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“Culo”, un libro que levanta el castigo al cuerpo y lo convierte en símbolo de la revolución

'Tarta de pañales para adultos', una fotografía del libro 'Culo'

Laura García Higueras

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“Oye papá, ¿y tú cuántos pañales me cambiaste a mí? Ninguno”. Esta “revancha cómica” sucede en un baño mientras la hija está agachada frente a un bidet, esponja en mano, limpiando a su anciano padre. La escena, escrita por Nerea López de las Heras, está incluida en uno de los relatos que componen Culo, el quinto número de la colección de libros Esto es un cuerpo. Un proyecto que mezcla fotografía y literatura para experimentar, reflexionar y querer a las distintas partes del organismo.

Tras ahondar en las Manos, Pelo, Ojos y Orejas, ha llegado el momento de bajar del tronco para abordar las nalgas y, a partir de ellas, hablar sobre sexualidad, cuidados, violencia, lenguaje, juego, vejez y cánones de belleza. Laura C. Vela, Carlota Visier y Ana Jarque son las creadoras de esta iniciativa que tiene como objetivo reconciliarnos con nuestros cuerpos y sus implicaciones emocionales, sociales y políticas.

“Dedicamos este número al culo porque exponernos es también reivindicarnos. La celulitis es para el culo lo que el relleno de algodón para una almohada, lo que la manteca para un pan. Apostamos por unos culos libres, en movimiento, desbordantes, que perrean, en los que florezcan flores, no tabúes. Queremos liberarlos del peso de la supuesta moral femenina y convertirlos en símbolos de la revolución de un cuerpo demasiado castigado, demasiado invisibilizado. Queremos olernos los culos sin sentir vergüenza”, manifiestan las editoras en su introducción.

Las autoras publican Esto es un cuerpo a través de su propia editorial independiente, Comisura, y están financiando la colección mediante una campaña de crowdfunding que todavía no alcanzó su objetivo de 6.000 euros. En el camino de este número se toparon con una dificultad con la que no contaban, la censura de algunas de sus imágenes, por mostrar culos, en redes sociales y YouTube. Obstáculo que se vieron obligadas a tener que solventar tapando algunos de ellos con melocotones.

“En verano podes ver a hombres en la calle sin camiseta pero una mujer no puede casi dar el pecho en público porque la gente se escandaliza. Si con Culo nos están censurando, imagínate que sacamos un libro dedicado a las tetas. No podríamos subir nada, tendríamos que tapar todas con cerezas”, lamenta ante este periódico la profesora de Lengua Castellana y Literatura Carlota Visier. Su compañera suma que “no siempre que enseñes las tetas es para sexualizar ni siempre un culo va a ser sexual. No es contenido pornográfico”. “Es esencial que existan espacios para poder ser libres y expresarnos. Si no, sería todo tristísimo y estrecho de miras”, reivindican.

El proyecto nació en 2020. “Veníamos de la pandemia, un contexto muy específico en el que el cuerpo adquirió fuerza y llevó a reflexionar sobre cosas en las que antes no habíamos reparado tanto, como el olfato”, explican. Este fue el germen que les llevó a apostar por desarmarlo en sus distintas partes concediéndoles una publicación a cada una, en las que a través de las imágenes y las palabras se tornaran en protagonistas absolutas. Y en conjunto, lograr una construir “una especie de Frankenstein”.

“Centrarnos en cada parte del cuerpo nos permitía ser más detallistas con ellas. Cuando hablamos del cuerpo en general es más fácil irse a lo de siempre, pero al obligar a pensar en una sola cosa, el juego es mucho más profundo”, afirman.

Un puzle de artistas

“Para la mano es accesible la dignidad de los objetos que toca, el derecho a separarse del cuerpo para ir tras ellos y aún así permanecer vacía y disponible para la próxima vez. En ella sufrimos la soledad del espacio cotidiano y disfrutamos del capricho instintivo de ordenar el mundo”, escribieron y retrataron en De raíz Ana Jarque y Bernardita Morello, dos de las artistas que poblaron el primer ejemplar.

Andrea Abreu, Gata Cattana, Silvia de la Rosa, Elena Medel, Remedios Zafra, Elisa Victoria, Máté Bartha, Graciela Iturbide, Safia El Aaddam, Brigitte Vasallo, Irene Zottola, Olga Iglesias Durán, Las hijas de Felipe, Ana Folguera y Florencia del Campo son otros de los nombres que han habitado las siguientes entregas. La lista de escritoras y fotógrafas van a ampliarla en la quinta entrega figuras como Aida González Rossi, Paula Yubero, Cristina Fallarás, Nagore Legarreta, Aitana Cordero, Okaro, Laura San Segundo y Lucía Antebi.

