Entrevista

Gioconda Belli y una novela que narra el devenir autoritario de Nicaragua: “La literatura es una trinchera que no podemos abandonar”

“Yo sigo siendo yo, donde quiera que esté”, afirma Gioconda Belli sonriente y segura. La poeta y novelista nicaragüense fue privada de su nacionalidad por el Gobierno de Daniel Ortega en 2023 por “traición a la patria” y vive exiliada en España. Desde allí sigue conectada con lo que sucede en su país, como lo demuestra su novela más reciente, Un silencio lleno de murmullos (Seix Barral), que presentará este domingo a las 19 en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, en la Sala Julio Cortázar.

En este libro, Belli, de 76 años, referente feminista y madre de cuatro hijas, que luchó contra la dictadura de Anastacio Somoza, repasa los costos personales del compromiso político y la desilusión de la Revolución Sandinista, y cómo atraviesan los acontecimientos más recientes de su país. En concreto, sigue a Penélope, que llega a Madrid para levantar la casa de su madre recientemente fallecida, queda atrapada allí por la pandemia y comienza así a descubrir la intensa y fascinante vida de esta exrevolucionaria, a la que siempre sintió distante.

—En esta novela cuenta en base a su experiencia el proceso político de Nicaragua a partir de una relación madre-hija. ¿Cómo fue el proceso de escritura?

—Empecé a escribir en la pandemia. Estaba en Nicaragua. Quería gestionar la desilusión dentro de mí, cómo aceptas que algo que ha sido tan entrañable, tan importante, donde has visto morir a tanta gente —yo estaba en una célula de diez y solo quedamos dos— haya cambiado tanto. Y no sé por qué se me vino también lo de los hijos. Normalmente lo que hago es escribir, escribir, escribir. A veces no sé para dónde voy. Y después de 50 páginas, veo si eso me ha atrapado o no, si tiene posibilidades de seguir o no. Tengo varios proyectos de novela que he dejado, pero este siguió y me fue gustando más y más. Virginia Woolf dice una cosa que me encanta que es que la novela es como una isla en la niebla y que uno hace un puente y que solo en la medida en que vas caminando por el puente que estás construyendo la niebla se empieza a disipar y empezás a ver los contornos de la novela. Eso me pasa a mí. Y, claro, con la relación madre-hija también estoy lidiando con un problema de culpa mío. Les quiero reconocer a mis hijas su parte involuntaria que dieron. Pero también quería escribir una novela que fuera capaz de captar la atención de la gente, que les ilustrara sobre lo que ha pasado en Nicaragua de una manera que no fuera periodística. O sea, a partir de la vida de alguien. Y así empezó a surgir. Después fui complicándola y además la pandemia me daba un marco perfecto para crear el misterio, el suspenso, etcétera

—Otra vez, como es habitual en su obra, hay personajes femeninos fuertes. Se centra mucho en la sexualidad.

—Sí, porque esa es una parte importante que decidí tocar, porque soy atrevida para esas cosas. Me parece que hay que atreverse, porque las mujeres tenemos que asumir el cuerpo como una parte fundamental de quiénes somos. Entonces, ¿qué pasó en la pandemia con la sexualidad? ¿Cómo funcionó? Eso que cuento ahí a mí no me sucedió porque yo estaba con mi marido, pero le sucedió a mucha gente. Tuvieron que ingeniárselas de otra manera, con sexting, etc. Ahora que hay todo eso, no mencionarlo hubiera sido tonto.

—¿Cuáles fueron las primeras repercusiones que tuvo desde Nicaragua?

—Le mandé a alguna gente el PDF porque ese libro no lo van a dejar entrar a Nicaragua, pero lo han leído porque está en Amazon. Me escribe mucha gente por Facebook, Bluesky y X. Ha tenido muy buena acogida, buenas reseñas y estoy contenta con la novela. Siento que cerré un círculo sin querer. O sea, si vos te ponés a ver desde La mujer habitada, que fue el romance, el heroísmo. Después tengo El país bajo mi piel, donde ya empieza a haber una disolución del sueño revolucionario. Y ya este es como la tuerca. Me falta, si acaso estoy viva cuando se acabe todo eso, la siguiente victoria.

—En España le dieron varios premios. Más allá de sus obvios méritos literarios, ¿por qué cree que la están premiando?

