ENTREVISTA

Fabio Márquez, paisajista: “La supuesta 'ciudad verde' lo que menos hizo es construir políticas públicas de sustentabilidad ambiental”

Muchos lo conocen como @paisajeante, ese usuario de Twitter que día a día nos muestra tesoros ocultos de la Ciudad de Buenos Aires, vestigios de otras épocas que muchas veces no son valorados por las autoridades y desaparecen. También nos comparte árboles centenarios, enredaderas curiosas o flores llamativas que se encuentra mientras recorre las calles a bordo de su bicicleta.

Pero Fabio Márquez no es un ciudadano cualquiera que saca fotos a todo lo que se le cruza. Este porteño nacido en 1960 tiene el ojo entrenado. Es licenciado en Diseño del Paisaje y está especializado en espacios verdes y gestión pública. También es docente universitario y director de la Comisión de Participación Social de ACUMAR (Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo).

La ola de calor de hace unos días nos puso otra vez frente a lo “invivible” que se pone esta “jungla de cemento” algunas veces. ¿Pero estamos condenados a que siempre sea así? En diálogo con elDiarioAR, Márquez comparte algunas de sus propuestas para esta “ciudad de la furia” y, sobre todo, sostiene que aún estamos a tiempo de cambiarla.

Durante la pandemia mucha gente se planteó irse de Buenos Aires o directamente se fue a vivir a otro lado.

Es una respuesta automática, casi instintiva. Ante lo que no me gusta, me escapo. Después veo a dónde me escapo, pero es la presa que huye.

¿De qué huye? ¿Qué está pasando con Buenos Aires?

Argentina es uno de los países más urbanizados del planeta. Cerca del 94% de la gente vive en ciudades. En Alemania es el 70 y pico, en Francia, el 60 y pico. Son países chiquititos que tienen mucha más población que nosotros pero están más dispersos. Incluso existe todavía la ruralidad. En Argentina casi no existe la ruralidad porque los grandes grupos de inversión expulsan más gente a la ciudad. El tema es que las ciudades crecen sin orden, reguladas por el mercado, no por el Estado. El Estado es cada vez es más débil y muchos gobiernos son débiles ante los grupos económicos o son claramente cómplices para usar el Estado como herramienta de especulación inmobiliaria sin ningún interés en mejorarle la calidad de vida a la gente. Y en esa situación, la Ciudad de Buenos Aires es icónica, porque es la capital y es el lugar que siempre genera referencia. Si lo hace Buenos Aires, se empieza a copiar y no importa el poder partidario. Y Buenos Aires instauró todas las mañas y las tergiversaciones. La supuesta “ciudad verde” lo que menos hizo es construir políticas públicas de sustentabilidad ambiental. No apostó a ampliar espacios verdes, a mejorar la calidad de los que hay, a reciclar residuos, a cambiar el transporte público por uno no contaminante, a bajar el nivel de ruido, el nivel de contaminación... Ante esta situación, con premisas falsas, instalan un modelo en el cual no podemos planificar. Es imposible, porque se instauran metas de cortísimo plazo. Ninguna ciudad puede ordenarse en un cortísimo plazo, como elecciones cada dos años. Entonces hay políticas de gobierno y faltan políticas estatales. Quedan muy pocos nichos en la sociedad argentina donde se sostienen políticas estatales. En la salud pública, en la escuela pública, en algunas cuestiones de infraestructura demasiado vitales que trascienden gobiernos... El tema es que la vara está tan corrida que cuando querés pensar la ciudad contemporánea hay más compromisos y propuestas desde ámbitos no estatales que de quienes deberían tener la responsabilidad de pensarlos y promoverlos.

¿Cuáles son los grandes problemas que tiene Buenos Aires? 

