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Juicio por el crimen de Río Cuarto Análisis

Nora Dalmasso, otra vez víctima de sí misma

Nora Dalmasso y Marcelo Macarron

Gustavo Molina

Córdoba —

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“Vamos a ver qué tan amigas de Nora, eran las amigas de Nora”, desafió a modo de sentencia moral Julio Rivero, fiscal de la Cámara Primera del Crimen de Río Cuarto, donde se juzga el asesinato de Nora Dalmasso y como único imputado está el viudo Marcelo Macarrón, acusado de haber contratado a un sicario para cometer el crimen.

El 15 de marzo pasado, cuando le tocó el turno del alegato acusatorio contra el viudo, el fiscal Rivero reivindicó la figura de la víctima: “Desde el 25 de noviembre, Nora fue víctima de un crimen y luego, de un asesinato mediático social, con ensañamiento y alevosía. Cuando vendían una remera de ”Yo no estuve con Norita“, la estábamos matando”, dijo el fiscal.

Este martes comenzó la cuarta semana del juicio, y durante las primeras audiencias, los propios hijos de la víctima, Valentina y Facundo; y una parienta política, Margarita Riega, volvieron a cargar las tintas sobre su moral.

Nora Dalmasso fue encontrada muerta el domingo 26 de noviembre de 2006 a la siesta por su vecino Pablo Radaelli, de 72 años: estaba desnuda en la cama de su hija Valentina, con un cinto de la bata ahorcándola. Tenía 52 años. El martes 21 su esposo Marcelo Macarrón había festejado su cumpleaños 47. El matrimonio tenía dos hijos, Valentina de 16 años, y Facundo de 19, quienes estaban viviendo en EE.UU y Córdoba, respectivamente. Rápidamente se instaló el rumor de que esta bella mujer había muerto a causa de una hipoxia, un juego sexual con un amante, donde para lograr mayor placer, se produce un suave ahorcamiento.  

En su alegato acusatorio de inicio del juicio, el fiscal Rivero le habló a la sociedad, pero particularmente a los tres jueces de la Cámara Primera del Crimen de Río Cuarto, Daniel Antonio Vaudagna, Natacha Irina García y Gustavo José Echenique Esteve; y a las cuatro mujeres y cuatro varones que integran el jurado popular que dictará sentencia: Esta fiscalía va pretender probar que el móvil de la muerte de la señora Nora Raquel Dalmasso no es sexual, ni fue con motivo o en ocasión de robo. Esta Fiscalía va a pretender probar que el móvil es personal”.

Conmovido, el fiscal Rivero además pidió algo que no ocurrió durante los 15 años que transcurrieron desde que Nora fue asesinada: “Que este juicio debe servir para que Nora Dalmasso pueda descansar en paz”.

 Hombres y mujeres necios

Horas después del hallazgo del cadáver de Nora, el primer fiscal del caso, Javier Di Santo, imputó por el delito de homicidio en grado de sospecha leve, amparado en el artículo 306 del Código Penal, al abogado Rafael Magnasco, un funcionario de tercera línea de la Secretaría de Seguridad de la Provincia de Córdoba.

¿Por qué lo imputó?, porque el nombre de Magnasco había sido echado a rodar semanas antes como amante de Nora. El rumor, que circulaba desde septiembre en Villa Golf, el coqueto barrio con aires de country donde vivió y murió Nora; y en el vecino country San Esteban, aseguraba como si se tratara de un axioma, que los amantes habían sido fotografiados por un detective contratado por el marido de la mujer, en un conocido spa cercano a Villa Carlos Paz a más de 200 kilómetros de Río Cuarto.   

La aparición de Nora desnuda y con un lazo al cuello, confirmaba la infidelidad y el pecado del disfrute sexual. Y confirmaba el amorío con Magnasco. La construcción en el ideario colectivo de una Nora mala esposa y madre se completó con otra puesta en escena, apenas diez días después del homicidio, cuando el viudo Marcelo Macarrón, aconsejado por el abogado y vocero familiar, Daniel Lacase dieron una conferencia de prensa: “Si se ha equivocado en los últimos tramos de su vida, la perdonamos totalmente. No soy quién para juzgarla, y si se equivocó la va a juzgar Dios”, sentenció el viudo, ese cálido atardecer del martes 5 de diciembre de 2006 en el entrepiso del Hotel Opera de Río Cuarto.

Cuando le preguntaron sobre la posibilidad de un crimen por encargo, el viudo respondió: “Yo creo que sería ridículo matar a la mujer amada”; y aclaró que no sabía quién podría haber ordenado el crimen: “Encargo mío, no”.

