Sacó el 5,25%

La tercera vía quedó tercera: Somos Buenos Aires no logró romper la polarización

El laberinto tuvo paredes altas y pasillos sin salida: la “tercera vía” que prometió escapar de la grieta terminó en el mismo centro del laberinto, dando vueltas sobre sí misma. Con 95,49% de las mesas escrutadas, el tablero provincial quedó nítido: Fuerza Patria ganó con 47,27%, La Libertad Avanza reunió 33,71%, Somos Buenos Aires quedó tercera con 5,25% y el FIT-U alcanzó 4,37%. La marca de la tercera vía fue, más que un umbral, una señal de insuficiencia: no rompió la polarización que se propuso romper.

En el lenguaje de la noche electoral, la ironía se escribió sola: la tercera vía quedó tercera. Y quedó lejos. Ese 5,25% resultó demasiado magro para sorprender, para reordenar alianzas o para instalar una agenda propia. Dos fuerzas —el peronismo provincial y el oficialismo nacional— concentraron el 81% del voto bonaerense, una marea que arrastró lo demás hacia los bordes, y el centro no se abrió paso. La promesa de superar la grieta se quedó en eslogan.

El armado de Somos Buenos Aires reunió siglas y apellidos, pero careció de cohesión y de una plataforma nítida. La UCR, la Coalición Cívica, el GEN, el Socialismo y un puñado de intendentes confluyeron en un frente que se presentó como alternativa a Milei y al peronismo. La foto mostró gestión y experiencia, pero no un para qué capaz de conmover a mayorías: la consigna “no ser ni Milei ni peronismo” no se tradujo en un programa [ni en una oferta que explicara cómo iba a gobernar]. El resultado fue un discurso correcto, pero insuficiente.

El caso de la Segunda Sección expuso, con crudeza, esa fragilidad. Allí no compitió Somos Buenos Aires y Manuel Passaglia, intendente de San Nicolás, jugó con su sello propio, Hechos. La marca vecinalista capturó 23,89% en la categoría de diputados, detrás de Fuerza Patria 35,48% y de La Libertad Avanza 29,85%] El espacio “antigrieta” se ofreció en porciones, no en una propuesta común: archipiélago en vez de frente.

La fragmentación también se vio en el flanco liberal-republicano. Potencia, el frente encabezado por María Eugenia Talerico, obtuvo 1,37% en la sumatoria de votos a legislador. Somos Buenos Aires reunió 418.324 votos y Potencia 109.762: juntos, habrían sumado 528.086, es decir, casi 26% más sobre la base de Somos Buenos Aires. El número no cambiaba el mapa, pero mostró el costo de ir separados (menos votos y menos bancas proyectadas). La lección fue escolar: cohesionar antes de competir.

Hasta la izquierda está más unida que estos espacios de centro que no encuentran rumbo, ni banderas que defender, ni líderes que los conduzcan. Que desde ese punto se pareció mucho al triste y efímero paso en la historia política argentina del frente Unen, que fue una unidad forzada, de estricto corte electoral, totalmente vacía de contenido, que en 2013 llegó a tener, en una misma lista de candidatos a Alfonso Prat-Gay y Victoria Donda.

La oferta electoral antigrieta de la provincia de Buenos Aires, y la de la Nación también, fue un espacio errante, desdibujado y sin una propuesta clara, y así resultó muy difícil hacerse lugar en la opinión pública, en el electorado, frente a dos fuerzas con discursos entradores y poderosos, como fueron el peronismo y La Libertad Avanza, que este domingo reunieron juntas el 81% del voto de los bonaerenses.

La apuesta de intendentes y referentes del medio no se tradujo en un norte común. Julio Zamora, Pablo Domenichini, Pablo Petrecca, Maximiliano Suescun, Fernando Martini y Pablo Nicoletti llevaron gestión y territorialidad a las boletas. Pero la unidad programática faltó, y la disciplina electoral también. El centro, que se ofreció como puente, no articuló un plan transversal (ni económico, ni social, ni de seguridad)] que pudiera hablarles a los enojados con el peronismo y con Milei, sin caer en la mímica de los extremos. La campaña quedó enunciativa y la urna fue tajante.

El contrapunto con el FIT-U tuvo su cuota de paradoja. Una izquierda históricamente fragmentada apareció más ordenada que el centro, y se sostuvo en 4,37% a nivel provincial, con terceros puestos en secciones puntuales (como la Octava). No fue un salto, pero sí una presencia reconocible, con relato y liderazgo. Para el votante que quiso castigar al Presidente sin volver al peronismo, esa coordenada existió. Para el centro, el mapa quedó dibujado con líneas discontinuas.

Borges ayuda a leer la noche. En “La casa de Asterión”, el Minotauro narra su propio encierro: un laberinto que es hogar, mente y condena. Cada nueve años recibe visitantes y los “libera del mal”; espera un redentor, y cuando llega Teseo, “apenas se defiende”. La tercera vía bonaerense vivió su versión de ese cuento: recorrió galerías de consenso, juntó llaves, nombró puertas; pero cuando el duelo con la polarización se presentó, apenas se defendió. El redentor no fue Teseo, sino el dato: 5,25%. La casa siguió siendo el laberinto.

El veredicto de las urnas fue claro: Fuerza Patria ganó con amplitud, La Libertad Avanza quedó segunda sin discutir la cima, Somos Buenos Aires quedó tercera y no instaló un proyecto que rompa el ring binario. La Segunda Sección, con Hechos por fuera y Passaglia de estratega, exhibió la grieta interna del “antigrieta”. La combinación de fragmentación y vaguedad programática pesó más que la lista de apellidos con gestión.

El día después deja una pregunta sencilla: ¿qué propone el centro cuando dice “salir de la grieta”? Si esa salida no trae un plan (impuestos, salarios, seguridad, obra pública, federalismo, educación, salud) y un mando unificado, el laberinto volverá a cerrarse en la próxima curva. Y el minotauro, otra vez, apenas se defenderá.

JJD