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Un récord mundial que puede servir a la ciencia: los 500 días de Beatriz Flamini en una cueva sin luz natural ni contacto humano

David Noriega / Álvaro López

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En 1962, el espeleólogo francés Michel Siffre pasó 61 días en el interior de la cueva alpina de Scarrasson. Al salir, el aventurero estimaba que solo había pasado 34 jornadas en la cavidad sin recibir la luz natural ni ninguna referencia temporal. Su experiencia demostró que los ciclos conocidos de vigilia y sueño eran consecuencia del contacto con la exposición al sol y que, en su ausencia, el reloj se desbarata.

Desde entonces, ha habido otros casos similares al de Siffre, pero la mayoría de estudios se han desarrollado en entornos controlados y en periodos de tiempo relativamente breves. La hazaña de la deportista de élite Beatriz Flamini, que este viernes batió el récord mundial de permanencia en una cueva, dio una oportunidad para un grupo de investigadores. La alpinista española, también escaladora y espeleóloga, acaba de salir de una cavidad situada en la Costa Tropical de Granada después de 500 días a 70 metros de profundidad, sola, incomunicada y sin luz del sol.

La idea partió de la propia Flamini, que se puso en contacto con la productora Dokumalia, que realizará un documental, y con varias universidades. Quería que personas expertas evaluasen la experiencia y se ofreció para que pudieran analizar su repercusión en beneficio de la ciencia, más allá del escaparate mediático que suponen este tipo de acciones.

Este viernes, después de salir de la cueva, Flamini ha ofrecido una rueda de prensa en la que se mostraba visiblemente emocionada: “Perdonadme si me trabo, pero llevo un año y medio sin hablar”, se excusó nada más comenzar. Lo que ha dejado claro es que en ningún momento pensó en abandonar el desafío que ella misma había planteado: “No he pensado nunca en pulsar el botón del pánico. Es cierto que necesitas un abrazo porque somos seres humanos, pero cuando proyectas algo así lo proyectas todo y no hay nada más que aceptarlo”. Y fue más allá: “Nunca pensé en abandonar, de hecho no quería salir”, ha señalado entre risas.

La percepción del tiempo es uno de los aspectos que se estudiarán sobre la estancia de la deportista dentro de la cueva, donde no podía distinguir el paso de las horas o los días: “Me he organizado de forma natural. Si tengo sed bebo, si tengo hambre, como. Si no tengo hambre pero noto que me estoy quedando delgada, como”.

También se ha referido a la incomunicación y el aislamiento. “He echado de menos a todo el mundo menos a mí misma”, ha asegurado. Y sobre la desconexión del mundo exterior, ha asegurado que la experiencia no la ha vivido en términos del tiempo que realmente ha pasado. “Para mí ni tan siquiera han sido 250 días. Para mí, han pasado entre 160 y 170 días”, ha explicado, después de relatar cómo al principio intentó llevar la cuenta de las jornadas, pero que abandonó al cabo de lo que percibió como aproximadamente dos meses. “Para mí ha sido casi como una noche”. “No sé lo que ha pasado en el mundo. Para mí sigue siendo el 21 de noviembre de 2021”

La noción del tiempo

“Está bien establecido que el tiempo en los ritmos circadianos, de 24 horas, se altera bastante cuando no hay estímulos para regularlos”, explica el catedrático del departamento de Psicología Experimental y Fisiología del Comportamiento de la Universidad de Granada, Julio Santiago, que ha iniciado una investigación para descubrir “si un caso de desorientación temporal tan largo y tan extremo lleva a modificaciones en el modo en el que (Flamini) percibe el tiempo”.

El catedrático explica a elDiario.es que las investigaciones en este tipo de escenarios son “más complicadas”. Sobre todo si el sujeto de estudio está totalmente aislado. “Desde que se metió allí hemos tenido muy poca posibilidad de comunicar con ella. Ha habido una comunicación de dentro a fuera (a través de los vídeos que ha ido grabando), pero no de afuera a adentro”, explica. Así, antes de acceder a la cueva, los expertos pidieron a Flamini que realizase determinados ejercicios de estimación temporal, como pulsar un botón en un intervalo de tiempo para determinar escalas temporales más breves que 24 horas. Por ejemplo, ¿cuanto dura un minuto cuando no existe el día y la noche?

Los límites de la investigación

Lo más importante es que el estudio incluya un número limitado de preguntas de investigación claras; de lo contrario, el protocolo se complicará y no se obtendrán respuestas, explica Till Roenneberg, cronobiólogo e investigador del sueño en la Ludwig-Maximilians-University (LMU) en Múnich (Alemania) en declaraciones al Science Media Center España. “¿Qué medimos? ¿Cómo lo medimos? Esto es lo que lo convierte en un experimento útil o no. Todo lo demás son relaciones públicas y espectáculo, y por eso hay que tener cuidado”, apunta Roenneberg. Este experto considera que “el hecho de que el experimento implique a una sola persona no lo convierte necesariamente en no científico” y recuerda que “estos experimentos mediáticos pueden tener aspectos positivos”.

“Es posible que buena parte de esos datos no se puedan aprovechar, porque sabemos que tras un periodo largo de aislamiento la cabeza deja de funcionar del todo bien, pero esperamos que un porcentaje importante se puedan utilizar, aunque todavía queda mucho camino para sacar conclusiones”, indica Julio Santiago, uno de los encargados de estudiar la experiencia de la deportista.

Durante la rueda de prensa, un miembro del equipo de Flamini se ha acercado a ella a recordarle experiencias y situaciones, de paso para darle apoyo por sus problemas de pérdida de memoria a corto plazo provocados por su estancia en la cueva. Ella ha hecho hincapié en la fortaleza mental que exigía la prueba: “Si tú proyectas en pasado y en futuro, entras en ansiedad. El truco en el aquí y en el ahora: estoy cocinando, estoy dibujando. Me estoy metiendo por un agujero que no debería, pero aquí estoy. Aquí y ahora. Presencia”. Sí ha reconocido que tuvo miedo. “El miedo paraliza y si te dejas arrastrar por él, cometes errores. Tienes que ser muy consciente de que tienes miedo, pero jamás entrar en pánico ni paralizarte”, ha explicado.

Otro de los ejes de la investigación tiene que ver con el campo de la psicología. “En nuestro caso, lo que hicimos fue hacer una evaluación cognitiva y emocional previa, algunas pruebas durante su estancia a través de un ordenador modificado para que no pudiera ver la hora ni el día, y ahora haremos un seguimiento para ver qué funciones cognitivas se han deteriorado y cómo se van recuperando”, explica la doctora en Piscología de la Facultad de Almería Lola Roldán.

“La literatura de casos previos habla de problemas de memoria, de razonamiento, de funciones ejecutivas, alucinaciones, pero nunca se había registrado de forma estricta”, indica la experta, que también reconoce dificultades en el método. “Le diseñamos una tarea y le pedimos que intentase hacerla una vez por semana. A los cuarenta días empezamos a darnos cuenta de que sus días ya no eran de 24 horas y sus semanas eran larguísimas, pero como no nos podíamos comunicar con ella, no teníamos mucho control”, pone como ejemplo.

En cualquier caso, a los investigadores les queda por delante un trabajo largo. Flamini deberá ponerse al día en un mundo que ha cambiado mucho en 500 días.

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