Tali Goldman: “La crónica se volvió un lugar de resistencia para un periodismo que pide tiempo”
La escritora y periodista acaba de publicar “Cómo se puede querer tanto a alguien”, un libro compuesto por tres textos de no ficción donde aborda, a partir de retratos impactantes, las esquirlas que dejaron la dictadura y el atentado a la AMIA.
Tali Goldman es periodista y escritora. Acaba de publicar el libro de crónicas "Cómo se puede querer tanto a alguien". Noelia Monópoli
“Cuando leemos que hubo cien mil víctimas en un maremoto de Bangladesh, el dato nos asombra pero no nos conmueve. Si leyéramos, en cambio, la tragedia de una mujer que ha quedado sola en el mundo después del maremoto y siguiéramos paso a paso la historia de sus pérdidas, sabríamos todo lo que hay que saber sobre ese maremoto y todo lo que hay que saber sobre el azar y sobre las desgracias involuntarias y repentinas. Hegel primero, y después Borges, escribieron que la suerte de un hombre resume, en ciertos momentos esenciales, la suerte de todos los hombres”. Con esas palabras de Tomás Eloy Martínez abre Cómo se puede querer tanto a alguien (Paisanita Editora, 2025), flamante libro de la periodista y escritora Tali Goldman. El epígrafe ofrece una clave de lectura para los textos de una autora que se especializa en eso de ir detrás de huellas, en ofrecer crónicas que nacen del movimiento, de la inquietud, de volver sobre las esquirlas de episodios supuestamente muy conocidos o narrados.
Las tres crónicas que integran la publicación tienen en su centro a tres personas que, por motivos bien diversos, sintetizan la suerte de varios en circunstancias dolorosas para la historia argentina reciente, como la dictadura militar o el atentado contra la AMIA. Contados con rigor, pero también con proximidad y una prosa diáfana, los textos singularizan, aproximan, le ponen voz a distintas heridas.
El primero de los textos es un retrato conmovedor –y también revelador, por algunas escenas poco conocidas de su vida– de Diana Wassner de Malamud, quien perdió a su esposo en el atentado contra la AMIA y se volvió, con el tiempo, en una referente de la asociación Memoria Activa. En el segundo, Goldman, que es experta en ir detrás de historias poco conocidas, reconstruye las andanzas de Dany Recanati, un hombre israelí que arriesgó su vida para salvar a alrededor de 400 argentinos durante la dictadura desde su trabajo sigiloso en la Agencia Judía para Israel en Buenos Aires.
"Cómo se puede querer tanto a alguien" salió por el sello independiente Paisanita Editora. PE
La tercera de las crónicas, narrada con un pulso vertiginoso y también estremecedor, recapitula la historia de Ezequiel Rochistein, un hombre nacido en un centro clandestino de detención durante el gobierno de facto, que creció con una identidad falsa y recién pudo conocer de grande su verdadero origen. En plena pandemia, Rochistein terminó siendo uno de los encargados del operativo internacional de captura de Gonzalo “Chispa” Sánchez, un represor sobre el que pesan acusaciones por más de 900 secuestros en diversas causas que investigan delitos de lesa humanidad, entre otros la de la desaparición del escritor Rodolfo Walsh.
– En tu penúltimo libro, Larga distancia, te conocimos como autora de ficción, de cuentos específicamente. Ahora estas tres crónicas que escribiste forman parte de un nuevo libro con el que volvés a sorprender. ¿Qué te ofrece la crónica, por qué creés que estás siempre dándole vueltas a este género?
