Balance 2020: también la desescolarización será leyenda

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La escolarización no llegó a su fin a causa de la pandemia del COVID-19. La desescolarización empezó porque ya era posible, porque nuevas tecnologías embrionarias permitían superar la vieja tecnología escolar. Solo hizo falta un evento global que pusiese a prueba ese potencial: el confinamiento que siguió a la enfermedad fue el factor perfecto. En 2020, la educación continuó, pero fuera de las aulas escolares. Esto no fue interpretado como iniciativa política, sino como una práctica ‘natural’ de supervivencia frente al virus. A diferencia de pandemias, guerras y otros acontecimientos anteriores durante los cuales quedó suspendida la asistencia escolar, en este caso se comprendió que se podía enseñar y aprender sin necesidad de concurrir al espacio en común especializado denominado escuela.

Las escuelas tal como las conocíamos hasta hoy habían surgido en el siglo XVII para cumplir con el ideal de la Pansophía, del griego pan, todo y sophía, conocimiento: todo el saber humano debía estar disponible para todos los seres humanos y no para unos pocos, como ocurría desde la creación de la escritura, 5700 años antes. La tecnología escolar había sido concebida como un medio para alcanzar este fin y si bien tuvo avances significativos a lo largo del siglo XX, la educación en las escuelas nunca estuvo cerca de lograr la Pansophia. 

En el inicio del siglo XXI esta tensión se hizo insoportable con la explosión de la primera internet y con los desarrollos iniciales de redes sociales. El animal homo sapiens se mostraba cada vez más reacio a adaptarse a tiempos y espacios escolares rígidos, y las flamantes computadoras ubicuas absorbían cada vez más horas de conexión. Resultaba muy difícil hibridar estos nuevos modos de vida digitales con las viejas prácticas escolares que precisaban ritmos serenos para atravesar meses, años y décadas hasta cerrar trayectorias. Y eran trayectorias expectantes cursadas a través de larguísimos años, desde los 2, 3 ó 4 de edad hasta los 18 y mucho más. Tiempos sujetos a espacios estáticos. Donde todo se planificaba por medio de documentos. Planes de estudio y diseños curriculares QUE debían ser avalados por un nihil obstat estatal (y) dirigían aquello que debía y no debía suceder en la enseñanza; su modificación requería de otros tantos largos años de deliberación política.

Estos tiempos escolares se tornaron insufriblemente eternos y el círculo vicioso de la deslegitimación escolar se abrió y encontró su derrotero final en la pospandemia. El menú fijo de documentos curriculares contrastó con la sabiduría a la carta de internet y la asimetría de la relación docente alumno con la interacción aplanada y aluvional de las redes sociales. Ahí surgieron las denominadas celebrities: sapiens que no acumulaban saberes sino seducían a otros sapiens y ganaban aceptación transitoria. Si la tecnología escolar del siglo XVII necesitaba largo plazo, sacrificio y postergación, la cultura digital de las tres primeras décadas del siglo XXI, aún torpe y rudimentaria, marca tiempos de preferencia temporal decreciente.

La melancolía por la escuela que supuraba en aquellos tiempos resulta sorprendente: un sector ilustrado y relevante defendía la vieja escuela con uñas y dientes, enamorados de un objeto, de una tecnología vieja, y descuidando el ideal pansófico que decían defender. Una estrategia con la que lo perdieron todo. Sin embargo, este evento promovió la expansión del movimiento pansophiano que aún hoy, y como ustedes ya saben, sigue procurando activamente que los objetos pro sapiens sean para todos, a pesar de las prohibiciones y las persecuciones que sufrimos en vigilia y en fase de sueño.

En este mensaje hologramático que aquí estoy trans-produciendo para ustedes, quiero mostrarles que 2020 fue un año clave para el futuro de la educación porque sus efectos fueron contundentes. Enumero algunos.

