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De Jessica Rabbit a Britney Spears, el ensayo que desmonta el mito de la feminidad como algo dócil

Carmen López

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La primera vez que vio el dibujo de Jessica Rabbit en la pantalla del televisor, a la periodista Noemí López Trujillo se le pusieron las mejillas del color de una granada cortada al medio. Aún era una niña, pero el aspecto de aquel personaje de dibujos animados con curvas de infarto y melena color fuego le pareció fascinante. Tanto, que quería ser como ella, la femme fatal inspirada en las actrices del Hollywood clásico —Marilyn Monroe, Veronica Lake, Jayne Mansfield, Rita Hayworth— a la que en la película ¿Quién engañó a Roger Rabbit? definen como “puro veneno”. Una acusación que ella rebate con la frase “yo no soy mala, me dibujaron así”, a la que la escritora hace referencia en el título de su nuevo ensayo Me dibujaron así. Por qué el mundo odia la feminidad (Península).

La autora, que se identifica como femme [persona femenina], parte de su propia experiencia como mujer blanca cisgénero bisexual para desarrollar su tesis de que la feminidad no tiene que ser sinónimo de docilidad, sino todo lo contrario. La idea reside en su cerebro desde hace años, así que cuando María Cardona —la agente literaria con mejor olfato del momento— le propuso escribir un libro, tuvo clara la obsesión desde la que partir. En las páginas del volumen se entrelazan sus vivencias con las de mujeres como Britney Spears, Pamela Anderson o Amber Heard y las teorías de pensadoras como Susan Faludi o Rhea Ashley Hoskin.

Su grupo de amigas femme, con las que ha compartido experiencias terribles pero también estupendas, es la base de la que parte su inquietud por la cuestión que trata en su libro. Entre ellas se encuentra Alana S. Portero, autora de La mala costumbre (Seix Barral, 2023) y del prólogo de Me dibujaron así. De hecho, la pandilla se conformó a partir de la relación entre ambas autoras, que se hicieron muy amigas. “Creo que nos veíamos reflejadas la una en la otra en el tema de la feminidad y en cómo nos incomodaba cómo cierto feminismo nos robaba el relato sobre nuestra propia feminidad”, dice López Trujillo a elDiario.es. “Se ha comprado la idea de que es algo dócil, simplemente una imposición y un lugar que nunca puede ser propio, sino que solo puede existir desde el pensamiento ajeno, que en este caso es el masculino”.

¿A qué se refiere la autora cuando habla de feminidad? ¿Qué hace brotar la femmefobia? Pues la mezcla conformada por elementos como el maquillaje exagerado, las faldas cortas y los escotes acentuados, los stilettos de 8 centímetros, las uñas pintadas. Esos estilismos que para algunas personas convierten a las mujeres en objetos y que en juicios acerca de una agresión sexual se pueden volver en contra de la denunciante. La víctima perfecta no puede llevar minifalda ni el eyeliner marcado, debe presentarse a declarar con prendas recatadas, como Elisa Mouliaá en el caso Errejón o la propia escritora en un litigio similar. “Me gustaría que la gente se tomase en serio la feminidad, que la viviese de manera desacomplejada y, sobre todo, reparar a algunas de las mujeres y personas femeninas que han sufrido femmefobia además de la misoginia y otras formas de discriminación. Que, de alguna manera, se empiece a nombrar”, indica.

Otra de las reivindicaciones que expone en su ensayo es que se deje de hablar de nuevas masculinidades tal y como se ha hecho hasta ahora. La deconstrucción de la masculinidad tradicional se plantea como la eliminación de comportamientos nocivos como la violencia, generalmente asociados a la masculinidad, pero sin relacionarla con las partes positivas que se incorporan y provienen de la feminidad. “Las nuevas masculinidades no existen. Si acaso, lo que existe es una manera de muchos hombres de querer habitar lo femenino, de considerar que todo eso que les han dicho que es femenino y, por tanto, negativo, como lo emocional, puede ser una forma de habitar el mundo. Lo que existe es un acoplamiento de la feminidad en su identidad masculina”.

Ensayos de referencia y santas escrituras

Hasta que cumplió nueve años, la familia de Noemí López Trujillo perteneció a los Testigos de Jehová, una organización religiosa cristiana disciplinaria con una biblia propia conocida como Traducción del Nuevo Mundo. Un ambiente, de entrada, poco favorable para el desarrollo de la imaginación coqueta de una niña. Pero la prohibición puede provocar más deseo que rechazo, y la autora, que no podía acceder a revistas de moda o de estilo de vida, encontró sus referentes en algunos personajes de esos textos que estudiaban en la comunidad.

Hay mujeres que encuentran en la cuestión religiosa una forma de redimirse, porque les han aplicado los mismos castigos que luego pueden aplicar sobre sus hijas o sobre sus nietas.