Buenos Aires tiene una agenda de problemas que no están considerados como tales por la gestión pública, lo que no quiere decir que sean inarreglables, pero requieren de acuerdos sociales colectivos para llevarlos adelante. Algunos son de corto plazo y otros de muy largo plazo, porque requieren de obras de infraestructura que aunque tengas el presupuesto lleva tiempo planificarlas, diseñarlas. El primero y principal problema es el habitacional. Es una ciudad que expulsa gente porque cada vez es más caro vivir en Buenos Aires. El Estado no hace nada por regular eso. Que haya 350 mil viviendas vacías hace que el valor del precio del alquiler suba porque hay poca oferta ante la demanda. Entonces cada vez más gente tiene que viajar desde más lejos del conurbano. Ahora con la pandemia es algo distinto, pero la regularidad prepandemia es que a la Ciudad entran a trabajar, estudiar, comprar, entre dos y tres millones de personas por día: casi duplican la población. Mucha de esa gente es gente que se fue. Ciudades como Berlín tienen un fondo rotatorio para comprar viviendas para regular el mercado porque no quieren que su población migre, ya que consideran muy importante que la gente construya comunidad. Si vos tenés una sociedad en la cual la gente se está mudando todo el tiempo, no construís comunidad. Entonces es una sociedad mucho más individualista. No sentís los lazos de solidaridad. Y ojo que Berlín es la capital de la Europa capitalista. Está lejísimos de la socialdemocracia escandinava, por ejemplo. Entonces, la cuestión es: ¿por qué no se urbanizan los barrios donde tenemos villas? La Ciudad de Buenos Aires es la única ciudad argentina que tiene presupuesto del Primer Mundo. Recauda, consigue créditos. Y hay decisiones con las que se generan obras que a veces son de dudosa necesidad como el Paseo del Bajo, que es una trinchera para camiones, en el que la Ciudad gastó 700 millones de dólares. Eso se toma hoy como referencia de cuánto hubiera hecho la Ciudad con 700 millones de dólares si los hubiera puesto en prioridades como fortalecer la educación y la salud públicas, mejorar las urbanizaciones que están en problemas, salir a comprar terrenos para generar espacios verdes, que es un déficit que tiene la ciudad.

O sea, el segundo problema que tenemos es la falta de espacios verdes.

En cantidad -tenemos poco, esa cantidad está mal distribuida, es inequitativa, y después, en general, no son de muy buena calidad. De lo cuantitativo, son inobjetables los números. En cuanto a la calidad, podría haber un terreno de discusión ideológica de qué es la calidad. Pero hay parámetros contemporáneos de calidad. Necesitamos que la población tenga acceso a espacios naturalizados para abstraerse de lo maníaco de la ciudad. Cuánto más grandes, mejor, para que se puedan abstraer de su estructura urbana, con la mayor cantidad de vegetación posible (no quiere decir que sea una selva) y que la infraestructura que haya adentro sea claramente complementaria. No deben tener contaminación visual, no hay que llenarla de carteles de publicidad del Gobierno de la Ciudad, que en realidad están prohibidos. Está prohibida tanto la publicidad privada como la publicidad pública. Porque además hay un concepto ideológico que lo van transmitiendo a la gente que es: las plazas son espacios vacíos donde puedo poner otras cosas. Puedo poner estaciones saludables, containers para reciclado de basura. Te la llenan de cosas cuando vos lo que necesitas es apaciguar. Calidad del espacio verde es, podemos decir, flora nativa, que haya buenos bancos, que sea accesible, que no haya barrera arquitectónica. Debe ser un lugar que debe aportarle algo escaso al habitante urbano, que es tranquilidad.

Es asombroso cómo la gente no recuerda que teníamos balnearios públicos gratuitos y que podíamos ir a la salida de la escuela o del trabajo a bañarnos en el río. No era Copacabana, ¡pero era el río! ¡Era gratis! Un espacio recreativo, de encuentro social

Y no solo que no aumenta la cantidad de espacios verdes, sino que se reduce.

Permanentemente. El Parque 3 de Febrero, que es nuestro parque más grande es una gran vidriera para que se hagan promociones de marcas. Todo el tiempo ha habido maratones para llenarlo de carteles y banderas de la marca que hace la maratón. Es el lugar que atrae más gente porque tiene la mejor oferta, pero es un lugar que en vez de ser un vínculo con el verde está atravesado por vías de alto nivel de tránsito, que es algo que se debería replantear. Porque una política que debería tener la ciudad es: ¿qué hago con el principal agente de contaminación del aire, del ruido y de pérdida de espacio público que es el tránsito vehicular privado? Todo es simulacro lo que hacen. La prioridad del peatón en el centro no está clara. Es un peligro además, porque la gente no sabe si camina, si viene la bicicleta, los autos... Es de esas cosas a mitad de máquina que no hacen con convicción. Entonces, podemos decir que el principal problema es el habitacional. El segundo problema tiene que ver con los espacios verdes. El tercer problema podríamos decir que es paisajístico.