Además de todo lo que dijo Macarrón esa tarde, cruzó la línea y trató a la madre de sus hijos de loca: “Yo creo que algún problema psicológico pasaba por su cabeza, y lo que me da mucha bronca en este momento, no haberme dado cuenta como médico para poder ayudarla”. El viudo aclaró que su esposa no consultaba a ningún profesional por ese supuesto problema psicológico y agregó: ¿A qué me refiero?, indudablemente, si se comprueban las actitudes que ha tenido en sus últimos momentos de vida, yo creo que ha habido algo en ella, que se le ha pasado por la cabeza, a eso me refiero 'psicológicamente'. Engaño no, alguna alteración psicológica“.   

Durante el encuentro de Macarrón con los periodistas de todo el país, su hijo Facundo no dijo ni una palabra, sólo se sentó al lado de su papá. Valentina, no fue de la partida. Y el abogado, consejero y vocero Daniel Lacase seguía todo detrás de cámaras y corroboraba en off los dichos del viudo.

En la rueda de prensa, el viudo calló lo innombrable: él, sin padecer ninguna alteración psicológica, también fue infiel. Lo  consignó en su quinta declaración testimonial del 2 de enero de 2007, cuando en la foja 579 les responde a los funcionarios judiciales: “A pregunta formulada de si tuvo alguna relación extramatrimonial, el dicente dijo que no considera como una relación de ese tipo a un contacto que empezó a mantener esporádicamente hace tres años con (una mujer), quien vive en esta ciudad, la que duró hasta hace un año. Que en esos dos años el dicente debe haber tenido contacto sexual con dicha persona en tres o cuatro oportunidades”.

En sede judicial, el viudo también admitió que “Nora nunca se enteró de esta relación, ni insinuó haberse enterado”; y que, “por otro lado, (esta mujer) nunca tuvo la intención de que Nora se enterara de esta relación. Que esta es la única relación extramatrimonial que el dicente ha tenido. Además acota que Nora nunca le hizo escenas de celos al declarante”.

Facundo juega su carta

Cuando se cumplieron los 15 años del crimen de Nora Dalmasso y la posibilidad de juzgar al autor material del homicidio se cerró porque prescribieron los plazos legales, el hijo mayor de la víctima, Facundo Macarrón reinició la campaña para enlodar la investigación y salvar la ropa de su padre: “Durante estos largos quince años, además de mamá, víctima del horrendo crimen, también papá y nosotros los hijos fuimos victimizados por los sucesivos fiscales de instrucción: sea por un accionar torpe, desconsiderado y cruel, como fue el caso de las imputaciones de papá y la mía; sea por la omisión en el cumplimiento de sus deberes de funcionarios públicos, negándose a investigar la verdad a punto tal que en algunas ocasiones no se aceptaron pruebas que ofrecimos para colaborar con la justicia”, escribió en una carta abierta el 2 de diciembre del año pasado, Facundo Macarrón, un abogado de 34 años, egresado de la Universidad Católica de Córdoba (UCC), y actual diplomático en Bruselas, Bélgica. En junio de 2007, sin pruebas, Facundo había sido imputado por el crimen de su mamá, convirtiéndose en el tercer sospechoso, luego de Rafael Magnasco y del pintor Gastón Zárate, imputado y detenido en febrero del mismo año.

Hace apenas dos semanas, ya en pleno juicio por el esclarecimiento del asesinato, los propios hijos de la víctima, Facundo y Valentina Macarrón volvieron a insistir con que su madre tenía un amorío y que el asesino podría haber sido el hombre que la hizo infiel: el empresario cerealero Miguel Rohrer, a quién en algunos círculos del jet set local lo apodaban “El francés” o “Michel”.

“Mi mamá y Rohrer se conocían de antes, Rohrer miraba mucho a mi mamá”, declaró Valentina sobre la presunta infidelidad materna. También dijo en la audiencia que tras el crimen, ella regresó de EE.UU. y en el aeropuerto de Ezeiza, la esperaban Rohrer y Julio Boehler, otro amigo de la familia, quiénes la llevaron hacia Río Cuarto.

A medida que pasaban los días, Nora sumaba amantes. El mismo martes 5 de diciembre de la conferencia maldita, un medio nacional publicó que la Justicia realizaría 18 ADN entre posibles sospechosos: trabajadores que refaccionaban la casa, familiares, vecinos, amigos y conocidos. Los compararían con el material genético hallado en la escena del crimen, incluido el cuerpo de la víctima. Inmediatamente se instaló maliciosamente que Nora había tenido 18 amantes. Y periodistas lanzaron la idea de la remera estampada “Yo no estuve con Norita”.