2020 demostró que la asistencia personal a las aulas de los edificios escolares solo era irreemplazable para los sectores sociales más excluidos, aunque estos no encontraran en ellas una solución completamente eficaz a la falta de acceso al conocimiento, por lo menos no masivamente. Y el confinamiento que acompañó a la pandemia permitió que los sectores sociales globales con mayores recursos fueran aprovechando las ventajas de la tecnología combinada (escolar y digital) en lo que finalmente conformó un incentivo importante para la inversión en tecnología educacional de nuevo tipo. 

Desde 2024, aproximadamente, nuevas tecnologías contribuyeron a que la educación remota fuese superadora de las viejas plataformas tipo Moodle, Google Classroom o Zoom, que aportaban muy poco de mejoría a lo que ya hacían las viejas escuelas (en los museos virtuales se pueden usar esas herramientas, si se supera el aburrimiento).

La plataforma pansophiana KOMENIO, creada en la República Argentina, uno de los primeros países en disolverse con la crisis económica de 2031 fue de las más solventes desde el punto de vista pedagógico por usar un entorno 3D, gamificado y con avatares. La interfaz usuaria era muy sencilla, al punto de que con esta herramienta ningún docente que no supiera programar se quedaba fuera y podía planificar la enseñanza. Permitió que muchos sapiens de sectores sociales excluidos pudiesen acceder al conocimiento gracias a sus prestaciones sencillas, con poco consumo de datos y con una gestión en manos de nodos de la economía popular, ya en vías de divorciarse para siempre de la economía mainstream. 

El motivo del declive de estas plataformas no fue técnico: fue consecuencia de las nuevas formas de cohesión social impuestas por el Acta Global (GA) de 2054. Esto se vio facilitado por la implantación de nanobots en regiones cerebrales neocorticales en forma masiva. Lo que hoy conocemos como Proyecto Kurzweill (KP), iniciado en 2013 por Google, fue finalmente comprado y desarrollado por capitales chinos tras la quiebra de la empresa norteamericana. 

Es difícil entender cómo en las primeras décadas del siglo XXI, las mentes más lúcidas (de) no se dieron cuenta de lo que se estaba gestando tanto con KP como con Neuralink, su competidor, más tarde comprado por Rusia (y que afortunadamente nunca llegó a funcionar bien). Los primeros pansophianos trataban de convencer valiéndose de un ejemplo tan evidente como implacable: así como en 1987, decían, nadie imaginaba que 20 años después iba a ser posible comunicarse y aprender con celulares inteligentes, ¿cómo se puede desdeñar el injerto de chips o nanobots con capacidad de integrar redes neuronales y controlar, directamente, el comportamiento de todos los conectados? En 2020, esas mentes lúcidas atendían su propia melancolía mientras las grandes corporaciones invertían miles de millones en desarrollo y las escuelas agonizaban por falta de financiamiento.

La historia reciente de PK es más conocida. Gracias al injerto del nanobot, no es necesario la utilización de interfaces físicas tales como un libro, una escuela, un celular o la pantalla de una computadora. Nuestros cerebros están conectados en redes y nubes y el saber se ha licuado en una pastosa baba transhumana, terminando con el capitalismo de plataformas y pasando al capitalismo de sinapsis. El injerto del nanobot es obligatorio y gratuito desde los dos años de edad (art. 305, GA de 2054) con una versión básica con dos funciones: identificación y geolocalización. Solo un 30% de la población post-sapiens tiene recursos para comprar actualizaciones. 

Como pueden ver, el 2020 fue un año especial; el año en donde todo comenzó a cambiar. ¿Es posible que existan otras derivas temporales y otros presentes diferentes? ¿Es posible un escenario en el que las escuelas sigan existiendo? Por supuesto que sí, el futuro no es conspirable. Si en alguna línea temporal se pudo comprender que la escuela nunca fue un fin en sí mismo sino un medio para alcanzar la Pansophía, los cambios digitales habrán acelerado un mejor desenlace para las tecnologías educacionales, con escuelas y con otras alternativas.

Recuerden, queridos post-sapiens, que este corto holograma que estoy trans-produciendo para ustedes es completamente ilegal y no querrán que la red central advierta actividad prohibida de relato histórico (art. 165ª, GA de 2054).

No olviden transferirme los 2 crypto-yuanes. Acepto propinas. 

Y un feliz año para todos.