¿A qué te referís?

A cómo la Ciudad se vincula con sus paisajes negados como pueden ser la ribera del Río de la Plata y la ribera del Riachuelo, que son unos espacios excepcionales que debieran ser casi constructores de la identidad porteña y que son patios traseros. Y eso no es casualidad. Hay mala intención en el medio. Con los problemas ambientales, sea la quema de pastizales, la deforestación del Amazonas o la contaminación de los mares, alguien gana plata. Siempre. Y esa plata la ganan pocos. ¿Qué pasa con el Río de la Plata? Hace décadas que nos lo fueron robando. Es asombroso cómo la gente no recuerda que teníamos balnearios públicos gratuitos y que podíamos ir a la salida de la escuela o del trabajo a bañarnos en el río. No era Copacabana, ¡pero era el río! ¡Era gratis! Era un espacio recreativo, de encuentro social, de salud mental para la población. Aceptamos que estaba contaminado, se instaló que en algún momento lo descontaminarían y nunca hubo una política pública al respecto. Al mismo tiempo, fueron privatizando la ribera. Privatizada para amigos porque son clubes que están metidos con los que estaban decidiendo, que van desde el Club Ciudad Universitaria, el Naval, Boca Juniors con la Ciudad Deportiva de Boca, que en su momento fue un mamarracho que le dejaran rellenar 40 hectáreas. Hoy la discusión es otra porque es una cuestión consolidada. O que la dictadura quisiera hacer esa reconversión inmobiliaria de trasladar el centro a donde hoy está la reserva ecológica, que hubiera sido el súmmum de la especulación inmobiliaria. O sea, así como nos falta dónde vivir, nos falta el espacio público de calidad, nos faltan esos paisajes excepcionales que nos construirían un vínculo con la ciudad e identidad, como la Rambla de Montevideo. Cuando hay que festejar algo se van a la Rambla, cuando hay que encontrarse con alguien conocido 'te encuentro en tal punto de la Rambla'. Esa escena condiciona actitudes.

Sí, y vivir entre edificios también nos condiciona.

Hay estudios contemporáneos que son más o menos de hace 15 o hasta 20 años que estudian cómo afecta a la salud mental el poco cielo que vemos. En los lugares de mayor densidad vas caminando por la calle y estás viendo solo una tirita de cielo. Y se dieron cuenta que parte de lo que nos agobia junto con el ruido, la contaminación visual, es que en la ciudad casi no tenés oportunidad de ver el horizonte. La gente está más tranquila y se siente menos agobiada en los barrios en donde se ve más porción de cielo. Entonces, aunque sea circunstancialmente, tenemos que llegar a ver más cielo. ¿Dónde vemos más cielo? En la Costanera, en la Boca, cuando mirás que frente a Avellaneda no hay edificios altos ahí, Isla Maciel. Entonces tenés ahí un cacho de cielo con el transbordador de la Boca. Y el cielo es un patrimonio natural. 'Patrimonio natural' lo asociamos a plantas, animalitos. Pero el cielo es un patrimonio natural que perdemos. Cuanto menos sabemos de esas cosas, menos tendemos a ponerlas en nuestra lista de demandas. Y hasta hay cierta cuestión que nos han inculcado de que, bueno 'el progreso tiene ciertos costos'. Y hay cierta imagen del progreso que son edificios altos, el auto... Y no. Debiéramos interpelarnos y debatir qué ciudad queremos, qué creemos que es el progreso, la inclusión. ¿Qué significa 'vivir mejor'? Y ahí hay cosas contemporáneas interesantes. París es emblemática en ese sentido. Es 'la ciudad de los 15 minutos'. Decidieron que de donde vivís, si querés ir a comprar verduras, carne, libros, ropa, no te tengas que tomar el auto ni el colectivo. Que todo sea caminando o en bici a no más de 15 minutos de tu casa. Que si tenés que ir a estudiar no sea a más de 15 minutos de tu casa. Que si tenés que ir a trabajar vayas caminando. Y eso cambia la agenda de la planificación tradicional. Requiere tiempo, pero si vos ponés el timón en ese sentido, sabés que cada peso que invierte la ciudad y cada acuerdo colectivo va hacia ahí.

