Análisis/Opinión

Tesla y los cryptobros

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Tesla es un tema fascinante para los que seguimos de cerca al tema de los autos. La marca creada por Elon Musk irrumpió como un torbellino en ese mundo, y en muchos aspectos lo cambió para siempre. En términos Hobsbawmianos, si se me permite la licencia, la aparición del Tesla Model S en 2012 representó el final de un Siglo XX “largo” para la industria automotriz, y dio paso al verdadero Siglo XXI.

Vale la aclaración de que somos muchos los que no vanagloriamos a Musk, más bien lo contrario, porque es un personaje tirando a oscuro. Pero eso no debe impedir un reconocimiento a lo interesante de sus creaciones, ni al mérito de haber llevado a su empresa automotriz a ser la más “valiosa” del mundo. Y las comillas son pertinentes porque hacen referencia específicamente a una de las maneras medir el valor de una empresa, su valuación bursátil, que de eso se trata en buena parte lo que sigue.

Teslabros

Otro de los grandes logros de Tesla es haber generado un gigantesco ejército de fans, fundamentalmente en Estados Unidos, pero también esparcidos por todo el mundo, incluida la Argentina (donde los autos de la marca aún no llegan). Y lo de ejército es literal, porque son prácticamente “soldados” a la hora de defender a su marca favorita. Claro que el “campo de batalla” son en general las redes sociales, especialmente Twitter (lo siento pero nunca aceptaré llamarlo “X”) que, oh casualidad, terminó siendo propiedad del bueno de Elon. Pero en ese contexto virtual, la beligerancia y el compromiso de sus fanboys son dignos de una milicia talibán.

La forma en la que Tesla caló tan hondo en el afecto de sus entusiastas es extremadamente llamativa, y seguramente en el futuro se escribirán papers académicos sobre el tema. Mientras tanto, una primera observación evidente es que estos fanboys son en su gran mayoría son hombres jóvenes, sobre todo los más intensos. Uno podría pensar que esto es razonable, por la fascinación que genera la tecnología en las nuevas generaciones y los autos entre los varones.

Pero hay algo más allá de las máquinas y las baterías. Ese algo que se puede corroborar en las redes sociales, especialmente en Twitter, que es donde se dan buena parte de los debates sobre Tesla. Sólo basta entrar a los perfiles para comprobar que la correlación entre los fans de Tesla (alias: teslabros) y los fans de las criptomonedas (alias: cryptobros) es altísima. No falla: en la mayoría de los casos las descripciones personales incluyen términos “técnicos” como crypto, marketplace, bitcoin, altcoin, exchange, stock, trader, founder, sarasacoin; y así. Y lo que no falta nunca es la palabra $TSLA, con un signo pesos adelante, que no se refiere a los autos, sino a las acciones que de la empresa que cotizan en Wall Street.

La verdadera disrupción

No hay dudas de que Tesla es la marca que “revolucionó” tecnológicamente el mercado automotor con la masificación de los autos eléctricos, y es mundialmente reconocida por eso. Pero también es responsable de una disrupción aún mayor, que no tiene que ver con los productos en sí, sino con la manera de hacer las cosas. Porque trajo la vertiginosa lógica de las startups de Silicon Valley a una industria que siempre fue lenta y parsimoniosa en la toma de decisiones. La industria tecnológica, en cambio, se caracteriza por liderazgos muy marcados, con capacidad de tomar decisiones veloces y eventualmente impulsivas, pero muchas veces necesarias para un mundo que está cambiando demasiado rápido. Ahí es donde emerge la figura del genio-emprendedor moderno –patentado por Bill Gates y Steve Jobs, y elevado a su máxima potencia con Musk–, que habilita todo tipo de concesiones, incluso muchas que tensionan con las normas establecidas y hasta con la ley (y a veces salen muy mal, como el caso de Elizabeth Holmes con Theranos).

Gran parte de esa lógica empresarial tiene que ver con un foco totalmente orientado hacia el mercado y los inversores. Ya sean dispositivos electrónicos, servicios web o, como en este caso, autos, la prioridad la tienen los accionistas por sobre los usuarios/consumidores. Básicamente, porque ahí está el dinero más fluido. Y se sabe que la cotización de una acción suele estar más basada en el humor del mercado y sus expectativas, que en los datos reales como ingresos netos, ventas, o –atención– ganancias. En ese terreno, Tesla ganó un enorme protagonismo luego de su debut en el NASDAQ, el panel tecnológico de Wall Street. A partir de ese entonces $TSLA, se convirtió en una  “marca” en sí misma que empezó a recorrer un camino paralelo al de los autos.

La Ferrari de las acciones

La llegada de $TSLA coincidió con la explosión de un nuevo escenario que venía gestándose desde hacía tiempo: la “democratización” de las finanzas a través de internet. Gracias a aplicaciones precursoras como Robinhood, Acrons o Stash –que permitieron el acceso a operaciones de bolsa sin comisiones y con una interfaz fácil de usar– ya no hacía falta ser un inversor sofisticado o tener un bróker; Wall Street estaba accesible para cualquiera que tuviese una computadora o incluso un celular.

