Lecturas

Conversar entre discursos de odio, “no me manden audios” y mensajes acelerados

Patricia Nigro y Marcela Farré

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El mundo nos provoca para que conversemos. Un atributo saliente de la nueva cultura digital, desde la irrupción de la world wide web, es la invitación constante a participar. En la insoslayable cultura de la convergencia (Jenkins, 2006), resulta difícil no ser parte de un flujo de interacciones que se multiplican, impredecibles, como una invitación audaz para movilizar discursos. En ese flujo, las personas, las organizaciones y las marcas; los individuos, los colectivos, las instituciones, en fin, construyen significados y, al esparcir relatos, transforman la cultura. Conversan.

Alejado en gran medida de la lógica broadcasting, el ecosistema de la cultura contemporánea es, fundamentalmente, networking. Todos y todas pueden participar y, pueden, no pocas veces, provocar un impacto radical con su decir. “Un tuit puede mover montañas y conciencias”, aventura Carlos Scolari en Cultura snack (2020). El periodismo ya no se cuece solo en los medios, ni la agenda política puede quedar confiada a sus líderes; tampoco las distintas organizaciones controlan aquella imagen que pretenden proyectar. En el ecosistema mediático se entrecruzan “formaciones discursivas” (Foucault, 1969) capaces de alterar rumbos sociales. Al calor de este ritmo, una especie de hervidero de paradigmas culturales desfila ante la mirada sensible. 

Fue Ithiel de Sola Pool (en 1983) el primero en hablar de “convergencia”, para destacar el impacto de la confluencia de medios tecnológicos; pero Jenkins reparó en el fenómeno del cambio cultural de la convergencia, basado en gran medida en la horizontalidad de las relaciones. La posibilidad de construir realidades por la participación conjunta y el acceso masivo a más y más información mostraron que ya no es necesario esperar la voz de la autoridad. Los nuevos procesos se forjan con una “inteligencia colectiva”, que Pierre Levy (2006) defendió como una construcción colaborativa y monumental de saberes. Es lo propio de la “sociedad red” (Castells, 1996). 

Se dibuja así un paradigma epistemológico con menos jerarquías (o menos voluntad de respetarlas), ese que Alessandro Baricco explica desde el espíritu lúdico (2019), placentero y experimental de “los bárbaros” digitales (2006). Es, también, un mundo de incertidumbres y una apertura a la “humanidad aumentada” (Sadin, 2017), lo que sea que pueda disparar este concepto.

El Libro Blanco de la conversación aborda ese nuevo modo de entramado dialéctico, de intercambios que circulan y se esparcen. Aquí se estudia la conversación como forma y como contenido; su función, tanto como su funcionamiento. Se analizan, por un lado, estructuras y estilos de las nuevas conversaciones en red y se busca conocer cómo fluyen o se dispersan, escalando a la esfera pública. ¿Quiénes movilizan esos discursos? ¿Qué factores aceleran la dispersión? Por otro lado, el libro indaga en los contenidos sobre los que se conversa, observando issues destacados en las agendas ciudadana, política y mediática recientes; se examinan modalidades del intercambio conversacional y su impacto en la construcción del yo y del otro, y lo otro. 

Así, este Libro Blanco de la conversación busca entender el fenómeno completo. Y lo hace con mujeres que se han ocupado de la cultura en modos diversos; investigadoras sensibles a los asuntos de interés social que circulan; atentas a cómo lo humano se hace presente al conversar. Académicas convencidas del valor del intercambio y dispuestas a acordar con Berman (1982) cuando concluye: “y los individuos, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas”. Docentes, también; convencidas del valor del intercambio cuando la dispersión es falta de certeza o fuente de angustia y desesperanza. Mujeres que accionan.

El estudio toma en cuenta el ecosistema mediático en que se produce el conversar. En “Manifesto for a New Age (2007), la revista Wired calificó los nuevos consumos culturales como “snack”: comunicaciones fáciles y rápidas de digerir, dispersas en abundantes y pequeños “bocadillos”, fugaces, que explotan en el universo de las redes sociales (Scolari, 2020). Es un universo poblado de partículas -los discursos- pululando en la red, donde “los nanocontenidos salen disparados como moléculas en estado gaseoso” (p. 183). El autor recupera la metáfora de Marshall Berman (1982) y se aleja de la comprensión del viaje “líquido” de los significados a la que invitó Bauman en 1999 (2001).  

En el presente estudio, se recuperan postulados esenciales desde el Análisis de la Conversación (Tusón Valls, 1997; Alcoba, 2000), palabra que define una actividad típicamente humana y cuyo uso castellano proveniente del latín: con (cum: con) y versar (versare: dar vueltas). Es la forma prototípica de la interacción verbal, un proceso de interpretación de intenciones. Algunos autores diferencian ´conversación´ de ´diálogo´. Aquí, serán sinónimos, con base en la etimología griega de diálogo es: dia: a través de y logos: palabra. Al respecto, es significativo lo que expresa Bohm:

El movimiento de ida y vuelta de la información favorece la emergencia continua de un nuevo contexto común, en cuyo caso el diálogo puede servir, no solo para hacer comunes ciertas ideas o información ya conocidas, sino también para hacer algo en común, es decir, para crear conjuntamente algo nuevo (Bohm,1996).