¿Qué tenés para decir de los grandes barrios privados a las afueras de la Ciudad?

Está lleno también de cuestiones aspiracionales que generan grandes simulacros porque el que quiere ganar plata se la quiere sacar a todo el mundo. (Eduardo) Costantini, cuando inventa Nordelta, se da cuenta que si hace un Nordelta sólo para los que tienen mucha plata, para poner sus grandes casas con grandes jardines, el mercado es chico. Y él quería construir un Nordelta gigante. Entonces lo fue haciendo en varios barrios distintos, para distintos sectores, de clase alta, clase media alta, clase media, porque su objetivo era agarrar plata. Pero a todos los estafó con lo mismo: construir sobre un humedal. Todas las edificaciones en Nordelta tienen problemas de que sube humedad por los cimientos. Lo de los carpinchos es una nota de color que muestran, pero el Estado ausente permitió que Nordelta se construya en humedales y al construir Nordelta se empezó a inundar Luján. El municipio de Luján tendría que hacerle juicio a Nordelta para recibir indemnizaciones para las obras hidráulicas que tendrá que hacer alguna vez para que no se inunde, porque el agua que no va más al humedal de Nordelta, ¿a dónde va?

La ciudad necesita construir comunidad. No quiere decir que seamos todos amigos, sino que la ciudad sea más amigable para tratar de contrarrestar la violencia innata del individualismo de todos contra todos, del tránsito, la bocina, del mal humor

¿Hay algún otro problema grande en Buenos Aires?

Un cuarto tema de la ciudad contemporánea es que por más que tengas excelentes recursos humanos y equipos técnicos, nada se puede hacer sin participación social. Pero no es demagogia, no es decir que hago lo que diga la gente, no. Todo se tiene que construir apropiándose, poniendo la mirada, porque lo que querés hacer con cada obra no es solamente mejorar el confort desde un lugar material, sino que hay que resolver lo del confort de lo intangible. Cuando diseñás una plaza, por más linda que luzca en las revistas de arquitectura, si baja como en un plato volador en un barrio, generalmente es incomprensible para la gente por el capricho de quienes la diseñaron. Es más fácil que tenga un uso no adecuado, se vandalice. Hay ciudades que esto ya lo entendieron, porque gasto menos plata si lo hago con participación. Es menos autoritario, es más colectivo. La ciudad necesita construir comunidad. No quiere decir que seamos todos amigos, sino que la ciudad sea más amigable para tratar de contrarrestar la violencia innata del individualismo de todos contra todos, del tránsito, la bocina, del mal humor. Y ahí, teniendo en cuenta la vivienda, los espacios verdes, los paisajes, en términos de infraestructura es que hay que repensar todo el transporte público. Y no solo la deuda de los subtes que nos faltan, porque no todo es subte. A esta altura del partido debiera haber un plan para reconvertir los colectivos a un sistema no contaminante que podrían ser tranvías contemporáneos o colectivos eléctricos. La electricidad no es la panacea pero cuando vas cambiando los colectivos que tenemos por tranvías, ya sabés que se reduce el ruido, se reduce la contaminación del aire y te ordena el tránsito.

¿Y Buenos Aires está a tiempo de cambiar estas cosas?

Hay ciudades que están muy colapsadas y es muy difícil que puedan arreglarse. Buenos Aires puede resolver gran parte de sus males pero no es una solución técnica, es una solución política la que hace falta. ¿Cuál es la solución política? La convicción de que hay que hacerlo y cómo hacerlo. Y eso es algo que trasciende lo partidario. Por supuesto, en la democracia argentina se llega al gobierno a través de los partidos políticos, pero quien llegue de un partido político tiene que entender o tiene que llegar con la misma coherencia ideológica de decir 'yo conduzco un proceso que tiene que ser un gran acuerdo, en el que en todo caso los que no acuerden son esos sectores minoritarios que han vivido parasitando la ciudad'.

