DIA DEL PADRE Entrevista

Martín Churba: una paternidad entre epifanías y deseos cumplidos

La vida de Martín Churba parece regida por epifanías, señales que se le cruzan a cada momento. Reconoce que todavía no sabe si son esas señales las que marcan su vida o si son sus deseos los que buscan las señales. Pero lo cierto es que esas manifestaciones son las que vienen llevando el ritmo de sus últimos diez años.

La primera de esas muchas epifanías la tuvo cuando leyó Alexis o el tratado del inútil combate de Marguerite Yourcenar. El libro cuenta la historia de Alexis, un hombre que a pesar de amar a su esposa y su hijo un día decide hacerse cargo de eso que tanto le pesaba: era gay y quería ser músico. Churba tenía resueltas ambas cosas, amor y vocación, hacía tiempo. Pero le faltaba Alexis. Es que en ese momento en que leyó el libro supo que si alguna vez tenía un hijo, Alexis iba a ser su nombre.

Durante años fue solo una fantasía. En esa Argentina en la que fue construyendo un nombre propio en la elite de los diseñadores argentinos, no había lugar para Alexis. Tramando estaba en el podio. Tenía casa matriz en Recoleta, sucursales y más de 70 empleados. “¡Hasta un director comercial egresado de Harvard!”, se ríe hoy de esa Argentina que le daba todo menos derecho a casarse y tener un hijo.

Por entonces, él y Mauro Bernardini, su pareja se conformaban haciendo que las pijamadas de la sobrina fueran un hit: Diseños de Tramando para disfrazarse, peluqueros y maquilladores amigos para arreglarlas. Era el tiempo en que Martín Churba decía que la paternidad le estaba vedada porque iba de la mano de un delito: “La única forma que tengo de ser padre es robando un bebe, matando a la madre, o comprándolo”.

Pero en su mundo de epifanías y señales, las piezas empezaron a encajar. La madrugada del 15 de julio de 2010 lo encontró llorando en la plaza del Congreso abrazado a Mauro. Ya llevaban 10 años juntos cuando se sancionó la ley de matrimonio igualitario.

Todo comenzaba a precipitarse. Un amigo les pide que cuiden su casa en San Isidro. Mauro da un paseo en bicicleta y encuentra la casa de sus sueños. Descubre también que tiene un pequeño cartel de venta. Es una construcción que sobresale del resto. A diferencia de las mansiones señoriales del bajo de San Isidro, esta es moderna, de cortes rectos, pura madera y vidrio, justo donde comienza la bajada que lleva hasta la orilla del Río de la Plata. Van a verla y al entrar a uno de los cuartos Martín dice “este va a ser el cuarto de nuestro hijo”. Nueva epifanía.

Pero la casa está señada. El sueño se cae. Y resurge porque lo que se cae es la seña y así dejan Colegiales y se instalan en Martínez. “En esta casa yo me caso”, le dijo Martín. Y así fue.

Libreta de matrimonio, casa nueva y cuarto para un hijo que seguía faltando. Primero piden una cita con un centro de maternidad  subrogada en Estados Unidos. La propuesta no les cierra. Tampoco la propuesta de una amiga lesbiana. Los trámites para adopción son un engorro. Mauro se impacienta, Martín dice que algo va a ocurrir. Y lo que ocurre es otra señal. Los vecinos los invitan a un asado. Les aclaran que también estará Sandy. Tene dos hijas adolescentes y su marido acaba de morir. Les avisan porque Sandy no puede mas de la tristeza y llora sin parar. También avisan que Sandy llegará con el nene de dos años que cuida los fines de semana hasta que estén listos los papeles para darlo en adopción. El nene, claro, se llama Alexis. Y a Churba el corazón le va a estallar.

El rompecabezas se sigue armando. “Mauro este es nuestro hijo”, recuerda Churba que le dijo a su esposo aquel día. “Mart, olvidate, ya tiene familia para adoptarlo”. Durante los dos días siguientes, Churba se queda sin vos. “Fue como un luto”, recuerda durante una charla con elDiarioAR en su casa.

Churba hace esfuerzos por olvidarse de Alexis. Tarda cinco meses. Y justo cuando lo logra ocurre una nueva epifanía. Esta vez en el velatorio del padre de una amiga. “Tu papá me dijo que tiene un regalo para mí”, le confiesa a Valery en medio del velatorio. Churba dice que la señal le llega clara desde el más allá pero no entiende de qué regalo se trata. Esa noche, mientras cenaban Valery pregunta que pasa con esa paternidad que no llega. Le cuentan que quedó en la nada después de que apareció Alexis. “Búsquenlo”, casi que ordena Valery, “es él”. Churba obedece. Llama a Sandy: Alexis todavía no había sido adoptado. Todo se vuelve vértigo.

A pesar de que Sandy tenía sólo la guarda transitoria, el juez le dice que el vínculo es demasiado fuerte y que ella debería ser la mamá de Alexis.