“En mi casa teníamos varias biblias, incluso mi madre me ponía una debajo de la cama cuando estaba mala y yo tenía un libro de historias bíblicas que tenía que estudiar cuando era pequeña”, relata. “El Antiguo Testamento es muy salvaje, aparecían mujeres que eran como diosas, monstruosas, transgresoras, peligrosas, descaradas, desobedientes, un poco todo lo que a mí se me negaba y que yo quería hacer”, agrega, declarando que de ninguna manera quiere romantizar a los Testigos de Jehová, ya que los considera una secta, pero le dieron modelos diferentes: “Jezabel y Betsabé y a todas las mujeres indignas, indecentes e incorrectas que aparecen en la Biblia”.

Aunque esa etapa tiene un peso muy fuerte en su biografía, López Trujillo considera que su relación con la feminidad a esa edad no habría sido muy diferente si hubiese crecido fuera de esa comunidad. La necesidad que sentía su madre de pulir a la hija para que fuese más ‘decente’ —según su criterio— podría haberse dado en otra casa no religiosa. “Creo que hay mujeres que encuentran en la cuestión religiosa, en un momento determinado, una forma de redimirse porque les han aplicado los mismos castigos que luego pueden aplicar sobre sus hijas o sobre sus nietas. Ese dolor por la feminidad estaba antes de ser testigo de Jehová, con lo cual seguramente ese correctivo me lo hubiesen aplicado igualmente”. La principal diferencia quizá reside en que el escarmiento llegó de una forma más temprana y a través de mensajes más atemorizantes. “Ponerte en un salón de los testigos del reino a escuchar las barbaridades que se dicen sobre las féminas que aparecen en la Biblia y la hipervigilancia que se ejerce vuelve más extrema la experiencia cuando eres niña”, desarrolla.

Más allá de la religión, las tesis de López Trujillo están apuntaladas con referencias a artículos, reflexiones y obras de otras autoras. Uno de los títulos con una importancia destacada en esa bibliografía es Backlash, el trabajo con el que en 1991 Susan Faludi ilustró la reacción contra los avances feministas en Estados Unidos. La editorial Península lo acaba de recuperar, con traducción de Francesc Roca y prólogo de Mar García Puig, en un momento que no puede ser más pertinente. “Me parece que hace un diagnóstico brutal sobre cómo se construye la supremacía instrumentalizando la feminidad”, manifiesta López Trujillo, “emitiendo mensajes de cómo debe ser una mujer femenina y qué es lo que se va a reforzar”.

Para ella es esencial tenerlo presente porque tanto desde el lado reaccionario como desde el propio feminismo “están reforzando esa idea de feminidad dócil y de feminidad poco insolente y poco descarada”. Con ello se refiere a movimientos como el que aboga por la belleza natural o ‘clean look’ (que nunca lo es realmente), el rechazo a las intervenciones de cirugía estética o cualquier otro tipo de esfuerzo por mantener una belleza que no venga dada por la genética. “Lo entienden como una cuestión de mirada patriarcal. Eso refuerza el propio estigma que hay sobre la belleza femenina de que se hace para los hombres y me parece profundamente reaccionario”, sostiene.

Mala por partida doble

De un tiempo a esta parte, la reivindicación contra la bifobia y a favor de la visibilización de la bisexualidad ha tomado fuerza. Libros como (h)amor10 bi(y)bollo (Continta me tienes, 2025); Resistencia bisexual. Mapas para una disidencia habitable, de Elisa Coll (Melusina, 2021); o Confundidas, indecisas, promiscuas. Bisexualidad, identidad y deseo en un mundo monosexista, de Daniel Valero (Paidós, 2025) son un ejemplo de la presencia de esa llamada de atención en las librerías. A ellos se une ahora Me dibujaron así, donde López Trujillo también analiza la intersección de la bifobia femenina con la femmefobia.

Ella considera que, por un lado, “la feminidad se ha conceptualizado como algo que se hace para los hombres y en tanto que se hace para los hombres es inevitablemente sexual” y, por otro, “la bisexualidad también se ha conceptualizado como una cuestión de servicio”. Es decir, la fusión se da en la idea de que ciertos comportamientos están destinados a otros que no son los que los ejercen. Señala que el pensamiento negativo se articula así: “Cuando eres una mujer femme estás performando una hiperfeminidad para los hombres y como eres bisexual no sabes decirle que no ni a uno ni a otro y, en concreto, a los hombres. Eso nos convierte en una bomba de relojería y es una excusa para deshumanizarnos y para ejercer violencia contra nosotras”.

¿Cómo se presenta el futuro? ¿Tendrán las próximas generaciones de personas femme una existencia con menos problemas que las anteriores? La escritora tiene un sentimiento ambivalente ante esa pregunta. Por un lado, piensa que los más jóvenes son más libres ahora pero, por otro, se socializan en un momento en el que se penalizan muchas cuestiones sobre feminidad y sexualidad. “No quiero que crezcan pensando que puedes rebajar el tono de tu ropa para no atraer a los hombres y que no te violen. Y esa narrativa es súper popular ahora mismo en TikTok”. Además, advierte de la presencia de la extrema derecha y el momento reaccionario que se vive ahora mismo, pero no quiere ser pesimista. “Todas las generaciones han salido adelante de mejor o peor forma y al final, la identidad y la existencia propia acaban saliendo. Y yo confío en eso”.