Contame del Parque de la Estación, que es un proyecto en el que estuviste involucrado.

El Parque de la Estación surge de los terrenos desafectados del uso ferroviario en los '90 por las privatizaciones de (Carlos) Menem. Un grupo de actores sociales, vecinas y vecinos, en el año 2000, plantean que ahí tenía que haber un parque, porque además esa es la zona donde está el promedio más bajo de metros cuadrados de espacios verdes de la Ciudad. Pero más que ese dato la gente tenía claro que no había verde. Era una cuestión más perceptiva. Y empiezan a luchar. Son 16 años de lucha hasta que se logra sancionar en la Legislatura el proyecto de ley de creación del parque, presentado por Carlos Tomada. Yo, que participaba en el movimiento vecinal -me sumé en el 2011, una cosa así-, desde mi experiencia profesional le puse valor agregado a la demanda vecinal: proteger un edificio ferroviario patrimonial del siglo XIX que no estaba catalogado y que el gobierno de la Ciudad quería demoler, que el parque fuera de flora nativa, que se hiciera por diseño participativo. Fui uno de los que redactó el proyecto de ley para discutir y fui el primer coordinador de la mesa de trabajo y consenso cuando se abrió. Fui uno de los tantos vecinos que peleó por ese lugar. Ese lugar tiene la singularidad de que es el segundo parque de flora nativa de la ciudad, tiene un galpón ferroviario de 200 metros de largo que se restauró y se recicló para tener usos sociales, planteados por el grupo vecinal: que hubiera una biblioteca, un espacio polideportivo, un vivero de flora nativa con perfil educativo, un centro de interpretación. Y es un parque muy singular porque además específicamente se planteó que no tuviera rejas. Y es muy raro porque está a tres cuadras del Shopping Abasto y a tres cuadras de la estación Once de Septiembre, en un lugar poco habitual para la cuadrícula urbana. Ahí Díaz Velez pega una curva y se transforma en la calle Gallo, y el parque está cómo inclinado porque el terreno cambia. El Gobierno de la Ciudad no quería hacer un parque ahí, pero no podía meterse mucho porque era un terreno nacional. Lo que planteaba la ley era que el Gobierno Nacional lo cedía si se hacía un parque. Lo importante es que tuvo esto de cómo se hacen las cosas participativas que generan apropiación colectiva. Hoy ese parque funciona por la gente que participa y no por el Gobierno de la Ciudad. El Gobierno de la Ciudad cada dos por tres rompe algo ahí. Se cargan todo un cantero de nativas porque 'me equivoqué'. Se han encargado de no ofrecer mucha seguridad de noche para que la gente pida rejas. Además a tres cuadras está la placita Almagro, que es una colección de rejas. Y genera un antagonismo de modelos. Y antes de que se hiciera el parque nadie en el barrio había visto jamás mariposas. A los dos años, nada más que dos años y con vegetación todavía joven, se llevan registradas 27 especies diferentes de mariposas. Y para la gente eso es mágico. Te cambia el comportamiento. Va gente a tomar mate, a sentarse en un banco a ver qué animalitos aparecen. Y eso sube la calidad de la demanda, porque la gente dice: ¿y por qué el resto de la ciudad no es así? ¿Por qué los árboles de la vereda no son árboles que convoquen mejor a pajaritos y mariposas? ¿Por qué la plaza Miserere es así? ¿Por qué Plaza Almagro es así?

Ahora en pandemia, ¿te parece que algunas cosas cambiaron? Por ejemplo, se visibilizó más el tema de las bicisendas.

