleza. Su lógica es la lógica de la acumulación y la maximización de la ganancia. No son las corporaciones las que van refrenar voluntariamente su propia voracidad, sino la sociedad y los gobiernos.

El problema real estriba en la permeabilidad del poder político que se vende cada vez más barato al poder corporativo. Evita denunciaba a quienes se entregaban por “una sonrisa, unas monedas o un banquete”, algo parecido a un pasaje y cinco noches de hotel. Incentivos positivos le dicen. También están los negativos. Hay tantos políticos que sólo quieren boyar sabiendo que su pasividad o complacencia frente a los grandes intereses les ahorra el escarche de los medios de comunicación y los haters a sueldo de las corporaciones y sus lobistas.

El proyecto de Ley de Envases lleva las firmas del propio Alberto Fernández, el Ministro de Desarrollo Productivo, Matias Kulfas y el Ministro de Ambiente, Juan Cabandie. El presidente del bloque del Frente de Todos Máximo Kirchner y el secretario de Ambiente Sergio Federovisky, hombre de confianza de Sergio Massa, fueron los encargados de su presentación. La única forma que la Ley de Envases se quede sin sanción en la Cámara es el poder de legislar lo tenga la American Express y no los representantes del pueblo argentino. 

JG