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Cómo dejar de procrastinar: un estudio científico dice que es posible conseguirlo en dos minutos

Edu Molina

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La procrastinación es un fenómeno común en la vida cotidiana, que afecta tanto a estudiantes como a profesionales, generando retrasos y aumentando los niveles de estrés. Aplazar tareas importantes, aun cuando se reconoce su urgencia, se convirtió en una experiencia frecuente que dificulta la organización personal y reduce la eficiencia en la ejecución de responsabilidades. Frente a esta realidad, un estudio reciente desarrollado por la Universidad de California en Santa Bárbara (UCSB) propone una estrategia sencilla y breve que, según promete, podría ayudar a superar la dilación en apenas dos minutos.

La postergación no siempre refleja falta de interés o de esfuerzo. Las emociones como la ansiedad, el aburrimiento o el miedo al fracaso influyen de manera decisiva en la conducta, haciendo que el inicio de una tarea se perciba más difícil de lo que realmente es. Esta tensión emocional, combinada con la presencia de distracciones y la tendencia natural del cerebro a buscar gratificaciones inmediatas, puede generar un ciclo de aplazamiento constante.

¿Se puede dejar de procrastinar en tan solo dos minutos?

El estudio científico presenta un método breve que permitiría iniciar cualquier tarea que se haya estado postergando en apenas dos minutos. La estrategia se centra en dar pequeños pasos concretos que faciliten la acción inmediata, sin requerir cambios drásticos en los hábitos.

El primer paso consiste en definir claramente la tarea pendiente, especificando el objetivo concreto que se desea cumplir. A continuación, se recomienda reconocer las emociones que la tarea genera, como ansiedad, aburrimiento o miedo, y expresarlas de manera explícita, ya sea por escrito o en voz alta, para aumentar la conciencia sobre las barreras emocionales que dificultan el inicio.

Después, la tarea se divide en pasos pequeños y manejables, diseñados para poder completarse rápidamente. Cada subtarea debe ir acompañada de una estimación de tiempo realista para su realización. Además, se sugiere establecer una recompensa inmediata y sencilla por completar cada paso, como escuchar música, disfrutar de un refrigerio o realizar una breve actividad placentera. La intervención enfatiza la importancia de concentrarse únicamente en el primer paso, evitando distracciones externas, y de repetir el proceso con los pasos siguientes hasta finalizar la tarea completa.

El enfoque demuestra que, al fragmentar la obligación y vincularla a recompensas concretas, se incrementa la motivación y se facilita la acción. Este procedimiento, breve y estructurado, permite que las personas comiencen a trabajar en lo que antes postergaban de manera rápida y efectiva, sin requerir extensos períodos de planificación o fuerza de voluntad prolongada.

Diseño y aplicación del estudio

La investigación involucró a 1.035 adultos de Estados Unidos y Reino Unido, con una mayoría de mujeres y una edad promedio cercana a los 39 años. Los investigadores dividieron a los participantes al azar entre un grupo que aplicó la técnica de dos pasos y dos grupos de control, lo que permitió analizar cómo funcionaba la intervención frente a situaciones más neutras o sin guía estructurada.

La técnica que se probó estaba diseñada para ayudar a iniciar tareas que normalmente se postergan. En el primer paso, los participantes tenían que identificar y expresar lo que sentían frente a la tarea pendiente, ya fuera ansiedad, aburrimiento o miedo, un proceso que los expertos llaman affect labeling. En el segundo paso, desglosaron la tarea en pasos más pequeños, calcularon cuánto tiempo les llevaría completar cada uno y eligieron una pequeña recompensa que recibirían al lograr cada objetivo. Esta combinación buscaba que las tareas parecieran menos pesadas y que los participantes percibieran de manera más clara los beneficios de cumplirlas.

Para evaluar el impacto de la intervención, los investigadores midieron distintos factores: la resistencia emocional hacia la tarea, cuánto valoraban su utilidad, su estado de ánimo, los niveles de estrés, la motivación y la probabilidad de que realmente la completaran. También tomaron precauciones para controlar el sesgo de deseabilidad social, asegurándose de que los resultados reflejaran cambios reales en la intención de actuar. Mientras tanto, los grupos de control recibieron instrucciones neutrales o simplemente tuvieron que identificar la tarea sin pasar por los pasos de expresar emociones o fragmentar la actividad.

Este diseño permitió comprobar que incluso una intervención muy breve podía modificar la disposición de los participantes para empezar la tarea y mejorar la percepción sobre ella. El estudio muestra que métodos simples, estructurados y concretos pueden ser suficientes para superar la inercia inicial que suele llevar a la procrastinación, sin necesidad de grandes cambios en la rutina diaria.