Referente de la nutrición con perspectiva social

Murió Myriam Gorban, pionera de la soberanía alimentaria en la Argentina

“La alimentación es un derecho, no una mercancía”, repitió hasta el final. Myriam Kurganoff de Gorban, nutricionista, docente, investigadora y militante por la soberanía alimentaria, murió este 22 de octubre a los 93 años. Su nombre se volvió sinónimo de una causa: pensar la nutrición como parte de un proyecto de justicia social.

El Colegio de Nutricionistas de la Provincia de Buenos Aires la despidió con un comunicado breve y preciso: “Referenta indiscutida de la soberanía alimentaria y de la nutrición con perspectiva social, Miryam Kurganoff de Gorban deja un legado inmenso para quienes creemos en la alimentación como derecho y no como mercancía. Su compromiso, su coherencia y su palabra seguirán marcando el camino de las y los nutricionistas que trabajamos por una sociedad más justa y saludable”.

La periodista Soledad Barruti, autora de Malcomidos y amiga cercana, la recordó con emoción: “Hermosa y eterna Miryam Gorban. La más joven de todxs. La llamarada entusiasta que sostenía la bandera de la soberanía alimentaria cuando nadie hablaba de eso, y la metió en las universidades en forma de cátedra libre. La que hizo de la nutrición una causa de justicia social. La de los colectivos por todo el país: metafóricos y literales, se iba en micro con sus cositas a todos lados donde la llamaran para hablar como si tuviera 20 años. La de la energía infinita”.

Barruti contó que la conoció en 2011, cuando escribía su primer libro: “Antes de publicarlo le mandé el manuscrito. Me llamó al otro día: ‘Soledad, quiero decirte que si alguna vez te sentiste sola ya nunca más vas a estarlo porque siempre podés contar conmigo. Estamos juntas’, me dijo. Nos reímos y de alguna manera así fue. Nos hicimos amigas. Abridora de caminos, mentes y corazones. Te voy a extrañar siempre”.

La voz de una pionera

Formada como maestra en Añatuya y luego como dietista en Buenos Aires, Gorban comenzó su carrera bajo la gestión de Ramón Carrillo y trabajó junto a René Favaloro. Su vida estuvo marcada por la persecución política: fue secuestrada durante la última dictadura, permaneció detenida en el centro clandestino “El Banco” y fue liberada gracias a la intervención de organismos de derechos humanos y del propio Favaloro.

A los 60 años obtuvo el título de Licenciada en Nutrición en la Universidad Nacional de Córdoba. Desde entonces se transformó en una voz inclaudicable por el derecho a una alimentación justa. Representó a la Argentina en la Cumbre Mundial de la Alimentación en Roma en 1996, donde el concepto de Soberanía Alimentaria -creado por el movimiento campesino internacional La Vía Campesina- encontró en ella una impulsora local.

En 2003 creó la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria (CaLiSA) en la Escuela de Nutrición de la Universidad de Buenos Aires, que luego se expandió a más de 40 universidades públicas. Fue distinguida con cuatro doctorados honoris causa y reconocida en toda América Latina por su trabajo pionero.

“La soberanía alimentaria es el derecho y la autonomía de los pueblos a definir su propia estrategia y programa alimentario en función de sus condiciones físicas, culturales y políticas”, explicaba. “Los países que logran hacerlo son verdaderamente independientes; los que no, viven amenazados en su libertad”.

En una entrevista de 2021 con lavaca, había alertado: “Llegamos al siglo XXI violando el derecho humano a la alimentación. No estamos en condiciones de garantizar comida completa y adecuada para todxs. Mientras el alimento sea una mercancía bajo el influjo de la especulación y la inflación, los sectores más necesitados no podrán acceder a él”.

También insistía en que el problema del hambre es político, no individual: “El hambre no se resuelve con ollas populares, sino con pleno empleo, salarios dignos y precios justos. Solo cuando eso ocurra podremos hablar de soberanía y seguridad alimentaria”.

Pensar el país desde la mesa

Gorban fue una de las voces más críticas del modelo agroindustrial basado en monocultivos, transgénicos y uso intensivo de agrotóxicos. Promovía la agroecología, el acceso a la tierra, el etiquetado frontal y las huertas escolares como ejes de una política pública soberana.

“La alimentación es política —decía—. Lo que ponemos en el plato es una decisión que involucra a la economía, la cultura y la salud. Por eso necesitamos educación alimentaria y políticas que garanticen el derecho a comer bien”.

Para ella, el kilómetro cero de la soberanía alimentaria era la lactancia materna: “Hablar de mujeres es hablar de nutrir, y nutrir es dar vida. El bienestar de nuestrxs hijxs depende de seguir los ciclos naturales. Pero la sociedad tiene una gran falta de educación: para mostrarnos como objetos no hay problema, pero para hablar de lactancia no, porque no vende”.

Denunciaba que la malnutrición en Argentina tenía dos caras: el hambre y la obesidad. “La obesidad y el sobrepeso son tan graves como la desnutrición. Ambas son producto de la mala alimentación, basada en ultraprocesados. Por eso tenemos que volver a la cocina, a los alimentos frescos, a los mercados de cercanía”.

Un legado vivo

Miryam Gorban hablaba con la misma claridad en un aula, una radio o una feria campesina. Decía que cada verdura, cada fruta, era una herramienta de soberanía. Su pensamiento unió la ciencia y la militancia, la nutrición y los derechos humanos.

“Consumir alimentos frescos también significa volver a la cocina”, decía. “Tenemos que tener una alimentación completa, con armonía y adecuación. Eso nos va a garantizar más inmunidad, más defensa ante las adversidades”.

CRM