Al final de la década del 60 del siglo XX, los estudios del lenguaje dieron un giro radical al incorporar la perspectiva pragmática –el lenguaje hace cosas, transforma mundos al ser usado en cada situación- y con esto se abrió paso a perspectivas interdisciplinarias que integran la mirada comunicacional. Pionero en el análisis pragmático de la conversación fue el filósofo Paul Grice. En 1975, enuncia las “máximas” que –al igual que las categorías kantianas- regulan los intercambios; incumplirlas genera sobreentendidos e inferencias. Comienza todo un campo de estudio de base hermenéutica, que atraviesa diferentes disciplinas que trabajan con el lenguaje. El crítico literario ruso Mijail Bajtin (1979) posibilitó entender el discurso como “enunciado”: unidad de sentido distinta de la oración gramatical. Un enunciado puede ser tan corto como una palabra o tan extenso como un hilo de tuits; tan acotado como un diálogo o tan inabarcable como un llamamiento social a partir del #NiUnaMenos. Esta perspectiva habilita analizar la conversación como unidad, interacción social y construcción cultural. 

Así, recuperando tradiciones, este libro desgrana realidades conversacionales que nos circundan y definen. El objetivo es aportar un estudio amplio, diverso y, sobre todo, reflexivo. Se desea con ello contribuir a una toma de conciencia necesaria para la supervivencia de la vida en común, defendiendo el sentido etimológico presentado en el Diccionario de la Lengua Española, según el cual conversar es “habitar en compañía de otros”. 

Siete autoras de la Argentina -todas ellas doctoras que ejercen su trabajo académico en diferentes universidades del país-, se proponen ahondar tanto en las formas de la conversación como fenómeno lingüístico como en su impacto en la construcción social. A continuación, presentamos el índice y a las autoras.

Capítulo 1. Dra. Marcela Farré. Universidad Blas Pascal

La conversación y la creación de comunidad: la conformación de agendas alternativas

Capítulo 2. Dra. Silvia Ramírez Gelbes: Universidad de San Andrés

La conversación inclusiva

Capítulo 3. Dra. Ana Slimovich: Universidad de Buenos Aires

Capítulo 4. Dra. Paula Porta: Universidad Nacional de La Plata

La conversación transmedia: una introducción al concepto

Capítulo 5. Dra. Patricia Nigro: Universidad Austral

La conversación y la cortesía frente a agresiones verbales y discursos de odio

Capítulo 6. Dra. Roxana Fantin: Universidad Austral

La conversación interpersonal con perspectiva filosófica. ¿Es siempre posible aceptar al otro?

Capítulo 7. Dra. Silvina Douglas. Universidad Nacional de Tucumán

Conversaciones coloquiales: tramas y redes discursivas

El libro unió a siete mujeres doctoras en Comunicación Social, Letras y Ciencias Sociales para tratar, desde diferentes perspectivas, el tema de la conversación.

En un mundo en el que a diario nos toparnos con el mensaje “no me manden audios” en Whatsapp, o comprobamos cómo la gente acelera esos mensajes para escuchar el contenido (sin tiempo ni paciencia para adentrarse en la voz que construye la relación), queremos proponer la urgencia de repensar qué capacidad nos queda para hablar y escuchar a los demás. Para recordar nuestra condición esencial de animales que piensan y hablan, pero también que sienten y pueden respetar y ejercer la empatía. 

Lo mismo queremos para la interacción social: reflexionar sobre la necesidad de una conversación participativa y ampliada, integradora.

En el Libro Blanco de la conversación hemos abordado el tema desde la cultura digital o “presencias imperfectas” (Igarza, 2021) empezando por plantear la conversación en red que teje el entramado de esa cultura, segundo a segundo, en la conversación pública. 

El auge de las redes sociodigitales y el pasaje del broadcasting al networking para vivir nuestras “vidas mediáticas” en el postbroadcasting (Fernández, 2021) produce que nuestras conversaciones se desarrollen “entre lo masivo y lo individual”- como sostiene Fernández -y también que fluyan libremente de un medio previo (no viejo, no tradicional) a un medio nuevo en auténticas “conversaciones transmedia”, a las que les dedicamos asimismo un capítulo. 

Abordamos, también, la comunicación política analizando el modo de construir conversación en una de las redes más populares, Instagram y, en otros dos capítulos, estudiamos la comunicación cara a cara, a la que no renunciaremos jamás, en clave filosófica, en un caso, y, en clave de construcción coloquial, en otro.

Conscientes de que nuestras intervenciones pueden volverse o pueden recibir como respuesta “discursos de odio” o desinformación viralizada, insistimos en la cortesía verbal como un modo de reconocer al Otro en el sentido más profundo del término, con su valor filosófico de otredad –por eso solo aquí no distinguimos otro/otra-. 

Como mujeres académicas -todas trabajadoras incansables, y muchas también madres-, vivimos a diario la necesidad de entrar en la conversación intelectual y pública. Somos conscientes de que nuestra tarea puede contribuir a forjar un mundo que respete e incluya a las mujeres en igualdad, para que un día ya no sea necesario hablar desde una distinción de género. 

Nos importa, por eso, la evolución que está tomando, en el mundo occidental, el lenguaje inclusivo, que no supone una ideología ni desprecia al que no desee emplearlo. No podemos asegurar cuál es el futuro de ese lenguaje, pero sí valoramos todo esfuerzo para que las mujeres vivan y se desarrollen en un mundo mejor y en condiciones de igualdad con los varones. 

Queríamos que el libro tuviera como autoras solo a mujeres con doctorado porque nuestro deseo es alentar a colegas más jóvenes que deseen seguir la carrera académica, que no renuncien al título más alto, el doctorado. 

Este libro no agota todos los tipos de conversación: pensamos en la conversación interpersonal, en la conversación periodística, en las amplias variedades de la conversación política, en la conversación entre naciones y en la conversación para superar las crisis, entre otras. Esas y muchas más quedarán para estudios futuros. Sentimos que plantamos una semilla y esperamos, con paciencia, cariño y tiempo, que fructifique en muchas mujeres académicas. 

AR