“Fue muy maravilloso todo -cuenta Churba sobre aquellos días-, porque para ella era muy tortuoso hacer los trámites de adopción. Venía el psicólogo y le hacía millones de preguntas, tenía miedo que se lo sacaran”. Fue entonces, mientras Sandy creía que no iba a poder adoptar a Alexis que aparecieron Martin y Mauro. “Queremos ser los papás”, le dijeron.

“Yo no tengo amigos gays”, respondió ella. Churba se rie cuando recuerda la respuesta. Estira un brazo y desde una de las repisas de la cocina trae un portaretratos en el que están todos de vacaciones de Formentera, en las Islas Baleares. Están Sandy, sus hijas, Alexis, Mauro y Martín.

“A partir de ahí, todos por Alexis, somos como padres separados, pasa de lunes a miércoles acá, y de miércoles a viernes allá y sábados acá y domingos allá, pero en realidad somos padres juntados, no padres separados”.

¿Y entonces así se lanzaron a formar una familia?

Desde el principio empezamos a convivir como un niño con dos casas, con muchos acuerdos, y ahí vamos, él está bien.

¿Legalmente ustedes tienen la adopción?

La adopción plena la tiene Sandy, pero eso es lo lindo con ella. Eramos personas desconocidas y logramos los títulos de hecho, no de firma. Nunca tuve un papel que diga que yo soy el padre y siempre fui respetado por Sandy como si lo tuviera, y ya llevamos diez años. Es difícil pero tenemos una ventaja, que es que no hay una historia anterior entre nosotros. Yo ya la quiero como una hermana, es la mamá de mi hijo.

“¿Qué es lo que más me gusta de ser padre?”, se pregunta Churba. Sabe que esa va de cajón, pero también quiere contarlo, que se sepa, no sea cosa que nos olvidemos de preguntarlo. “Lo que más me gusta es verlo. Ves a tus hijos y te reconoces. Son momentos de una vitalidad tierna. Vivimos para eso”.

¿Qué fue lo más difícil?

No fue todo fácil, al principio yo estaba muy celoso porque Mauro y Alexis eran inseparables y yo me quedaba sacándoles fotos, entonces tuve que encontrar mi lugar, tuve que aprender de Mauro porque él sabía cómo estar y yo no.

¿Y cómo es la relación hacia afuera, alguna vez lo discriminaron?

No, yo le pregunto siempre. A veces me parece que demasiado, como le cansa que le esté preguntando y la verdad es que nunca nos contó nada. En eso es importante el colegio y la verdad es que hay tolerancia cero para el bullying.

¿Cómo van a festejar el Día del Padre?

No tenemos nada planeado pero seguro vamos a ir a comer afuera con mi viejo y con Alexis.

Alexis acaba de cumplir 12. Junto a la foto de Formentera, están las las primeras vacaciones juntos de Martín y Mauro y otra de Alexis en el colegio. Es una típica foto de escuela en la que están también las dos maestras.

En el living, entre los sillones y la mesa, están las piezas de su próxima aventura, una instalación en la Usina del Arte con su vieja socia, Jessica Trosman, esa dupla creativa con la que revolucionaron los ‘90. Esta vez no hay prendas, solo los residuos intervenidos. Son botellas de plástico y bandejas de telgopor entrelazando hasta formar una estructura irreconocible.

“La obra te muestra como un desperdicio se torna un deseo. Vos mirás y decís ‘quiero todo’, y hace un segundo vomitabas. Es el momento en que uno se da cuenta como está gobernado por el deseo, como todo es tan subjetivo. La basura intervenida tiene un aspecto que la otra no tiene. La explicación es que lo que hacíamos con la seda natural ahora lo hacemos con la basura y esa es la paradoja”, explica Churba sobre esta nueva etapa de su vida lejos de Tramando.

Es que al rompecabezas le faltaba más tiempo en casa para estar con Alexis. Y lo que parecía imposible sucedió: se hartó. “Sentía que era la ratita corriendo en la rueda”.

No fue fácil, tomó la decisión cuando estaba a punto de fundirse. Tuvo que cerrar cuatro locales y echar 56 empleados. Pero le alcanzó para pagar indemnizaciones y no llevarse deudas. Hoy a Tramando lo maneja Bob Honores, su discípulo. El va a la Casa Matriz cuando no está Alexis y sólo si hace falta.

“No es fácil cuando estas metido salir, pero poco a poco se fue ordenando un gran desorden que fueron los últimos diez años. Hoy puedo estar en casa los días que Alexis está con nosotros, me ocupo de llevarlo al colegio, de verlo crecer”.

A los 50 años Churba está aprendiendo guitarra y estudia canto. Una vuelta más en ese camino de señales. “Es la época de los raros- dice-, los raros somos los que podemos subsistir, porque vamos de costado, si vas todo derechito te caes”.

MG