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Moria Casán fotografiada en blanco y negro, en 1973: cebra bestia imperial. Moria retratada en 1980, el cuerpo bajo los trazos del rouge, su primer bodypainting: ninfa pura curva. En los 90, con una hija pequeña y un marido que la golpeaba, debutó en Brujas, una obra que sigue en cartel a 30 años de su estreno. Moria Casán en los albores del milenio y después: “Si querés llorar, llorá”, “Soy un gran puto”, “María Teta de Calcuta”, “Touch and go”, “Sos un helado de pollo: no existís”. Moria tótem, topless en Playa Franca, lengua látigo, el meme, la permanencia. Y Moria ahora, en este audio, que con la voz blanda, muy dulce, dice: “Massa y Malena me llaman Mami Mo. Y el hijo, Tomás, me dice Abu Mo…”

Esta es una entrevista a ciegas. Ana María Casanova, 75 años, seis décadas dedicadas al espectáculo, es una voz en siete audios reenviados por WhatsApp a través de un intermediario, que ha remarcado que ella “no quiere notas ni fotos y ésta (la nota) es una verdadera excepción”. Es el primer lunes de enero y hace unos días el Complejo Teatral de Buenos Aires anunció la programación para este año. La noticia es que Moria Casán interpretará a Julio César en la versión del clásico Shakespeare que escribió José María Muscari. La obra se estrena en mayo en el Cine Teatro El Plata, una nueva sala ubicada en Mataderos, y en julio en el teatro San Martín. Moria será un dictador romano.

Moria, una y mil pieles

Moria tiene una vida nueva. Oficializó su relación con Fernando “El Pato” Galmarini el año pasado. Galmarini tiene 79 años, cinco hijos, once nietos y es un referente peronista. Fue secretario de Deportes durante la primera presidencia de Carlos Menem y armó el Frente Renovador, espacio político que integra el Frente de Todos. Llevó tiempo la conquista. Primero fue un llamado en el que Galmarini le contaba a Moria que iban a entregarle un premio, que si aceptaba un café para contarle detalles. Ella le dijo que sí, pero sobre todo, dirá ahora, sintió “una alegría” cuando él se comunicó. “Es como que me vino a buscar este hombre”, dirá Moria. Escuchá: 

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Moria nunca fue a recibir el premio, pero después de ese café hubo un tendal de mensajes de texto y fotos. Galmarini le enviaba imágenes en blanco y negro de Perón y Eva. Sigue Moria vía audio: “Me siguió escribiendo sobre Historia. Es tan peronista de Perón y de Eva que me empezó a mandar mucha imagen en blanco y negro, ¿entendés? Bueno, él me contaba cómo se habían conocido y las cosas que habían hecho y su lucha. Y también me contaba sobre sus compañeros desaparecidos… Me enganchó incluso con esa clase de Historia. Entre nosotros no había nada de nada, más que esta cosa de WhatsApp y alguna que otra llamada”. 

Ella respondía cada mensaje. Mientras iban y venían mensajes y fotos, hubo dos acontecimientos: un casamiento y una pandemia. Casán se casó a fines de 2019 con un artista plástico llamado Humberto Poidomani. Fue una “unión espiritual” celebrada en una terraza de Florencia, en Italia. “Cuando Galma escuchó la noticia del casamiento en televisión pensó que me había perdido”, cuenta Moria. La pandemia enfrió la relación con Poidomani. Bueno, la freezó. Bueno: la terminó. Y Galmarini no se daba por vencido. El virus y sus restricciones no pudieron con el impulso de mensajear a Moria. Un mensaje, otro, Perón, Evita, los compañeros, el peronismo, la Historia. 

Hasta que Moria, animal con brillo, retrucó: “Un día le dije: ¿Vos me querés adoctrinar o… querés otra cosa? Porque ya era cómo demasiado. Me parece que no se atrevía. En realidad no quería ni adoctrinarme ni nada. Estábamos jugando un poco a eso. Y bueno, empezamos a vernos y encontramos que tenemos muchas coincidencias”. 

Ahora Moria es parte de la mesa familiar que incluye a Sergio Massa, presidente de la Cámara de Diputados y a su esposa e hija de El Pato, Malena Galmarini, presidenta de Aysa. Y también a los hijos varones de Galmarini, Sebastián, que es director del Banco Provincia, y Martín, jugador histórico de Tigre. También están Socorro y Bernardita, hijas de un matrimonio anterior de El Pato. “Todos regios”, avisa Casán.

Un día le dije Galmarini: ¿Vos me querés adoctrinar o… querés otra cosa?

¿Cómo serán esas sobremesas? ¿De qué hablarán? Me inquieta el asunto, así que incluyo la pregunta en el cuestionario que se me ha pedido por anticipado y como única opción de entrevista. Responde Moria por audio: “Las sobremesas son muy divertidas, se habla de todo menos de Poder. Porque como hay mucho deporte y cultura… Bueno, y Poder también. Todo es muy Campanelli. Campanelli Glam. Campanelli sanisidrense, un minivaticano. Me impresiona que todas las calles de San Isidro se llamen monseñor, obispo, Camila… Sor… Pero en las sobremesas hablamos de todo, menos de política. Ese tema no entra”.