Algunas cosas fueron difíciles de ocultar porque la pandemia las puso más en la cara de todo el mundo. Otras ciudades aprovecharon la excusa para sacar lugar al auto y no se lo devolvieron. Les vino bárbaro para imprimir otra velocidad. El espacio público no es solo la plaza y el parque. Es cómo mejoro la transitabilidad para el peatón, para el padre o la madre que va con el cochecito del bebé, para el adulto mayor, para que la gente se transporte en bicicleta porque es segura. Las ciclovías de Buenos Aires son para que no te subas. Y además de noche no ves los pozos. Y estas ciclovías (señala la de Avenida Corrientes, instalada en pandemia) las pelearon los colectivos ciclistas, las vienen pidiendo hace ocho años. Y cuando las pusieron, el secretario de Transporte les dijo: 'Las ponemos provisorias, eh'. Después no las pudieron sacar. Todas las avenidas tendrían que tener una de estas. Lo que hizo la pandemia es que le puso en las narices a la gente algunas cuestiones y la gente dijo: ¿por qué no?

También se habló mucho el tema de las huertas urbanas, de las terrazas que tenemos sin usar.

¿Cuántas azoteas ociosas hay en edificios públicos, escuelas, hospitales, ministerios, centros de salud? No te digo que gastes una fortuna de golpe, pero se puede hacer algo gradualmente. En las escuelas, por ejemplo, para que sean accesibles y los chicos tengan jardines ecológicos dónde hacer huertas y que sirva para aprender pero además para amortiguar el efecto térmico y mejorar la biodiversidad. Los edificios públicos tienen que ser el ejemplo. Cuando se discutió la ley de cubiertas naturales y techos verdes, hicieron todo lo posible para que fuera inaplicable. Y hay demostraciones con ciudades emblemáticas. Chicago logró cambiar la temperatura del efecto isla de calor por la instalación masiva de techos verdes promovida por el ayuntamiento. El primer techo verde emblemático lo puso arriba del Palacio Gubernamental. Nos han criado también con la cultura de que existe lo público y existe lo privado. Y hay muchas cosas privadas que tienen un uso público. El paisaje de una calle, las cúpulas que están arriba de ciertos edificios emblemáticos que están protegidas por ley. Alguien puede ser el dueño pero además tiene la responsabilidad de cuidarlo porque es un bien común. En cuanto a los techos verdes, desde lo público se puede dar una capacitación, se pueden poner profesionales que te lo diseñen, te pueden dar un subsidio o un crédito para que lo pongas. ¿Por qué? Porque cuantos más techos verdes tengamos, baja el efecto ola de calor, la gente consume menos energía, mejora la biodiversidad, se limpia más el aire y bajo el costo ambiental. Pero a veces creo que esas cosas no suceden porque tienen un mediano plazo que no lo puedo cuantificar en corte de cinta, en imagen de la tapa del diario.

Yo nunca había subido a la terraza de mi edificio y empecé a subir en pandemia y a pensar en hacer cosas. Y me dijeron que no se podía por el reglamento.

Lo que pasa es que ahí tendrías que tener un servicio público del Gobierno de la Ciudad, que te venga un técnico, te evalúa y es la persona calificada que certifica 'se puede' ¿Cómo se puede? De esta manera. Ahora decidan ustedes si lo quieren hacer. Pero te mata el 'no se puede'. Si tuviéramos un gobierno proactivo entrarían en debate los reglamentos. Por ejemplo, en los reglamentos de edificios era muy común que tuvieran la prohibición de mascotas. Y eso caducó. Lo mismo podría pasar con los techos verdes. No es contratar vos un profesional para que le demuestre a los vecinos, porque lo van a cuestionar también. Que venga alguien del Gobierno de la Ciudad y diga: acá se puede hacer esto y te lo firmo y capaz que hasta te hago que no pagues ABL por diez años.

En resumen, vos sos optimista primero porque se puede y porque creés en los vecinos.