– Mi primer libro, Marea sindical, ya había sido de crónica. Diría que la ficción, en realidad, fue como algo raro, como en mi vida, que ahora también se instaló en mí. La crónica, en cambio, siempre estuvo y por lo general prefiero definirme como periodista. De hecho, a veces me parece un montón llamarme escritora. En cambio, me encanta definirme como periodista porque es lo que esencialmente soy. Siempre me dediqué al periodismo escrito. Además, trabajé en varias redacciones, digamos que me formé en el periodismo gráfico, me crié en todo sentido ahí. Yo viví la época de las redacciones: pasé por las de las revistas 7 días y Veintitrés y por la del diario El argentino. También hice radio, pero nunca me terminó de enamorar la radio, a mí me enamoraba y me enamora escribir. De hecho extraño un poco la redacción como espacio, aunque hoy sería difícil también pensar en una redacción porque se están extinguiendo. Así que en ese sentido, se dio naturalmente esto de volver a publicar no ficción.
– La particularidad de Cómo se puede querer tanto a alguien es que son crónicas que ya habían sido publicadas o que habían circulado de distintos modos.
– Sí, me pareció lindo diría que como experiencia sensorial: no es lo mismo leer una crónica en en la computadora o en un celular que en un formato libro. Por otro lado, me parecía interesante ver la conexión o este hilo que creo que hay entre estas tres crónicas, que es algo que sale de manera inconsciente. Porque no es que yo te hice estas tres crónicas diciendo “Bueno, esto va a ser un libro”. Sin embargo, en las tres evidentemente hay una zona que me interesa y que aparece en mucho de lo que escribo, que tiene que ver con historias o temáticas alrededor de la dictadura. Y, últimamente, también lo lo judío o algo de la cultura judía me empezó a interesar. Primero, concretamente, desde los cuentos, y eso se trasladó también al periodismo.
Tali Goldman nació en Buenos Aires, en 1987. Noelia Monópoli - Gentileza Paisanita Editora
– Pensando en esos puntos de contacto entre las tres historias y asociándolo con esto que mencionás de las redacciones en extinción, el libro trae retazos del siglo XX y algunos de sus modos de circulación que también se van perdiendo. La dictadura, de todas formas, está presente en las tres crónicas. ¿Por qué volvés siempre ahí? ¿Sentís que todavía hay mucho para contar o reconstruir?
– Siento por un lado la dictadura es un periodo muy narrado, pero también me fascina ver que siguen apareciendo historias ocultas de ese período, o personajes que todavía no se contaron. También creo que hay algo de la mirada: pasa el tiempo y los protagonistas y yo misma tenemos reflexiones completamente distintas sobre cosas supuestamente conocidas o muy narradas. Entonces uno aborda este tema de maneras nuevas. Pienso, por ejemplo, en lo que pasó con el libro La llamada, de Leila Guerriero. Para mí ese es un texto que tiene valor por un montón de cosas, y que también tiene un valor porque se escribe casi a 50 años de lo que ahí se cuenta. Entonces yo creo que mucho de lo que pasa en ese libro tiene que ver con que pasaron muchos años y sus protagonistas tienen nuevas reflexiones sobre lo que vivieron. En mi libro, por ejemplo, pienso en la crónica sobre Diana (Malamud). Si yo hubiera contado esa historia hace 15 años seguramente hubiera sido otra crónica porque enganchaba a Diana en otro proceso. Ella ahora cumplió 65 años y del atentado pasaron 30. Sus reflexiones son otras y mi mirada sobre ella también.
– De hecho ahí se nota una suerte de mirada tuya sobre este personaje que conocemos por sus discursos en los actos del 18 de julio cada año, pero vos, más allá del personaje público, abrís la pregunta sobre la maternidad de esta mujer que pierde de un día para el otro y queda sola con dos hijas.