Para toda una nueva generación de jóvenes (y no tan jóvenes) que ya venían generando comunidad digital a través de los videojuegos y las redes sociales, estas aplicaciones fueron una ventana abierta para participar también en el juego de las finanzas. Y esos mismos canales y redes (como YouTube), no solo les permitieron el acceso sino también la capacitación: ahora cualquier pibe con acceso a internet podía tradear, shortear; hedgear; leveragear, o aplicar conceptos como stop-loss; bullish (¿suena conocido?); blue chip; cut loss y tantos otros. A eso se sumaron al poco tiempo las criptomonedas –un activo extremadamente especulativo– y tuvimos cartón lleno: el mundo se llenó de cryptobros empoderados, con acceso a un potente set de conocimientos y herramientas, como para que cada uno pueda fantasear con ser un campeón de las finanzas al estilo Bobby Axelroad (el protagonista de la serie Billons).

En ese vaporoso contexto, la acción $TSLA se convirtió rápidamente en un activo aspiracional para los traders de la nueva generación. En el hipercompetitivo mundo de las finanzas, donde se destacan los alfa dispuestos a tomar riesgos, $TSLA se impuso como un símbolo de osadía; era, en definitiva, la empresa que venía a desafiar el orden establecido con un accionar disrruptivo y provocador. Para estos traders, los autos, las baterías y la red de cargadores de Tesla nunca fueron un fin, sino un medio para que la cotización vuele, para que les gane a todas las demás. Sería muy inusual ver fans de TM (la acción de Toyota Motors), STLA (la acción del Grupo Stellantis), F (la acción de Ford), o incluso de RACE, como se denomina la acción de Ferrari en la bolsa de valores; $TSLA, en cambio, los tiene por decenas de miles. En cierto sentido, la misma épica deportiva que Enzo Ferrari logró con sus autos en las pistas, Elon Musk la logró con $TSLA en Wall Street.

El culto de la personalidad

Claro que la épica se completa con la misma figura de Elon Musk, que aportó todo lo necesario para personificar la imagen del genio-emprendedor, muchas veces “incomprendido”: teatralidad, espontaneidad, verborragia, tenacidad… Un héroe en remera y zapatillas, que no solo confrontaba con los viejos dinosaurios de Detroit, sino también contra “la casta” de Wall Street. Sí, porque durante sus primeros tiempos en la Bolsa, $TSLA fue un papel extremadamente volátil y sufrió todo tipo de ataques especulativos. Ahí estuvieron los fanboys para defender a su activo favorito, bancando los trapos con posiciones long, y gritando a los 4 vientos (virtuales) sobre su inexorable futuro bullish.

Y ni hablar cuando Musk empezó a hacer de las suyas, como mentir reiteradamente con respecto a las fechas de salida de nuevos productos; exagerar las capacidades de su sistema de conducción autónoma; avalar despidos arbitrarios y dudosas condiciones laborales en sus plantas; violar las regulaciones ambientales de las fábricas; manipular el mercado de valores; provocar escozor con sus tuits y varias otras tropelías. Sin que les entre una bala, los teslabros se abroquelaron para respaldar a su héroe. El “Elon contra el mundo” pasó a ser un “Nosotros contra el mundo”.   

Hay mucha teoría acerca de este tipo de identificación entre un líder carismático (tirando a mesiánico) y sus seguidores, que incluye un un amplio abanico de emociones que van desde la admiración genuina y el sentido de comunidad, hasta la confianza ciega e irracional. En estas épocas es inevitable pensar que la inseguridad juega un papel importante para los varones jóvenes: ante un “mundo exterior” que se les presenta hostil, agruparse férreamente detrás de una figura que exuda poder puede ser una forma de sobrellevarlo. ¿Suena familiar?

Pero no tanto con los autos

Lo singular de este inquebrantable afecto en la parte bursátil, es que no tiene un correlato lineal en el terreno de los autos. No es que no haya toneladas de teslabros que cantan loas acerca de los Model S, Model 3 y Model Y, y prenden velas por la llegada de la revolucionaria Cybertruck, asegurando que será la mejor camioneta del mundo. Pero la verdad es que estos adláteres no son muy respetados en el mundo de los autos. Porque los productos de Tesla son reconocidos por su avanzada tecnología y sus prestaciones, pero también son ampliamente criticados por sus defectos de calidad constructiva, sobre todo teniendo en cuenta que es una marca se presenta a sí misma como “premium”. Sí es cierto que se están vendiendo muy bien, pero eso se explica más por su relación precio-producto (en buena parte gracias a subsidios), y ya no tanto por la deseabilidad que generan.

En sus fantasías de hacerse millonarios tradeando criptomonedas o apostando a un bull market eterno para $TSLA, es probable que los teslabros/cryptobros sueñen más con una Ferrari o un Lamborghini que con un Tesla. Porque, seamos honestos, si se trata de expresar virilidad, éxito y poder en el mundo real, nada supera –todavía– a un buen deportivo italiano.

RT