Creo que sigue habiendo una cantidad de gente, que si bien no somos una mayoría, somos los que tenemos la responsabilidad de intentar convencer a los que no ven esto. Trascendiendo lo partidario, entendiendo que es una cuestión ideológica muy de base sobre qué ciudad queremos. Y que si hay cosas que requieren de más tiempo para la escala de los que ya somos grandes, tendríamos que hacerlo nada más que por solidaridad con los que nos van a suceder. Muchos árboles de esta ciudad que no han sido podados ni maltratados y que tienen cerca de un siglo, quienes los plantaron no los vieron con el esplendor con el que los disfrutamos ahora. Y esa lógica de ser solidarios con el futuro, haciendo cosas en el presente, hace que tu presente sea mejor. Es algo que con los jóvenes lo planteo siempre. Los jóvenes no son el futuro, son el presente. Y en el futuro serán adultos mejores si en el presente actual pueden ser jóvenes en plenitud. Me molesta mucho esa cuestión de manejar el futuro pateando la pelota lejos, porque hace inviables o impracticables cosas que hay que empezarlas a hacer en el presente para que en ese futuro exista algo. Si espero a estar en un futuro donde haya mejores condiciones no lo hago nunca porque nunca llega ese futuro. Soy optimista porque todavía esta ciudad está a tiempo de enmendarse, pero eso no va a ser para siempre. 

¿Qué situaciones recientes te generaron optimismo?

La pelea por el Río de la Plata, porque por primera vez en la historia de la ciudad hubo una movilización. No quiere decir que nunca se haya debatido pero eran siempre nichos de pocos que discutíamos en redes. Por primera vez se transformó en algo masivo que rompió la agenda. Obligó a todos a pensar el río. Es incierto el destino de Costa Salguero y la Ciudad Deportiva pero es un antes y un después. Y además es saber que hay ciertas cuestiones que a veces nos hacen creer que son 'inamovibles' pero es una decisión política hacerlas movibles. Es el caso del Riachuelo. Estoy trabajando en ACUMAR. El Riachuelo es saneable. Los que estamos ahí creemos que vamos hacia su saneamiento. Y el saneamiento no es solamente que ese lugar deje de estar contaminado. Significa que haya nuevas conductas sociales, recreativas, de encuentro, un nuevo paisaje, que no se mide solamente en lo contaminado del agua o del aire. El gran tema es que cuando ese río empiece a dejar de estar contaminado o cambie el umbral de la contaminación no sea tomado por los ricos, que una vez que lo saneemos la gente que se bancó todo este tiempo no sea después víctima de la gentrificación, que es lo que pasó en Costa Salguero. Los pobres no podremos disfrutar del río porque los ricos van a poder comprar su espacio para ver el horizonte. Y ese discurso muy cínico de decir 'bueno, pero es la única manera de que podamos poner un poquito de verde' es casi tomarnos por tontos y no ver otras ciudades del mundo. Cierta infraestructura, que haya baños públicos, algún barcito, buenos bancos, es lo mínimo para que puedas acceder a un parque ribereño como el que nos merecemos. Hace como 25 años que soy de los que plantea que el Aeroparque se tiene que ir. Eso debiera ser algo que hay que ponerlo en la agenda porque no tiene ninguna justificación que toda esa porción de río la perdamos para que sea un Aeropuerto Internacional. Ciudades como París, con su idea de los 15 minutos, Barcelona, con su supermanzana, corren riesgos. Se animaron a salir de lo que piden los electores para subir la apuesta. No se puede mejorar la ciudad sin correr riesgos. Tampoco es cuestión de que porque algo funcionó allá entonces tenemos que hacerlo. Tenemos que inventar nuestras propias soluciones. Nos sirve de referencia lo que sucede en otras ciudades. Como por ejemplo abrir arroyos a cielo abierto. Lo estuvieron haciendo en Europa. ¿Qué pasa con un arroyo a cielo abierto? Me obliga a limpiar el arroyo. Porque todos nuestros arroyos entubados están arrojando porquerías al Río de la Plata todo el tiempo. Es la mugre bajo la alfombra. Abrir el arroyo es generar un espacio verde nuevo, lleno de biodiversidad pero que ya no contamina el Río de la Plata, porque si abrí el arroyo es porque fui a las fuentes donde se vuelca lo que no se tiene que volcar y lo resolví. Hay que sacar todas las caretas y que en los debates después decidamos dónde queremos ir pero con toda la información sobre la mesa. Pasa mucho que la gente dice ¿pero eso se puede? ¿Y por qué pensabas que no se podía? ¿Por qué nos han puesto el freno de mano, las riendas cortas y las anteojeras para que creamos más firmemente en lo que no se puede que animarnos a creer en lo que se puede? 

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