Para Casán la política no es una extrañeza. El 5 de julio de 2005, frente a Susana Giménez, que lideraba el prime time de Telefe, anunció su candidatura a primera diputada en representación de la Ciudad por un frente de seguidores del exsubcomisario y genocida Luis Abelardo Patti, y otros referentes del menemismo. Moria hizo campaña con su personaje Rita Turdero, la pantera de Mataderos. Obtuvo apenas el 1,9% de los votos. A Patti le fue mejor: con el 6% fue electo diputado. Pero su asunción fue impugnada por la cámara Baja y nunca ocupó la banca. “Tuve un orgasmo electoral”, dijo Moria a la prensa apenas emitió su voto.

“De nuestro agujeros salen los hombres así que la mujer siempre ha tenido Poder”

Quizás una de las claves de la permanencia de Moria Casán en la cultura popular sea su cintura para el desmarque. Ni siquiera es contracorriente. Sus declaraciones suelen ir por pasillos laterales a las discusiones del momento. Moria Casán no es permeable a la cancelación por trayectoria, por amor y porque es indispensable. En ese sentido, cuesta ubicarla en los discursos que proponen los feminismos. Cuando se habla de sororidad, por ejemplo, ella declara: “Creo que todas las mujeres son terribles conchudas”. Parte del cover que hará Muscari de Julio César es que los roles masculinos serán interpretados por mujeres. Esa inversión no implica transformación estética que masculinice a las actrices que, además, no modifican sus voces. Los varones serán las esposas de estas mujeres que disputan Poder y conspiran.

La pregunta para Moria es ¿cómo sería un mundo dominado por mujeres o, por fuera de las identidades sexuales, cómo sería un mundo dominado por los discursos de los feminismos? Moria responde esto: “De nuestro agujeros salen los hombres así que la mujer siempre ha tenido Poder. Ha tenido un poder relegado, ha tenido un poder sometido, pero en el fondo siempre para mí ha sabido maquillar la manipulación que ha hecho de su sometimiento. Y se las cobra. No creo que haya habido una actitud vengativa, sino de elaboración de todo ese sometimiento hasta llegar a un lugar que te resignificás, adquirís una personalidad impuesta por vos misma. O sea, no hay mandatos que te atomicen”. Algo en el tono amplifica el sentido:

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Lamento que el cuestionario sea estático, tan solo un mensaje largo de WhatsApp. De haber sido otras las condiciones de esta entrevista, repreguntaría si de no tratarse de genitalidades u orientaciones o identidades sexuales… ¿de qué se trata? Pero cae este audio: “Estamos en un mundo casi… Dominado por la tecnología, diría yo, que sobrepasó al hombre y a la mujer. Y que en realidad está dominado por dos gotas de saliva que no sabemos de dónde salen. Nunca más que ahora somos tan conscientes de la finitud. Así que en un mundo donde rige el absurdo me parece que no vale cualquier cosa, pero el Poder de la mujer ya está instaurado”.

“Bueno, me voy a bajar un poco de mi ego”

El principio de la historia ya se sabe. Fines de los sesenta, Ana María corriendo al kiosco para comprar una gillete con la que se rasuraría las piernas y llegar al casting lampiña y lista para el suceso. Desde entonces Moria Casán es pluma, pezoneras y conchero. Pero después de 24 películas, más de 50 obras de teatro y medio siglo en la tevé, conduce su programa en zapatillas. Me intriga y pregunto: ¿Por qué? Audio de Moria: “El cambio de zapatillas es un poco porque nunca en mi vida me pongo zapatillas. Solamente para hacer gimnasia o para caminar. Debuté con tacos en un escenario. O sea: no me bajé nunca de los tacos. Ahora estoy aprendiendo a manejarme en zapatillas, un poco bajarme de ese ornamento que tengo siempre, tipo arbolito de Navidad. Dije ‘bueno, me voy a bajar un poco de mi ego’”.

Como hizo de su nombre una marca, propuso a El Nueve que el ciclo de entrevistas se llame Moria es Moria: porque sí, porque puede y porque, por supuesto, lo aceptaron de inmediato. El juego que propone Casán es contar al otro y, de paso, contarse: “Les manejo el buche, ¿entendes?”. Los remates de los programas son “teatralizados”: Moria se quita el smoking y las zapatillas, y aparece montada con catsuit y taco aguja. Sabemos que es disruptiva, la pregunta es por qué el cambio de vestuario y el desafío de hacerlo en menos de un minuto. Escuchen a Moria:

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Ahora repaso la transcripción de los audios, esta vez con oído de perito. Vuelvo a mi lista frases de Moria: “Se cuelgan de mis tetas”, “Pedazo de atrevida”, “¿¡De dónde salen estás bidets!?”, “Todo lo que entra tiene que salir”, “Yo no hago el amor, yo cojo”, “Soy fan de la próstata”, “Tutankamoria”. Vuelvo a oír los audios: no hay pistas de dónde ni en qué circunstancias Moria ha respondido el cuestionario-interrogatorio-fijo. No hay, siquiera, sonido ambiente. Moria es un fantasma que habla desde el punto ciego de una cámara de seguridad. Pero su voz es total. Y acaso Moria es eso: una mujer que se cuenta sola

VDM/SH