—Porque me fui a vivir a España. Creo que hay un sentimiento de abrazo, de acogida y de apropiación, porque tomé la nacionalidad española. Yo tenía una relación muy larga con España, desde que en los 90 Visor me publicó El ojo de la mujer. El editor de Visor es muy amigo mío. A través de los años son los que han publicado mi poesía. Después con Seix Barral también, desde que me gané el premio Biblioteca Breve, que fue en 2008. No es de ahorita, sino que ha habido esa vinculación. Entonces, cuando llegué a España, el premio que me dieron fue el Reina Sofía de Poesía. Y para mí fue una alegría inmensa porque es un premio que pienso que es de lo más prestigioso que te pueden dar. Y me dieron ahorita otro que se llama El ojo Crítico, que es de la Radio Nacional de España. Pienso que ya cuando uno va llegando a cierta edad te empiezan a dar premios. Te empiezan como a despedir.

—¿Y cómo cree que caen allá en Nicaragua estos premios?

—Muy mal. Fíjate que lo último que pasó en Nicaragua: la UNESCO le dio un premio al diario La Prensa (NdR: que funciona desde Costa Rica y México), que es un diario fundado en 1926. Rosario Murillo y Ortega lo confiscaron en 2021. Confiscaron todo: las máquinas, las archivos, el edificio. Y era un periódico emblemático de la lucha contra la dictadura de Somoza. Era el periódico de Pedro Joaquín Chamorro, que lo asesinó Somoza y fue un mártir, que generó un gran movimiento insurreccional. Y ahora le dieron el premio de la UNESCO. Y Rosario Murillo se tira una diatriba diciendo que cómo era posible que le dieran a los malditos. Y corrió a la UNESCO de Nicaragua, que le daba 36 millones de dólares para proyectos. Ya se habían salido de la OEA, de la FAO, porque sacaron una cifra diciendo que había hambre en Nicaragua.

—¿Y qué cree que va a pasar?

—No tengo ni idea. Pero creo que va a pasar algo porque la finalidad es física. Estas personas ya son mayores. Toda nuestra generación se va a ir muriendo. Entonces van a pasar cosas. No creo que los hijos de esta gente vayan a ser los sucesores. Ella quiere ser la sucesora, pero ha tenido que crear su propio ejército. En la nueva constitución que hicieron, donde ella se pone copresidenta, hicieron constitucionalmente un ejército paramilitar. Y ella en la Plaza de la Revolución formó 30.000 personas vestidas de pantalón negro, camisa blanca y pasamontañas. Pienso que ella tiene miedo que el día que se muera Daniel Ortega puede estar en peligro. Entonces se creó su propio ejército. Pero te da una idea, en primer lugar, de que es una persona que ha perdido un poco el norte de la brújula y que su paranoia, su miedo y la ambición de poder la hacen hacer esas cosas como echar a la UNESCO de Nicaragua.

—¿Qué papel puede tener la literatura ante el avance de estos gobiernos autoritarios?

—Es una trinchera que no podemos abandonar y tenemos que buscar más maneras de llegarle a los jóvenes, de modernizarnos en nuestra manera de aproximarnos a la expresión de las ideas.

—¿Eso cómo sería?

—No tengo ni idea (risas). Yo pienso en todas esas cosas, pero es muy fácil decirlo. Es como el lenguaje inclusivo, que me parece muy buena idea, pero no sé cómo hacer. No hay ninguna de las soluciones que se han propuesto que me guste. Prefiero que esté como está y no todo eso de la arroba y la e y la x.

—¿Por qué le preocupan los jóvenes?

—Por ejemplo, en España se están derechizando los muchachos. Y yo creo que eso tiene que ver con el feminismo. Tiene que ver con que el hombre ha perdido su lugar tradicional en el mundo y nos acusan a las mujeres, cuando en realidad lo que ha fallado es la economía. Porque la globalización ha significado que los puestos de trabajo que ellos tenían antes ya no son iguales. Ya no son los mismos proveedores. Y en la parte sexual, desde el #MeToo y todo eso, les han marcado límites que antes nadie se los marcaba. Entonces quieren volver para atrás. Si uno se pone a leer ese Proyecto 2025 (NdR: un plan ultraconservador para reestructurar el Gobierno de EE. UU. encabezado por la Fundación Heritage), ahí te das cuenta que es un proyecto de defender a capa y espada a la derecha. Y lo dice en esas palabras. La derecha conservadora necesita cambiar al personal, dice, porque la política la hace el personal. Entonces todo eso que están haciendo con (Elon) Musk es para quitar gente y poner gente de ellos. O sea que es un plan macabro con el que están quitando todo lo LBGTI, la diversidad y la igualdad.