Entre sus propuestas están un “club de escritura con el culo” con el que se adentran en un universo infantil atravesado por la naturalidad y la diversión, pero también por la diferencia, el bullying, la soledad y la aceptación de los cuerpos. Hay una conversación entre amigas de distintas nacionalidades que conversan sobre la palabra culo, sus usos y acepciones; con las que devuelven al lector la incomodidad de ser mujer y tener culo, siempre cuestionado por la mirada masculina. El ejemplar añade una reflexión en torno al cuidado de los culos envejecidos (los improductivos o deficitarios) frente a los ingrávidos (los infantiles y los femeninos), aquellos donde las revistas de moda y los futuros padres centran la atención.

El culo como centro del amor y como zona de paso y transformación; y el cuerpo como instrumento de resistencia cotidiana son otros dos de los temas que impregnan el volumen que cierra con una sección colaborativa titulada Culopedia: un espacio que incluye fotografías hechas en baños públicos con frases históricas, consejos, quejas, croquis, viñetas y diálogos.

Un ejercicio de reconciliación

La colección obliga a detener el tiempo para poner el foco en cada parte del cuerpo, ese algo que cada día nos sustenta, nos permite estar vivos, respirar, caminar, acariciar, observar, saborear y el larguísimo etcétera que compone el abanico de posibilidades que el organismo, por el mero hecho de existir, nos regala. Imágenes y textos fuerzan a tomar conciencia y actúan como ejercicio de reconciliación.

“La relación con el cuerpo influye en tu relación contigo misma, con los demás y la sociedad. Desde si eres alto o bajito, influye en cómo te comportas. El cuerpo es muy importante en la construcción de la identidad, el cómo somos y cómo nos definimos. Incluso la forma en la que los transformamos, en el caso del pelo por ejemplo, con cada corte o tinte”, apuntan las editoras.

Los cuidados vertebran igualmente el vínculo con el organismo. Y de aquellos a quienes cuidemos a lo largo de nuestras vidas, incluidos nuestros padres. “Nacemos y morimos iguales, hechos pellejo y necesitando al otro para que te cuide. Esto también está latente en el proyecto: tener un cuerpo y ser cuerpo lleva implícito esa vulnerabilidad y necesidad del otro”, defienden las creadoras.

El libro como cuerpo

“Llamamos al proyecto Esto es un cuerpo para reivindicar que todos los cuerpos son cuerpos y que son igual de válidos. Y que el propio libro es un cuerpo, que es algo que se ha perdido un poco. No solo es importante la historia que cuentan, también cómo se edita, para qué se utiliza y cómo te relacionas con él. Esa materialidad del libro es importante y por eso siguen existiendo”, defiende Laura C. Vila. Las autoras encontraron en la campaña de crowdfunding la manera de poder financiarse, sabiendo que querían que los volúmenes fueran baratos y accesibles, para lo que necesitaban poder acceder a la venta directa.

“Al hacer una campaña presionas a la gente a que lo compre en un momento dado y eliminas una parte de riesgo. Hay un punto de comunidad y de sostenibilidad. Si no hay gente que apoye el proyecto y no quiere que salga, no saldrá. ¿Vamos a imprimir mil libros que luego nadie quiere leer? El momento en el que deje de haber mecenas y la gente deje de quererlo, dejará de haber Esto es un cuerpo. O se transformará”, comenta la fotógrafa sobre cómo este modelo se desvincula del que impera en el feroz mercado editorial. Una industria que obliga a las editoriales a renovar sus catálogos constantemente, provocando que muchos de los títulos acaben destruyéndose o saldándose.

Por lo pronto, quedan poco más de diez días de campaña que, una vez terminada, permitirá que quienes hayan aportado al proyecto puedan recibir los ejemplares. Y tras Culo, la idea es seguir ampliando la colección con otras partes del cuerpo como las orejas, el ombligo e incluso el agua. “Escribir solo para que el brillo de este momento nos libere de todo lo que nos dicen que somos. Pues mi culo es identidad, pues no venimos a aprender nada sino a mostrarle al mundo lo que ya sabemos hacer”, escribe Aida González Rossi, autora de la novela Leche condensada, para el volumen.

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