Durante su declaración de una hora, Valentina puso a Miguel Rohrer en Río Cuarto los días previos al asesinato de su mamá: “Una mujer vio a Michel en una peluquería canina de Río Cuarto el 24 (de noviembre de 2006)”. También dijo que “era un hombre muy violento”; dando a entender que pudo haber asesinado a su mamá en un rapto de furia cuando esa madrugada fatal recibió dos mensajes de texto del contador Guillermo Albarracín, que jugaba golf en Punta del Este con Macarrón y con quién sí mantenía una relación extramatrimonial

A su turno, su hermano Facundo, quién declaró durante dos horas después de Valentina, abonó la teoría de su madre infiel: “En el banquillo de los acusados tendría que estar Rohrer”.

El hijo mayor de la víctima puso acento en que “yo también soy abogado”, y en algunos segmentos utilizó lenguaje leguleyo. Incluso, cuando el fiscal de Cámara, Julio Rivero le preguntó quién debería ser juzgado por este homicidio, no dudó: “Solamente basado en las sospechas y con todas las garantías procesales y constitucionales, acá tendría que estar Miguel Rohrer”.

Facundo también les dijo a los periodistas que cubren el juicio que había visto a su mamá besándose con el empresario Rohrer en el jardín del chalé familiar y que esa versión ya la había declarado durante la etapa de Instrucción, en su primera declaración de enero de 2007. La versión taquigráfica de hace 15 años lo desmiente: “Si bien el dicente tuvo una relación de mucha confianza con su madre, la misma nunca le comunicó que tuviera una relación extra matrimonial, nunca sospechó y ni siquiera se le cruzó por su mente de que fuese capaz de hacer algo así”, señala la Foja 751 del 10 de enero de 2007, sobre la declaración del hijo mayor de la mujer.

 En defensa de la víctima

El primero en poner un manto de piedad sobra la víctima en pleno juicio, fue su propio hermano Juan Dalmasso, la única persona de toda la familia que hizo lo que estuvo a su alcance para lograr Justicia. Nora, por parte de su madre Delia, pertenecía a la familia Grassi, una de las más tradicionales de Río Cuarto y dueña de una casa de servicios sociales y galerías céntricas. Ni los Dalmasso, ni los Grassi, ni los Macarrón, se movieron como Juan Dalmasso para llegar a la verdad.

Durante los primeros años, Juan, en soledad llegaba cada dos semanas al viejo edificio de Tribunales en la esquina de Alvear y Deán Funes, frente a la iglesia San Francisco y recibía la misma respuesta del fiscal Javier Di Santo: “Estamos investigando”.

Hace dos semanas, ya en el moderno Polo Judicial de Río Cuarto, Juan Dalmasso tiró por la borda la hipótesis del amante despechado o el sicario contratado para armar una escena sexual para ensuciar la figura de su hermana: “Me cuesta imaginarme cómo un sicario puede generar una escena del crimen de esa manera. Si fue atacada sexualmente, ¿por qué tan ordenada la escena?”, declaró el hermano de Nora.

Y avanzó: “Es muy raro que un sicario arme una escena del crimen que tenga connotaciones sexuales. Normalmente, por lo que se ve alrededor del mundo, los sicarios actúan de una forma más directa: podrían haber simulado un robo. En un semáforo, rompen el vidrio, le pegan un tiro, le sacan la cartera y queda todo como un robo. Es muy rebuscado armar una escena del crimen que tuviera connotaciones sexuales”. La sexualización del crimen era necesaria para confirmar el montaje armado respecto a la infidelidad de Nora con Magnasco.

La semana pasada, dos amigas de la víctima que asistieron a la última cena en el coqueto resto bar Alvear también reivindicaron a Nora Dalmasso: “Fue un femicidio contra una mujer, una madre, una hija y una amiga. A Nora la revolcaron por el piso mil veces y la pisotearon. Nadie investigó a ciencia cierta. Se ocuparon de buscar amantes y en el medio, se les escapó el asesino”, disparó en el juicio María del Carmen Pelleritti; y Paula Fitte de Ruiz aseguró que su declaración buscaba “defender la memoria de Nora, porque nadie se merece una muerte así”.

Las tres mujeres, junto a otras cuatro amigas habían formado un grupo que se juntaba a cenar y participaban de reuniones sociales, por lo que se hacían llamar “las congresistas”. Otra vez, Facundo, puso en duda la moral de su madre: “Esas no son amigas de verdad de mi mamá, las verdaderas amigas no están en esta causa”, apuntó, deslegitimando su testimonio.