—No es la primera vez que está exiliada. ¿En qué se diferencia este exilio de los anteriores?

—En mi edad, para empezar. Es un gran factor. Y en que estoy mucho más clara de lo que quiero ahora. O sea, no tengo mis hijas chiquitas, que fue también muy difícil para mí. Ya soy una mujer entera, hecha y derecha, y realmente siento que tengo un centro que es imposible que me lo muevan porque me ha costado mucho construirlo y yo sigo siendo yo donde quiera que esté. Pero, claro, te afecta. Me afecta el país. No en que yo no pueda estar ahí. Lo que me afecta es lo que está pasando, las barbaridades que están pasando todos los días, la mediocridad en que lo están sumiendo, la partida del 10% de la población. La mayoría de los jóvenes que tenían proyectos se han ido. O sea, es una tragedia bien grande para un país tan sufrido.

—¿Y qué papel tiene España en esto? Porque es un país que recibe a muchos latinoamericanos exiliados.

—Es la madre patria. Le toca echarnos el hombro. Creo que el Gobierno de España ahorita en Europa es de lo mejor que hay. Es un gobierno socialdemócrata que realmente está haciendo muchas cosas por la gente. Yolanda Díaz es una extraordinaria ministra de Trabajo. Todo lo que han hecho está aumentando los derechos, aumentando las ventajas de la gente que tiene grandes problemas de vivienda, de carestía, de sueldos. Eso le pasa a muchos países en Europa y en todas partes. Pero tienen una ética y una política que a mí me parece muy respetable. A mí me gusta estar ahí, en el sentido de que me siento que es un lugar en el que puedo aceptar lo que están haciendo.

—¿Qué otros escritores nicaragüenses nos recomienda leer?

—Pues no hay muchos que estén publicados, la verdad. Pero sí te puedo recomendar de antes, por ejemplo. Hay un poeta fantástico que se llama Carlos Martínez Rivas. También Ernesto Cardenal. Claribel Alegría es una poeta que también escribió novelas. Y jóvenes hay uno que se llama Carlos Fonseca Grigsby, que es poeta. Ganó el Premio Loewe de Creación Joven. Y también está José Adiak Montoya. Y todos están fuera. Es bien triste. Gabriela Selser, que es argentina. Los libros de la Gabriela son muy buenos.

—Aquí surgieron muchas escritoras en los últimos años. ¿Las ha leído?

—Quiero mucho y leo a Claudia Piñeiro. He leído a Camila Sosa Villada. Me fascina. Samanta Schweblin. He leído a Mariana Enríquez. A Gabriela Cabezón Cámara. O sea, es una pléyade de mujeres escritoras y no las estoy mencionando a todas porque hay otras, pero sí realmente es impresionante. Pero creo que no es solo aquí. Es en América Latina. Hay muchas escritoras. Y creo que estamos haciendo historia. Y nosotras, Laura Restrepo, Ángeles Mastretta, Marcela Serrano y yo, fuimos precursoras de todo esto y seguimos escribiendo también. Somos las abuelitas (risas).

—¿Qué proyectos tiene hacia adelante?

—Voy a escribir otra novela. Y estoy escribiendo poesía. Siempre. Tengo otro libro de poesía. Ahora que vuelva lo voy a organizar. Y estoy contenta. Fíjate que me parece que mi poesía está mejorando. Porque todo siempre es un trabajo de estar diciendo las cosas mejor, con más originalidad. Mi poesía es muy explosiva. Entonces es un poco más ver para dónde me lleva esta nueva época.

—¿Qué piensa de este momento tan complejo que está viviendo la Argentina?

—Lo que está pasando en términos políticos me preocupa bastante. Me parece mentira que en este país hayan elegido a este presidente, que es como Donald Trump. Mi sentido de la gente argentina es que son personas más pensantes, más de izquierda, en general. Pero también, como dicen en Nicaragua, la necesidad tiene cara de perro, y la gente ya estaba desesperada. No la culpo. O sea, lo de Donald Trump me parece mucho más peligroso, porque yo creo que Milei se va a ir. Creo que la gente alternativa tiene que moverse. Todos nos tenemos que mover porque estamos como en shock.

CRM/DTC

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