Psicología

Por qué es importante enseñar a los niños a decir “no”: “Poner fronteras personales no los hace egoístas”

Ana M. Longo

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A muchos adultos aún los incomoda escuchar la negativa de un niño. Sin embargo, ese “no” es una forma de proteger su espacio personal y pedir respeto. Acompañarlos implica sostener esos límites con calma. También supone explicar lo que ocurre y validar sus emociones, incluso cuando no podemos satisfacerlas.

La evidencia reciente refuerza esta mirada. En España, un estudio reciente del Ministerio de Sanidad analiza los recursos de educación sexual no formal y destaca que muchos materiales trabajan la intimidad, el respeto del cuerpo y el consentimiento desde las primeras edades. Estos contenidos ayudan a que los niños identifiquen lo que les resulta cómodo o lo contrario, y sostengan esas fronteras con firmeza.

En la misma línea, una revisión publicada en Clinical Ethics describe que incluso los niños más pequeños muestran conciencia de su integridad corporal y capacidad para expresar aceptación o rechazo en situaciones de cuidado. Y refleja que detectar estas señales es parte de respetar su autonomía y de apoyarlos cuando necesitan poner un límite.

Cuidar desde el respeto

Para trasladar este respeto a su autonomía del día a día, es esencial el trabajo de quienes acompañan a las familias. Paula Sánchez Alarcón, psicóloga, directora de RAYCES y autora de la colección Cuentos que Transforman, expone que, desde un enfoque psicopedagógico, el derecho de los niños a decidir sobre su cuerpo y sus emociones empieza a construirse en los primeros meses de vida. “Si después del baño vamos a hacerle un masaje al bebé, podemos mostrarle nuestras manos con el aceite y preguntarle si quiere que le demos un masaje”, explica. Como señala, acompañar desde la escucha y la empatía no significa dar a los niños todo o permitir el capricho: “Se trata de enseñarles que sus emociones y decisiones son válidas y que pueden expresarlas dentro de unos límites claros y seguros”.

Se trata de enseñarles que sus emociones y decisiones son válidas y que pueden expresarlas dentro de unos límites claros y seguros

Para poner límites “sin miedo”, con tranquilidad y trato digno hacia ellos y los demás, la psicóloga comenta que hay que poner el foco en los pequeños gestos cotidianos. Por ejemplo, preguntarle al niño si tiene ganas de que le cambiemos el pañal o esperar un poco antes de hacerlo. “Ese breve espacio les permite sentir que tienen voz y que su espacio corporal importa”, afirma.

Otra forma de hacerlo es pidiendo permiso a otro niño para jugar con sus juguetes en el parque. “Los niños van integrando que hay que pedir lo que no es nuestro y que el otro puede decidir”, declara. “Enseñar a poner límites con seguridad y respeto implica acompañar para que los niños se atrevan a expresar lo que quieren. De igual manera, deben ir asimilando la respuesta del otro, sea afirmativa o negativa”, comparte.

En contextos de grupo, como el colegio o las actividades extraescolares, la experta revela que resulta fundamental que las personas adultas reforcemos los “noes” de los niños. “Muchas veces, cuando un niño rechaza un abrazo o un contacto físico, el adulto puede intervenir con naturalidad para sostener ese límite”, apoya.

Sánchez manifiesta que también es importante que los educadores fomenten todos los roles posibles. “Muchas veces se valora mucho el compartir o el dar, pero también es necesario aprender a no querer dar o no querer recibir, y que ambas opciones sean válidas”, subraya. Asimismo, valora que en los colegios debería escucharse y valorarse el “no” a los adultos: “Por ejemplo, si le hacen ver a un profesor que algo no les parece justo o que un compañero fue tratado de forma inadecuada”, precisa.

La comunicación y el lenguaje que usamos los adultos cuando el niño dice “no” también marcan la diferencia. Significa que “está mostrando una necesidad profunda: sus límites, su derecho a decidir”. “No hay que interpretarlos como desobediencia o falta de educación”, especifica.

Asevera que el “no” del niño es una oportunidad para enseñarle que sus decisiones merecen ser escuchadas. “Estamos validando su emoción, dándole palabras a su decisión y ayudándole a comprender que poner fronteras personales no lo hace egoísta, sino auténtico”, certifica. 

La comunicación y el lenguaje que usamos los adultos cuando el niño dice 'no' también marcan la diferencia

La psicóloga no olvida que, como adultos, hay que cuidar nuestras reacciones porque el “no” del niño puede despertar culpa, enojo o miedo a perder el control. Y asegura que, si somos conscientes de eso, podemos responder con calma.

Cuando el adulto aprende

Ese enfoque respetuoso también se traslada a fuera de la casa, donde el niño empieza a medir sus propios límites frente a los demás. José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo especializado en trauma y apego, indica que un niño que no responde “no” puede ser influenciable y vulnerable ante personas poco respetuosas. “Crecerá pensando que los derechos de los demás son más importantes que los suyos propios”, opina.

E indica que esa frase tan habitual que pronuncian algunos padres cuando dejan a sus hijos al cuidado de otros adultos —“te quedás con ... Hacele caso en todo”— puede ser un error. En su opinión, hay que justificar a los niños el tipo de cosas o situaciones a las que deben negarse: decisiones sobre su cuerpo, situaciones que los incomoden o cualquier trato injusto.

Para el experto, los adultos tendemos a no escuchar o a mandar callar, y a veces creemos que por ser niños no saben o mienten. De hecho, resalta que otra equivocación es pensar que el niño que se niega es rebelde o impertinente “cuando en realidad es una expresión sana”. Además, aclara que si los niños no aprenden a ser asertivos, les queda la pasividad y la agresividad frente a quienes los rodean.

La norma social nos dice que seamos educados y saludemos. Si un niño prefiere evitar besar, no está siendo irrespetuoso con nadie. Simplemente, tiene otros modos de saludar

Sobre cómo pedir un beso o un abrazo a un niño que no lo desea, el psicólogo insiste en que los padres o tutores tengan claro que nunca se debe forzar la expresión del afecto, sino que debe resultar un acto libre para todos, tanto adultos como menores: “Solo besás si lo deseás”. E insiste en que un niño que se niega a besar a un adulto es un niño que promueve su propio autocuidado y respeto por sus límites. Por otra parte, considera clave que den un paso al frente y sean capaces de romper las convenciones sociales: “La norma social nos dice que seamos educados y saludemos. Si un niño prefiere evitar besar, no está siendo irrespetuoso con nadie. Simplemente, tiene otros modos de saludar”, apunta.

Según Marrodán, “en la adolescencia no nos podremos llevar las manos a la cabeza si les cuesta poner límites. Esto se aprende desde niños”. Del otro lado, cuando es otro quien pone un límite, los niños deben aprender a esperar. También necesitan comprender que el otro puede sentirse incómodo.

En ocasiones al niño le puede generar culpa manifestar “no”. El psicólogo sostiene que los niños deben entender que, si un amigo lo quiere porque accede a todo, no es amistad ni consideración, sino una relación desigual.

Se demuestra así la importancia de crear espacios donde la infancia pueda crecer con claridad y tranquilidad. Un proceso continuo que se apoya en la presencia consciente de quienes la rodean.