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Sobre este blog

Pez Banana es un club del libro que funciona así: por una suscripción mensual, recibís en tu casa un libro. La selección la hacen Florencia Ure y Santiago Llach.

Los libros son siempre de ficción y la cuota es equivalente al precio promedio de cualquier título que puedas encontrar en las librerías. 

También son nuevos, nunca te va a tocar uno que ya tengas. 

En sus redes entrevistan a autores, editores, traductores o charlan entre ellos sobre literatura. 

Para llegar al elegido del mes, leen (casi) todo lo que se publicará, así que aprovechan y escriben un newsletter con recomendaciones. El newsletter es buen espacio para hablar de libros favoritos que pelearon la final, de otros más de nicho que no imaginaron como “libro del mes” pero que por igual les gusta, presentar editoriales no tan conocidas, rescatar algún clásico que se haya publicado con nueva traducción. En fin, contar un poco el panorama editorial según sus miradas. 

Forn, el mejor editor de todos los tiempos

Juan Forn

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Este diálogo que tenemos a veces se ramifica y se va de las novedades. Es lo que pasó este mes.

Moscú feliz, Andréi Platónov (Tusquets)

Flor: Creo que Juan Forn fue el mejor editor de todos los tiempos. Entre millones de maravillas que nos dejó, está la colección Rara avis, de Tusquets, que rescata títulos olvidados o algunos nuevos como Las malas de Camila Sosa Villada. Todos espectaculares. 

En esta novela de Platónov (1899-1951), Moscú no es la ciudad sino el nombre de su joven protagonista: Moscú Chestnova.

Platónov, que fue amigo de Vasily Gossman y fue admirado por Susan Sontag, John Berger y Joseph Brodsky, tiene un estilo magistral. Va de un registro a otro, creando una pieza sui generis muy atractiva. Escribe con una pulsión optimista que, cuando decae, levanta con ironía. Moscú, la chica, es una explosión de energía sexy, fuerte, original y pizpireta. Tiene a todos los hombres comiendo de su mano y ella quiere a todos y a ninguno. En una parte la describe así: “Las personas se aferraban a ella y la retenían, pero ella lograba zafarse y seguía corriendo hacia un mar vacío donde alguien lloraba por ella”. Está lleno de frases para rescatar, muchas crueles y muchas deliciosas. 

Santiago: Lo que decís de esta chica Moscú me hace acordar a…

Flor: ¡... a Proust!

Santiago: A la Albertine de Proust, sí.

Flor: Sos medio obsesivo, pibe.

Santiago: ¿Medio? Pero las obsesiones me son duraderas. Pienso leer y releer a Proust durante años; síganme que no los voy a defraudar. La Recherche es una máquina formidable, la investigación sobre el yo y sobre la relación con los otros más fascinante y más bella que se haya encarado jamás. Proust es un psicólogo y un sociólogo otra vez: le dedica cien páginas a una reunión social en un salón donde analiza el microdetalle de la movilidad social de las clases altas y a continuación vienen cincuenta páginas sobre el duelo tardío por la muerte de su abuela y cómo su madre encarna a su abuela, cómo la vida es una constelación de duelos y reencarnaciones entre padres y hijos.

Zumbido, Juan Cárdenas (Periférica)

Flor: ¿Cómo se dice baño en Turquía?

Santiago: ¿Cómo?

Flor: Baño. ¿Y realismo mágico en Colombia?

Santiago: ¿Realismo?

Flor: Exacto. La primera vez que viajé a Bogotá descubrí que se naturalizan cosas rarísimas y que José Arcadio Buendía pudiera tener hijos con cola de chancho quizás, allí,  no era algo tan excepcional. 

La literatura colombiana (si caben las generalizaciones tan bruscas) es increíble. Se manda a extremos impensados como si nada. Una vez en un Hay Festival asistí a una charla de Cárdenas: él leía un texto desopilante con una parsimonia que aterraba. Desde esa vez quedé hechizada, entro en trance y lo sigo hasta donde me mande. Esta novela no es la excepción. 

Consigue hablar de religión a partir de un plato de arroz con pollo. Suficiente como ejemplo, ¿no?

Santiago: ¿Qué diablos es la realidad, no? El tiempo pasa y nos vamos amigando con los fantasmas, con los que están del otro lado. Al igual que Roland Barthes, que lo dice en esta hermosa lista de cosas que ama y no ama, y a diferencia de Borges, que escribió sus fabulosos cuentos fantásticos sólo para rivalizar con sus pares costumbristas, yo amo los relatos realistas, y la literatura fantástica me cuesta. Sin embargo, veo cada vez más claramente que incluso los escritores realistas más crasos de pronto abren una ventanita hacia esa pululación que nos hace sentir en otra dimensión.

Flor: Amén.

Santiago: Te cito un caso. Raymond Carver tiene dos cuentos y un poema en los que trabaja la misma escena: una pareja se separa y misteriosamente, en la última noche juntos, la niebla cae sobre el jardín y aparecen unos caballos vecinos. La escena en sí tiene un toque onírica, parece ocultar algún simbolismo. Pero en uno de los cuentos, “Blackbird Pie” (“Caballos en la niebla”), el narrador parece estar fuera de sí. Yo había leído mil veces ese cuento y un alumno hace poco me hizo notar algo que nunca había advertido: es un cuento en el que lo real es inestable, en que no se sabe si se trata de una alucinación o incluso de una realidad poco convencional.

Flor: Los fantasmas no existen, pero...

Panza de burro, Andrea Abreu (Panza de Urraca)

Flor: La novela, que transcurre en Tenerife, es sobre la amistad de dos nenas de 11 años, durante un verano. La pubertad, divina descompensación de etapas, este tsunami psíquico y físico. Chicas con  padres ausentes y abuelas presentes. No viven en la isla turística a la que nos acostumbraron las fotos sino en un paisaje montañoso al norte, en la ladera del “vulcán”. Cero playa ni agua cristalina ni arenas blancas.

Está escrita en un lenguaje honesto, gracioso y cantarín. Un lenguaje oral bajado a papel de una manera magistral.  Otra gran obra en la que los dialectos redondean y definen a los personajes. 

Santiago: ¡Es un gran tema! De qué manera dar cuenta de ese otro aspecto del lenguaje. La escritura son los huesos de la música de la oralidad.

Flor: La foto de tapa de Alessandra Sanguinetti es hermosa por donde la mires, ¿no? 

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