– Esto lo pensé con el tiempo, pero creo que en el fondo este texto parte de mi propia maternidad. Yo fui madre hace casi cuatro años y cuando empecé a pensar esta historia mi hija tenía 1 o 2 años. De alguna manera mi cabeza explotó cuando, más allá de que creía conocer la historia de Diana porque es una persona conocida que habla todos los años, pensé en su miedo al quedarse sola con dos hijas. Pensé “claro, era más chica que yo y tenía dos hijas”. De un momento para otro me cambió la perspectiva que siempre había tenido de la AMIA. Que era algo que para mí siempre fue un tema cercano y muy presente durante toda mi vida, porque me crié en la comunidad judía de Buenos Aires, en instituciones judías. Tal vez porque yo era muy chica cuando fue el atentado, siempre la vi a Diana hablando como una adulta y en esa fantasía de chica pensaba que ser adulto es tener una vida resuelta o saber cómo actuar ante determinados hechos. Algo de de mi maternidad y de mi edad actual me hizo repensar a Diana y al atentado, me hizo sentir que quería contar un costado de la intimidad a partir del atentado. No sé, Diana también era una mujer que queda sola, que tenía a su familia viviendo en México, que tenía que rearmarse en todo sentido, no solamente desde lo económico, una mujer que no sabía manejar, por ejemplo. A mí me interesaba contar estos aspectos, porque me parece que en algunos detalles también una puede ver la dimensión de la tragedia. Yo doy taller y hace poco invité a una clase al periodista Juan Cristóbal Peña. Él señaló algo muy interesante sobre los perfiles periodísticos. Él dijo que el perfil es como una trenza donde se cruzan tres mechones, digamos: lo público, lo privado y lo íntimo. Creo que es esa búsqueda la que me interesa cuando voy escribiendo un perfil. Lo público, que por lo general es lo que se conoce, trenzado con privado y, sobre todo, lo íntimo. Me interesaba en esa crónica particular retratar esas tres dimensiones.
– El segundo texto tiene como protagonista a Daniel Recanati, este hombre israelí que trabajando en Buenos Aires en los ‘70 para la sede argentina de la Agencia Judía para Israel rescató a unas 400 personas durante la dictadura. ¿Cómo te acercaste a esta historia y cómo fue el trabajo de reconstrucción de la vida de Recanati?
– Se iban a cumplir 40 años de democracia en 2023 y Leila Guerriero, sabiendo mi interés por estos temas, me dice que le proponga notas para la revista Gatopardo. En ese momento me propuse encontrar, entre muchas comillas, alguna historia luminosa, algún personaje que salve a otros, algo que redima, no sé, andaba muy obsesionada con encontrar una especie de Schindler argentino. Me acuerdo que lo llamé a mi papá (N. de la R.: Daniel Goldman, rabino de la Comunidad Bet El) y le pregunté: “¿vos no conocés a alguna persona salvado gente en la dictadura?”. Y mi papá, que había escrito un libro que se llama Ser Judío en los 70, que yo nunca había leído, me dijo: “Hay un tipo que se llamaba Dany Recanati”. Al principio no encontré casi nada, apenas un artículo perdido en un dossier. Así que empecé una búsqueda medio detectivesca que me llevó no solo a leer ese libro de mi papá sino a conectarme con un montón de historias de personas que se pudieron exiliar gracias a Recanati. Fue muy quirúrgico todo, llegué a un investigador exiliado en Israel hasta que terminé finalmente hablando con las hijas de Recanati. Fue de alguna manera espectacular ir atando cabos, viendo cómo se cruzaban algunos puntos. De hecho, cuando estaba con esta investigación alguien me dice “che, fijate que Diana Malamud también estuvo exiliada”. Ahí empecé a ver cómo se juntaban varias cosas que nunca había notado. En general fue muy movilizante dar con la gente que fue rescatada por Recanati, todos lo recordaban con mucho cariño porque realmente le debían su vida a él. Creo que en esa crónica se dio, también, algo interesante para pensar que es una mirada del exilio, una experiencia de la dictadura que tal vez fue menos narrada.
– ¿Y la tercera de las crónicas? ¿Cómo llegás a la historia de Ezequiel Rochistein, este hombre nacido en un centro clandestino de detención, al que le cambian la identidad los militares y quien, ya de grande y conociendo su verdadera historia, tiene como misión ir a capturar a un represor?