Complicidad de los medios

Horas después de que Nora fuera encontrada muerta, no se habló de homicidio, sino de una muerte en medio de un juego sexual, versión que consumió horas de radio en la primera mañana y tevé en prime time y páginas enteras en medios escritos. Y en los sitios XXX hasta se podían ver fotos de la víctima desnuda.  

Para la psicóloga y sexóloga Silvia Aguirre, “la sexualización mediática del asesinato de Nora es lo que pasa siempre con la sexualidad, por un lado; y la construcción social de la sexualidad, lo que dice este paradigma patriarcal del cual no terminamos de salir, que fundamentalmente para las mujeres, no está habilitada la sexualidad placentera”.

En su charla con elDiarioAR, Aguirre advierte claramente que “si alguna mujer osa, de una manera pública, intentar disfrutar su sexualidad, hay algún tipo de castigo para ella. Yo no sé en este caso qué hizo Nora, ni qué hicieron las demás personas; pero sí puedo decir que desde el sistema, desde la estructura, si una mujer vive su sexualidad de una manera libre, sin ataduras, va a tener algún tipo de castigo; va a tener algún tipo de reprimenda y va a ser considerada, de alguna forma, una mala mujer. Porque las buenas mujeres dentro de ese sistema ni disfrutan de la sexualidad, tienen que ser madres, dedicadas exclusivamente a eso o a prodigarse hacia los demás y no vivir para ellas; ni mucho menos, vivir una sexualidad libre, abierta y transgresora del sistema”.

Por su parte, Claudia Ardini, doctora en Semiótica y profesora de las cátedras de Lingüística, y Comunicación y Narrativa Transmedia; y Comunicación y Práctica Educativa de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y la Universidad Nacional de Villa María (UNVM), “en el caso de Nora, en 2006, hace 15 años atrás, prevalecía una discursividad social, donde no estaba visibilizado el patriarcado. El uso del poder económico y político para juzgar una situación de una mujer que fue objeto de una difamación muestra hoy, que ese modelo está en crisis, como forma de justificación de la muerte”.

Ardini advierte que el aparato mediático de la época mostró que “la víctima tenía una supuesta conducta impropia, esto fue posible en el contexto de lo que Rita Segato señala como un ‘patriarcado de alta intensidad’. Hoy, ese tratamiento mediático, no podría haberse hecho, en estos 15 años hubo un crecimiento como sociedad, con reflexión, acción discursiva, cambió la mirada de la mujer, llegó el movimiento Ni Una Menos; aunque pervive cierto estereotipo que a la sociedad le sirve y la calma, cuando el relato dice ‘iba sola a la madrugada’ o ‘tenía una vida promiscua’; ahí vemos que todas estamos atravesadas por un relato de patriarcado de alta densidad, que nuestra vida está en riesgo si vamos solas a la madrugada o tenemos una sexualidad no acorde a la norma”.

Para esta doctora en semiótica y especialista en discurso “esta mirada actual humanizada, feminista de Nora, no estaba activada en 2006. Se activa luego del Ni Una Menos, y no sólo hablo de Nora, sino de las cientos de víctimas de femicidio. Hay momentos en que ciertos discursos toman centralidad y otros discursos son expulsados de la cultura. El tratamiento misógino en los medios sirve para que el crimen se realice y quede impune, el contexto cultural y social de 2006 decía que Nora fue una mujer de conducta impropia, ‘nadie justifica su asesinato, pero…’; ese fue el mensaje que se reprodujo durante años. Después de las luchas de las mujeres, el mensaje y el tratamiento de estos crímenes de género, cambió. Años atrás los titulares decían ‘crimen pasional’, en el mejor de los casos; y eso está grabado en la matriz de nuestra cultura”.

Sobre el desarrollo del juicio, donde la defensa del viudo Marcelo Macarrón insiste dentro y fuera de la sala de audiencias en poner en duda la moral de la víctima; Claudia Ardini le dijo a elDiarioAR: “Debiera incidir en el juicio, la figura del femicidio sancionada en 2012, lo que ya es un avance enorme, porque antes la Justicia y los medios trataban estos crímenes como pasionales. Más allá del resultado, de la sentencia, el crimen de Nora debe ser un caso de referencia en la opinión pública, para visibilizar cómo la demonizaron y generaron un contexto para poder llevar a cabo esa muerte. Este caso debe ser un emblema de lo que ocurre con la vida y con la muerte de las mujeres; lamentablemente a Nora le tocó ser asesinada en un momento en que no estaba en debate esta conciencia. Estuvimos y estamos frente a un espectáculo donde se vuelve a victimizar a la víctima. Y lo que las mujeres buscamos en este juicio, con Nora como emblema, es que no nos maten más”.

GM/CC

 

 

 

 

   

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