Economías

En la búsqueda de consensos de política económica: qué no debe pasar en el “go” para evitar el “stop”

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El mal desempeño relativo de la economía Argentina desde hace décadas debería dar un baño de humildad a todos y todas quienes tuvieron roles relevantes en la política económica del país. Pocas administraciones y períodos tienen logros económicos para mostrar. Peor aún, esas pocas excepciones no son ejemplos de esquemas robustos de crecimiento o con logros sociales perdurables. Hoy nos encontramos en una nueva década perdida (2011-2021) de la economía argentina. Y aún obviando los últimos dos años, que requieren un análisis particular debido a la pandemia, son ocho años en los que la economía argentina no creció, mientras la mayor parte de los países de la región sí lo hicieron.

En esta nota quiero argumentar sobre uno de los consensos que creo que deberíamos alcanzar como sociedad. Este se refiere a los roles del tipo de cambio y sus consecuencias sobre el ciclo económico de los últimos años. Roles que se encuentran desarrollados, por ejemplo, por Pablo Gerchunoff y Martín Rapetti, siendo claves en la explicación del concepto del conflicto distributivo estructural de la Argentina, y por Jeffry Frieden y Ernesto Stein al analizar la economía política del tipo de cambio real en América Latina.

El tipo de cambio real en un país con una inflación elevada tiene dos roles bien marcados. Por un lado, es la variable de ajuste que se encarga de determinar la competitividad externa de los sectores transables (exportables o competidores de las importaciones) de la economía. No es la única variable que lo hace y, desde luego, existen determinantes como el nivel de productividad que son aún más importantes en el largo plazo, pero a diferencia de esta última, el tipo de cambio es la variable que puede ajustar rápidamente para eliminar desequilibrios macroeconómicos. Un tipo de cambio depreciado favorecerá la producción doméstica de bienes transables, permitiendo a más sectores aumentar sus exportaciones y, por otro lado, expandir la producción doméstica de sectores que compiten con importaciones.

Por otro lado, el tipo de cambio establece el costo de los bienes importados y exportables a los que se enfrentan los consumidores residentes en Argentina. Un tipo de cambio apreciado incrementa el valor en dólares de los ingresos de los ciudadanos, permitiendo acceder a una mayor cantidad de bienes y servicios transables e incrementando el bienestar inmediato de los consumidores. Viajes más baratos al exterior, importaciones más baratas, e incluso cortes de la carne más baratos para el mercado interno.

En este último rol, adicionalmente, impactará en la dinámica inflacionaria. Al influir en la evolución de un conjunto importante de precios de la economía, si el tipo de cambio aumenta a una menor tasa de crecimiento que la de los precios, servirá como ancla inflacionaria. Es decir, cuanto menos crezca el tipo de cambio, más disminuirán los precios de los bienes transables, bajará la inflación y subirá el poder adquisitivo en dólares de los ingresos de los residentes de Argentina. Dado la importancia del consumo doméstico en la demanda agregada, el incremento de los ingresos en dólares genera un impulso positivo sobre el PBI, que durará todo lo que sea posible mantener ese tipo de cambio apreciado.

Y aquí está el problema… “que durará todo lo que sea posible mantener ese tipo de cambio apreciado”. ¿Por qué? Porque este segundo rol del tipo de cambio choca con el primer rol mencionado previamente. A medida que se aprecia la moneda, menos sectores exportadores son rentables, menos sectores domésticos pueden competir con bienes importados, el incentivo a adquirir importaciones empieza a ser muy grande y se comienzan a acumular déficits de cuenta corriente. Estos déficits de cuenta corriente, o producirán una caída de las reservas internacionales del banco central, o incrementarán la deuda externa del país con resto del mundo. Si la tendencia es a que el déficit externo se agrande producto de la continua apreciación, será más temprano que tarde que los inversores y residentes se den cuenta que la situación es insostenible. En ese momento, los inversores dejarán de financiar los déficits de cuenta corriente y todos empezaremos a comprar dólares para cubrirnos de una futura devaluación de la moneda. Evidentemente, este incremento en la demanda de dólares le dará la razón a quienes compraron y producirá la crisis cambiaria y devaluación.

Los ciclos económicos desde 2010-2020 se encuentran empantanados, entre otras cosas, en estos dos roles que tiene el tipo de cambio. Por un lado, los cortos ciclos expansivos de la economía vienen de la mano de apreciación del tipo de cambio real, que produce una baja transitoria de la inflación y un incremento del poder adquisitivo en dólares de los ciudadanos. Sin embargo, esta expansión asociada a una apreciación, incrementa las importaciones, desincentiva las exportaciones y comienza a acumularse problemas externos. Luego de intentar soluciones que no solucionan como restringir importaciones o imponer cepos cambiarios, finalmente la economía dice basta y la tensión en el mercado externo termina en una devaluación que recompone el balance macroeconómico externo, pero a costa de una disminución del poder adquisitivo en dólares que genera una recesión en la economía.

Es decir, tenemos un crecimiento (go) asociado a una apreciación de la moneda que termina indefectiblemente en una crisis (stop) asociado a una depreciación del tipo de cambio. La depreciación va a pasar siempre que el crecimiento (go) esté guiado por una apreciación cambiaria inducida forzosamente por las autoridades económicas. Este ajuste está más allá de la voluntad política del gobierno de turno, sino que es la economía acomodándose a sus restricciones presupuestarias macroeconómicas.

Pero es importante resaltarlo. No necesariamente el crecimiento de la economía debe generar una situación insostenible de la balanza de pagos. Según los cálculos de este documento de trabajo publicado en Equilibra, sin apreciación cambiaria no se deberían acumular déficit de cuenta corriente a medida que la Argentina crece. Al menos no acumularía desbalances si el país crece al mismo ritmo de crecimiento que sus socios comerciales. Los problemas, sin embargo ocurren, si la única idea que tenemos para impulsar el crecimiento económico es con una apreciación transitoria del tipo de cambio. Más aún, esta apreciación del tipo de cambio perjudica de forma particular a los sectores exportadores de manufacturas, generadores de empleo formal, que suelen ser foco de los discursos oficiales.

En definitiva, si queremos salir del estancamiento, es necesario tener nuevas idea de como impulsar un crecimiento económico que sea sostenible. El atajo de la apreciación cambiaria tiene patas cortas. Obviamente, este no es el único problema ni es independiente de la sostenibilidad fiscal. Pero este otro consenso macroeconómico, tan necesario como el primero, quedará para una nota futura en elDiarioAR.

GP