– La verdad es que este caso lo doy como ejemplo en mis clases porque nació de una manera muy simple. En plena pandemia, me acuerdo de leer creo que en Página 12, que habían logrado extraditar a un represor vinculado con la desaparición de Rodolfo Walsh. Me quedó en la memoria una imagen entre ridícula y bizarra de este tal Chispa Sánchez porque eran los comienzos de la pandemia y en la foto se veía al tipo en una especie de pelopincho con un mameluco, una escafandra y gente tirándole desinfectante. Obviamente me interesaba la causa de Walsh, pero en ese momento no tenía claro que seguía la investigación, que quedaba todavía este tipo y que lo estaban buscando. Unos días después aparece también, creo que en una nota de Página 12, que una persona, un nieto recuperado por los organismos de derechos humanos, había estado atrás del operativo para traerlo a Argentina. Justo tenía un amigo que trabajaba en Cancillería, le pregunté y me confirmó que sí, que había sido así. Al poco tiempo contacté a Ezequiel para entrevistarlo y enseguida me dijo “dale, avancemos”. Como era pandemia me acuerdo que hablábamos por teléfono los sábados, que era un día que él tenía libre. Estuvimos un mes así. En el transcurso de la investigación me di cuenta de que la historia no era Chispa Sánchez, la historia era la de Ezequiel, su identidad, su recorrido hasta llegar a la extradición del represor. Fue la primera vez que escribí para Gatopardo y por eso le tengo un cariño enorme a ese texto.
Yo doy taller y hace poco invité a una clase al periodista Juan Cristóbal Peña. Él señaló algo muy interesante sobre los perfiles periodísticos. Él dijo que el perfil es como una trenza donde se cruzan tres mechones, digamos: lo público, lo privado y lo íntimo. Creo que es esa búsqueda la que me interesa cuando voy escribiendo un perfil.
– En todos los casos les dedicaste muchísimas horas a las historias, mencionás esto de estar un mes hablando con un protagonista, en el caso de la primera crónica ni siquiera tenías un lugar para publicarla. ¿Cómo es escribir en este contexto, en el que además hay cada vez menos espacios para este tipo de periodismo?
– La verdad es que lo vivo dramáticamente. Casi no hay lugares para para escribir crónicas o están en extinción, como decíamos antes. Además este tipo de trabajos es muy raro que se paguen lo que salen, en el sentido de que por ahí estás meses buscando algo, no se mide ni en caracteres ni en páginas. Por mi parte, yo hago malabares con otros trabajos y actividades vinculadas con la escritura, como dar talleres de no ficción, que es algo que me está gustando mucho. Me parece que en el fondo lo hago para poder seguir con estas crónicas que es básicamente lo que más me gusta en el mundo. La de Diana, al final, la pude presentar en un concurso y ganó. En el fondo me parece que la crónica se convirtió en un lugar de resistencia para un tipo de periodismo que pide tiempo, que se desmarca de lo supuestamente urgente. En este mundo que reclama tanta inmediatez, tanta bola a las redes sociales o a que cuentes todo rápido en un reel de Instagram, hay que seguir insistiendo con esto. Claro que hay que tener mucha paciencia y también algo de creatividad para crear nuevos espacios donde podamos seguir contando estas historias.
AL
Sobre la autora
Tali Goldman nació en Buenos Aires, en 1987. Es licenciada en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires y magíster en Escritura Creativa (Untref). Trabajó como periodista en la Revista Veintitrés, El Argentino, Radio Nacional y Futurock, entre otros medios. Actualmente es guionista de pódcast, coordinadora de talleres de no ficción y colaboradora en revistas como Gatopardo y Anfibia.
En 2018 publicó La marea sindical. Mujeres y gremios en la nueva era feminista (Editorial Octubre), que ganó el premio de la escuela de periodismo TEA en la categoría “crónica periodística”. Es autora del libro de cuentos Larga distancia (Concreto Editorial), que obtuvo una mención esepcial en los premios nacionales de 2022. Publicó un perfil de Diego Maradona en el libro colectivo Ídolos (Editorial UDP), editado por Leila Guerriero. Su último libro, Cómo se puede querer tanto a alguien, incluye la crónica homónima que resultó ganadora del concurso por los diez años del sitio La Agenda.